Reden und Ansprachen

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA CLAUSURA DEL III ENCUENTRO CONTINENTAL DE MUJERES, EFECTUADO EN EL PALACIO DE LAS CONVENCIONES, EL 7 DE OCTUBRE DE 1988

Datum: 

07/10/1988

Queridas delegadas;

Estimadas y estimados invitados:

Ciertamente me colocan ustedes en un compromiso serio al exigirme que haga la clausura de este evento, en el cual, ciertamente, he participado muy poco; no fue como en la ocasión anterior, en el año 1985, durante el II Encuentro, en que estábamos discutiendo fundamentalmente el problema de la deuda, y visité muchas veces este Palacio de Convenciones, tuve la oportunidad de presenciar y participar en los debates. En esta ocasión otras obligaciones han hecho imposible ese privilegio.

He tratado de obtener algunas informaciones sobre el desarrollo del evento, escuché con mucha atención los informes de las comisiones y, sobre todo, la Declaración Final.

Veo, realmente, que se ha discutido un gran número de problemas, no me explico cómo tantos en tan poco tiempo; pero pienso, o sé por lo que se ve, que se dividieron ustedes en comisiones, y cada comisión se dividió en numerosos grupos que, me imagino, les permitió desarrollar un debate realmente amplio y rico.

Pensaba, mientras se leían esos informes y se hacían propuestas, análisis, etcétera, en la posible conveniencia de recoger esos debates en un libro. No es nuevo, ya lo hemos hecho en otra ocasión, a raíz, por ejemplo, de la VI reunión cumbre de los No Alineados.

En esas reuniones de No Alineados, se pronuncian muchos discursos; no son debates como estos, sino que vienen decenas y decenas de jefes de Estado y de Gobierno, se paran en la tribuna y pronuncian tremendos discursos, a veces más largos que los que yo pronuncio (RISAS). Pero yo tengo el cuidado de no pronunciar discursos muy largos en ciertas circunstancias, porque hay que saber en qué momento se puede y en cuál no se puede, y he visto muchos casos que decían: vamos a hablar unos 15 minutos nada más. Una disputa por los turnos terrible —porque, bueno, son jefes de Estado; por algo tienen tan mala fama (RISAS). El hecho es que ninguno llegaba puntual, a las 10:00 de la mañana, cuando comenzaban las sesiones. A veces venían a las 11:00, 11:30 ó 12:00, a esa hora estaban reunidos, nadie quería el turno de las 10:00 de la mañana (RISAS). Díganmelo a mí que tuve que presidir una reunión cumbre aquí y había que tener mucha sabiduría y aplicar una diplomacia sofisticada para poder conciliar tantos intereses. Pero, bueno, también a veces se prolongaban los debates hasta las 2:00, las 3:00 de la mañana, y la última sesión en Cuba terminó a las 6:00 de la mañana. Si ellos adoptaran el método de ustedes de comisiones, podían trabajar mucho más, se pronunciarían menos discursos y se podrían hacer análisis más profundos en esas reuniones cumbres de Países No Alineados.

¿Y qué hicimos? Decidimos publicar todos los discursos. No sé si habrá alguien que alguna vez se los lea todos (RISAS), pero por lo menos quedan para la historia, y siempre habrá un investigador, un historiador, un estudioso de la política o, digamos, un curioso, que sea capaz de leerse aquellos volúmenes, donde hay, ciertamente, cosas muy interesantes, pero también hay retórica.

Ahora, yo pensaba si esos problemas que han discutido las delegadas a este encuentro se pudieran publicar, estoy seguro de que estaríamos ofreciendo a la opinión pública internacional, a la opinión pública latinoamericana, a los políticos, a los interesados en estas cuestiones, un material de extraordinario valor (APLAUSOS), de un valor actual y de un valor histórico, porque ustedes están recogiendo los problemas de nuestra era, los problemas que están sufriendo nuestros pueblos, y del mismo modo que hoy se estudian algunos procesos pasados, como la Revolución Francesa, que pronto va a cumplir dos siglos, se podía ver en todos aquellos acontecimientos que se describen, las causas, los factores objetivos, que fueron detonantes, las circunstancias sobre las cuales se produjeron grandes cambios sociales y se produjo una gran revolución.

Pienso, igualmente, que si se analizaran aquellos factores que precedieron a la Revolución de Octubre en el viejo imperio de los zares, también se podrían apreciar los factores que dieron origen a aquellos cambios violentos y profundos de la Revolución de Octubre. Del mismo modo, los historiadores del futuro tendrán que remitirse a estos materiales para comprender qué puede ocurrir y qué seguramente va a ocurrir si no hay solución para estos problemas.

Los historiadores del futuro tendrán que remitirse a todo lo que ustedes han debatido y han planteado aquí, para comprender de dónde emergió, si se mira a la distancia en el futuro, el cambio de las condiciones sociales, de las condiciones materiales y las condiciones humanas que inevitablemente tenían que producirse en este continente —me refiero al continente latinoamericano y al Caribe; no me refiero tanto a Estados Unidos o Canadá, que tienen otros tipos de problemas y requerirán otros tipos de cambios.

Ustedes han reflejado la realidad de nuestro hemisferio, y por eso creo que sería valiosísimo recoger ese material en libros y, si es posible, también traducirlos para que hombres y mujeres de otros continentes puedan recibir información sobre todo lo que ustedes han descrito y han analizado.

En el II Encuentro —como decían— un tema fundamental fue el de la deuda externa. Ese año tuvieron lugar numerosas reuniones de tipo internacional, pero recuerdo que comenzó por la reunión de las mujeres latinoamericanas, y si aquella vez vinieron 300, esta vez han participado más de 1 000, y esto responde no solo a una mayor experiencia, a una mayor solidaridad, a un mayor contacto, sino que responde también a una mayor gravedad de la situación, de modo tal que fue capaz de despertar un interés muy grande por esta reunión.

En aquel año también tuvieron lugar reuniones de estudiantes y jóvenes, de campesinos, de sindicatos, de periodistas, de personalidades políticas, científicas, religiosas, culturales. Hubo numerosas reuniones en nuestro país aquel año, año que a nosotros nos parecía verdaderamente decisivo en esta batalla, de modo que en Cuba dedicamos una gran parte del tiempo a aquel problema.

Muchas cosas que entonces se planteaban eran nuevas, había muchas personas que cuando se hablaba de que la deuda no se podía pagar y que no se debía pagar, casi se asustaban de aquello, lo contemplaban a la luz de las normas de las relaciones de un núcleo familiar con el bodeguero, y todos hemos tenido relaciones con el bodeguero —yo las tuve bastante, por cierto, cuando era estudiante, o cuando era recién graduado, y bastantes créditos que me dieron los bodegueros, y muy agradecido que estaba con los créditos de los bodegueros. Y voy a decir que al final algunas de aquellas deudas no se pagaron, al final; no porque no quisiera pagarlas, sino, realmente, porque cuando triunfó la Revolución no me quisieron cobrar las deudas (RISAS Y APLAUSOS). Quizás de mi sueldo, poco a poco, habría podido yo pagarles al bodeguero, al carnicero y, en fin, a unos cuantos acreedores que yo tenía. Todos hemos pasado por esas experiencias.

Recuerdo, cosa curiosa, que hasta se hicieron encuestas en algunos países, preguntando si debía o no pagarse la deuda y la mayoría de la población, en algunos países, decía que sí, que cómo no pagarla. La miraban a través del prisma de las relaciones con el bodeguero. Pienso que la deuda del bodeguero puede pagarse y debe pagarse, no podemos pelearnos con el bodeguero; pero las relaciones con el bodeguero son muy diferentes, y las deudas con el bodeguero son muy diferentes al tipo de deudas que se crearon en nuestros países.

En primer lugar, la deuda con el bodeguero la contrae uno, una persona, un núcleo, es su amigo, lo conoce, y en un momento en que no tiene un centavo le dan algo, después lo paga, y después le vuelven a dar; pero la deuda latinoamericana no la contrajo ningún pueblo latinoamericano, ni recibieron nada los pueblos latinoamericanos (APLAUSOS).

