Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el acto central por los aniversarios XXIX de la Unión de Jóvenes Comunistas y XXX de la Organización de Pioneros "José Martí", celebrado en la Plaza de la Revolución, el 3 de abril de 1991
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Jóvenes compatriotas:
Siempre digo: "No voy a hablar", y siempre termino diciendo algo. Así hablé a los estudiantes universitarios el 13 de marzo, a los compañeros de la FEEM el día 23, ayer les hablé a los jóvenes de los contingentes, y esta noche me decía a mí mismo: "Hoy no hablo, este es un acto de la juventud, que hable Robertico." Al llegar aquí y ver esta enorme multitud, comprendí sin embargo, que era imposible escaparme de la tribuna.
¿Pero qué digo aquí, después de tantos discursos? No me gusta repetir ideas, no me gusta repetir palabras, creo, sin embargo, que son necesarias algunas reflexiones.
Cuando Robertico me explicó que pensaban convocar al VI Congreso aquí en la Plaza, le dije: "Robertico, ¿pero tú estás seguro de que la Plaza se llena?", y dice: "sí, la Plaza se llena." Hoy llegamos aquí y nos encontramos la Plaza llena, y no solo una Plaza llena, sino una Plaza extraordinariamente entusiasta; una concentración sin grandes movilizaciones, una concentración sin traer participantes en ómnibus, una concentración sin mover las fábricas hacia la Plaza; la han llenado con los jóvenes, la han llenado a pie, caminando desde distintos sectores de la ciudad.
Creemos, por ello, que este acto constituye una verdadera proeza política, una prueba del prestigio, de la autoridad y de la influencia de nuestra Unión de Jóvenes Comunistas; una respuesta digna en momentos difíciles, porque no estamos viviendo cualquier otra etapa, no estamos viviendo un período de bonanzas, no estamos viviendo circunstancias normales; estamos viviendo un período difícil, una época nada fácil, estamos viviendo momentos de grandes dificultades; un momento, en realidad, excepcional de la historia de nuestra patria, por lo que este acto constituye un ejemplo de que la juventud está a la altura de ese momento excepcional en la vida de nuestro país.
Los que aquí se reúnen son los seguidores de aquellos que en 1868 constituyeron las filas de nuestro Ejército Libertador, iniciando nuestras luchas por la independencia; de los que en el 95, bajo la orientación de Martí, continuaron la batalla; de aquellos que a lo largo de la vida de la república mediatizada lucharon en las calles junto a Mella, junto a Trejo y a tantos héroes de nuestra juventud.
Son como aquellos que lucharon contra la tiranía de Machado, como los que se batieron contra la tiranía de Batista; como los que engrosaron las filas de nuestro Ejército Rebelde.
Son iguales que aquellos que cuando no habían nacido muchos de ustedes se unieron a las Milicias Nacionales Revolucionarias, integraron las filas de nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias y se batieron en Girón, del cual se cumplirá este mes el XXX aniversario. Son los seguidores de aquellos que lucharon en el Escambray, de los que vivieron los días terribles, difíciles, pero de una entereza insuperable, de la Crisis de Octubre.
Son como aquellos que acompañaron al Che en sus luchas libertadoras y en su muerte, son como aquellos que escribieron extraordinarias páginas de internacionalismo, son como aquellos y son ya, en parte, aquellos que durante casi 15 años permanecieron en la República Popular de Angola; los que dijeron en Cuito Cuanavale que aquella plaza jamás caería en manos del enemigo, los que avanzaron por el suroeste, los que derrotaron a las fuerzas invasoras, los que escribieron en los campos de batalla gloriosas e imborrables páginas.
Son ya aquellos que han sabido mantener en alto la bandera de la Revolución, que han sabido mantener la seguridad y la independencia de la patria. Son aquellos que hoy realizan proezas laborales en los contingentes de la construcción y de la agricultura, o en las fábricas creando, innovando frente a las dificultades materiales que hoy padecemos.
Son aquellos que en cualquier terreno, en el de la cultura y el arte, crean y enriquecen la vida espiritual de nuestro pueblo. Son aquellos que en los centros de investigación asombran a amigos y a enemigos por los éxitos extraordinarios que están alcanzando.
