Reden und Ansprachen

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro, en la Concentración celebrada con motivo de conmemorarse el 9no Aniversario del 26 de julio, en Santiago de Cuba, el 26 de Julio de 1962.

Datum: 

26/07/1962

Señores miembros del Cuerpo Diplomático;

Delegaciones amigas que nos visitan;

Trabajadores;

Campesinos;

Estudiantes;

Ciudadanos todos:

Un día como hoy, hace nueve años, se escucharon en esta ciudad los primeros disparos de la lucha contra el régimen militar y reaccionario de Fulgencio Batista.

Aquel gobierno era la expresión más cabal del sistema político de corrupción y explotación que existió en nuestro país desde la intervención norteamericana a fines de nuestra guerra de independencia.

El 26 de julio comenzó la última y definitiva etapa de la contienda por la independencia nacional que había venido librando nuestro pueblo desde 1868.  Por eso para nosotros, trabajadores y campesinos, para nosotros, esta conmemoración en la ciudad de Santiago de Cuba suscita una emoción profunda.

Esta provincia de Oriente, precisamente, evoca los recuerdos más gloriosos de nuestra historia:  fue aquí, en esta provincia, el Grito de Yara; fue aquí, en esta provincia, el Grito de Baire; fue aquí, en esta provincia, la Protesta de Baraguá; fue de aquí, de esta provincia, de donde salieron los contingentes invasores que con Antonio Maceo y Máximo Gómez llevaron la guerra libertadora hasta los confines de Pinar del Río (APLAUSOS); es aquí, en esta provincia, donde yacen los restos gloriosos de nuestro Apóstol, caído en Dos Ríos (APLAUSOS).

Para nosotros, hombres de la generación presente, que nos ha correspondido el privilegio de participar en esta lucha definitiva de nuestro pueblo, la provincia oriental evoca fechas de honda trascendencia en nuestra Revolución y nos trae el recuerdo, en primer lugar, de este 26 de julio; de fechas como el 30 de noviembre, el 2 de diciembre y el primero de enero (APLAUSOS); de nombres como los de Abel Santamaría, Frank País, Renato Guitart, Ciro Redondo (APLAUSOS), toda una lista interminable de héroes que cayeron por el triunfo de nuestro pueblo.  Por eso el significado y el interés que tiene para nosotros conmemorar este cuarto 26 de julio, desde el triunfo de la Revolución, en esta provincia (APLAUSOS).

Pero, ¿por qué se reúne tanto pueblo aquí?  (APLAUSOS y EXCLAMACIONES.)  ¿Por qué, al cuarto año del triunfo revolucionario y a los nueve años del ataque al Cuartel Moncada, se reúne el pueblo un día como hoy?  Porque el problema que han tenido los organizadores de este acto no era ver cómo conseguían pueblo para venir aquí, sino ver cómo conseguían transporte para todo el pueblo que quería venir aquí (APLAUSOS).  Y la preocupación de los organizadores del acto eran los descontentos por no poder venir a este acto, porque se quedaron muchas personas sin poder venir a este acto (APLAUSOS).  Y esto tiene una explicación, una explicación que ustedes, hombres y mujeres del pueblo, comprenden perfectamente bien.

Ustedes saben cómo era antes.  Ustedes saben que antes no era así (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”).  Ustedes saben que antes los políticos tenían que pagar para que vinieran a los actos (EXCLAMACIONES).  Ustedes saben que tenían que distribuir dinero y tenían que distribuir ron para reunir público en los actos.

Y, sin embargo, ¿por qué no es así con la Revolución?  ¿Por qué la Revolución no tiene que distribuir ron, sino prohibir el ron el 26 de julio?  (EXCLAMACIONES.)  ¿Por qué la Revolución no tiene que distribuir dinero para que se congreguen cientos de miles de personas en Santiago de Cuba?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Venceremos, venceremos!”)

Ustedes mismos están dando la respuesta:  porque la Revolución la siente muy hondamente el pueblo; porque la Revolución es del pueblo; porque la Revolución es el pueblo (APLAUSOS).

A los políticos del pasado los conocía demasiado bien nuestro pueblo.  El pasado de nuestra patria esta demasiado reciente para que lo hayamos olvidado.  Las diferencias entre el pasado y el presente nos tocan muy de cerca.

Los contrarrevolucionarios (EXCLAMACIONES DE:  “¡Paredón, paredón!”), los reaccionarios y los imperialistas nunca podrán explicarse eso.  Nunca podrán comprender eso.  Nunca podrán comprender, en su odio ciego, por qué el pueblo apoya a la Revolución.

Pero es que aquí está reunido, precisamente, el pueblo.  Aquí están reunidas las grandes masas de nuestro país.  Aquí están reunidos los que sudan la camisa.  Aquí están reunidos los que se ganan el pan con el sudor de su frente (APLAUSOS).

Los explotadores, en su odio hacia el pueblo, nunca pudieron concebir que el país marchara adelante sin ellos.  Nunca pudieron concebir el país sino como un país organizado de manera que las grandes masas trabajaran y fuesen explotadas por las minorías privilegiadas.  Nunca pudieron concebir que nuestra patria pudiese marchar sin ellos.  Y, sin embargo, marcha, va adelante, vence los obstáculos y se fortalece.

Aquí están reunidos, por ejemplo, los campesinos de la Sierra Maestra (APLAUSOS), los campesinos de la zona de Baracoa y de Guantánamo (APLAUSOS), los trabajadores agrícolas (APLAUSOS), los trabajadores urbanos (APLAUSOS); es decir que está reunido un pueblo que conoce su pasado.  Aquí están reunidos los que antes tenían que pasarse siete y ocho meses sin trabajo (EXCLAMACIONES); aquí están reunidos los campesinos que eran explotados miserablemente por los latifundistas (APLAUSOS); aquí están reunidos los que antes del triunfo de la Revolución no tenían trabajo (APLAUSOS), y tenían que estar tocando a las puertas de los políticos para conseguir un trabajo en Obras Públicas (APLAUSOS); aquí están reunidos los trabajadores de las granjas y de las cooperativas, que antes tenían que estarles mendigando a los dueños y a los mayorales un día de trabajo (APLAUSOS); aquí están reunidos los campesinos que hoy son dueños de sus tierras, de esas tierras que tuvieron que cultivar con tanto sacrificio, de esas tierras que tuvieron que estar sembrando de café durante años, trabajando unos días como precaristas en su parcela y trabajando otros días por la vianda muchas veces, o por 50 centavos, o por un peso (APLAUSOS), campesinos que hoy se pueden dedicar por entero a cultivar sus tierras con la ayuda que les da el régimen revolucionario (APLAUSOS).

Aquí está reunido un pueblo que supo lo que era el hambre, que supo lo que era el desempleo, que supo lo que era el analfabetismo, que supo lo que era la discriminación, que supo lo que era la humillación, que supo lo que era el maltrato, que supo lo que era el abuso de autoridad, que supo lo que era el plan de machete (EXCLAMACIONES), que supo lo que era la explotación (EXCLAMACIONES), que supo lo que era el robo (EXCLAMACIONES), que supo lo que era la mentira de los politiqueros (EXCLAMACIONES), que supo lo que era la politiquería (EXCLAMACIONES), que supo lo que era el juego, que supo lo que era el vicio, que supo lo que era vivir sin esperanzas.

Aquí está reunido un pueblo que sabía que ayer no había esperanza para ellos, ni para sus hermanos, ni para sus esposas, ni para sus padres, ni para sus hijos (APLAUSOS y EXCLAMACIONES).  Aquí está reunido un pueblo que sabía lo que eran los campos sin escuelas y sin maestros, sin médicos ni hospitales; aquí está reunido un pueblo que sabía que hasta para ir a un hospital había que agradecerle el favor a un político (EXCLAMACIONES); aquí está reunido un pueblo que sabía que a veces tenía que dormir en el suelo de los hospitales; aquí está reunido un pueblo que sabía que el pobre no tenía ni esperanza de estudiar, ni esperanza de recibir una buena asistencia médica siquiera, ni esperanza de que lo ayudaran a vivir, ni esperanza de conseguir trabajo, ni porvenir de ninguna clase.

Más que lo que la Revolución significa para el pueblo por lo que haya hecho hasta aquí, significa para el pueblo por lo que ha sido ponerle fin a la humillación en que vivía el pueblo, a la falta de esperanza en que vivía el pueblo, a la falta de dignidad en que obligaban a vivir a nuestro pueblo.

La Revolución significa ahora para nuestro pueblo condiciones de vida muy distintas; pero significa sobre todo, para nuestro pueblo, la esperanza del porvenir (APLAUSOS).

Cuando los trabajadores de los centrales azucareros veían crecer a sus hijos, se preguntaban, ¿qué porvenir tendrán?; cuando los campesinos precaristas veían crecer a sus hijos, se preguntaban, ¿cuál será su porvenir?; cuando los hombres y las mujeres de las ciudades, los trabajadores urbanos, veían crecer a sus hijos, se preguntaban, ¿cuál será su porvenir?  Y esa pregunta en el pasado no tenía respuesta.  Esa pregunta de cuál sería el porvenir de los hijos no tenía respuesta.  ¡Y esa pregunta hoy tiene respuesta!  (APLAUSOS.)  y hoy tiene respuesta para todos los trabajadores, hoy tiene respuesta para todos los campesinos, hoy tiene respuesta para todas las familias; hoy todos saben que sus hijos tienen la educación asegurada, la salud asegurada y el porvenir asegurado; hoy todos saben que sus hijos tienen escuelas, que cuando terminen el 6to grado pueden estudiar en una secundaria básica o en un tecnológico (APLAUSOS).  Hoy cualquier familia, por humilde que sea, sabe que sus hijos aunque sean dos, o aunque sean 10, o aunque sean 6, o aunque sean 15, o aunque sean 17 como hay algunas, sabe que pueden llegar a ser todo lo que el hijo de cualquier otra familia; que pueden llegar a ser médicos, pueden llegar a ser ingenieros, pueden llegar a ser obreros calificados, pueden llegar a ser lo que quieran, porque precisamente la Revolución les brinda todas las oportunidades para serlo (APLAUSOS).

Y, ¿cuál era el porvenir antes?  ¿Cuál era el porvenir de los hijos de un campesino que tenía una caballería de tierra, o media caballería de tierra, y tenía ocho hijos, y tenía 10 hijos?  ¿Cuál era el porvenir de los hijos de los trabajadores azucareros en un central, que era el mismo central de hace 30 o de hace 40 años y donde no había un solo empleo más?  ¿Cuál era el porvenir de los hijos de los obreros de la construcción que estaban sin trabajo?  ¿Cuál era el porvenir de los hijos de tantos padres de familia que no tenían un empleo?  ¿Cuál era el porvenir?  Es decir:  la miseria, la explotación, la corrupción, trabajar para los ricos; trabajar, las hijas, de criadas para los ricos.  Porque había muchas familias humildes que no tenían más remedio que resignarse a colocar a todas sus hijas de domésticas en las casas de los ricos como solución del problema.