Nosotros decíamos, entonces, y yo generalmente he admitido, que desde el punto de vista económico era imposible, no había recursos para pagarla, aunque se quisiera pagar no se podía pagar; que políticamente era imposible, puesto que los gobiernos que trataran de pagar esa deuda se arruinaban políticamente, y los hechos lo están demostrando. Decíamos: esto implica un gran riesgo para los procesos de apertura democrática, porque se van a desgastar los gobiernos, se van a arruinar políticamente.

Nosotros decíamos que desde el punto de vista jurídico era impagable, puesto que la deuda la debe pagar el que la contrae y no fueron los pueblos, no fueron los parlamentos, no fue, como regla, la representación popular la que contrajo esos compromisos, fueron los gobiernos; incluso, gobiernos tiránicos, gobiernos genocidas, se endeudaron en decenas de miles de millones de dólares, en cientos de miles de millones, muchas veces para comprar armas, muchas veces para pagar los cuerpos represivos, y entonces le iban a exigir al pueblo, en el momento de la apertura democrática, el pago de aquellas deudas.

Yo decía, por ejemplo, cómo le van a pedir al pueblo de Chile que pague los 22 000 millones de dólares que entonces debían, de una deuda contraída por el régimen militar tiránico, represivo, que ha producido tantos crímenes, tantas desapariciones, tantas torturas. Cómo le van a pedir en la hora de la libertad del pueblo chileno que pague las deudas de Pinochet, las que destinó a comprar armas, a forjar un ejército poderoso con el que ha mantenido su poder durante estos años, ¡cómo es posible!

En otros casos, las deudas las contrajeron los gobiernos, no pasaron por el Parlamento; otras, los ministros de Hacienda, los bancos nacionales, y, en muchas ocasiones, las empresas privadas, y quién sabe qué hicieron con ese dinero; porque, además de que el pueblo no participaba en ninguno de aquellos actos que originaron la deuda, el pueblo no recibió prácticamente nada, ese dinero se malgastó, o se robó, o se fugó (APLAUSOS), ¡o se fugó! No le llegó al pueblo, no es como lo que se le compra al bodeguero que, al fin y al cabo, lo consume el núcleo familiar. No hay fundamento jurídico para el pago de esa deuda.

¿Dónde está ese dinero? Si se supiera la cantidad de cientos de miles de millones de dólares —sí, ¡de dólares, no de sucres, ni de pesos, ni de australes, sino de dólares!— que se guardan en los bancos extranjeros de Estados Unidos, de Europa, de Suiza, etcétera, podría ser quizás tanto como lo que se dice que se debe; porque no solo manipularon los intereses de aquella deuda, no solo hicieron operaciones leoninas, inmorales, sino que, además, aplicaron políticas para que el dinero se escapara y, en medio de la inflación que asolaba al hemisferio y que es hoy peor, ¿quién iba a guardar el dinero? El dinero se va a donde encuentra seguridad, ¿y qué seguridad podían encontrar en estos países? De modo que no solo el dinero mal habido, sino el supuestamente bien habido —ganancias de empresas, de transnacionales, de corporaciones—se fugaba, porque no quería depreciarse, no quería devaluarse. Estados Unidos sobrevaluaba el dólar, pagaba altos intereses y cuanto dinero podía escapar a Estados Unidos escapaba. En nuestros países iban dejando solo la ruina.

Nosotros decíamos también que por estas causas y otras, desde el punto de vista moral, era imposible pagar la deuda. Que era como el caso de un jugador que va a un casino y se endeuda en un millón de dólares, y después les quieran exigir a los hijos pequeños del deudor que paguen el millón de dólares.

Había tantas razones, tantos argumentos. Nosotros decíamos que históricamente no éramos deudores, y ustedes han repetido eso, que éramos acreedores, porque fue nuestra sangre, fue nuestro sudor, fueron nuestras vidas, las de los hombres que esclavizaron de Africa, los hombres y mujeres que esclavizaron en América, las poblaciones que exterminaron, prácticamente, en medio de los más duros trabajos, los que suministraron el capital para el desarrollo del mundo capitalista desarrollado.

Ellos son históricamente nuestros grandes deudores. Ellos nos han saqueado en el pasado y nos saquean en el presente; nos robaban antes y nos roban ahora; nos robaban cuando éramos colonias y nos roban ahora quizás más todavía cuando somos neocolonias. Nos roban todos los días, a todas horas; en este momento nos están robando, cada vez que se hace una transacción comercial nos roban, nos pagan mucho menos precio cada vez por nuestros productos, y nos cobran mucho más por lo que importamos, que puede ser una máquina industrial, puede ser un medicamento, puede ser una materia prima semielaborada, puede ser una tecnología. Nos cobran cada vez más caro por eso y por esas cosas que decían ustedes en la Declaración Final, artículos mercachifleros de las transnacionales con las que insinúan ustedes llevan muchas veces a prostituir a las mujeres latinoamericanas.

Nos roban constantemente, y los datos estadísticos, matemáticos, demuestran cómo ese fenómeno es cada vez peor, nos pagan cada vez menos, y nos cobran cada vez más caro; porque el café, o el cacao, o el banano, o los zapatos que se elaboran, o los textiles que se producen y que se exportan —porque además pretenden que vivamos de exportar zapatos, textiles, chucherías, materias primas, alimentos para ellos elaborarlos, y después, muchas veces volver a vendérnoslos carísimos—, esas mercancías las producimos con salarios de hambre.

¿Cuál es el nivel de vida del campesino que produce el cacao, o del obrero agrícola que produce el cacao, el café y todos esos productos? ¿Tiene electricidad acaso? ¿Cuánta electricidad consume? ¿Tiene refrigeración, televisor, se alimenta bien, calza, viste, recibe atención médica, tiene jubilación, tiene seguridad social? No, no tiene nada de eso, como regla; anda descalzo, se le mueren los hijos porque no tienen medicamentos, ¿si no, por qué se muere un millón de niños cada año en América Latina? Que pudieran salvarse según expresan los técnicos y los especialistas de la UNICEF, ¡que pudieran salvarse! Es que los que producen todos esos bienes no tienen con qué prestarles asistencia médica a sus hijos, ni para comprar medicamentos; ellos viven en bohíos con techo de guano —si es guano, o cualquier otra cosa, o de lodo, de lo que puedan—; ellos reciben un salario muchas veces de menos de 50 dólares mensuales, al cambio del dólar. Se sabe que esa es la situación en la mayoría de los países latinoamericanos hoy día, el salario de ellos son 50 dólares o menos, pero lo que compran se produce con un salario de 1 000 dólares, 1 500, 2 000. Pagamos las elevadas ganancias capitalistas.

Hasta los impuestos de guerra pagamos, porque el llamado impuesto sobre el valor añadido, incluye los impuestos con que se sufragan los gastos militares en los países capitalistas desarrollados.

Nosotros pagamos, cuando compramos algo en ese mundo desarrollado, hasta los impuestos de guerra; mientras los salarios crecen, han crecido casi constantemente. ¿Acaso los boletines que hablan de la economía y de la situación social de América Latina señalan que crece el salario real latinoamericano? Todas las informaciones que van llegando en los últimos ocho años dicen lo contrario, dicen que el ingreso real per cápita de América Latina disminuye cada año, los salarios cada vez son peores; mientras más altos son los salarios allá, los ingresos en el mundo capitalista desarrollado, las ganancias de las grandes transnacionales —porque el salario solo es una parte—, las enormes ganancias, los enormes gastos, los lujos de esas sociedades que ya no hallan qué hacer con lo que tienen; esa llamada sociedad de consumo, en que ya no hallan dónde echar la basura. Cualquier día se entierran con la basura que producen, ¡cualquier día se entierran solo con la basura que producen! (APLAUSOS)

Casi todos los días llega la noticia de un barco fantasma que anda por el Caribe o anda por los mares de Africa, que lleva la basura de Inglaterra o de Estados Unidos —porque muchos países capitalistas industrializados no quieren ya ni la basura y nos la quieren echar arriba a nosotros—, a un puerto cualquiera del Tercer Mundo; intoxican todo, envenenan todo.