Pero si algo voy a decir de esta generación de jóvenes, de esta generación de estudiantes, es que en el momento tal vez más difícil de la historia de la Revolución Cubana, en los momentos más difíciles de la historia de nuestra patria, en los momentos más difíciles del movimiento revolucionario internacional, en los momentos más difíciles del socialismo, cuando el imperialismo se embriaga de euforia, cuando el capitalismo está de plácemes, cuando el triunfalismo de los reaccionarios reina por todas partes, cuando muchos de aquellos que decían defender las ideas del socialismo se desplomaron, cuando ahora se habla de economía de mercado sin que muchos ni siquiera sepan lo que es economía de mercado y de que no se trata de otra cosa que de capitalismo, cuando muchos ya no quieren ni oír mencionar la palabra socialismo, cuando ya no solo somos el único país socialista en el hemisferio occidental, sino el único país socialista en una buena parte del mundo, cuando algunos creen que estamos viviendo el canto de cisne del socialismo, nuestro pueblo, nuestros obreros, nuestros trabajadores, nuestros jóvenes y nuestros estudiantes levantan más alto que nunca y con más moral que nunca las ideas revolucionarias y las ideas del socialismo (APLAUSOS).
Otros se derrumbaron, y algunos decían que la Revolución Cubana se derrumbaría en cuestión de días y de semanas. Han pasado casi dos años desde los primeros derrumbes, y aquí está más sólida e invencible la Revolución Cubana (APLAUSOS). Muchos se preguntan por qué la fuerza de la Revolución, por qué la estrecha relación entre el Partido y el pueblo, por qué la estrecha relación entre el socialismo y la juventud, por qué la estrecha relación entre la Revolución y los jóvenes, entre la Revolución y los estudiantes —cuánto habría dado el enemigo por confundir al pueblo, por confundir a nuestros trabajadores, por confundir a nuestros jóvenes y a nuestros estudiantes—, y la razón es bien sencilla: esta Revolución es la Revolución de nuestro pueblo; es la Revolución de nuestros jóvenes; es la Revolución de nuestros estudiantes. Juntos la hicimos. Juntos la defendemos. Somos la misma cosa y no podemos dejar jamás de serlo.
Por eso, en días recientes, nosotros lanzábamos una idea para cada ciudadano, para cada combatiente, para cada joven, para cada estudiante, cuando les exhortaba a pensar en que la Revolución era él, la patria era él, el honor y la dignidad de la patria era él, que el soldado de la patria era él. La Revolución no ha traicionado jamás sus banderas, la Revolución no ha traicionado jamás sus ideales, la Revolución no ha traicionado jamás sus principios, la Revolución no se ha traicionado jamás a sí misma. He ahí el secreto de esa unión, de esa identificación total de la Revolución con el pueblo y, especialmente, con los jóvenes y los estudiantes.
A aquella idea habría que añadir algunos conceptos adicionales.
Acabamos de vivir la experiencia de la guerra del Golfo Arábigo-Pérsico; acabamos de ver el empleo de armas sofisticadas, el armamento más moderno empleado por los imperialistas contra un país determinado. Como ya expliqué, los dirigentes de ese país cometieron enormes errores, que no es necesario repetir, pero la solución del problema pudo haberse obtenido sin guerra. Pero el imperialismo quiso imponer la guerra, quiso utilizar y experimentar sus nuevas armas, quiso implantar el terror en el mundo, quiso demostrar que era el amo y que actuaba como amo del mundo.
Hoy mismo en el Consejo de Seguridad se aprobó una resolución más, una resolución monstruosa, leonina, que viola los propios acuerdos del Consejo de Seguridad, que viola los propios principios de las Naciones Unidas aunque, a decir verdad, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se ha convertido en un dócil instrumento de la política imperialista.
Como es natural, hubo un país que dijo que no, como ha sabido hacerlo tantas veces en ese Consejo de Seguridad, y dijo que no a dicha resolución, como dijo que no a la guerra decretada para el 15 de enero de este año. Hemos sido testigos del fenómeno de una institución creada para la paz autorizando la guerra, y autorizando la guerra al país imperialista más poderoso de la Tierra. Por eso Cuba también hoy dijo que no; otros dos países se abstuvieron.
Hemos sido consecuentes hasta el final con nuestra conducta en Naciones Unidas, aunque no vacilamos en condenar la invasión y anexión de Kuwait, la captura de rehenes y todas aquellas cosas que, a nuestro juicio, son inmorales y son incompatibles con el derecho internacional; al mismo tiempo hemos sabido mantener en esa tribuna una actitud que no tiene precedentes por su honradez, por su dignidad, por su espíritu consecuente.
Fuimos testigos de esa guerra. En esa guerra ocurrió todo lo que sabíamos que iba a ocurrir, e incluso se lo advertimos a los dirigentes iraquíes.
El imperialismo no tenía ningún interés en la paz, porque quería probar sus armas, quería sembrar el terror en el mundo, quería asustar a todo el mundo. Y no sé a cuánta gente habrá asustado, pero sí sé que no asustó a ninguno de nosotros, sí sé que no asustó ni podrá asustar jamás a los revolucionarios cubanos.
