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A los Trabajadores Cubanos desde la Sierra Maestra

¡A los Trabajadores Cubanos desde la Sierra Maestra!

En el Manifiesto del 12 de Marzo señalamos que la dirección y organización de la Huelga General en el campo obrero, estará a cargo del Frente Obrero Nacional.  Al llamar al pueblo a la lucha final contra la tiranía, nuestro Movimiento no hace exclusiones de ninguna índole.

Todos los trabajadores cubanos, cualquiera que sea su militancia política o revolucionaria, tienen derecho a integrar los Comités de Huelga en los centros de trabajo.  El Frente Obrero Nacional no es un organismo sectario, se ideó como instrumento para aunar y dirigir a los obreros en la lucha contra la dictadura.

La dirección del Frente Obrero coordinará sus esfuerzos con las secciones obreras de las organizaciones políticas y revolucionarias que combaten contra el régimen, y con todos los núcleos organizados que luchan por las reivindicaciones económicas y políticas de su clase, para que ningún trabajador quede desvinculado del patriótico esfuerzo.

La dirigencia traidora y corrompida de la C.T.C., vendida miserablemente a la opresión y aliada a los mismos esbirros que han asesinado infinidad de humildes y honestos obreros, no podrá contener el empuje de los trabajadores cubanos, que unidos a los campesinos, los estudiantes, los profesionales, los comerciantes, los industriales, las Instituciones Cívicas, los destacamentos revolucionarios y los hombres limpios de las Fuerzas Armadas, han señalado la hora de rendir cuentas a todos los culpables del infortunio que sufre nuestra patria.

Lo primero que restablecerá de inmediato la revolución triunfante para la clase obrera es el derecho de los trabajadores a designar en elecciones enteramente libres y democráticas a sus  propios dirigentes.

La revolución pondrá fin a la abominable práctica de nombrar directivos en los cuarteles o en las oficinas del Ministerio del Trabajo.

La cuota sindical obligatoria quedará abolida igualmente desde el instante mismo que la dictadura caiga.

Los dirigentes millonarios con sueldos fabulosos, que lo mismo venden una justa demanda, como denuncian en los cuerpos represivos a sus propios compañeros, desaparecerán definitivamente con la etapa bochornosa y repugnante que toca a su fin.

El pistolerismo sindical y los asesinatos impunes de líderes obreros no volverán a escenificarse en nuestra patria.

Los trabajadores cubanos sometidos hoy a una doble tiranía: la de Batista y la de Mujal, saludarán con más júbilo que nadie el día de la liberación.

Es conmovedor el espectáculo de todo un pueblo alistándose para dar la batalla.  Manzanillo, Bayamo, Palma Soriano, Santiago de Cuba, Guantánamo, y otras ciudades situadas ante nuestras líneas, como bastiones de heroísmo y dignidad, son hervideros de rebeldía que esperan impacientes la señal de iniciar la huelga.

El régimen afinca su única esperanza en el terror de sus esbirros y en la traición de la dirigencia vendida y criminal de la C.T.C.: todo un consorcio de asesinos, confidentes, ladrones y traidores como nunca se vio en Cuba.

Pero esta vez no le valdrán de nada frente a la decisión de nuestro pueblo que, desafiando las balas asesinas y la represión con que amenazan se lanzará a la calle para barrer la opresión a fuerza de heroísmo y de valor.  Habrá bajas en sus filas pero no se detendrá la nación ante el sacrificio necesario.

Piensa el tirano que matando implantará el terror, nunca tendrá el poder y conservará el derecho a proseguir su repugnante carnicería.  Pero el pueblo le responderá de una vez: matando no podrás doblegarme, matando no podrás vencerme, matar tiene su límite, y tus propios soldados se negarán a seguirte en tu orgía de sangre.

El triunfo es cuestión de precio: no el que se paga a los vendidos, sino el precio que se cobra a los valientes, y triunfará el pueblo porque está dispuesto a pagarlo con vidas preciosas de sus hijos por cara que estén decididos a cobrársela.

Preferible es verlos caer juntos un día de victoria que el espectáculo de verlos muriendo día tras día y uno a uno en interminable agonía.

Preferible es morir pelando a ser arrancados de los hogares en horas de la noche, asesinados en repartos solitarios o desaparecidos para siempre sin noticias ni esperanza.

Preferible es morir peleando a ser destrozados física y moralmente en cámaras de tortura por verdugos cobardes que se ensañan como fieras contra víctimas indefensas.