¡Ni han resuelto esas sociedades con esas riquezas sus problemas!, porque allí hay mendicidad, pobreza, desempleo, parte de la población que pasa hambre; hay prostitución en esos países capitalistas desarrollados, drogas en cantidades crecientes, niños abandonados. No, no han resuelto sus problemas; el delito crece en todas esas sociedades, no han resuelto sus problemas, en medio de esa abundante riqueza que proviene, en gran parte, de nuestro sudor y de nuestra sangre.

Por eso digo que nos roban todos los días. Con lo que nos han robado, lo que nos han quitado solo por el intercambio desigual, habría para pagar dos veces la deuda de que se habla. Entonces quieren que se pague la deuda y, además, seguirnos robando; o como señalaron ustedes en el documento, que se les pague en acciones, o que se capitalice la deuda. Con esa deuda compran la América Latina completa y sus esclavos, a nosotros juntos completicos; pasamos a ser propiedad de los bancos del imperio, sí, con ese sistema de capitalizar la deuda, o de convertirla en acciones; lo poco que nos queda nos lo quieren quitar. Este fue un tema muy analizado en ese año 1985, y yo decía que en aquella etapa no se entendía bien en qué consistía este problema.

Pienso que el año 1985 fue un año de formación de conciencia en nuestros pueblos. Todas aquellas reuniones podían haber producido más —ese es otro tema—, pero al menos produjeron conciencia del problema, y hoy es universalmente aceptado lo que entonces se planteaba, lo que entonces se afirmaba. Hoy se puede decir que nuestros pueblos tienen una plena conciencia de este problema.

Fueron los gobiernos los que no tomaron conciencia cabal del problema, y eran los gobiernos los que tenían que haber actuado.

Nosotros esperábamos que los gobiernos latinoamericanos actuaran, luchábamos por formar esa conciencia en la opinión internacional, de modo que se pudieran crear las condiciones adecuadas para una lucha unida de todos los pueblos latinoamericanos y del Caribe, y del Tercer Mundo. Porque nosotros aquellos materiales se los enviamos a los gobiernos de todos los países de todos los continentes, desarrollados y subdesarrollados; porque también nosotros considerábamos que aquella era una oportunidad excepcional, y nosotros planteábamos, incluso, la unidad interna en los países para luchar contra la deuda, y la unidad entre los países para luchar contra la deuda, y la unidad no solo entre los países latinoamericanos, sino entre todos los países del Tercer Mundo, porque decíamos: este es el problema urgente, fundamental, clave, decisivo de este momento.

Nosotros no veíamos aislado el problema de la deuda, lo veíamos asociado a las condiciones que crearon esa deuda; lo veíamos asociado, en esencia, a la relación de intercambio entre el mundo capitalista desarrollado y los países del Tercer Mundo, y decíamos: tiene que venir el Nuevo Orden Económico Internacional, que ya había sido aprobado en las Naciones Unidas, una nueva política que realmente eliminara las causas de la deuda, que estaban en el subdesarrollo, en todas estas formas mediante las cuales nos saquean, en estas formas mediante las cuales nos roban, o sabotean nuestras producciones mediante el dumping, o mediante medidas arancelarias u otras prácticas abusivas.

Nosotros decíamos: la deuda debe ser el factor que una y nos permita reunir fuerzas para luchar por el Nuevo Orden Económico Internacional, y, además, que sea la antesala también de una verdadera política de unidad y de integración entre los países de América Latina.

Creo, realmente, que 1985 era un año decisivo, psicológico, si los dirigentes de los países hubieran estado a la altura de las circunstancias.

Mi conclusión es —y aquí no hago distinción de partidos, y no digo esto por ofender a nadie, por lastimar a nadie, sino por convicción— y está demostrado por la historia que las clases gobernantes de América Latina no supieron estar a la altura de la situación (APLAUSOS).

Nosotros no proclamábamos nada contra los gobiernos, no estábamos proponiendo revoluciones ni subversiones; nosotros estábamos llamando a que se tomara conciencia del problema por los pueblos, por los gobiernos, y libraran la batalla.

Nosotros decíamos: se puede bloquear a un país, a un país pequeño como Cuba, o Nicaragua, o Panamá; pero no se puede bloquear a un continente completo (APLAUSOS).

Nosotros planteábamos que si un país daba el paso al frente todos los demás lo apoyaban y tratábamos de crear condiciones para ello.

Creo, sinceramente, que se perdió una oportunidad histórica muy grande, porque cada situación tiene su momento óptimo, culminante. En aquel momento estaban bajo el pánico los países capitalistas desarrollados, la banca de los países capitalistas desarrollados, y nosotros no estábamos, por cierto, proponiendo que se arruinaran los bancos. Nosotros decíamos: hay dinero para borrar la deuda, hay dinero para costear el Nuevo Orden Económico Internacional, y ese dinero está en los gastos militares. Nosotros sacábamos la cuenta de ese millón de millones de dólares que se gastaba todos los años en la esfera de las armas, y se gastan, y se siguen gastando (APLAUSOS).

Búsquese la paz, búsquese la coexistencia, planteábamos nosotros, y con el dinero que se ahorre en armas se pueden resolver estos problemas. Y esto no llevará a la ruina de los países industrializados, al contrario, permitirá un mayor comercio internacional, permitirá que les den empleo a las decenas de millones de desempleados que tienen en esos países, con sus reconversiones industriales, etcétera, porque tienen decenas de millones de desempleados.

El día que los países del Tercer Mundo tengan capacidad adquisitiva, el día que los países del Tercer Mundo puedan adquirir todos los equipos y los bienes que necesitan para su desarrollo, los países industrializados también se beneficiarán considerablemente. Ahí está el dinero, porque el dinero estaba y está ahí. Claro que no lo íbamos a lograr por caridad o razones filantrópicas, teníamos que exigírselo uniéndonos y diciendo: "¡Se acabó el saqueo!" Hubiéramos podido organizar una fuerza capaz de exigir.

Nosotros no nos sentamos a rezarles a los capitalistas, o a los banqueros capitalistas, o al mundo capitalista desarrollado. Nosotros no planteábamos eso. Nosotros decíamos: tenemos fuerza para exigirles, ¡para exigirles! (APLAUSOS) Pero los que tenían que tomar las decisiones, los que tenían que reunirse y unirse y librar una batalla, aunque solo fuera como un sindicato cuando los trabajadores de una fábrica se reinen y se agrupan, y son capaces de ir a una huelga cuando quieren una mejoría de sus condiciones de vida, cuando tienen una demanda económica, no lo hicieron.

Nosotros no fuimos capaces de comportarnos ni siquiera como los miembros de un sindicato, de unirnos; no fue posible porque el imperialismo no quería que se unieran, ni siquiera que se reunieran, y decían que no. Entonces los países capitalistas desarrollados decían: "¡Que no haya club de deudores!" Y los dirigentes latinoamericanos lo primero que hacían cuando se levantaban por la mañana, antes de desayunar, era jurar solemnemente que no harían un club de deudores (APLAUSOS).

No hubo reunión en que no se jurara esto —por ahí están los cables internacionales—, mientras ellos se reunían —los grandes países capitalistas— en el Club de París, mientras ellos se reunían en el Fondo Monetario Internacional, del cual son dueños, mientras ellos se reunían todos los años, una vez en Tokio, otra vez en Canadá y en otras partes, y a los dirigentes latinoamericanos: "¡Prohibido reunirse!", no teníamos ni los derechos que tiene un pequeño sindicato de una fábrica. Eramos obedientes, proclives, sumisos a los deseos, a las exigencias, nos asustaban; lo que el imperialismo quería era discutir uno por uno, por separado. Es como si un grandulón se pone a discutir, uno por uno con todo un círculo de pioneros, uno por uno con los pioneros. Si los pioneros se reúnen es posible que lleven a Gulliver al suelo, porque creo que a Gulliver los enanitos lo llevaron al suelo, porque se reunieron los enanitos. En este caso los enanitos ni siquiera se reunieron, no se agruparon para luchar contra Gulliver. Esa es una responsabilidad histórica, la historia tendrá que consignar eso, la historia tendrá que exigir cuentas.