Es decir que antes podían estudiar solamente los hijos de una minoría privilegiada, explotadora de nuestro pueblo.  Hoy, ese derecho que tenían antes los ricos solamente, de tener un buen médico, de tener una buena medicina, de tener un buen hospital, de tener una buena escuela, una universidad, lo que fuera, para sus hijos, hoy lo tiene todo el pueblo (APLAUSOS y EXCLAMACIONES).

Desde luego que he recalcado este punto, porque no quiero tanto pensar en el presente como en el porvenir.  Por supuesto que la Revolución ha significado muchas cosas para el presente; por ejemplo, para el campesino, además de la tierra, librarlo de la renta, de los desalojos y de todos los abusos que cometían contra él, ¡librarlo de la guardia rural ya era uno de los mayores beneficios que podían recibir los campesinos!  (APLAUSOS.)  ¡Y los obreros!  Librar a nuestro pueblo ya de aquella plaga de parásitos, librarlo de aquella plaga de abusadores, ya de por si era un gran beneficio de la Revolución; ya, por aquello nada más, el pueblo era capaz de cualquier cosa.

Pero desde luego que la Revolución no era eso solamente.

Yo no sé si ustedes se acordarán de los políticos.  Yo me imagino que se acuerden de algunos políticos (EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”); yo me imagino que ustedes se acuerden de alguna de aquella gente que andaba con la cartera llena de cédulas, que andaba con un cura bautizando gente por ahí para echárselos de compadres y después pedirles el voto; yo me imagino que ustedes se acuerdan de aquellas elecciones, de toda aquella politiquería.  Pues bien:  había algunos políticos y algunos periódicos burgueses, es decir, periódicos de los ricos, que hablaban de algunas medidas que había que tomar.  Por ejemplo, algunos burgueses hablaban de que había que acabar con el robo, de que había que desarrollar la industria, de que había que hacer una marina mercante, de que había que acabar con el juego, en fin...  (EXCLAMACIONES).

Vamos a ver, compañeros, si la ola humana esa se aguanta; no empujen ni de allá para acá ni de acá para allá.

La Revolución no se limitó a acabar con la corrupción, a acabar con el contrabando, a acabar con el juego, a acabar con los abusos, los atropellos, todas aquellas cosas; es decir que había algunos políticos que pedían esas cosas.  Pedían marina mercante, y la Revolución está haciendo una marina mercante; hablaban de industrias, y la Revolución está llevando adelante un plan de industrialización.

Pero aquellos políticos de antes, ¿ustedes se acuerdan de aquellos políticos de antes?  ¿Dónde están ahora esos políticos de antes?  ¿Qué se han hecho?  ¿Para dónde se fueron y por qué se fueron?  (EXCLAMACIONES.)  ¿Se fueron acaso porque aquí se roba?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Por qué se fueron?  ¡Porque aquí no se puede robar!  ¿Se fueron acaso porque aquí hay politiquería?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¡Porque aquí no hay politiquería!  ¿Se fueron acaso porque aquí haya vicio, juegos, corrupción?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  No, se fueron, precisamente, por todo lo contrario.  ¡Porque se acabó el juego, se acabó el vicio, se acabó la corrupción!  ¿Se fueron porque aquí hay demagogia?  ¡No, se fueron porque aquí se acabó la mentira y la demagogia!

Cuando aquí había crímenes, asesinatos, abusos, atropellos de campesinos y de obreros, plan de machete, e injusticias de todas clases; cuando aquí les quemaban los bohíos a los campesinos para desalojarlos, no se iban.  Cuando aquí se acabó el juego, el vicio, la corrupción, el atropello, el robo, la politiquería, la demagogia, la mentira, la sinvergüencería y el atraco, entonces se fueron.

¿Y quién se acuerda ya de los nombres de aquellos políticos?  ¿Cuánto tiempo hace que no oímos mencionar el nombre de uno solo de esos señores?  Pues bien, les voy a decir:  esos políticos creen que van a volver a nuestro país; esos políticos creen que van a volver a gobernar a nuestra patria.

¿Ustedes se acuerdan de que algunos de esos políticos eran enemigos de Batista?  Bueno, pues ya no son enemigos de Batista.  ¿Ustedes se acuerdan que algunos de esos políticos eran enemigos de Chaviano, de Ventura, de Salas Cañizares, y de toda aquella gente?  Bueno, pues ya no son enemigos.  Eran enemigos de “mentiritas”, eran enemigos de palabra; era cuestión de quién estaba en el gobierno, quién era senador y quién era representante; pero en el fondo estaban de acuerdo con la explotación de los obreros y estaban de acuerdo con la explotación de los campesinos, es decir, en el fondo todos eran enemigos de los intereses del pueblo.

Ahora esos políticos, de todos aquellos partidos burgueses, se han unido a los políticos batistianos, se han unido a los criminales de guerra, se han unido a los peores asesinos, y creen ellos que el pasado puede volver a nuestro país (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”).  ¿Qué creen ustedes?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Qué creen ustedes, campesinos, trabajadores, estudiantes?  ¿Creen ustedes que la guardia rural puede volver a nuestro país?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Creen ustedes que el plan de machete puede volver a nuestro país?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  (LA MULTITUD CONTINUA CON LAS EXCLAMACIONES.)

Miren, los que están aquí, los que están aquí delante, tienen que hacer un esfuerzo para ver si evitan esos movimientos, y los que están detrás, que no pase igual con los que están detrás.  Vamos a ver si aguantan un poco y, cuando haya que sacar alguna persona, no promueven ese desorden.

Yo estaba...  (CONTINUAN LAS EXCLAMACIONES).  Bueno, hasta que no se callen ustedes, no hablo.

Yo estaba interesado en conocer la opinión de ustedes.  ¿Creen ustedes que la bolita puede volver a nuestro país?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Que todos aquellos garitos pueden volver a nuestro país?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Creen ustedes que los alquileres que aquí se cobraban puedan volver a cobrarse en nuestro país?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Creen ustedes que el tiempo muerto pueda volver a nuestro país?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Creen ustedes que el analfabetismo pueda volver a nuestro país?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Creen ustedes que aquella ausencia total de escuelas y de maestros en nuestros campos puede volver a nuestro país?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Creen ustedes que los robos aquí, los políticos que se hacían millonarios, los ministros que se robaban millones de pesos, pueden volver aquí a nuestro país?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Creen ustedes que las fábricas pueden volver a ser de los americanos aquí?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Creen ustedes que las tierras de las cooperativas y de las granjas pueden volver a ser de los monopolios extranjeros?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Creen ustedes que toda esa gente siquitrillada puede volver a apoderarse de la riqueza de nuestra nación?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)

¿Algún obrero volvería a obedecer la orden aquí de ningún mayoral?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Algún campesino le volvería a pagar a ningún latifundista?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Le volvería a vender su café y su cacao a ningún intermediario?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)

¿Algún obrero estaría dispuesto a volver a trabajar para que los manganzones y los holgazanes esos siguieran mandando su dinero para afuera (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”), y siguieran haciéndose millonarios?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)

¿Cuándo paseó un trabajador o un campesino en un Cadillac?  ¿Cuándo vivió en un palacete?  ¿Cuándo fue a Miami?  ¿Cuándo fue a Nueva York?  ¿Cuándo fue a parís?  (EXCLAMACIONES.)  ¿Hay algún ciudadano, algún campesino o algún trabajador dispuesto a volver a trabajar para aquellos explotadores?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Hay alguno?  ¿Hay alguno que no comprenda hoy que era miserablemente explotado por aquellos ricos?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Hay alguno que no lo comprenda?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Todos lo comprenden?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”)  ¿Se explican por qué había tiempo muerto?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”).  ¿Se explican por qué había hambre?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”)  ¿Se explican por qué había analfabetos?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”)  ¿Se explican por qué no había hospitales  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”), por qué no había escuelas (EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”), por qué no había caminos (EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”), por qué no había obras (EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”), por qué había tanta miseria y tanto desempleo en nuestro país?  ¿Se lo explican?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”)  ¡Sencillamente porque el dinero se lo llevaban las compañías extranjeras, se lo llevaban los ricos, lo gastaban en lujos, lo gastaban en paseos, lo gastaban en viajes!

Y, por eso, por eso precisamente, en nuestro país había tanto atraso, tanta pobreza, tanto desempleo, tanta incultura, tanta miseria.

¿Creen ustedes que todo eso puede volver?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)

¿Y por qué no pueden volver?  Primero, ¿a quién van a gobernar, a quién van a gobernar aquí?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡A nadie!”)  ¿Cómo pueden esos señores soñar en volver a gobernar este país?  ¿Esos señores no se dan cuenta de que esta Revolución no tiene marcha atrás?

Pero, además, no solo se encontrarían con que este pueblo, este pueblo no los aceptará jamás, no los volverá a aceptar jamás; toda aquella basura se fue para siempre, toda aquella basura no podrá volver jamás a nuestra patria.  Pero no solo porque eso está contra nuestros sentimientos y está contra nuestros intereses, y está contra nuestra voluntad, sino, además, ¿cómo pueden volver?

¿Es que acaso estamos amarrados de pies y de manos?  ¿Es que acaso estamos desarmados?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Cómo pueden volver?  ¿Cómo nos van a quitar los fusiles que todos y cada uno de nosotros tenemos?  ¿Cómo nos van a quitar las armas que hoy están en manos del pueblo?

Y, además, cómo van a volver, cómo pueden tener esperanzas de volver, si hace nueve años lo tenían todo; si hace nueve años tenían un ejército organizado y entrenado, controlaban todo el dinero del país, controlaban todas las fábricas, todos los bancos, todas las tierras, y el pueblo no tenía nada para pelear; si hace nueve años tuvimos que empezar esta lucha con escopetas y con fusiles 22, y con revólveres y con pistolas (APLAUSOS); si hace nueve años tuvimos que atacar esa fortaleza que hoy es una escuela, donde había un regimiento, y éramos unos pocos hombres y estábamos mal armados y no teníamos entrenamiento militar; si hace seis años éramos otro puñado de hombres, éramos unos pocos hombres, mal armados también, los que organizamos las primeras guerrillas en las montañas, y ellos tenían ejércitos, tenían decenas de miles de hombres sobre las armas, tanques, aviones, todos los millones de la república, la ayuda de los imperialistas yankis, y, sin embargo, fueron derrotados.

¿Ustedes se acuerdan de lo que pasó el 10 de marzo, cómo Prío se metió en una embajada y se largó?  ¿Se acuerdan?  ¿Se acuerdan de cómo se fueron todos y dejaron al pueblo abandonado?

Claro que el pueblo no los quería, pero al menos el pueblo estaba dispuesto a defender la constitución; aunque aquella era una constitución burguesa y mala, por lo menos era mejor que el cuartelazo militar.  Se metieron en una embajada y se fueron.

Después Batista dijo que él tenía una bala en el directo (EXCLAMACIONES).  Llegó el 31 de diciembre —y eso que las tropas nuestras estaban todo lo más en Santa Clara—, se montó en un avión con todos sus generales, y se fueron.

