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La última caravana

Datum: 

11/12/2005

Quelle: 

Periódico Granma
La gente de Tomás Fraga se batió a tiros y cohetes durante cuatro horas con el enemigo. Savimbi ordenó que la caravana cubana no llegara a Cuito Cuanavale. El teniente coronel, de Caimito y de Cuba, sabía que este no era un combate más, del que quizá no saldría con vida, y ante esa realidad, tenía tres propósitos: llegar; llegar para cumplir; llegar y cumplir, con sus jóvenes soldados a salvo.

Tomás Fraga asumió la jefatura de uno de los destacamentos que defendían las peligrosas caravanas de abastecimiento técnico y material a las tropas cubanas desplegadas por toda la región. Angola lo recibió con la tarea de retomar la misión de un compañero muerto en combate días antes de su llegada. Tenía 46 años entonces. Nadie le propuso ir a luchar; tampoco se lo ordenaron; él se presentó por su propia decisión.

Pero después de varios meses en la guerra, de decenas de caravanas, de riesgosas emboscadas, del endurecimiento de sus emociones, Fraga sabía que esta vez iba a ser más difícil.

El enemigo se atrincheraría muy cerca de la carretera para que la aviación cubana no pudiera apoyar. Habría una fuerte emboscada con minas de las que se activan poco a poco, para que estallen después del paso de varios vehículos. Los camiones que llevaban la comida serían destruidos casi recién iniciado el combate. Todo eso podía imaginarlo Fraga.

Durante las primeras caravanas sintió temor, lo confiesa, pero no podía expresarlo. Tenía bajo su mando a muchos jóvenes y se sentía responsable de la vida de cada uno de ellos. No pocas veces tuvo que arriesgar la suya propia para salvar compañeros y dar el ejemplo. Toda la tropa lo respetaba, por sus grados militares y por la casi legendaria historia que había escrito allí, durante dos años.

Fraga ordenó una exploración minuciosa ante la amenaza. La caravana que abastecería Cuito Cuanavale avanzó varios días a solo cinco kilómetros por hora. Cuando caía la tarde se detenía hasta que volvía a salir el sol. La velocidad podía pagarse con vidas.

Al amanecer del cuarto día comenzó el ataque enemigo. Hubo fuego concentrado sobre los camiones de alimentos y explotaron varias minas. Las ráfagas de cohetes volaron un blindado cubano con 18 toneladas de proyectiles para tanques.

Fraga despertó apresurado pero con mucha ecuanimidad, cuenta. No era un combate más. Lo había ensayado todo mentalmente una y otra vez. Cumpliría, aunque esta fuese su última caravana. Savimbi, o la vida.

De inmediato la 14,5 milímetros abrió fuego. El enemigo temblaba ante el fuego de las "cuatro bocas" cubanas. Su gente se batió durante cuatro horas ininterrumpidamente.Ya al final los helicópteros cubanos pudieron apoyar la caravana, donde los muchachos de Fraga seguían combatiendo. El enemigo huyó.

Los heridos fueron llevados inmediatamente a Luanda. Los camiones cambiaron las piezas dañadas. Se dispararon salvas en honor a los caídos. Fraga dirigió, con vida, los últimos kilómetros de su misión. No hubo mucho tiempo para recuentos de hazañas.

"Nuestros jefes militares siempre fueron tan modestos que nos cuesta hablar de nosotros mismos. Por eso los que peleamos en Angola pocas veces contamos nuestras historias."

Después de 46 caravanas y nueve emboscadas. Fraga regresó a Caimito, donde actualmente vive, trabaja y por lo común pasa inadvertido. Así son los héroes del pueblo y sus historias.