Nosotros decíamos: si estos problemas no se resuelven, nuestras sociedades van a estallar. Incluso dije: no pienso tanto en la probabilidad de que vuelvan los gobiernos militares como en las posibilidades de grandes estallidos sociales, porque los países están tan arruinados que se han hecho ingobernables. Lo cierto es que cuando los países se hicieron ingobernables, tuvieron más efecto las presiones populares; cuando ya estos gobiernos militares no podían manejar el país, porque lo tenían superendeudado, entonces fueron más proclives a abandonar el gobierno, y si fuera posible que no les exigieran cuenta por los crímenes; abandonar el gobierno, dárselo a los civiles y decirles: ahí lo tienen, arréglense como puedan. Pero como no hay dinero ahora, no hay negocio, no hay créditos, no hay nada, en general los teóricos de los golpes militares no se sienten muy tentados a hacerse cargo del gobierno, ¿porque se van a hacer cargo de qué, de un problema, de un dolor de cabeza, de un país inmanejable, de un país arruinado?

Les advertíamos a las clases dirigentes de América Latina: el peligro es otro, el peligro es de grandes estallidos sociales.

Y aquí vemos cómo los problemas se van acumulando; cada vez hay más dinamita en este polvorín, cada vez hay más, y ustedes lo reflejan en las cosas que aquí explican; cada vez hay más dinamita y cada vez hay más indignación, más irritación, más humillación, porque muchas cosas no solo nos duelen, nos someten a un sufrimiento físico, nos someten también a un tremendo sufrimiento moral.

A ese sufrimiento moral se refieren ustedes cuando hablan de la forma en que invaden la esfera cultural de nuestro hemisferio; nos duele, a todos nos duele la forma en que a través del control de los medios masivos de difusión, de las transnacionales de la información, nos informan lo que ellos quieren que nosotros conozcamos, y matizado de la forma que les interesa que nosotros lo conozcamos. Todos los días no solo nos roban, todos los días nos envenenan a través de sus agencias transnacionales, todos los días agreden nuestra cultura. Y eso se sabe, hay sociólogos que han hecho estudios de la influencia nefasta de ese empleo abusivo de los medios de divulgación masiva en manos del imperio.

No importa que la televisión sea nacional o pertenezca a un capitalista nacional, lo que se publica, lo que se informa viene de fuera todo; las noticias que se publican en los periódicos, en muchas revistas, en la radio, vienen de fuera, y sale de las metrópolis imperialistas lo que se divulga. Las películas que en general se difunden vienen de fuera, viene enlatada toda esa propaganda igual que se enlata, qué sé yo, un pedazo de tocino, de jamón, alguna cosa de esas, así nos las mandan de allá. Y los episodios, los seriales y todo, enlatados para acá.

Los sociólogos han comprobado que los niños que están viendo esos programas todos los días no saben la historia de su país, ni saben quiénes fueron los fundadores de su país, pero saben cuáles son los personajes de todos esos seriales, los niños sí conocen eso.

Eso es doloroso, es terrible; es una forma de enajenación tremenda, de intoxicación constante de la mente, de la inteligencia, del corazón de los niños de nuestro hemisferio, y todos los días los están envenenando. Esos son los problemas morales, pero también nos trae otros problemas.

El SIDA, ¿quién lo divulgó por el mundo? ¿Por qué ahora están los países latinoamericanos invadidos de SIDA, en mayor o menor grado? Fueron ellos, fueron los imperialistas los que diseminaron el SIDA por América Latina y por el mundo (APLAUSOS). Y no quiero mencionar países, pero uno se duele, se conmueve cuando llegan informaciones de los índices de SIDA. Solo que en Estados Unidos, que es el más infectado de todos por tanta droga y tantos vicios que hay en ese país, tienen sofisticados equipos para analizar la sangre, para tomar medidas, para buscar medicamentos —si no a todos, por lo menos a mucha gente—, todo lo que no tiene ningún país latinoamericano: ni las tecnologías, ni los equipos sofisticados, ni los reactivos para hacer una prueba. Hambre sí, incremento de la prostitución, de la droga, porque los países latinoamericanos no eran consumidores de drogas y ahora los están convirtiendo en consumidores de drogas, a partir, por un lado, del colosal mercado que creó la sociedad imperialista de cientos de miles de millones de dólares al año en drogas, y de la pobreza, el subdesarrollo y el hambre de los países latinoamericanos.

Ahora, no solo convirtieron a los latinoamericanos en productores de drogas —hasta que los suplanten ellos en sus invernaderos, porque ya producen en Estados Unidos más marihuana que todos los países latinoamericanos juntos, para citar un ejemplo, y terminan produciendo la heroína, la cocaína sintética y todo eso—, convirtieron a los países latinoamericanos en productores de drogas y los terminan convirtiendo en consumidores de drogas.

Esos son a los problemas a que ustedes se refieren —pensaba yo—cuando hablan en el informe de las comisiones sobre la corrupción y la violencia que introducen en el hogar. ¿Esa violencia cómo la introducen? A través de los más increíbles materiales fílmicos, que no enseñan nada, no educan nada, no crean nada, no producen ningún bien en el hombre, sino un uso excesivo del sexo, de la violencia; una locura sexual y un carnaval de violencia.

Es decir que deforman los hogares latinoamericanos, no solo nos explotan y nos saquean. Cuando nos creemos muy libres y muy independientes, no solo nos roban todos los días, sino que nos envenenan todos los días, y lo que ustedes han dicho aquí refleja la toma de conciencia de esos problemas. ¿Y qué, vamos a ser unos eternos robots y nos vamos a dejar imponer esas condiciones, o seremos capaces de tener conciencia de esos problemas, reflejarla, expresarla, divulgarla, plantearla, unirnos y luchar contra ellos?

Todos estos problemas afectan a todas las familias y muy especialmente a la mujer. ¡Muy especialmente la mujer está recibiendo el peso principal!, como ustedes han señalado, de esta crisis económica y moral, de esta situación, de estos problemas, con el incremento del desempleo, con el incremento de las madres solteras desempleadas, de las madres responsables únicas del hogar, en condiciones económicas muy difíciles. Las mujeres son especialmente sensibles, puesto que les llegan muy directamente las consecuencias, se ven muy directamente afectadas por estos problemas.

Entonces, ¿cuál va a ser el futuro? El futuro no va a ser que nosotros doblemos cada vez más el espinazo; el futuro no puede ser que sigan engañando a las masas, a los pueblos, cuando los pueblos están tomando cada vez más conciencia de estos problemas,

Yo les decía que con relación a esta situación nosotros no estábamos promoviendo la subversión, no es necesario; no estábamos planteando cambiar los gobiernos, sino que los gobiernos que están son los que tienen que actuar. Este es un problema que afecta a todos los sectores sociales; que incluso afecta a todas las clases sociales, no solo al campesino, no sólo a los asalariados, sino a los pequeños productores, al bodeguero de que hablaba yo, a los pequeños comerciantes, a los profesionales.

Nosotros sabemos lo que pasa en muchos países con los profesionales; nosotros sabemos las decenas de miles, los cientos de miles que están saliendo de las universidades sin empleo; y nosotros sabemos de los profesionales que tienen que tener dos o tres empleos para poder vivir decorosamente, no un empleo, dos y tres, y muchos que han tenido que ir a manejar taxis y hacer distintos trabajos para poderse ganar la vida, porque las universidades siguen produciendo cientos de miles de profesionales sin empleo. Yo he meditado sobre esto y digo: bueno, ahí está promoviéndose a los teóricos de las revoluciones, ¡a los teóricos de las revoluciones! (APLAUSOS), porque en general las revoluciones las hacen los pueblos, pero la teoría la proporcionan los intelectuales, los profesionales, los que fueron a las universidades, los que tienen mayor preparación teórica, visión más clara de los problemas, posibilidades de expresarlas y gran resentimiento. Así que por dondequiera que uno mira se van añadiendo elementos explosivos en las sociedades latinoamericanas.

Y nosotros no estábamos promoviendo lo que llaman la subversión, sino estábamos diciendo cómo estos problemas afectan a todos los sectores, a toda la sociedad, al Estado, a los procesos políticos. Nosotros, con buena lógica, esperábamos que los gobiernos asumieran su responsabilidad en el momento oportuno.