Ahora resulta que se han unido los batistianos, los priístas, toda aquella gente, y creen que pueden volver a nuestro país, apoyados por los americanos (EXCLAMACIONES DE:  “¡Nunca!”).  Se han olvidado de la historia, se han olvidado de la historia; se han olvidado de que los que están en el poder fueron los hombres que lucharon, el pueblo, los que los hicieron correr a ellos el día 31 (APLAUSOS).  Se han olvidado de que ese pueblo, que empezó con unos pocos fusilitos, tiene hoy armas de todos tipos; tiene armas modernas, poderosas, para defenderse y para combatir, ¡un pueblo invicto!, como dice aquí este trabajador (APLAUSOS).

¿Cómo pueden soñar en volver aquí a quitarles las tierras a los campesinos; a matar de hambre a nuestros obreros; a dejar a nuestros niños sin escuelas; a volver a traer el robo, la corrupción aquí, el plan de machete, el abuso de aquella sociedad podrida, abusadora, explotadora?  ¿Cómo pueden soñar semejante cosa?

¿Cómo?  ¿Cómo pueden volver?  Bueno, pues creen que pueden volver.  Y los americanos creen que nos van a imponer otra vez a esos señores aquí en nuestro país (EXCLAMACIONES DE:  “¡Nunca!”).

Creen que aquí va a volver aquello de que a determinados teatros nada más podían entrar blancos, que en las playas nada más se podían bañar los ricos.  Creen qué puede venir aquí otra vez la discriminación, la humillación y todas aquellas cosas que había aquí.  Creen eso, y uno se pregunta, ¿estarán tan locos, o estarán tan equivocados que puedan imaginarse el regreso a nuestro país?

Bien, pero eso es lo que les pasa a todas las clases explotadoras cuando pierden el poder.  Su odio de clases no les deja ver las realidades; y, además, el apoyo de los imperialistas, el apoyo de los imperialistas...  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Raúl, Raúl!”), el apoyo de los imperialistas los hace creer que es posible volver a gobernarnos a nosotros por la fuerza (EXCLAMACIONES DE:  “¡Nunca!”).

Ya es tarde, ¡esa es la palabra!  Ya es tarde.  Pero hay algo más:  ¡Siempre fue tarde!  ¡Desde el primer día fue tarde y ahora es más tarde que nunca!, como dice aquí un ciudadano (APLAUSOS).

Esta lucha la comenzaron nuestros antepasados en 1868; desde 1868 han estado luchando.  Ustedes son descendientes de muchos de esos mambises que pelearon en nuestros campos de Oriente; ustedes han oído hablar de las historias, de las proezas, de las hazañas de nuestros mambises en 1868 y en 1895.  Todos los que viven en nuestras montañas, en nuestros campos, en la zona norte, en la zona sur, en todos los rincones de nuestra provincia, conocen aquella historia; conocen la historia de la intervención yanki, que cuando los españoles estaban casi derrotados, ellos vinieron a recoger los mangos bajitos, intervinieron, y a Calixto García no lo dejaron entrar en esta ciudad de Santiago de Cuba.  Después, quitaban y ponían gobernantes.

¿Bloqueo contra los ladrones?  ¡No!  ¿Bloqueo contra los criminales?  ¡No!  ¿Bloqueo contra aquellas pandillas explotadoras, discriminadoras?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¡No!  Contra aquellos no bloqueos, sino ayuda; porque todas aquellas pandillas los ayudaban a ellos; todas aquellas pandillas tenían vendida a nuestra patria, tenían vendido a nuestro pueblo y explotaban a nuestro pueblo en beneficio de la pandilla y de los monopolios extranjeros.

Por eso, a los imperialistas yankis nunca se les ocurrió quitarles el petróleo a Prío ni a Batista; ni quitarles la cuota azucarera; ni prohibir la exportación de piezas de repuesto para fábricas, ni de piezas de repuesto para automóviles o para camiones, para transportes.  ¡No!

Ellos han prohibido la exportación de piezas de repuesto para el poder de los trabajadores y para el poder de los campesinos; porque ellos no quieren poder de los trabajadores y poder de los campesinos en Cuba; porque poder de los trabajadores y campesinos en Cuba significa un aliento y un estímulo para la lucha de los campesinos y de los obreros de toda la América Latina y abur a los monopolios yankis en todo el continente (ALGUIEN DEL PUBLICO DICE:  “y les quita el sueño también”), y les quita el sueño (APLAUSOS).

Entonces, nos quitan la cuota azucarera; nos quitan el petróleo; prohíben la exportación de piezas de repuesto para que se paralicen nuestras industrias, para que se paralicen nuestros ómnibus, nuestro transporte; boicotean nuestras ventas en el extranjero.  Organizan pandillas de criminales; pagan a los que asesinan maestros, a los que asesinan brigadistas, a los que queman tiendas, a los que queman fábricas, a los que ponen bombas; los entrenan para matar, para matar ancianos, para matar niños.  Fíjense a quiénes asesinan:  a hombres del pueblo, a hombres humildes.  Asesinan a jóvenes que están enseñando; a pescadores como el que asesinaron en la Base de Caimanera; asesinan a humildes milicianos; a soldados que no son como los soldados de antes  —que estaban abusando y robando y dando planazos, y llevándose la gallina y llevándose el puerquito y metiéndose con las familias de la gente del pueblo—, ¡no!, sino a un soldado que defiende a su patria, que no roba, que construye una ciudad escolar, que corta caña, que es modelo y que es ejemplo de ciudadano (APLAUSOS).

Y torturan, como torturaban antes, como ustedes recordarán, que aparecían los hombres asesinados en las esquinas; los jóvenes, torturados.  Así apareció Ascunce y el campesino Lantigua, agujereados a punzonazos por los criminales que los mataron así a base de torturas; así torturaron al pescador.  Porque son los mismos; esos que están en la Base, los que están en Miami, los que están en Nueva York, son los mismos que aquí asesinaban, son los mismos que aquí torturaban, son los mismos que en el Oro de Guisa, por ejemplo, mataron a 45 campesinos en una tarde; los que en Ojo de Agua, en Peladero y en todos esos sitios mataron a familias enteras.  Esos son los mismos asesinos que asesinaban antes, y que asesinan ahora a hombres del pueblo.  ¿Al servicio de quién?  De los monopolios.

Cuando El Encanto era de unos millonarios, cuando el dinero que ganaban los dueños de esa tienda se lo iban a gastar al extranjero y lo guardaban en bancos de afuera, y no como ahora, que servía para hacer fábricas, o para enviar medicinas, o para enviar maestros o para hacer caminos para el pueblo, entonces no lo quemaban; y ahora lo queman.

Cuando la Compañía Eléctrica era compañía americana, entonces sí, entonces la cuidaban los imperialistas.  Entonces, ahora no, ahora que es del pueblo, ahora que hay un programa para electrificar, para duplicar la energía eléctrica de nuestro país, quieren destruir nuestra energía eléctrica.

Cuando la caña era de los latifundistas, entonces no la quemaban; y ahora sí venían sus avionetas, ahora sí venían sus agentes a quemar la caña, cuando es de los campesinos, cuando ya no tienen que pagar renta, o cuando es de los cooperativistas, o cuando es un centro de trabajo donde trabajan todo el año los obreros.  Cuando había tiempo muerto, entonces no quemaban caña; ahora que no hay tiempo muerto, ahora que trabaja todo el mundo, entonces ahora sí quieren quemar la caña.

Esa es la manera de actuar.  Entonces, ¿qué creen?  ¿Qué creen?  ¿Que van a acobardar al pueblo?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Que lo van a atemorizar?  ¿Que lo van a rendir a base de bloqueo?  ¿Que lo van a poner de rodillas?  (EXCLAMACIONES.)  Por esos métodos quieren volver a traernos a los Batista, a los Chaviano, a los Ventura, a los Prío y a toda aquella pandilla de ladrones, de corrompidos, de cobardes y de malversadores.  Por esa vía quieren volver a obligarnos a soportar el plan de machete, la incultura, el abuso, el tiempo muerto y aquella vida insoportable que llevaba el pueblo.

Y eso es lo que se creen los imperialistas y lo que se creen ellos.  Pero sencillamente el pueblo dice:  ¡No!  El pueblo dice:  ¡No pasarán!

Ya ellos se equivocaron una vez cuando lo de Playa Girón, creyeron que nuestros aviones nos los iban a destruir todos, que se iban a apoderar de un pedazo del territorio, que desde allí iban a empezar a bombardear comunicaciones, carreteras, ferrocarriles, ómnibus, camiones, ciudades (ALGUIEN DEL PUBLICO DICE:  “¡Pero quedaron!”).  ¡Llegaron y quedaron!  Ya se equivocaron una vez.

Pero, bien, ¿cómo tenemos que actuar nosotros frente a esos hechos?  ¿Cómo tenemos que actuar frente a esas realidades?

Campesinos y obreros:  nos hemos reunido aquí para conmemorar dignamente el 26 de julio; nos hemos reunido aquí para honrar dignamente la memoria de los que cayeron hace nueve años un día como hoy (APLAUSOS); nos hemos reunido aquí para rendirles tributo a todos los que han caído, desde el primer soldado mambí que cayó en 1868 hasta el último miliciano asesinado por los imperialistas (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE:  “¡Fidel, Fidel!”); nos hemos reunido aquí cumpliendo un deber de gratitud.  Pero también nos hemos reunido aquí para saber qué debemos hacer en este momento; nos hemos reunido aquí para saber cuál debe ser nuestra actitud para con la patria, para con la Revolución.  Nos hemos reunido aquí los hombres y mujeres del pueblo, los hombres y mujeres humildes del pueblo en cuyas manos están los destinos de la patria, el pueblo que gobierna hoy para su propio destino, el pueblo que gobierna hoy por su propio interés, el pueblo que trabaja para él y para sus hijos, para la generación presente y las generaciones futuras (APLAUSOS).

El pueblo de Oriente, el patriótico pueblo oriental, que ha dicho siempre presente (APLAUSOS), que ha estado siempre a la vanguardia de todas las luchas libertadoras (ALGUIEN DEL PUBLICO DICE:  “¡Y estaremos, Fidel!”), que ha dado millares y millares de héroes a la lucha por la libertad de su país; el pueblo de Oriente se reúne hoy a conmemorar este cuarto aniversario, no de una Revolución concluida sino de una Revolución que lucha, de una Revolución que no ha terminado sino que apenas ha empezado (APLAUSOS).

El pueblo de Oriente se reúne hoy para levantar la guardia, el pueblo de Oriente se reúne hoy para situarse también a la vanguardia de la ofensiva frente a los enemigos de la Revolución (APLAUSOS); el pueblo de Oriente se reúne hoy para decidir qué hacer frente a los peligros que amenazan a la patria, frente a las dificultades que pueda afrontar la Revolución.

Ustedes entienden la Revolución (EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”), ustedes saben lo que la Revolución significa (EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”).  Ya eso para ustedes no es un misterio, ya eso para ustedes no es un secreto.

Ahora bien:  nosotros debemos saber qué hacer.  Cada campesino, cada trabajador, cada estudiante, cada soldado y miliciano de la patria, como pueblo disciplinado, como parte de un pueblo revolucionario y disciplinado, debe saber cómo actuar, qué hacer en este momento de la Revolución, qué hacer frente a las dificultades, qué hacer frente a los enemigos.