Por eso les decía a los estudiantes el 13 de marzo que la Revolución no es ninguno de nosotros, la Revolución no soy yo, la Revolución no son los miembros del Buró Político, la Revolución no son los miembros del Comité Nacional de la UJC, la Revolución no son los dirigentes; la Revolución es el pueblo, la Revolución es cada uno de nosotros. Quise decir —y espero que muchos me hayan comprendido—, ahora lo digo con más claridad: Cualquiera de nosotros puede desaparecer de muerte natural o en la guerra.
Ya que estamos hablando de guerra, ya que los imperialistas han utilizado sus armas sofisticadas, quiero decir que en caso de agresión al país un buró político puede desaparecer, y les pregunto: ¿Si desapareciera el Buró Político, desaparecería la Revolución? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") Un puesto de mando puede desaparecer, la comandancia general de un ejército o de unas fuerzas armadas puede desaparecer en una guerra, ¿significaría eso que los soldados dejaran de combatir? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") Cualquier puesto de mando, cualquier jefatura, cualquier dirección, cualquier líder o grupo de líderes pueden desaparecer en una guerra, pero lo que no puede desaparecer es la Revolución. Mientras exista un combatiente resistiendo, existirá la Revolución. Cuando un pueblo está imbuido de estas ideas, cuando un pueblo está persuadido de estas ideas, ese pueblo es invencible, y no hay armas, por sofisticadas que sean, capaces de vencerlo. Si ese principio se inculca en el alma de cada cual, de cada hombre o mujer, de cada compatriota, de cada soldado, de cada miliciano, de cada obrero, de cada joven, de cada estudiante, la Revolución es invencible, ¡la Revolución es invencible! (APLAUSOS)
Por eso son necesarios, como parte de la preparación política e ideológica del pueblo, estos conceptos, ya que hemos dicho: "¡Patria o Muerte!", y tenemos que ser consecuentes con esta idea que no nació con nosotros, nació con nuestros primeros libertadores y ha sido esencia del espíritu patriótico, del espíritu de lucha y el heroísmo de nuestra nación a lo largo de la historia. A un pueblo así, con razón, deben temerle los imperialistas.
Recordaba el 13 de marzo cómo ese fue nuestro espíritu cuando nos quedamos solos, absolutamente solos unos pocos con unas armas; y eso es lo que queremos en la conciencia revolucionaria de ustedes, en el espíritu patriótico de ustedes (APLAUSOS).
Claro está que hay batallas que pueden ser aún más difíciles que las batallas militares, y el imperialismo sueña con que tal vez no haya siquiera que invadir al país, sueña con que las dificultades que se originan y que se pueden originar, aún más graves, derivadas del desplome del campo socialista, o derivadas de los problemas que hay en la URSS —un país que hoy se esfuerza por mantener su integridad como gran Estado multinacional, un país que hoy se esfuerza por estabilizarse y un país, por cierto, con grandes problemas—, sueña el imperialismo con que las consecuencias de estas situaciones traigan tales dificultades económicas, que resulten insoportables para la Revolución.
Sueña el imperialismo con que tales problemas traerán de nuevo el capitalismo a Cuba; sueña con que las tierras de nuevo, se convertirán en propiedad privada, que las fábricas se convertirán en propiedad privada, que los medios de producción se convertirán en propiedad privada.
Sueña con que, tal vez, nuestra capital y nuestras ciudades se llenen de nuevo de prostíbulos, de garitos, de salones de juego, de niños descalzos, de limosneros, de pordioseros. Sueña, tal vez, con que aquí se pueda acostumbrar la nación a cientos de miles o millones de desempleados. Concibe que puede haber un país de nuevo con analfabetos, sin escuelas, sin tecnológicos, sin un sistema de salud que hoy está considerado uno de los mejores del mundo.
Sueña con la idea absurda y loca de que el país pueda regresar al pasado, a aquel pasado de injusticia, de desigualdad, de discriminación racial y sexual. Sueña con que las mujeres vuelvan a ser una especie de propiedad en el seno de una sociedad de clases. Sueña con estas cosas absurdas, que quizás la inmensa mayoría de ustedes no conoció, pero que las comprende, las intuye, las ve.
En el resto del mundo capitalista tratan de seducir a los pueblos con sus absurdas sociedades de consumo, allí donde se acumularon riquezas arrancadas durante siglos al Tercer Mundo. El capitalismo no ha creado nada, sino lujo estéril y despilfarro inaudito de los recursos naturales de la tierra, para crear sociedades superricas donde, por cierto, no todos son ricos y hay muchos sin hogar, hay pordioseros y muchas calamidades.