Bueno, se ha producido desgaste, eso es indiscutible, gobiernos que ganaron en elecciones gran número de votos, que obtuvieron un gran apoyo popular en cuestión de pocos años, a veces en cuestión de meses se desgastan, pierden el crédito, pierden la confianza, pierden el apoyo con que en determinado momento accedieron al poder. Ese proceso de desgaste se está produciendo, y en algunos casos aceleradamente, porque los gobiernos se ven impotentes, a decir verdad, se ven en situaciones de impotencia, porque de esa impotencia no sale un gobierno solo, aislado.

Puede tener un gobierno buenas intenciones, conciencia del problema, deseos de querer resolver los problemas, pero no tiene cómo empezar a resolverlos, ni con qué resolverlos, si estos factores que están gravitando tan fuertemente no se resuelven; si realmente no se resuelve el problema de la deuda, el del Nuevo Orden Económico Internacional, si no se busca una mayor cooperación en estos países, si no salimos de la infernal dependencia.

Un gobierno al que eligen por cinco años, por cuatro años, ¿cuánto tarda hoy en desgastarse? Un gobierno al que elijan en buena lid, en una elección libre con participación de todos, ¿cuánto tarda en desgastarse hoy un gobierno en América Latina? Luego no es coyuntural el problema, es estructural, hay una crisis del sistema; pudiéramos decir que el sistema es incapaz de resolver, el sistema agrava cada vez más los problemas, el sistema se muestra cada vez más impotente, esa es una realidad. Y sacar esta conclusión no es estar promoviendo la subversión, ¡ojalá se pudiera resolver sin violencia! Lo que nosotros planteábamos en el año 1985: tomemos las medidas para evitar las circunstancias que dan lugar a las situaciones explosivas, las que dan lugar a los cambios violentos.

Incluso ahora, cuando visitamos el Ecuador, ante algunas preguntas de los periodistas nosotros dijimos: la violencia es el último de los recursos. Se me ocurrió decir —y creo que esto lo compartirán quienes hayan estudiado la historia de aquellos acontecimientos—: si hubieran existido reyes sabios, tal vez no hubiera habido Revolución Francesa (APLAUSOS). Y dije más: si hubieran existido zares sabios, tal vez no hubiera existido Revolución Rusa, o por lo menos el tipo de revolución violenta que tuvo lugar (APLAUSOS). Y yo les decía allá a los periodistas en Ecuador, les decía con dolor: yo aprecio que se están acumulando las condiciones objetivas que dieron lugar a las grandes revoluciones históricas, y aprecio que se están acumulando en América Latina —a eso me refería— las condiciones objetivas que en otros tiempos dieron lugar a las grandes revoluciones históricas, y no vemos a los gobiernos, suficientemente sabios, que puedan tomar las medidas que den lugar a la evolución, a las reformas o a los cambios que impidan ese tipo de revoluciones clásicas, ¡no vemos la sabiduría por ninguna parte!; no la vemos en los gobiernos de nuestra región, no la vemos en los gobiernos de los países capitalistas desarrollados; no la vemos, ni mucho menos, en Estados Unidos, no tienen conciencia, cada vez lo que quieren es mayor poderío militar, mayor poder económico, más propaganda, más poder represivo y más violencia para impedir los cambios.

Kennedy, al menos, vio los problemas de América Latina. Fue por los días del triunfo de la Revolución Cubana. Y esto tengo que explicarlo, porque veo entre ustedes tantas caras jóvenes que pienso que muchas de ustedes no habían nacido, u otras eran pioneras —y si alguna se disgusta por esto, que levante la mano—; eran pioneras, cuando triunfó la Revolución Cubana no sabían de política, no leían las noticias, no conocían la verdadera historia, todo lo que se hablaba de Cuba venía de allá, del Norte revuelto y brutal, como lo calificó Martí, todos sus cables se dedicaban todos los días a decir cuantas cosas se les ocurría sobre la Revolución Cubana, igual que hicieron los reaccionarios con todas las que la precedieron.

Me encontré después, leyendo unos libros de Sholojov, que muchas de las cosas que decían de nosotros ya las habían inventado allá cuando la Revolución de Octubre, y le habían dicho a la gente que los muchachos se los iban a confiscar. Aquí les dijeron a las madres que les iban a confiscar los muchachos y se los iban a mandar para Rusia (RISAS). ¡Oiga usted, para Rusia! No sé dónde los iban a ubicar allá, si en Siberia o dónde, porque ese país es grande; que el Estado iba a tomar los muchachos, y el Estado lo que ha hecho en 30 años es exigirles a las familias que se ocupen de los muchachos y que colaboren con la escuela (APLAUSOS). Exigirle a la familia y decirle a la familia que la educación no puede ser solo tarea del Estado, de los maestros, de los profesores, de la escuela, que es en un grado también importantísimo y decisivo tarea de la familia.

Hubo mujeres aquí que se llenaron de pánico. Parece increíble, pero fue así. No importa el tamaño de la mentira. Creo que fue Goebbels, un fascista de estos, el que dijo: mientras más grande es la mentira, más pronto se cree, por muy increíble que sea. Mujeres que salieron para Estados Unidos con sus hijos, ellos generaron éxodo. ¡Ah!, porque, bueno, ellos hicieron cosas; incluso, sacaron publicaciones clandestinas, decretos apócrifos. Decían: este es un decreto que están proyectando los revolucionarios, se lo llevaron de la oficina de un ministro; y publicaban un supuesto proyecto de decreto sobre los niños. Como, efectivamente, habían ocurrido leyes de otro tipo, leyes increíbles, como la ley de la Reforma Agraria o la de la vivienda, había una mentalidad burguesa o pequeñoburguesa proclive a creer cualquier barbaridad de esas que le dijeran.

Y yo decía: ¿Y quién les va a lavar los pañales a esos muchachos? (RISAS) En un Estado que se le ocurra la locura de recoger a todos los muchachos. El Estado puede organizar escuelas, círculos infantiles, que las madres trabajadoras los lleven a una hora. ¡Ojalá en el futuro todas las madres puedan llevarlos al círculo!, porque el círculo es una institución extraordinaria para la educación del niño, pero se lo tiene que llevar para la casa y atenderlo cada día después del horario de trabajo, y los sábados y los domingos. Todavía no hemos podido terminar, al cabo de 30 años, de construir todos los círculos que necesitamos para las madres que trabajan; ya en dos o tres años más, al ritmo que lleva nuestro actual programa, todas las madres que trabajan tendrán círculo para sus hijos pequeños si no hay familiar en el hogar que pueda atenderlos. Hoy un gran número de madres trabajadoras tienen los beneficios del círculo infantil cuando tienen hijos pequeños de menos de cinco años. Ahora es que estamos terminando esos programas.

Les decía que en aquella época hicieron unas propagandas terribles contra Cuba; pero, al mismo tiempo, Kennedy se preocupó por la situación económica y social de América Latina como factor objetivo de probables revoluciones. De esto hace casi 30 años, fue en 1960. El susto de ellos fue en 1959. Las medidas que empezaron a tomar de bloqueo y de todo tipo fueron en 1960; entonces, inventaron la Alianza para el Progreso —eso de lo cual ustedes habrán oído hablar que fue la política adoptada por Estados Unidos. Proponía un programa de reformas y empezaron a hablar hasta de reforma agraria. Nunca habían hablado de eso, al que hablara de reforma agraria le decían que era comunista, pero entonces Kennedy empezó a hablar de reforma agraria, después del triunfo de la Revolución Cubana y asustado por el hecho de la Revolución Cubana. Pensaba: vamos a apagar el fuego este antes de que se extienda, vamos a evitar que se incendie la América Latina.

Decía: hay que hacer reforma agraria para distribuir las tierras entre los campesinos, más posibilidad de medios de vida para los campesinos; hablaba de reformas fiscales; hablaba de programa de viviendas; hablaba de programa de salud; hablaba de programas de educación y hablaba de préstamos para eso. Hablaba de prestar 20 000 millones de dólares en 10 años. Esa fue la gran bandera del imperialismo en los primeros años de la Revolución Cubana: la Alianza para el Progreso, porque tenía miedo de que las condiciones sociales objetivas dieran lugar al desarrollo de revoluciones similares en América Latina.