Preferibles es morir pelando a la tragedia de vivir en  la vergüenza de la opresión y el dolor de escuchar impotentes, cada día, cada hora y cada minuto, las historias de horror que se repiten incesantemente, contra un pueblo que se muestra más rebelde cuanto más se le humilla y maltrata.

Si se es mujer, cuando ya no se respeta su sagrada condición, preferible es morir luchando.

Preferible es el sacrificio por grande que sea puesto que se nos ha colocado la disyuntiva de escoger entre sacrificarnos o esclavizarnos.
 
La tiranía nunca más debe echar raíces en nuestra patria.
Se llama a los obreros y al pueblo a la huelga no para sustituir a Batista por una junta militar que, sea cuales fueren sus integrantes, solo serviría para apaciguar a la nación, traer remedios pasajeros a nuestros males, encubrir los intereses, creador al amparo de la opresión y traicionar más tarde o más temprano los ideales de la revolución.  No queremos los falsos redentores de última hora; esta vez la sangre derramada no será en vano.  La huelga y la lucha armada deben proseguir resueltamente hasta que la tiranía se desplome y el gobierno democrático de carácter estrictamente civil se haya constituido.

Muy alerta debe estar el pueblo contra el rejuego de los ambiciosos que estarán al asecho de la oportunidad para auparse en el poder como si la caída del régimen al que abandonan solo cuando ya no les queda otro remedio, fuese obra de ellos y no del sacrificio heroico de la nación.

Los que ocupen mandos militares en el instante en que la dictadura se desplome, deberán ponerlo incondicionalmente a las órdenes del gobierno provisional.  Todo funcionario civil o militar que facilite la evasión del dictador o de cualquiera de las figuras más responsabilizadas con los crímenes y robos del régimen será sometido a Consejo de Guerra Revolucionario.  Los que han costado tanta sangre y tanto luto a Cuba tendrán que responder de sus hechos.

El respaldo que desea la revolución de las fuerzas armadas no es el golpe de estado fraguado u conciliábulos ajenos a la lucha del pueblo, sino la sublevación en los cuarteles de alistados, clases y oficiales del ejército, la marina y la policía, que en medio de la huelga general deseen abrazar la causa de su pueblo.

Los militares que, vencido el plazo del cinco de Abril, no hayan podido hacer contacto con los elementos revolucionarios, deben aprovechar la oportunidad para unirse cuando el pueblo se lance a la calle en medio de la huelga.

Los síntomas o informes que llegan a nuestra zona de operaciones evidencian que en  los cuarteles hay un  descontento extraordinario.  En  los mandos militares del régimen existe la impresión de que las tropas se pueden negar a seguir obedeciendo.  La corriente revolucionaria está penetrando risiblemente en las filas de los institutos armados.  Esa corriente debe ser estimulada por todos los medios de contactos de la ciudadanía con los militares: familiares, amigos, correspondencia y haciéndoles llegar por todos los medios la exhortación y la propaganda revolucionaria.  La influencia masiva del pueblo sobre los aforados no podrá ser contrarrestada de ninguna forma.  Esta tiranía debe ser objeto de la incesante actividad de los obreros, estudiantes, profesionales, industriales, comerciantes, instituciones cívicas, etc.

Los miembros de las fuerzas armadas a su vez deben confraternizar con el pueblo y virar las armas contra los que  los obligan a matar a sus hermanos.  Una vez más repetimos que antes que saludarlos en la muerte desearíamos abrazarlos  en la libertad y el triunfo.  La consigna de guerra a muerte será solo contra los que ciegos y sordos a los dolores de su pueblo, cual si un   militar no tuviera obligaciones con la patria pone al servicio de la tiranía odiosa las armas que son del pueblo, porque ese no puede ser considerado militar en el sentido noble y honroso de la palabra.

Al hacer este llamamiento a los obreros y al pueblo en  nombre de los combatientes de la Sierra Maestra invitándolos al sacrificio que la patria demanda en esta hora decisiva una vez más reitero mi total ausencia de interés personal y que he renunciado de antemano a todo cargo después del triunfo.  Con la gran fuerza interior que me da el saberme desprovisto de toda ambición, apelo a todos los compatriotas a cerrar filas tras la consigna de  huelga general y lanzarse a la lucha, por encima de banderas políticas o rivalidades personales que no deben empañar con actitudes egoístas esta hora hermosa de Cuba.

Quien ha sido de los primeros en la lucha sería gustoso el último en la hora del triunfo.

Sierra Maestra
Marzo 26 de 1958 
                               

Fidel Castro

Se ruega a todos los ciudadanos que por los medios que tengan a su alcance copien y divulguen este llamamiento.

Autor: 

26/03/1958