Ya al pueblo no lo engañan palabras falsas, ya el pueblo comprende el significado real de cada palabra.  Los burgueses, cuando gobernaban en nuestro país, hablaban de “libertad”.  ¿Qué libertad?  La libertad de matar de hambre a los campesinos y a los trabajadores.

Pero, ¿de qué libertad podía hablar el mendigo?  ¿De qué libertad podía hablar el analfabeto?  ¿De qué libertad podía hablar el hombre sin empleo?  ¿De qué libertad podía hablar el niño que no tenía una escuela?  ¿Qué libertades eran aquellas?  Aquellas eran las libertades burguesas (ALGUIEN DEL PUBLICO DICE:  “La libertad de pedir limosna, Fidel”).  La libertad de pedir limosna; la libertad de ser explotado miserablemente; la libertad de tener que ir a parar a una cárcel, a un prostíbulo, para muchas personas humildes.  Esas eran las libertades de que podían hablar ellos.

Ya esas cosas no confunden a nadie.

La libertad de los politiqueros de politiquear, de robar, de malversar, de acabar con el país.

Ya esas cosas no confunden a nadie.

El pueblo ha ido aprendiendo mucho, se le han ido abriendo mucho los ojos.  Ya aquí muchas de las cosas que yo digo, no las digo yo, las dicen ustedes aquí  (ALGUIEN DEL PUBLICO DICE:  “Fidel, pero hay que aprender todavía”).

Eso sí.  Usted también ha dicho una verdad:  hemos aprendido mucho, pero nos falta mucho que aprender todavía.

Yo les voy a hacer una pregunta, ¿quieren?  ¿Me la van a contestar con sinceridad?  (EXCLAMACIONES AFIRMATIVAS.)  ¿Cuántos sabían lo que era revolución hace cuatro años?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Nadie!”)  ¡Que levanten la mano los que no lo sabían!  (LOS CONCURRENTES LEVANTAN LA MANO.)  Ahora, ¡que levanten la mano los que ahora saben lo que es la Revolución!  (TODOS LOS CONCURRENTES LEVANTAN LA MANO.)

Es decir, que nosotros queríamos la Revolución, pero no sabíamos bien lo que era.  ¿No es así?  El instinto nos decía que todo aquello era malo, el instinto nos decía que todo aquello había que barrerlo; pero no sabíamos cómo, no sabíamos cómo.

No vayan a pensar que eso era solo cosa del pueblo.  Eso era cosa de todos, incluso de nosotros.  Es decir, nosotros teníamos una idea, no teníamos la experiencia que tenemos hoy.

Cuando nosotros organizamos el ataque al cuartel Moncada, la mayor parte de los compañeros tenían entre 20 y 30 años; después fuimos a parar a la cárcel una parte, otra parte de los compañeros fueron asesinados y muy pocos pudieron escapar.

Después volvimos a la lucha, estuvimos 25 meses en la Sierra Maestra y, cuando llegamos al poder, la mayor parte de los compañeros seguíamos siendo hombres jóvenes, apenas de 30 años el promedio de los compañeros y hasta menos.

Nosotros teníamos muy poca experiencia.  Muchos compañeros con más experiencia o con más años nunca habían tenido oportunidad de vivir dentro de una revolución; nadie había vivido nunca dentro de una revolución.  Porque la revolución del año 1933 fue aplastada, fue aplastada por el imperialismo.  Entonces, nuestro pueblo tenía experiencia de lucha en el año 1868, en 1895, cuando Machado, después, pero no tenía experiencia de gobierno.

¡Figúrense ustedes!  Llegamos nosotros de la Sierra.  Sí, en la Sierra, en 25 meses habíamos aprendido a combatir a los soldados, a hacer emboscadas, a cercar tropas; habíamos aprendido a hacer la guerra.  Pero después había un problema muy difícil:  cómo gobernar el país.

No había organización, había muy poca experiencia, el aparato administrativo era el viejo aparato administrativo; había que empezar a hacerlo todo, y nosotros teníamos muy poca experiencia.

Pero ustedes recordarán que nosotros nunca dijimos que sabíamos; nosotros dijimos que estábamos como cuando habíamos desembarcado en el “Granma”.  ¿Ustedes se acuerdan de eso?  (EXCLAMACIONES AFIRMATIVAS.)

Nosotros nunca engañamos al pueblo.  Ninguno de nosotros se presentó ante el pueblo como grandes estadistas, como grandes gobernantes, sino le dijimos:  no sabemos nada, pero vamos a aprender; no sabemos mucho, pero tenemos buenas intenciones; no sabemos mucho, pero queremos trabajar por el pueblo; no sabemos mucho, pero queremos cumplir con el pueblo, ser fieles al pueblo, ser leales al pueblo (APLAUSOS).  Y, eso, lo hemos cumplido.  Hemos sido firmes, hemos sido fieles, hemos sido leales al pueblo, hemos trabajado para el pueblo.

No teníamos mucha experiencia, pero sí teníamos mucha voluntad de ayudar al pueblo (APLAUSOS).

Bien.  Pero a nosotros nos ha pasado como a ustedes.  Hoy no podemos decir que sabemos mucho, pero sabemos más; igual que ustedes, que no sabían lo que era revolución, no sabían lo que era el socialismo muchos de ustedes.  Y, entonces, les habían metido miedo con esa palabra, le habían metido miedo al pueblo.  Entonces usted se encontraba con un campesino que estaba pagando renta, que estaba pasando hambre; le preguntaba:  “Oye, ¿tú estás de acuerdo con que se haga una reforma agraria, se le confisque la tierra al latifundista, y tú no pagues más renta?”  Sí.  “¿Tú estás de acuerdo con que todas esas tierras que son del americano sean del país, y todos esos centrales?”  Sí.  “¿Tú estás de acuerdo con que se rebajen los alquileres, que se abran escuelas; que todos esos bancos, en vez de ser de unos particulares que prestan un interés altísimo, sean del Estado?”  Decían:  Sí.  “¿Que se acabe el analfabetismo?”  Sí.  “¿Que haya un ejército del pueblo, un pueblo armado?”  Y decía:  Sí.  Y a todo decía que sí.  “¿Tú estás de acuerdo con el socialismo?”  Ah, no.

Entonces, él le tenía miedo a la palabra, ¡él le tenía miedo a la palabra!

“¿Usted está de acuerdo con que se acabe la discriminación?”  Sí.  “¿Usted está de acuerdo con que se abran todas las playas para el pueblo?”  Sí.  Bueno, en todo estaba de acuerdo, con todas las cosas del socialismo; pero usted le decía:  ¿Está de acuerdo con el socialismo?  Y decía:  No.  Porque le habían metido miedo, le habían inculcado el temor.

Es decir que ese campesino, de hecho, y ese...  (EXCLAMACIONES)  Pórtense bien.  Bueno, es que no tienen la culpa; cada vez que se desmaya uno ahí...  Vamos a ver si hacemos un esfuerzo.

Bueno, entonces le habían metido miedo al pueblo con las palabras.  Al pueblo, al hombre sencillo de pueblo, lo habían mantenido en la ignorancia, analfabeto; no leía otro periódico y otra revista que los periódicos y las revistas de los burgueses, no oía otra cosa por el radio que la cosa de los burgueses, y le habían metido miedo con el socialismo.

Entonces, ustedes ahora dicen:  “Bueno, ahora entendemos mejor lo que es la Revolución.”  Ahora saben lo que es el socialismo.  ¿Qué es lo primero que predica el socialismo?  Que el que no trabaja no come.  Es decir que es obligación de todo ciudadano trabajar.  Ahora, ¿quién le tiene miedo al trabajo?  (EXCLAMACIONES.)  ¿El campesino le tiene miedo al trabajo?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  No puede tenerle miedo al trabajo, porque eso es lo que ha hecho toda la vida.  ¿El obrero le puede tener miedo al trabajo?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Por qué?  Porque eso es lo que ha hecho toda la vida:  trabajar.

¿Quién le tiene miedo al trabajo?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Los burgueses!”)  El explotador, porque ese nunca ha sudado la camisa; ese sacaba las cuentas nada más y cobraba; vivía sin trabajar, vivía del sudor de los demás.  A ese señor, hablarle del trabajo, es hablarle del mismísimo demonio, porque le tiene terror al trabajo.

Ahora, ¿el socialismo qué establece?  Nadie debe vivir del trabajo de los demás.  ¿A algún campesino, a algún obrero le preocupa que se suprima el derecho de los explotadores?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Le preocupa que se acaben los parásitos?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”), ¿que se acaben los vagos?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿A quiénes les preocupa?  A los vagos, a los parásitos, a los zánganos.  Ustedes los campesinos saben lo que es el zángano, que es el que en la colmena come y no produce miel (EXCLAMACIONES).

Bueno, no importa, si no se oye ahí hay que esperar; hay muchas más personas que están oyendo y hay que seguir hablando para ellos.

Ahora, el pueblo sabe que el socialismo significa que no se dilapiden los recursos, que no se bote el dinero, que no se vaya para el extranjero, que la economía se organice y se planifique, y que todo el dinero que antes botaban en vaguear y en lujos se invierta en fábricas, en medios de producción, para elevar el estándar de vida de todo el pueblo, para elevar los medios de vida y la capacitación técnica del pueblo.  ¿Quién no entiende eso?

Eso lo entiende el pueblo, y el pueblo está de acuerdo.

Ahora, los contrarrevolucionarios les dicen a los campesinos:  “Esto es socialismo, y te van a socializar la tierra.”  Y nosotros al pequeño campesino le hablamos bien claro y le decimos:  “No creas en esos cuentos de camino; esto es socialismo, y por ser socialismo no te vamos a socializar tu parcela de tierra.  ¿Por qué?  Porque tú, campesino, eres un aliado de la clase obrera; porque tú, campesino pequeño, no explotas a nadie; porque tú, campesino pequeño, trabajas con tu familia y produces.  La clase obrera no te quita tu tierra; al contrario, la clase obrera te da crédito, te manda maestros, te manda médicos, te construye caminos, te educa a tus hijos, te compra tus productos, te paga buenos precios, y se esfuerza por abastecerte de todo lo que tú necesitas en el campo.”  Eso es lo que le dice el obrero al campesino (APLAUSOS).

¡Que teman los latifundistas!  Pero al que no explota a nadie, al que trabaja, a ese campesino la clase obrera lo ayuda.

Hay algo más.  Ahora no hay quien recoja el café en las montañas.  ¿Por qué?  Porque no hay tiempo muerto, y como no hay tiempo muerto, ya aquella gente que se iba en tiempo muerto a recoger café, ya no va, porque está trabajando en las granjas y en las cooperativas.  Sin embargo, la clase obrera moviliza a los estudiantes y se los manda a los campesinos.

El año pasado los movilizó para enseñarlos a leer y a escribir, y este año los va a movilizar para que les recoja el café.

Ahora se oye por allá, porque hasta yo me estoy oyendo ya...  (RISAS y APLAUSOS).

Entonces, este año los va a movilizar para ayudar a los pequeños agricultores a recoger su café.