El imperialismo tuvo, al menos, dirigentes que se preocuparon del problema y pensaron en algún remedio. Aquello era un remedio para evitar que las situaciones llegaran a grados tan extremos que dieran lugar a las revoluciones.

Pero, bueno, ¿cuál era la situación entonces? La América Latina tenía menos de la mitad de los habitantes que tiene hoy, América Latina y el Caribe, ¡menos de la mitad! La América Latina tenía un tercio de los problemas sociales que tiene hoy: tenía mucho menos desempleo del que tiene hoy, menos miseria que la que tiene hoy, menos problemas acumulados que los que tiene hoy. Entonces en la América Latina había menos intercambio desigual; entonces los productos valían más y con una cantidad de azúcar, o de café, o de cacao en el año 1960 se podían comprar equipos para los cuales hoy se necesita tres veces más, cuatro veces más, para comprar el mismo equipo; entonces América Latina no debía un centavo. En el año 19ó0 la América Latina no debía un centavo, hoy debe más de 400 000 millones; hoy tiene que pagar decenas de miles de millones de intereses al año, cada vez paga menos, porque ya no tiene. Es como un cadáver, ya no le queda sangre. Al cadáver le están sacando sangre, pero ya no le queda sangre al cadáver.

Las estadísticas reflejan que en los últimos años ya es menos lo que sacan. Ya no se fugan tantos capitales —aunque se fugan todavía—, porque cada vez hay menos capital para fugarse, hay menos dinero para pagar deudas, cada vez hay más pobreza. Y Kennedy después de Girón habló de prestar 20 000 millones en 10 años a los países de América Latina. En estos últimos años varias veces más que 20 000 millones salían de América Latina, y estos siguen tan campantes, ni cuenta se han dado del polvorín que hay hoy en América Latina.

Esa es la realidad, eso es lo que ustedes están reflejando: todos estos problemas materiales, todos estos problemas humanos, todos estos problemas morales, que aquí se han discutido, incluido el fenómeno de las torturas, de los desaparecidos. Todo el mundo sabe cómo se originó eso, todo el mundo sabe cómo se entrenaron los esbirros que desaparecieron a la gente, que torturaron a hombres y mujeres, y acudieron a las formas más despiadadas y brutales de presiones psicológicas, de torturas psicológicas y torturas físicas. Todo el mundo lo sabe, que fueron los imperialistas los que instruyeron a todos esos esbirros, en todas partes donde tuvieron que atravesar por esas experiencias.

Todo el mundo sabe cómo se ha originado la tragedia nicaragüense, nada más que porque quisieron ser libres, porque quisieron ser independientes, porque quisieron expulsar a Somoza, y lo expulsaron, y porque querían un gobierno popular.

Como cuando Guatemala, en el año 1953, con Jacobo Arbenz, quiso hacer una reforma agraria y quiso hacer un gobierno popular, y no pararon hasta que no lo barrieron. Y a Nicaragua, porque quiso tener un gobierno popular que trabajara por los niños, por los enfermos, por las mujeres, por los campesinos, por los trabajadores, aunque hubieran planteado el pluripartidismo y la economía mixta, no se lo perdonaban. ¿Cuánto le ha costado a Nicaragua eso? Decenas de miles de muertos.

¿Qué habría pasado en Estados Unidos sí desde Canadá hubieran organizado una guerra dentro de Estados Unidos, que le hubiera costado millones de muertos? Hay que multiplicar los muertos de Nicaragua por 80; 40 000 muertos en Nicaragua equivalen a 3 200 000 muertos en Estados Unidos. ¿Qué habrían hecho? Habrían tirado 100 bombas atómicas, por lo menos. Pero se consideran en el derecho a tratar de esa forma a un pequeño país de Centroamérica; se consideran con el derecho a invadir Granada y a enviar sus divisiones aerotransportadas a invadir a Granada, un país pequeñísimo, 400 kilómetros cuadrados, 120 000 habitantes. ¡Ah!, porque quisieron hacer cambios sociales en aquel país.

Todo el mundo sabe los orígenes de la situación de El Salvador, lo que hicieron los imperialistas, lo que hacen, el genocidio que han estado llevando a cabo allí; el torrente de dinero para sostener gobiernos genocidas, torrente de armas, con los cuales no han podido aplastar el espíritu de lucha del pueblo salvadoreño.

Todo el mundo sabe lo que está pasando ahora en Panamá; los planes, los propósitos, todas las campanas que hacen contra Panamá, que persiguen exclusivamente el propósito de anular los tratados Torrijos-Carter, y han empleado medios de presión, y campañas, y calumnias de todo tipo. Nosotros lo hemos visto porque somos testigos de algunas de esas calumnias. Hemos visto como han fabricado algunos personajes, los han llevado allá al Senado y los han puesto a hablar barbaridades, algunas de las cuales nos consta que son absoluta mentira, porque tratan de referirse a conversaciones que hemos tenido aquí con delegaciones panameñas. Y nosotros hemos recibido decenas de decenas de delegaciones; desde los tiempos de Torrijos, desde que empezaron su lucha por el canal, siempre hubo intercambio, han venido ni se sabe cuántas personas diferentes. Hemos visto que han utilizado algunos tipos de esos para inventar de pies a cabeza historias sobre supuestas conversaciones entre esas delegaciones y nosotros; nos constan muchas de esas mentiras. Expresión increíble de desprecio por los pueblos; han bloqueado con diversos pretextos a Panamá, le están creando al pueblo panameño montones de problemas.

Ha coincidido este evento con el día histórico del plebiscito en Chile, con el 5 de octubre, un acontecimiento importante. Ese día hubo un acto en La Habana en que una parte de ustedes estuvo presente, donde se develó un busto de Salvador Allende y se inauguró un parque que lleva su nombre. Han pasado 15 años del golpe de Estado. ¿Cuánto le ha costado este gobierno a Chile y cuánto le costará todavía? Porque sin duda que tendrá que seguir luchando el pueblo de Chile hasta lograr tener un gobierno elegido por el pueblo.

¿Quién sabe qué maniobras inventa todavía Pinochet, qué cosa es capaz de hacer? ¿Pero cómo surge Pinochet? ¿Quién organizó la desestabilización de Chile? ¿Quién pagó la desestabilización de Chile cuando empezaban a salir las señoronas ricas con calderos, aquellas a las que, precisamente nunca les faltó nada en los calderos? Porque cuando hay grandes inflaciones, grandes escaseces, los ricos tienen todo lo que se necesita para echar en los calderos y las señoronas salían con los calderos en Chile cuando empezaron algunas escaseces. Empezaron escaseces porque hubo más justicia social, más distribución. Todo aquello coincidió con una situación de precio muy bajo del cobre; a Allende no le prestaron un centavo y, lógicamente, empezaron a escasear productos. Y no fueron los trabajadores los que salieron con calderos, fueron los ricos, los de los barrios residenciales más lujosos, los que salieron y orquestaron todo un programa que concluyó en la sublevación militar y en el asesinato de Allende.

A Allende le suspendieron todos los créditos pero al ejército de Chile los imperialistas le siguieron dando créditos, porque siempre tuvieron al ejército chileno como el último recurso allí, a su alcance, para poner orden en el país, y cuando había pasado un tiempo y se había producido un cierto desgaste del Gobierno Popular y habían podido organizar su plan, entonces derrocaron y asesinaron a Salvador Allende con la complicidad del ejército chileno.

Yo no podía el día 5 dejar de recordar que fueron ellos, los imperialistas, los que promovieron esa situación. Ellos fueron los que promovieron los gobiernos militares en Argentina, en Uruguay, en Brasil, en otros países, los promovieron y los apoyaron. Y a Pinochet le han dado miles y miles de millones de dólares de crédito. El Fondo monetario, el Banco Mundial tienen una mano abierta para prestarle al Gobierno chileno lo que les niegan a los demás gobiernos de América Latina. Ese es el tipo de sistema predilecto del imperio. Pero me pregunto, ¿podrán seguir manteniendo esa situación de esta forma? ¿El día que tengan un problema en toda la América Latina —y se lo he dicho a muchos políticos norteamericanos que han estado aquí de visita— creen que lo van a resolver desembarcando un batallón de tropas aerotransportadas, un batallón de la 82 División? Si tenemos conciencia de lo que es la América Latina, su dimensión, su pueblo, su espíritu combativo, digo yo que se tragan 100 divisiones como la 82 División de Estados Unidos, estoy seguro (APLAUSOS).