Lo que ha traído el capitalismo al mundo durante siglos de coloniaje, de neocolonialismo y de explotación, son 4 000 millones de seres humanos que viven en la miseria, ¡cuatro mil millones de seres humanos!, donde todos los días mueren 40 000 niños que pudieran salvarse.
Las peores atrocidades, las peores humillaciones, las peores injusticias, los peores atropellos, la infelicidad, el sufrimiento, es lo que ha traído el capitalismo al mundo. Han envenenado además los mares, los ríos, la atmósfera.
No sé qué experiencia capitalista o socialista vivieron algunos que no eran, precisamente, del Tercer Mundo; pero un país del Tercer Mundo como Cuba, que vivió todo aquello, un país como el nuestro que vivió siglos de colonialismo, que vivió décadas de dominio yanki, quienes cometieron en este país todo tipo de abusos, ya que hasta llegaron a encaramarse en la sagrada estatua de José Martí, en el Parque Central, en acto que era una expresión más de su insolencia y de su prepotencia, y cuando no tenían el poderío unilateral de hoy. Un país como este, que vivió todos aquellos horrores, no se resignará jamás a aquel pasado; un pueblo como este, que conoció la libertad, que conoció por primera vez en la historia la independencia, que conoció por primera vez en la historia la dignidad y el honor nacional, no volverá jamás al capitalismo, no volverá a ser jamás una posesión y una colonia yanki (APLAUSOS).
Eso es lo que expresan ustedes, un día como hoy, en esta concentración, esa idea de que no habrá regreso al pasado, ¡esa idea de que los yankis no volverán a ser jamás dueños de esta sagrada patria! (APLAUSOS) Por ello, debemos estar en disposición de enfrentar todas las dificultades y todos los sacrificios.
Nadie sería capaz de imaginarse los esfuerzos que hace el Partido para que nuestro pueblo sufra el mínimo posible las consecuencias de este período especial, para que no nos falten alimentos, para que no nos falten medicamentos, para que no nos falten cosas esenciales; los esfuerzos que hace el país cada día, cada hora, cada minuto.
No se imaginan las dificultades que tenemos que enfrentar y cómo se las ha arreglado el país para sortear esas dificultades sin lanzar a nadie a la calle, sin que un ciudadano se quede sin ingresos, sin que un niño se quede sin escuela, sin que un enfermo se quede sin médico.
Estoy absolutamente seguro de que ningún otro país del mundo habría podido enfrentar las dificultades como las estamos enfrentando nosotros; pero debemos estar preparados para enfrentar dificultades aún mayores. ¡Sí! Y debemos decirles a los imperialistas: "¡Quítense esas ilusiones, quítense esos sueños, que si tenemos el valor de morir y de dar nuestra sangre, tendremos también el valor de soportar los sufrimientos materiales que sean necesarios para salvar la Revolución; tendremos el valor de soportar las escaseces que sean necesarias para salvar la Revolución! (APLAUSOS)
A los pueblos revolucionarios nada tiene que ofrecerles el capitalismo y nada tiene que ofrecerles el imperialismo.
Ya ustedes ven lo que están pasando aquellos países que en un tiempo se decían socialistas: millones de desempleados, desigualdad, injusticia. Les ofrecieron maravillas, creían que al otro día iban a vivir mejor que los burgueses en París, y lo que han conocido es la otra cara de la moneda.
El capitalismo y el imperialismo no tienen nada que ofrecer a los pueblos, sino la humillación, la desigualdad, la explotación, la ley de la selva; ¡y no queremos desigualdad, no queremos explotación, no queremos ley de la selva, queremos al hombre como hermano del hombre y no como el lobo del hombre! (APLAUSOS)
Es por eso que nuestro espíritu de lucha, nuestro espíritu de sacrificio, nuestro heroísmo tiene que ser integral.
Hoy todavía disponemos de muchas cosas y hacemos grandes esfuerzos preparándonos para el momento en que puedan faltar más: si hay menos combustible, qué hacer. Y estamos domesticando cientos de miles de bueyes por si es necesario arar la tierra y preparar la tierra con bueyes, si no podemos disponer de suficiente combustible para los tractores; estamos distribuyendo cientos de miles de bicicletas, y si nos dan tiempo distribuiremos millones, por si fuera necesario que se trasladaran en bicicleta a los puestos de trabajo todos aquellos que puedan hacerlo. Es decir, nos preparamos para dificultades mayores.