Cuando nosotros visitamos la Sierra Maestra, nos encontramos que había escasez de ropa, de zapatos y de algunos artículos.  Inmediatamente el Gobierno Revolucionario tomó medidas para que llegaran ropas y zapatos al campo, a las montañas, inmediatamente, y ya nosotros hemos sabido por los maestros voluntarios que a muchos sitios de las montañas han llegado esos artículos que faltaban.

Es decir que esa es la relación entre los obreros y los campesinos; por eso los campesinos son tan buenos aliados de los obreros; por eso los campesinos de las montañas de Oriente han dado, además de miles de soldados rebeldes que salieron de las montañas, 25 000 milicianos surgidos de nuestras montañas (APLAUSOS).  Esos campesinos han estado en el Escambray, han estado en toda la isla, luchando junto a los obreros, defendiendo a los obreros.  Así que esos campesinos de las montañas son los mejores aliados de la clase obrera, y por eso se habla de la alianza obrero-campesina.  Ellos tratan de producir vianda, de producir café, de producir artículos, ayudan a la economía; y, a su vez, los obreros los ayudan a ellos.  Los obreros los defienden a ellos; ellos defienden a los obreros.  Así que esa es la alianza (APLAUSOS).

Los campesinos no tienen que temer, los pequeños agricultores nunca tienen que temer ninguna medida de parte de los obreros, porque los obreros respetan la voluntad del pequeño agricultor; que él cultive como quiera; si quiere asociarse con otro, se asocia; si no quiere, no se asocia.  La Revolución respeta ese derecho del pequeño agricultor.

Ahora, ya es difícil engañar a un guajiro de la Sierra Maestra, o de Baracoa, o del Segundo Frente, y menos a ese guajiro que estuvo en contacto con las tropas rebeldes durante la guerra; y por eso ese guajiro, junto con la clase obrera, es en esta provincia un valladar infranqueable de la Revolución.

Los contrarrevolucionarios y el imperialismo, desde la base de Guantánamo, han tratado reiteradamente de organizar guerrillas en Oriente, pero no han podido, no han podido (EXCLAMACIONES), porque lo que les espera en las montañas no es de amigo (EXCLAMACIONES).  Esto es sin contar el llano, por supuesto; no, no, con los mismos guajiros que están allí.  Porque nosotros hemos visto la organización militar de los campesinos, y tienen una organización militar fantástica.  Les puedo asegurar que el que desembarque por ahí, filtrado o como sea, por la Sierra Maestra, no llega al firme, no llega al firme de la Maestra (APLAUSOS).  Además, esos campesinos son una infantería formidable; esos campesinos caminan más que cualquiera de nosotros, los que andamos por la ciudad, porque mientras nosotros nos sentamos un poquito a descansar ellos han caminado dos kilómetros más.  Son una formidable infantería.

Por eso los trabajadores tienen que mantener firme esa alianza entre los obreros y los campesinos.  Por su parte, los obreros hacen el máximo esfuerzo por ayudar a los campesinos en la educación, en las medicinas, en los víveres, en los abastecimientos, en los créditos, en los medios de trabajo que ellos necesitan, en los precios.  Es decir que esa alianza se mantiene sobre una base muy sólida.

Socialismo no quiere decir socializar a ese pequeño agricultor.  Ese pequeño agricultor es libre de asociarse o no; ellos pueden hacer lo que quieren.  Ese es un trabajador que trabaja él con su familia, no explota a nadie.

Ahora bien:  el socialismo sí dice que el especulador no debe existir; el socialismo dice que ese que quiere ganar sin trabajar no tiene ningún derecho a vivir del trabajo de los demás, que el explotador no debe existir.  Hay mucha gente que no quiere sudar la camisa, que enseguida quiere poner un negocito, un timbiriche, poner algo.

Bueno, hay todavía en nuestro país mucha gente parasitaria; hay burgueses urbanos y burgueses rurales.  Esa gente es amiga entre sí.  Los zapatos que llegan a la tienda de un burgués, los guarda para sus amigos burgueses; la ropa que llega a la tienda de un burgués, la guarda para sus amigos burgueses (EXCLAMACIONES).  Con la comida pasaba lo mismo, con la comida pasaba lo mismo, y ya se está organizando mejor eso; pero antes de que hubiera, por ejemplo, en La Habana, las tarjetas el que tenía padrino, “se bautizaba”, ¿no?  (EXCLAMACIONES.)  Es decir, los burgueses, entre burgueses, se ayudaban; a los trabajadores, no.

¿Qué tuvimos que hacer?  Pues tuvimos que establecer el racionamiento.  ¿Para qué?  ¡Ah!, para que los que tenían plata no se fueran a quedar con todo (EXCLAMACIONES), para que les tocara a los trabajadores.  Claro, antes no había problema porque el trabajador no tenía para ir a comprar allí; ahora, ¿quién no tiene algo para ir a la tienda a comprar?  Porque hoy en cada familia hay más de uno trabajando; en muchas familias hay dos, tres, cuatro; antes había uno nada más.  Y ahora, los cines siempre están llenos, los espectáculos públicos siempre están llenos, todo está lleno.

Claro, si usted deja que los que tienen dinero se distribuyan entre ellos la mercancía, salen perjudicados los trabajadores, y por eso se hizo el racionamiento.  Pero eso mismo lo que se hizo con los alimentos hay que hacerlo con otros productos, con una prioridad para los que trabajan (APLAUSOS).  ¿Quién debe tener preferencia?  ¿Quién debe tener preferencia en la adquisición de ropa y de zapatos?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Los que trabajan!”)  Los que trabajan.

Miren, ahora mismo el Gobierno Revolucionario está distribuyendo   5 000 refrigeradores.  No los sacó a la venta en las tiendas.  ¿Saben por qué?  Porque, si no, llega el que tiene plata y compra un refrigerador; entonces el trabajador a lo mejor no lo puede comprar.  Entonces, ¿qué se ha hecho?  Se han distribuido a través de los sindicatos los 5 000 refrigeradores entre los trabajadores, porque, si no, los burgueses compran los refrigeradores.  Hay 5 000.  Si tuviéramos 100 000...  pero eran 5 000 nada más.  Si sobraran...  pero no sobran, y como no sobran hay que vendérselos a los trabajadores.  Y cuando vengan otros 5 000, se los volvemos a vender a trabajadores (APLAUSOS); a los trabajadores organizados y a los campesinos pobres.  Oigase bien:  la preferencia es para los trabajadores organizados y para los campesinos pobres, es decir, para los trabajadores y para los pequeños agricultores (APLAUSOS).

¿Quién protesta de eso?  ¿Quiénes están de acuerdo con eso?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Todos!”)  ¿Todos estamos de acuerdo, verdad?  Que levanten la mano los que estén de acuerdo con...  Eso quiere decir que aquí no hay burgueses (EXCLAMACIONES).

Es decir que nosotros tenemos que ir organizando las cosas en nuestro país, de manera que los beneficios sean cada vez más para el que trabaja y cada vez menos para el que no trabaja.

Quizás el año que viene digamos:  “Bueno, pues, para ir a Varadero, hay que ser o trabajador o campesino pobre, pequeño agricultor.”  Y puede ser que todos esos centros los vayamos organizando poco a poco, de manera que todos esos bienes...  ¿Para quién deben ser?, para los que trabajan, para los que trabajan para la sociedad.

¡Ah!, el que quiere trabajar para él...  (EXCLAMACIONES), el que quiere trabajar para él, el que no quiere hacer nada por la sociedad, el que es ambicioso, el que es egoísta...  bueno:  que gane toda la plata que le dé la gana.  Bien:  pero cuando llegue a un centro turístico, las buenas playas, las mejores cosas, diremos:  “para los trabajadores”.

Les voy a explicar por qué:  porque, miren, el pueblo tiene mucho más dinero que todo lo que podemos producir ahora en este momento, porque cientos de miles de personas empezaron a trabajar, y las industrias que nosotros teníamos no alcanzaban para satisfacer toda la demanda actual.

Bien, pero la economía se irá desarrollando.  Ya para el año que viene, a fines del año que viene, estará terminada la fábrica de refrigeradores, de radios, de cocinas; ya tendremos nuestra primera fábrica de esos artículos terminada.

¿A quién se los vamos a dar?  A los trabajadores.  Porque, como nosotros sabemos que el pueblo tiene dinero, entonces tenemos que distribuir las cosas de manera que los beneficios sociales sean cada vez más para el que trabaja.  Eso es lo que quiere decir el socialismo (APLAUSOS).

Bien:  el problema es que ustedes vayan entendiendo estas cosas.  Estas cosas son en beneficio de los que trabajan.  Nuestra sociedad tiene que ser, cada vez más, una sociedad de los trabajadores y para los trabajadores; y cada vez menos una sociedad de los parásitos, para los parásitos.

¿Quiénes se oponen a esto, señores?  Los parásitos nada más (EXCLAMACIONES DE:  “¡Los parásitos!”).  ¿Quiénes se oponen a la justicia?  Los parásitos, los que quieren vivir de vagos.  A esos no tenemos que tenerles miedo.  Hay gente que, incluso, añora las compañías americanas.  Claro, porque llegaban a la compañía americana y les concedían ciertos privilegios, ciertos favores.

Miren:  ayer nosotros estábamos de visita en un museo en la Gran Piedra.  Entonces, era de los antiguos cafetaleros franceses, y allí, entre las cosas que se exhiben, están los grillos con que amarraban a sus esclavos.  Entonces, produce una impresión muy fuerte pensar en aquellos hombres que estaban atados por esas cadenas, y entonces uno se acuerda de lo siguiente:  que cuando se produjo la libertad de Haití, la sublevación de los esclavos de Haití, muchos de aquellos señores vinieron huyendo de Haití y algunos trajeron esclavos con ellos.  Es decir, algunos esclavos vinieron con aquellos señores, y prefirieron seguir siendo esclavos; habiéndose liberado los esclavos en su país, ellos vinieron de esclavos con sus amos y les seguían poniendo los grillos en los pies.

Y yo le decía a un compañero que estaba allí:  “Esto se parece, estos se parecían a algunos empleados de la compañía de teléfonos, por ejemplo”.  Hay algunos empleados de tipo aristocrático, de algunas de esas compañías, que tenían la misma mentalidad que esos esclavos que se fueron con sus amos y con sus grillos, que siguen añorando al jefe yanki que les hablaba con un inglés retorcido y, porque lo saludaba, estaba de lo más contento; y le echa de menos.

Pero, claro, hay un tipo de gente que trabajaba en compañías monopolistas y que hacía un trabajo muy cómodo, muy suave.  Ese no era el de cortar caña, ¿saben?  Ese no era el de trabajar en una cantera, en una obra, no.  Ese era un trabajo mucho más suave.  Y, claro, ciertos tipos de trabajo eran trabajos privilegiados con respecto al verdadero trabajador.  Porque, mientras el obrero agrícola es el que sostenía la industria azucarera, y la industria azucarera era la que sostenía aquí todos los ocios y todos los lujos de los ricos, sin embargo, esos trabajadores azucareros ganaban una miseria, haciendo el trabajo más duro, mientras había otro tipo de gente que la empresa se los trataba de ganar.  Hay de esa gente.