No es lo mismo estar invadiendo a Granada, estar lidiando con países pequeños, aislados. Cuba es una isla pequeña, 100 000 kilómetros cuadrados, éramos algo más de 6 millones de habitantes cuando comenzó el bloqueo. ¿Qué es lo que van a hacer con América Latina si esta situación sigue deteriorándose, sigue complicándose, si los elementos explosivos se siguen sumando y estalla este hemisferio? ¿Cómo lo van a resolver? No pueden, está demostrado; no hay país por poderoso que sea que pueda dominar a otro. A Nicaragua no la han dominado, están lejos de dominarla —tienen los nicaragüenses 3 millones y medio de habitantes—; con toda su guerra sucia y su bloqueo, no han podido los imperialistas, se han estrellado.

Al pueblo salvadoreño no han podido aplastarlo, a pesar de los miles de millones invertidos, de las cantidades infinitas de armas que les han suministrado a los genocidas. A Panamá no han podido aplastarla con su bloqueo y sus amenazas (APLAUSOS).

Y los pueblos están despertando, ¿y de qué otra forma puede calificarse el plebiscito del 5 de octubre sino como un gran despertar? A mí no me sorprendió. Los que estuvieron presentes en aquel acto de que hablé, saben que allí expresamos nuestra convicción de que votarían contra Pinochet, a pesar de la presión, de los recursos económicos, de las decenas de millones de dólares en propaganda, del asesoramiento de expertos occidentales —yankis por lo general— en cuestiones de propaganda y de manipulación de la opinión pública; a pesar del terror que trató de sembrar en el pueblo diciendo que si votaban el No era el caos; a pesar de que allí se enfrentaron un candidato y una idea, porque nada más había un candidato que era Pinochet. Frente a Pinochet no había una personalidad, un individuo que dijera vota por mí; Pinochet todos los días decía: vota por mí, yo soy el salvador de este país, yo he salvado a la civilización occidental. Lo menos que decía Pinochet.

Volvían a las imágenes y más imágenes, vista de películas, en que no aparecían, precisamente, los crímenes de Pinochet, la incesante y diaria represión del pueblo, los gases lacrimógenos, los chorros de agua, sino las dificultades de la Unidad Popular, las dificultades creadas por el imperialismo y la reacción. A pesar de toda esa propaganda, de toda esa manipulación, del terror que trataron de llevar al ánimo del pueblo chileno sobre el NO y que se enfrentó un candidato a una idea abstracta —porque el NO era una cosa abstracta—, es la primera vez en la historia que una cosa tan abstracta saca tantos votos (APLAUSOS).

Nosotros, el día 5 de octubre, les decíamos a las compañeras que estuvieron en aquel acto que estaría contra las leyes de la historia, las leyes de la psicología humana, de la psicología de los pueblos que aquel pueblo chileno fuera a olvidarse de todo el terror, de los crímenes, las desapariciones, las torturas, las injusticias, los abusos, las humillaciones que le había impuesto Pinochet.

Se pusieron a prueba las dos cosas: los recursos, la propaganda abusiva; toda la ciencia de los manipuladores de opinión se pusieron a prueba y perdieron frente a una idea abstracta, frente a un No. Ahora hay que ver cuáles serán los efectos de esa situación, el impacto psicológico. No se puede decir ahora, hay que esperar un poco para poder hacer algún vaticinio, si es que se pueden hacer vaticinios en situaciones tan complejas como esta. Hay que esperar cuál va a ser el impacto psicológico de esa derrota en el mismo régimen y en su propia fuerza. Hay que esperar para saber cómo se van a desenvolver los acontecimientos. Tal vez Pinochet esté esperando hasta postularse otra vez dentro de un año, frente a una oposición dividida; porque ahí se le ha dado bastante aliento a Pinochet para acariciar esas ilusiones, porque desgraciadamente ha habido división en la oposición chilena, y esa ha sido quizás la explicación más lógica y más verídica de que el sistema infame de Pinochet se haya prolongado durante 15 años. Quizás esté pensando en aspirar a ser candidato a presidente, frente a una oposición dividida; cree que a lo mejor va a sacar otra vez el 42%. Hay que ver en ese 42% cuántos votaron dos veces, cuánto fraude hubo, y si cuenta con la fuerza para poder disponer de los mismos recursos. Es posible.

Yo estoy seguro de que la última palabra en esto la dirá el pueblo chileno.

Por eso digo que el 5 de octubre fue una prueba del despertar de los pueblos de América Latina, y eso tiene que verlo el imperialismo. Pero estos cambios que se hacen imperiosos, inevitables, por las buenas o por las malas, por vías pacíficas o por vías violentas, porque no son los hombres los que inventan los métodos, es la propia vida, es el desarrollo de los acontecimientos... Si una mujer está en estado, tiene que dar a luz; a lo mejor es un parto suave, a lo mejor es una cesárea, con más dolor, con menos dolor. Pero este hemisferio lleva adentro la criatura de los cambios, y de los cambios profundos, y esos cambios vendrán con dolor o sin dolor (APLAUSOS). Ese parto será menos doloroso o más doloroso, en dependencia del sentido menor o mayor de la responsabilidad, de la menor o mayor sabiduría de los hombres que hoy ostentan responsabilidades públicas.

Desde luego, los partos necesitan parteros y los pueblos son los grandes parteros de los cambios, o parteras (RISAS Y APLAUSOS). No sé por qué dije parteros, si a mí mismo me ayudó una partera a llegar al mundo. Todavía recuerdo a la partera porque siempre me hablaban de ella, y fue la partera de todos los hermanos. Sí, en el campo eran más bien parteras. Y podríamos decir que en esto, en los cambios de América Latina, tal vez desempeñen un papel muy importante las parteras (APLAUSOS).

Ya lo vimos en la Declaración Final, de eso ustedes están conscientes; no solo están conscientes, están entusiasmadas, porque ahí se decía en un párrafo que se habló de asaltar el poder. Eso dice mucho, pero no es un atrevimiento, no. Quienes hayan participado en esta reunión, quienes hayan visto los informes y las declaraciones, quienes conocen del entusiasmo, la seriedad y la profundidad con que ustedes han trabajado, han analizado los problemas; quienes somos testigos del auge de esta lucha de las mujeres latinoamericanas, los que sabemos que ustedes son las que más sufren estos problemas, no tenemos ninguna duda de que la idea contenida en ese párrafo es justa. Nosotros lo sabemos por nuestra propia Revolución, por el papel que desempeñó la mujer en la lucha revolucionaria de nuestro país, y por el papel que ha desempeñado la mujer en la construcción del socialismo en nuestro país. Y digo que sin el aporte decisivo de la mujer no habría sido posible intentar la construcción del socialismo en nuestro país (APLAUSOS).

En el sector femenino de la población, entre las mujeres, ha encontrado siempre en la Revolución su máximo apoyo, su máxima colaboración. De otra manera nosotros no lo concebimos.

Es cierto que nuestra Revolución cuenta con el apoyo de todas las organizaciones de masa, los campesinos, los trabajadores, los vecinos; es decir, ha contado con una fuerza muy grande. Yo se lo explicaba ayer a algunas compañeras, a las que por casualidad me encontré, porque decidí ir a algún lugar, venía con el secretario del Partido de la provincia a hacer un contacto con algunas de las bases y me encontré que allí estaba Vilma. Digo: nadie me va a creer que esto fue casualidad, van a decir que esto fue preparado, planeado.