Por eso ese principio de: "La patria soy yo, la Revolución soy yo, la dignidad del país soy yo, el honor del país soy yo", o: "Yo soy el honor del país, yo soy el ejército del país", hay que aplicarlo en todos los aspectos, incluido el económico, porque tenemos una responsabilidad muy grande sobre nuestros hombros, tenemos una página de la historia muy importante que escribir, y esa página solo se puede escribir con la voluntad de luchar y con la voluntad de vencer.
Las ideas más justas en la historia de la humanidad están hoy en nuestras banderas; la posición más digna que pueda tenerse en este momento en el mundo es nuestra posición.
¡Los tiempos difíciles pasarán! ¡Las verdades se abrirán paso! ¡Los pueblos lucharán! ¡Los miles de millones de seres humanos que viven cada vez peor, tomarán cada vez más conciencia y lucharán cada vez más! Hoy en los pueblos están nuestros aliados fundamentales.
En ocasiones han venido periodistas a preguntarnos si estamos solos; les explico que nunca hemos visto tanta simpatía en los pueblos, que nunca hemos visto tanta admiración en los pueblos. El hecho de que este país pequeñito resistiera el bloqueo yanki, resistiera la amenaza yanki cuando en la URSS no había problemas y cuando el campo socialista de Europa existía, constituía un mérito muy grande; pero que este país exista, que esta Revolución se mantenga cuando el campo socialista de Europa del este se derrumbó y cuando la URSS tiene enormes problemas, esto sí que constituye una página insuperable en la historia de la humanidad, ¡eso sí es de un pueblo revolucionario!, ¡eso sí es de un pueblo valiente! (APLAUSOS) Y los pueblos de América Latina, los pueblos del mundo admiran esa valentía, admiran ese coraje, admiran ese heroísmo, admiran esa grandeza del pueblo de Cuba. Y no solo soportaremos el periodo especial, sino también nos desarrollaremos y saldremos adelante.
¡Ahora sí le estamos diciendo al mundo qué somos los cubanos! Durante mucho tiempo nos calumniaron, decían que no éramos ni siquiera independientes, que éramos un satélite de la Unión Soviética, y hoy es que se viene a comprobar con toda claridad que somos satélite de los principios, que somos satélite de las ideas, que somos satélite de un ideal que es como un sol de justicia alrededor del cual giramos y giraremos siempre.
La historia nos dio la oportunidad de demostrar cuán independientes somos; la historia nos dio el derecho a proclamar que somos hoy el país más independiente sobre la Tierra; y si no, véase qué ocurre en Naciones Unidas, qué hacen grandes y pequeñas potencias alrededor de las manipulaciones que allí realiza el gobierno imperialista de Estados Unidos, y cómo hay un país que sabe decir: ¡No!, un país que dice: ¡No!; y decirle hoy no al imperio es una de las acciones más gloriosas que se han realizado jamás.
Por todo eso a algún periodista, o a alguna periodista que me preguntó si estábamos solos, le respondí: ¡Sí, estamos solos, pero en la cúspide! (APLAUSOS)
Felicito a la juventud por su llamamiento al congreso y la felicito por su 29 aniversario.
Felicito a los pioneros, a esos niños y niñas para quienes tenemos que preservar el socialismo; a esos niños y niñas para quienes tenemos que preservar la Revolución y la patria (APLAUSOS), para que no anden mañana descalzos, para que no se queden sin escuelas ni hospitales ni médicos, para que no se queden sin maestros y sin libros, para que no sean pordioseros, para que no sean prostitutas; a esos niños y niñas en quienes tenemos que pensar cada día y cada noche, ese tesoro de la patria por el cual debemos estar dispuestos a dar hasta nuestra ultima gota de sangre (APLAUSOS).
Felicitamos a nuestra extraordinaria juventud, orgullo de la patria y de la Revolución.
Felicitamos a nuestros estudiantes por este acto, por esta concentración, por esta prueba que dan al mundo de lo que es nuestro pueblo y de lo que es nuestra Revolución; por esta prueba de que tendremos un pueblo y una juventud con qué defenderla hasta el último aliento, con qué defenderla hasta la victoria (APLAUSOS).
Felicitamos a la dirección de la Unión de Jóvenes Comunistas por esta iniciativa, por su brillante trabajo (APLAUSOS). Y felicitamos a Robertico por el excelente papel que ha desempeñado al frente de la juventud, por su brillante discurso, por sus conceptos y sus ideas, por la firmeza y el optimismo de sus palabras (APLAUSOS PROLONGADOS). Y si él no lo dijo, para terminar con aquella hermosa despedida del Che, lo digo por él y por mí:
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte! (EXCLAMACIONES DE: "¡Venceremos!")
¡Hasta la victoria siempre!
(OVACION)