Bueno:  con esa gente hay que adoptar esta actitud:  tratar de convencerlos; si están confundidos, explicarles.  Bien:  si se ponen contra la Revolución, ¡enérgicos contra ellos!  Si se ponen a hablar boberías, salirles al paso enérgicamente y desenmascararlos (APLAUSOS).

La gran masa revolucionaria de los trabajadores y de los campesinos, no tiene nada que temer de esa gente.  Miren:  la gran masa revolucionaria no tiene que temer nada de nadie; se enfrentó al ejército, que decía que era invencible, y lo liquidó; se enfrentó al imperialismo, y aquí estamos.  Así que a los pocos confundidos, a los tipos esos que sienten nostalgia por los jefes yankis, y por los amos yankis, y por el tipo que les hablaba en inglés, y sienten nostalgia por el yugo, no hay que temerles; salirles al paso; sacarles en cara su falta de civismo, su falta de patriotismo; hablarles del pasado, de lo que había aquí; hablarles de nuestros campos, de la ignorancia, de la incultura, del juego, de todos los vicios que había.  Decirles:  “Mira, aquí la Revolución ha hecho esto y esto y esto; y aquí la Revolución ha hecho tal o cual cosa.”

Y, efectivamente, puede haber muchos revolucionarios que hagan las cosas mal hechas; porque, como yo les decía, compañeros, aquí cuando llegamos al poder, nadie sabía nada de nada, ¿comprenden?  Y una gran cantidad de personas tuvo que ponerse a hacer cosas que no sabían.

Claro, que cada día que pasa hay que ser más exigentes con la gente, porque ya no pueden dar la explicación de “yo no sabía”.  Porque, a esta hora, cuando el pueblo ha aprendido tanto, no puede haber un funcionario que diga “yo no sé”, porque hay 20 ciudadanos que le dicen lo que tiene que hacer inmediatamente, ¿comprenden?  (APLAUSOS.)

Claro está, compañeros y compañeras, el poder revolucionario lucha contra todo lo que está mal hecho.  No crea nadie que el poder revolucionario se cruza de brazos frente a las cosas que están mal hechas; nadie piense eso.  Nosotros todos luchamos incansablemente para corregir cada defecto, para superar cada dificultad, para que cada cosa que se hace mal se mejore.  Nosotros no somos magos; nosotros somos hombres, y tenemos que luchar mucho, y luchar con hombres para que cada cual cumpla disciplinadamente sus obligaciones.

Aquí también, ustedes vieron que ahorita había alguna gente que se empujaban unos a otros; nosotros no estamos de acuerdo con eso.  Quiere decir:  que hay que luchar.  Que el calor, los desmayados...  Pero, miren, cómo todo el pueblo ahora está callado, atendiendo.  Miren, allí todos los sombreros cómo se viran hacia acá; cómo han ido arrimándose, cómo han ido adquiriendo aquí más atención, más disciplina (APLAUSOS).

Es decir, luchamos contra dificultades; contra lo que se hace mal, luchamos.  Pero lo que no hay es que darle derecho al contrarrevolucionario a coger la calle.  No, la calle es ahora y siempre, y para siempre de los revolucionarios.  Y la calle es de nosotros (APLAUSOS); y la palabra es de nosotros; y la ofensiva es de nosotros; y cuando un gusano hable, hay que salirle al paso (APLAUSOS y EXCLAMACIONES DE:  “¡Paredón:”).  ¡No!  Con decirle cuatro verdades allí, rápidamente, con decirle cuatro verdades rápidamente...  ¡Qué!, no hace falta tanto como el paredón, no, ¡no!  No, para ese gusano parlanchín...  ese lo que es sembrador de bolas, ese es desmoralizador, ese hace el papel de quintacolumnista del enemigo.

Claro que hay gente que a veces está brava, amanece de mal humor y dice cualquier cosa; no confundir a ese con un gusano.  El hombre que está bravo en un momento —porque cualquiera se pone bravo—, no es un gusano.  El gusano se conoce hasta por el tipo, el vestido, la cara que pone, los ojos que pone (EXCLAMACIONES); el odio que destila...  (ALGUIEN DEL PUBLICO LE HABLA.)  ¿Cómo?  Bueno:  ya ese que quema caña es otra cosa.  Ese no es el parlanchín.

Bien, pero fíjense bien:  el odio que destila por los ojos.  ¿Ustedes no le han visto los ojos a un siquitrillado nunca?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”)  ¿Le han visto el odio que siente cuando ve pasar a un cubano negro por al lado, un hombre pobre?  ¿Cuando ve pasar a un trabajador, cuando ve pasar a un campesino, el odio y el desprecio que siente?  A ese se le ve.

El pueblo debe saber distinguir quién es un tipo que ocasionalmente puede expresar una inconformidad.  Bien.  Ahora, las críticas las hacemos en los centros de trabajo, en las asambleas, donde sea, en los seccionales, en las organizaciones de masa.  Todas las cosas que estén mal, allí tenemos que discutirlas; no es en la calle, no es en la calle, donde se aprovechan los enemigos.  Lo que esté mal tenemos que discutirlo en nuestros sindicatos, en nuestros comités de base de las organizaciones de masa, en nuestros núcleos revolucionarios, en las aulas.  Ahí  es donde tenemos que discutir lo que esté mal.  En la calle, somos defensores de la Revolución.

Porque, claro, la Revolución es obra de todo el pueblo.  Si la Revolución tiene defectos, es como el hijo que tiene defectos también.  Nosotros queremos que la Revolución sea perfecta, pero una cosa es las críticas que le hacemos los revolucionarios, y otra es las que le hacen los enemigos.  A los enemigos no se las aceptamos.  Las críticas tienen que ser de los revolucionarios para superarlas, porque los contrarrevolucionarios critican para destruir, y los revolucionarios critican para superar, para resolver (APLAUSOS).

Pero, además, la crítica no solamente hay que hacerla en los centros de trabajo, en las organizaciones, reunirnos con el sindicato, ¡en las organizaciones!, sino que los periódicos revolucionarios también deben criticar.  Y ningún administrador debe ponerse bravo porque lo critiquen; él tiene derecho de replicar, aclarar cualquier cosa, explicar cualquier problema.  Esas son las críticas que se hacen en los órganos de la Revolución, que hacen los revolucionarios entre revolucionarios.  Los contrarrevolucionarios no, porque ellos lo que quieren es destruir, ellos no nos quieren ayudar; ellos critican por destruir, por sembrar la desmoralización, el pesimismo, el desaliento.  Un revolucionario, un hombre de pueblo, un trabajador, un campesino, nunca se debe dejar desmoralizar por un contrarrevolucionario, por una mentira, por una intriga; nunca debe quedarse callado la boca frente a un contrarrevolucionario (APLAUSOS); porque esos son iguales que los que en la guerra, cuando hay peligro, abandonan la posición y huyen, tratando de que huyan los demás.

Los trabajadores y los campesinos tienen que tener una moral de trabajadores y de campesinos.  Los burgueses creen que los trabajadores y los campesinos son unos ignorantes y que creen cualquier cuento.  Y los trabajadores y los campesinos han aprendido mucho para que les vayan a creer los cuentos a los burgueses.

Y hay que tener fe en la Revolución, tener fe en el pueblo, tener fe en las masas; saber que con todas las dificultades, con todos los inconvenientes, y a pesar de las cosas que pueda haber mal hechas...  porque las cosas que se hacen mal no tenemos tregua contra ellas, hay que luchar incesantemente contra ellas, pero cada vez todo funcionará mejor.

Cualquiera de ustedes comprende que donde hay un mal administrador —y los hay en muchos lugares—, eso era una cosa inevitable.  Ya dentro de algunos años tendremos miles de administradores preparados por las escuelas de la Revolución, que sabrán cómo afrontar los problemas, cómo tratar a los obreros; miles de administradores salidos de la clase obrera.

Así que todos esos problemas se irán superando.  Pero la actitud del trabajador y del campesino tiene que ser firme y enérgica frente a sus enemigos de clase y frente a los agentes del imperialismo, ¡firme y enérgica!, porque esos quieren el pasado.  ¡Guerra a todo el que quiera el pasado!  ¡Guerra contra todo lo que quiera dar marcha atrás a la historia de la patria!  ¡Guerra contra todo el que quiera volver a la esclavitud!

Pues, bien, hablando de los grillos ayer, yo pensaba eso, que cuando aquí se predicaba la libertad de los esclavos, los burgueses decían:  “No, eso no puede ser; se arruina el país.”  Entonces hablaban del terror negro; para meter miedo, decían:  “Libertad para los esclavos, no, porque se va a instaurar un terror negro.”  Hoy hablan del terror rojo.

Es decir, antes, para oponerse a la libertad de los hombres, sembraban el miedo al negro; hoy, siembran el miedo al socialismo y al comunismo.  ¿Para oponerse a qué?  A la libertad de los esclavos.  Porque antes eran esclavos que tenían un grillo en las piernas, pero había algunos que no lo tenían y eran esclavos, que no se diferenciaban nada de un campesino que pagaba el 50% de lo que producía, que no se diferenciaban nada de un trabajador que ganaba 50 centavos o un peso trabajando para los latifundistas.

Entonces, cuando hablamos de la libertad de los esclavos, cuando hablamos de la justicia, entonces ellos tratan de sembrar el miedo.  Y hay gente que, sin duda, estaba tan corrompida y tan envilecida, que prefería aquel régimen de esclavitud, prefería el capitalismo; hay gente que no tenía un quilo donde caerse muerto, y prefería el capitalismo, porque estaba envilecido por completo.  Era como el perro manso ese, que se cansan de darle patadas y sigue lamiéndoles las botas (EXCLAMACIONES).

El hombre de dignidad, el trabajador y el campesino, no tienen ese espíritu de perro manso.  Esos que defienden al capitalismo y a los gringos imperialistas, esos tienen espíritu de perro manso (DEL PUBLICO LE DICEN ALGO).

Porque ustedes tienen que estar atendiendo ahora aquí, y no estar distrayéndose, sencillamente; eso es lo que pasa.  Cada cosa a su lugar.

Bien:  oigan esto, para que después los contrarrevolucionarios no les tomen el pelo por ahí (EXCLAMACIONES).

Por eso hay que organizar círculos de estudio, hay que organizar las escuelas, que ya están organizadas, aprovechar todas las escuelas de instrucción revolucionaria; hay que armarse de parque, como decía Raúl, “parque para el cerebro”; hay que aprender, hay que estudiar, hay que leer los periódicos, hay que leer la prensa revolucionaria, las revistas revolucionarias, oír los programas revolucionarios, ¡y aprender!, para saberles discutir a nuestros enemigos, saber discutir contra los parásitos, contra los gusanos, contra los perros mansos contrarrevolucionarios, contra los egoístas (APLAUSOS).