El hecho es que estaban allí, y estuvimos conversando. Yo les explicaba a algunas compañeras que no se habría podido concebir la obra de la Revolución sin el apoyo de las masas, sin el apoyo de millones y millones de mujeres y hombres: nuestros programas de educación, de salud, las cosas que ustedes han visto, las cosas que estamos haciendo y las cosas que vamos a hacer, en breve tiempo, en los años futuros, porque cada vez tenemos planes más ambiciosos, no ya de resolver viejos problemas, sino de perfeccionar las soluciones que les hemos encontrado a nuestros problemas, de perfeccionar la obra de la Revolución. Yo les puedo asegurar que eso no habría podido concebirse sin el trabajo sistemático y cotidiano de millones de mujeres y hombres, de jóvenes, ancianos y niños, porque en eso se basa la obra de la Revolución. Incluso, hacer una buena campaña de vacunación es imposible sin el apoyo de las masas, una campaña de salud, una campaña de educación, planes y programas de desarrollo, cualquier cosa.

No me quiero extender en esto, somos conscientes de la fuerza de la mujer en la sociedad; no solo somos conscientes de eso, sino de la lucha tremenda que hay que desplegar para resolver todos esos problemas que ustedes han planteado con relación a la educación, a los niños, al empleo, a la igualdad, a la erradicación de toda manifestación de discriminación, al desarrollo de un país. Para alcanzar ya los niveles, por ejemplo, en muchas áreas de estas que ustedes mencionan que hoy cuenta nuestro país, han tenido que transcurrir muchos años, y algunos problemas se resolvieron más rápido, más pronto.

El de la alfabetización, con el apoyo de las masas, casi en un año se erradicó; pero eso empezaba, después vinieron los programas de educación de la población, de aquellos alfabetizados, para que llegaran a segundo, tercero, cuarto, quinto, sexto grados. Hay alfabetizados de aquellos que después alcanzaron el título universitario.

Para lograr formar todos los maestros que necesitaba nuestra sociedad, cuando había unos pocos miles y muchos de ellos sin empleo; para llegar a contar con los 270 000 profesores y maestros con que contamos hoy día, y para disponer de 18 000 maestras y maestros de reserva —que cobran como maestras y maestros de reserva, que sustituyen a otras y otros para que estudien, fue necesario mucho esfuerzo. Para disponer de los 31 000 médicos de que disponemos hoy los tres mil y tantos que estamos graduando por año. Cuando el imperio abrió las puertas para que se fueran muchos médicos que estaban sin empleo antes de la Revolución y que no eran capaces de ir al campo, y buscaban allá los beneficios de las sociedades de consumo, la mitad se marcharon del país. Para llegar a tener 31 000 médicos y miles de médicos de la familia y los programas que estamos desarrollando en tantos campos, ha habido que realizar un gran esfuerzo, una gran lucha.

Se lo digo porque ustedes están en la lucha, pudiéramos decir que empezando la lucha o prosiguiendo la lucha. Y llegará un día en que ustedes, o ustedes junto al pueblo y junto a los hombres, alcancen esa meta de tener el poder. Ustedes dicen que para femineizarlo, yo diría para humanizarlo, porque femineidad es también sinónimo de humanidad (APLAUSOS). Y para que nadie se sienta discriminado pueden decir que van a conquistar el poder para humanizarlo, para ponerlo al servicio del pueblo. Pero cuando los pueblos latinoamericanos hayan alcanzado esas metas, entonces no se habrá alcanzado todo eso que ustedes quieren, empezará la tarea de la creación y de la construcción, empezará la lucha por resolver esos problemas. Y les advierto que llevará decenas de años, porque nuestros problemas no habían llegado a ser tan graves como son los actuales problemas de América Latina.

Claro está que también los pueblos han acumulado mucha experiencia, la historia enseña muchas cosas, y quizás puedan ustedes beneficiarse de la experiencia de otros pueblos, pero será una tarea de decenas de años.

Nuestra Revolución va a cumplir 30 años, ¡treinta años!, consagrada en medio del bloqueo yanki, de amenaza, de peligro, que nos ha obligado a invertir, incluso, no pocos recursos y energías en la defensa del país. Treinta años de lucha pueden mostrar resultados, y en cinco o seis años más esos resultados van a ser todavía más impresionantes. Ya es la fuerza y la experiencia, la organización acumulada; ya no es un pueblo de analfabetos, es un pueblo cuyos trabajadores tienen un mínimo de nueve, diez grados, de cientos de miles de profesionales universitarios que han ido acumulando mucha experiencia.

Hoy, en medio de estos problemas objetivos de la situación internacional, muchas veces en un año podemos hacer lo que antes hacíamos en tres, o en cuatro, o en cinco años, ¡en muchos campos!; en muchos campos, de los cuales el más difícil es precisamente el del desarrollo económico, en medio de estas condiciones tan duras de comercio internacional y de crisis para los países del Tercer Mundo que mencionábamos antes.

Si algo podía decirles, recordarles, era esta idea, que la lucha es larga. Y debemos estar conscientes de que esa lucha es difícil, es compleja, es larga, y aun cuando ya los pueblos sean dueños de sus destinos, realmente dueños de su destino, transcurrirá mucho tiempo antes de que podamos vencer esos sufrimientos, esas calamidades que son el fruto de la explotación y del saqueo de siglos.

Y como mujeres latinoamericanas deben ustedes tener muy presente que no solo nuestros pueblos de América Latina y el Caribe necesitan erradicar la deuda, sino necesitan unirse. Para erradicar esa deuda tenemos que unirnos, para conquistar el Nuevo Orden Económico Internacional tenemos que unirnos, para alcanzar la integración tenemos que unirnos.

Creo que somos acreedores a un destino mejor, tenemos derecho a un destino mejor; la nobleza, el talento de nuestros pueblos, su patriotismo, su valentía, sus sentimientos, los hacen merecedores de un destino mejor.

Esperamos que las futuras generaciones cuando se reúnan lo hagan para plantearse otros problemas, otras metas, otros objetivos, que los problemas que ocupan hoy la atención de ustedes hayan sido vencidos; que no sueñe el imperio con que nos va a tener eternamente esclavizados, eternamente dependientes, eternamente sometidos. Y los ejemplos de los pequeños países enumerados hoy aquí —entre ellos el de Cuba—demuestran que tenemos las virtudes, tenemos las cualidades, tenemos el valor, tenemos el patriotismo para no ser eternamente dependientes, para no ser eternamente sometidos (APLAUSOS).

Treinta años de Revolución vamos a cumplir pronto, y hemos visto cambiar la escena de esta región nuestra; comparamos el ayer con el hoy, los problemas de entonces con los problemas de ahora. Cuando surgió la Revolución trataron de aislarnos totalmente, lucharon durante muchos años por aislarnos y engañaron durante mucho tiempo a mucha gente.

Eso nos hace recordar aquella frase que le atribuyen a Lincoln, de que se puede engañar a todo el pueblo una parte del tiempo, y se puede engañar a una parte del pueblo todo el tiempo, lo que no se puede es engañar a todo el pueblo todo el tiempo (APLAUSOS).

Y cuando vemos cómo se estrechan los vínculos entre nuestro pueblo y los pueblos de América Latina y el Caribe, cuando vemos la conciencia que se forma en esta región donde existimos, me pregunto: ¿Qué se han hecho las campañas, qué se han hecho las mentiras del imperialismo repetidas miles de veces, cientos de miles de veces, millones de veces? Entonces, vemos cómo en la práctica es una realidad que no se puede engañar a todos los pueblos de América Latina y del Caribe todo el tiempo.

Algo más puedo añadir: ¡Qué difícil se le hace cada vez más al imperialismo engañar a una parte del pueblo latinoamericano todo el tiempo! (APLAUSOS) Y llegará el momento en que no pueda engañar absolutamente a nadie de los pueblos latinoamericanos y del Caribe (APLAUSOS). ¡Esas son las lecciones de la historia!

Y mal anda un imperio cuando su arma más poderosa, la mentira empieza a fallarle; cuando su instrumento más poderoso, cuando su garra más hiriente, que es la mentira, empieza a ser inofensiva, empieza a ser ineficaz, empieza a ser inútil, porque, al fin y al cabo, nos estamos vacunando (APLAUSOS). ¡Y si la vacuna contra el SIDA no ha aparecido todavía, la vacuna contra la mentira imperialista ha empezado a aparecer en el corazón, la conciencia y la inteligencia de los pueblos de América Latina!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)

 

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