Bien.  Ahora, ¿eso solo es la Revolución?  ¿Ese es el principal deber del revolucionario:  hablar, discutir?  ¡No!  (ALGUIEN DEL PUBLICO LE DICE:  “¡Trabajar!”)  ¡Ah!, lo ha dicho ese obrero.  ¿Cuál es el principal deber del revolucionario?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Trabajar!”)  Si queremos un futuro mejor para nuestra familia, si queremos tener más casas, más fábricas, más caminos, más ropa, más zapatos, más alimentos, más pescado, más carne, más aves, más huevos, más leche, más arroz, más frijoles, más de todos esos artículos, ¿qué vamos a hacer?  ¿Vamos a esperar que lo produzcan para nosotros?  ¡Eso lo tenemos que producir nosotros!

Si queremos más, ¿qué necesitamos?  ¡Trabajar!

Miren, para tener más producción hacen falta dos cosas:  en primer lugar, trabajar.  Pero, para que el trabajo humano rinda, hacen falta dos cosas:  instrumentos de trabajo y técnicas.  No produce lo mismo la tierra que se abona que la tierra que no se abona; no producen lo mismo la semilla que se selecciona que la semilla que no se selecciona; no produce lo mismo una yunta de bueyes que un tractor.  Es decir que la máquina es la gran amiga del hombre.

El trabajo es la fuente de toda la riqueza, pero el trabajo se hará cada día más simple, el trabajo cada día se hará menos duro, en la misma medida en que tengamos máquinas y tengamos técnica, es decir, capacidad técnica.

Lo que resuelve eso son tres cosas:  la industrialización, la mecanización y el estudio.  Eso lo entiende cualquier trabajador.  Por ejemplo, no es lo mismo cortar caña a mano que cortarla en máquina; una máquina cortará la caña de 25 ó 30 obreros.  Lo mismo se irán tecnificando y se irán mecanizando la construcción, las tareas agrícolas, las fábricas.  Entonces, mientras más se mecanice el trabajo, es menos horas de trabajo, menos sacrificios y más producción; esos son los caminos.

Pero, hoy, lo que nosotros tenemos que comprender es que si queremos más ropa, más zapatos, más casas, más alimentos, tenemos que producirlos, y no andar pensando tanto en lo que falta, como pensar que lo que falta no faltaría si nosotros estuviéramos en condiciones de producir más.

La actitud de los obreros frente al trabajo.  El trabajo no es un castigo, el trabajo es una función honrosa y digna para cada hombre y para cada mujer.  El trabajo creador, el trabajo que no es víctima de la explotación, el trabajo para beneficio del trabajador y para beneficio del pueblo, es la función más honrosa que puede tener el hombre.

El pan que se come no sabrá agradable si no es pan que se gana con el trabajo; el pan más agradable es el pan que se gana con el trabajo.  La ropa y los zapatos, y la casa que vivimos con nuestro trabajo, es la que nos viste mejor y es la que nos satisface más.

Por eso, el trabajo es lo que distingue al hombre de los animales, porque los animales viven de lo que les da la naturaleza; el hombre vive de lo que produce, en lucha, transformando a la naturaleza, explotando a la naturaleza, y todo el desarrollo del hombre fue impulsado por el trabajo.  ¡El trabajo ha sido el gran maestro de la humanidad, el gran propulsor de la humanidad!  y por eso el hombre domina cada vez más la naturaleza, gracias a la experiencia que fue adquiriendo a través de miles de años.  Y el hombre llegará a producir tanto cuanto necesita para vivir decorosamente.

y nuestra Revolución ayudará a nuestro pueblo a tener un día satisfechas todas sus necesidades, cuando nuestro pueblo sea un pueblo de trabajadores, cuando nuestro pueblo tenga las máquinas y las industrias suficientes, cuando nuestro pueblo tenga la capacitación técnica necesaria.

No olvidar eso nunca:  ¡Que solo el trabajo nos llevará a la satisfacción de nuestras necesidades!  Y, por eso, trabajadores y campesinos, hay que tener una actitud digna ante el trabajo, hay que tener una actitud revolucionaria ante el trabajo, ¡todos!  Esta es una obligación de todos.  Hay que luchar contra toda forma de pereza, de holgazanería; hay que luchar contra toda forma de ausentismo; hay que luchar contra toda forma de vagancia.  ¡Hay que trabajar!  Hay que luchar contra todos esos errores, luchar contra el burocratismo, investigar siempre dónde están las fallas de organización.  Y es deber de las masas luchar porque se trabaje y porque se rinda, porque la única solución a nuestras necesidades, la única solución a nuestras escaseces, es nuestro trabajo.

Nuestro pueblo tendrá todo lo que sea capaz de producir; lo que seamos capaces de producir no nos lo quitará nadie, lo que seamos capaces de producir será para nosotros, lo que seamos capaces de producir será lo que tengamos.  Y no tendremos lo que en nuestra tierra rica, lo que con nuestros recursos naturales no seamos capaces de producir.

Ahora, nadie crea que la abundancia se conquista de la noche a la mañana.  ¿Alguien cree que la abundancia se conquista de la noche a la mañana?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Que de hoy para mañana vamos a tener una gran abundancia de todo?  ¿Que vamos a tener toda la carne que queremos de hoy para mañana?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¡Eso lleva tiempo, lleva trabajo, lleva esfuerzo!

A trabajar los campesinos, los obreros agrícolas, los obreros todos:  los trabajadores de la construcción, los trabajadores de la administración, los técnicos.  Eso es lo que poco a poco nos permitirá ir pasando de las escaseces de hoy a la abundancia de mañana.  Hoy lo más que se puede hacer es repartir bien lo que tenemos; pero no podemos repartir lo que no tenemos.

Y les advierto una cosa:  que estamos recibiendo una gran ayuda del exterior, que estamos recibiendo una extraordinaria ayuda del exterior (APLAUSOS).  No solo estamos consumiendo o invirtiendo lo que producimos, sino que estamos consumiendo e invirtiendo lo que nos están enviando del exterior los países socialistas, los países amigos de nuestra Revolución (APLAUSOS).  Es extraordinaria la ayuda que estamos recibiendo.

Pero está bien que recibamos esta ayuda ahora; no vamos a aspirar a estarnos toda la vida pidiéndoles a otros pueblos que nos manden el producto de su esfuerzo.  Nosotros no podemos convertirnos en un pueblo parasitario; está bien que nos ayuden ahora; es correcto que nos ayuden ahora, pero nosotros tenemos que ir creando nuestra propia riqueza, ir elevando nuestra capacidad de producción, para que algún día todo lo que nosotros necesitamos seamos capaces nosotros de producirlo, o de producirlo o de cambiarlo por los artículos que nosotros producimos.

Ahora, ¿ustedes saben quiénes son los que tratan de sembrar la desmoralización cuando hay escaseces?  ¿Saben quiénes?  ¡Los burgueses!  Los burgueses del campo, es decir, esos terratenientes que quedan por ahí; los burgueses urbanos.  Esos son los que tratan de desmoralizar al pueblo con sus quejas y sus protestas, son los que aprovechan de todo para tratar de sembrar el pesimismo.  Esos burgueses todavía infectan el espíritu de la Revolución.

Es necesario que nuestro pueblo tenga cada día un espíritu más fuerte.  En la medida en que organicemos nuestra sociedad como una sociedad de trabajadores, iremos fortaleciendo el espíritu proletario de nuestra Revolución e iremos aplastando el espíritu blandengue de los burgueses.  Entonces nuestro pueblo estará mejor, nuestro pueblo estará más preparado (EXCLAMACIONES).

Una cosa quiero decirles.  La lucha revolucionaria, compañeros, no ha terminado todavía ni mucho menos; la lucha revolucionaria está empezando.  ¿Ustedes entienden?  Ustedes dicen que entendían ahora más; dentro de cuatro años van a entender mucho más.  Todavía nos falta mucho en organización, en preparación, en capacitación, en disciplina, para que nuestro pueblo sea más fuerte, para que nuestro pueblo sea más capaz, para que nuestro pueblo vaya venciendo las dificultades.  A medida que vayan desapareciendo los parásitos que quedan, a medida que vayan desapareciendo los explotadores que quedan, la Revolución se irá fortaleciendo.

Nosotros les decíamos, trabajadores y campesinos, que estábamos empezando.  Hoy se conmemora el noveno aniversario del 26 de julio.  La lucha comenzó aquel día, la batalla comenzó aquel día; pero terminó cinco años, cinco meses y cinco días después, el primero de enero de 1959, cuando al fin esa fortaleza, con todos sus soldados, plegó su bandera ante el avance victorioso de nuestras fuerzas.  Eso significó el triunfo de la lucha por la conquista del poder.  Una vez que el pueblo tuvo el poder, comenzó una lucha más difícil, comenzó una lucha más difícil, que es la lucha contra el imperialismo.  Esa es la lucha más larga que tenemos, y es una lucha que estamos empezando.  Es necesario que comprendamos esto, que esta lucha está empezando.

Es necesario que comprendamos que todavía nuestra Revolución tiene muchos riesgos por delante; no diría riesgos:  tiene batallas que librar por delante.  Es necesario que comprendamos que las amenazas imperialistas continúan sobre nuestro país, que las amenazas de agresión imperialista —y presten atención a esto— son todavía grandes para nuestra patria.

Los imperialistas han usado distintas tácticas.  Utilizaron el sabotaje, la organización de bandas contrarrevolucionarias, la invasión de mercenarios; después estrecharon el bloqueo económico.  Ellos creían que nos iban a derrotar por hambre.

Ahora bien, en la medida en que los imperialistas se convenzan de que el bloqueo fracasa, de que la Revolución resiste; en la medida en que la carrera armamentista del imperialismo se desarrolla; en la medida en que la situación del imperialismo es más desesperada, vuelven a acrecentarse los peligros de agresión directa del imperialismo yanki sobre nuestro país.

Nosotros no debemos bajar la guardia, nosotros no debemos descuidar nuestra defensa.  Antes, por el contrario, tenemos que fortalecer, tenemos que fortalecer nuestras defensas, nuestros elementos de combate y de lucha frente al imperialismo.

Ya nuestro país no corre ningún peligro de invasión mercenaria; es decir que ya los mercenarios no constituyen ningún peligro, porque con el armamento que tenemos ahora, las fuerzas de combate que tenemos ahora, cualquier invasión de mercenarios la barremos (APLAUSOS).

Los imperialistas yankis están muy lejos de haberse resignado a nuestra Revolución, los imperialistas yankis siguen planeando agresiones contra nuestra patria.  Por lo tanto, el único peligro que tiene nuestra patria es el peligro de la invasión directa de las fuerzas armadas yankis.  Y frente a ese peligro tenemos que prepararnos, frente a ese peligro tenemos que organizar nuestras defensas, frente a ese peligro tenemos que tomar también las medidas necesarias.  Los imperialistas se están armando hasta los dientes (PASA UN AVION y LA MULTITUD LANZA EXCLAMACIONES).  Atiendan, compañeros, dejen el avioncito ese, que no es el único que tenemos ni mucho menos (APLAUSOS y CONSIGNAS REVOLUCIONARIAS).  ¡Tenemos ese avioncito, etcétera, etcétera, etcétera!  (APLAUSOS.)

Es decir que debemos estar conscientes, no dormirnos sobre los laureles, no bajar la guardia, comprender que los imperialistas...  (PASA OTRO AVION.)  ¿Otro más?  (APLAUSOS y EXCLAMACIONES DE “¡Venceremos, venceremos!”)  Eso no es nada, compañeros, eso no es nada, eso no es más que el preámbulo.

Bueno, les decía que no debemos olvidarnos de los peligros que todavía tenemos, ni asustarnos tampoco por esos peligros (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”).  Por tanto, ¿qué peligro queda a nuestra Revolución?  Una invasión directa.  Tenemos que prepararnos contra esa invasión directa, tenemos que organizar las defensas necesarias para rechazar una invasión directa de los imperialistas.

Cuando nuestra Revolución pueda decir que está en condiciones de rechazar un ataque directo, habrá desaparecido el último peligro que pese sobre la Revolución.  Y, por lo tanto, la Revolución tiene que tomar medidas que garanticen la efectividad de la lucha y de la respuesta a cualquier ataque directo de los imperialistas yankis.  Porque Kennedy tiene en el meollo, el señor Kennedy tiene metido en los sesos y entre ceja y ceja atacar a nuestro país (EXCLAMACIONES).  El señor Kennedy, el Gobierno de Estados Unidos, se ha negado terminantemente a dar seguridades de ninguna clase acerca de sus planes con respecto a nuestro país.  En ningún momento han dado ninguna seguridad de que no harán a nuestro país víctima de una agresión.

Ustedes mismos han visto cómo en la base yanki, base que tienen por la fuerza.  Porque esa base ellos se apoderaron de ella cuando la intervención y esa base la tienen contra la voluntad de nuestro pueblo, es un pedazo de nuestro territorio el cual tienen ocupado por la fuerza (EXCLAMACIONES DE:  “¡Fuera!”).

Claro está que nosotros no les vamos a quitar esa base por la fuerza.  Nosotros no queremos hacer lo que ellos quieren que nosotros hagamos, ello sería para ellos un gran pretexto; pero conste que esa base está contra la voluntad del pueblo cubano y que esa base es un pedazo de nuestro territorio, del territorio nacional de Cuba, que los imperialistas yankis tienen contra nuestra voluntad; base que han utilizado como centro de corrupción; base que han utilizado para conspirar; base que han utilizado para dar albergue a criminales, para preparar bandas de contrarrevolucionarios; base que han utilizado para asesinar cubanos.  Un obrero, hace unos meses; y ahora han declarado que las investigaciones no les han dado ningún resultado; un pescador humilde, asesinado de manera cruel e inhumana.  Ellos tienen ese pedazo de nuestro territorio que lo utilizan, de nuestra tierra, al cual no hemos renunciado; base que no les vamos a quitar por la fuerza, pero pedazo de tierra al cual no renunciaremos jamás y que no cejaremos de reclamar hasta que se devuelva a nuestro país; base que es además un puñal clavado en el corazón de la tierra cubana (APLAUSOS); base de donde realizan provocaciones todos los días, hacen disparos, soldados borrachos se paran allí a tirar tiros contra nuestras líneas y a cometer...

Por ahí anda una película donde se ve un americano borracho completamente tirando piedras; tiran bombitas, hacen disparos, y están...  ¿Qué se puede esperar del montón de “habitantes” esos que tienen ahí, soldados mercenarios que tienen en esa base, borrachos consuetudinarios una buena parte de ellos, sino las provocaciones que cometen contra nuestros soldados y contra nuestro territorio?

Pero, frente a todas las provocaciones, nuestros soldados tienen órdenes de no disparar, órdenes de soportar firmemente, y efectivamente demuestran una superioridad, una moral y una disciplina superiores a las de los soldados del imperialismo, porque están allí esos muchachos serios, firmes, disciplinados, y no se dejan arrastrar a ninguna provocación (APLAUSOS).

Pero nosotros sabemos que los imperialistas, nosotros sabemos que el Gobierno de Estados Unidos, nosotros sabemos que ellos, no han cejado en sus planes de agresión a nuestro país y que, a medida que aumenta la carrera armamentista del imperialismo, a medida que su situación es cada vez más desesperada, a medida que fracasa su Alianza para el Progreso...  Porque recordarán aquellos gobernantes que rompieron con nosotros.  ¿Se acuerdan de Frondizi?  Ya lo echaron de un puntapié los propios militares, instigados por las misiones militares del pentágono.  ¿Se acuerdan de aquel señor Prado?  Ya lo echaron de otro puntapié también los militares.  Aquellos gobiernos sin decoro y sin vergüenza, aquellos dóciles criados del imperialismo, fueron echados del poder por golpes de Estado que implican un espíritu más reaccionario todavía.

Pero todo eso está dando al traste con las esperanzas que el imperialismo puso en su comedia de la Alianza para el Progreso.  A medida que fracasa la Alianza para el Progreso, a medida que el imperialismo recibe golpes en todas partes, los peligros de un zarpazo agresor contra nuestra patria aumentan.

Cuando ellos se convenzan de que el bloqueo ha fracasado; cuando ellos vean que las medidas que el Gobierno Revolucionario está tomando para aumentar la producción, sobre todo en el campo de la agricultura, surten sus primeros efectos, los peligros de ataque armado del imperialismo aumentarán sobre nuestro país.

Y por eso, tenemos que estar alerta.  No debemos dormirnos sobre los laureles.  Debemos estar conscientes de ese peligro.  No olvidemos cuando Girón, en vísperas de Girón, cómo ellos negaban sus planes, cómo trataban de agarrarnos por sorpresa, y nosotros advertimos el peligro y no nos agarraron por sorpresa, y estábamos preparados y los derrotamos.

Debemos estar conscientes de que, en la medida en que el imperialismo vea que todos sus esfuerzos contra la Revolución se estrellan, que todos sus planes fracasan, que sus bandas mercenarias son aniquiladas, que los saboteadores son destruidos, que los contrarrevolucionarios son aplastados, el peligro de un zarpazo aumenta.  Pero una vez más, una vez más, se equivocarán, porque una vez mas los cubanos estaremos alerta, una vez más adoptaremos las medidas que sean necesarias, una vez más fortaleceremos cuanto sea necesario nuestras defensas militares a fin de estar en condiciones de rechazar cualquier ataque imperialista.  Y cuando hayamos estado en condiciones de poder decir que un ataque imperialista directo se estrellaría contra nuestras defensas, entonces habrá desaparecido para nuestro país el riesgo mayor.

Claro que nuestro país corre los riesgos que hoy corre toda la humanidad progresista.  Cualquier guerra que los imperialistas desatasen contra las naciones progresistas, la desatarían también contra nosotros.  Cualquier guerra que los imperialistas desatasen, cualquier guerra mundial, la desatarían también contra nosotros.  Porque es que el mundo de los pueblos es muy ancho; la fuerza de los pueblos, de los distintos pueblos del mundo, se acerca cada vez más y más.  Los pueblos se acercan, el enemigo es común.  La humanidad progresista, la humanidad que lucha por el socialismo y por la independencia nacional y por la paz, tiene por enemigos comunes a los guerreristas yankis.  Los guerreristas yankis amenazan a la humanidad.

La Unión Soviética ha tenido que prepararse (APLAUSOS); la Unión Soviética ha tenido que dedicar enormes recursos a preparar su defensa frente al peligro de ataque imperialista, frente al peligro de que el neofascismo, encarnado por el imperialismo yanki, repita la triste hazaña del nazismo alemán.  La Unión Soviética y todo el campo socialista se ven obligados a invertir ingentes energías y recursos frente al peligro de ataque imperialista.  Los países socialistas quieren la paz; el socialismo lucha por la paz, el socialismo necesita la paz.

En cambio, el imperialismo ha sido promotor de guerras exterminadoras.  Los monopolios imperialistas necesitan de la guerra para hacer negocios, para obtener ganancias; los monopolios guerreristas necesitan del peligro de guerra y constituyen una amenaza para la humanidad.

Cualquier peligro que corra la humanidad progresista lo corremos nosotros hoy; cualquier guerra que desataran contra el campo socialista los imperialistas, la desatarían también contra nosotros.  Y por eso tenemos que prepararnos.  No solo porque sabemos que el imperialismo nos amenaza; no solo porque el señor Kennedy, que es un señor terco, tiene entre ceja y ceja la idea de atacar a nuestro país —y nosotros lo sabemos—, sino porque el mundo vive bajo el peligro de la agresión imperialista, las naciones progresistas viven bajo el peligro de la guerra con que amenazan los imperialistas, y nosotros sabemos que cualquier guerra que desaten los imperialistas contra la humanidad progresista, la desatarán también contra nosotros.

Pero nosotros tenemos que afrontar valiente y resueltamente las realidades, enfrentar valientemente y resueltamente el peligro.  Nosotros no queremos agresión, nosotros no queremos guerra; nosotros queremos la paz, nosotros queremos la amistad con todos los pueblos (APLAUSOS).

Esa es nuestra política exterior; pero no tenemos la culpa de la necesidad que nos imponen, de los peligros conque nos amenazan los imperialistas, y por eso, tenemos que saber mirar cara a cara esos peligros.  Y nuestro pueblo debe prepararse para cualquier contingencia, para cualquier ataque, de manera que podamos decir:  ¡Esta isla no!  ¡Esta isla no la podrán tomar jamás los imperialistas yankis! (APLAUSOS y EXCLAMACIONES DE:  “¡Fidel, Jruschov!”)

Para nuestro pueblo, para nuestro pueblo no hay nada difícil, para nuestro pueblo no hay nada imposible.  Nuestro pueblo fue el último que se libró de la colonia española, pero ha sido el primero que se libró del imperialismo yanki.  Nuestro pueblo hoy marcha a la vanguardia de la América Latina (APLAUSOS).  Somos el primer país socialista de América Latina, somos el primer país que nos libramos del imperialismo yanki.

Y ese honor histórico, y lo que eso promete para nuestra patria, exige riesgos; y si exige riesgos, corremos los riesgos que sean necesarios.  Exige peligro; correremos los peligros que sean necesarios (APLAUSOS).  Si exige sacrificios, soportaremos los sacrificios que sean necesarios.

Nosotros sabemos que el pueblo es fuerte, que el pueblo trabajador y campesino es fuerte; débiles son los parásitos, débiles son los burgueses, que tratan de contagiarnos con su debilidad.  Y nosotros debemos decirles:  si ustedes no son capaces de contagiarse con nuestro valor proletario, con nuestro espíritu proletario, con nuestra dignidad proletaria, no vengan a infectar al proletariado, no vengan a infectar a los trabajadores con su cobardía, con su pobreza de espíritu, con su miseria moral (APLAUSOS).

El pueblo es fuerte.  El pueblo que se libera, el trabajador y el campesino que han conquistado su libertad, pueden decir como en aquellos versos:

Si morimos, ¿qué es la vida?

¡por perdida ya la dimos

cuando el yugo del esclavo

como bravos sacudimos! (APLAUSOS.)

Es decir, nuestro pueblo está hecho ya, se está forjando y se forja cada día más.  Es un pueblo firme, es un pueblo disciplinado, es un pueblo valiente.

Los imperialistas, con nuestro pueblo, se toparon con la horma de sus zapatos aquí en América Latina (APLAUSOS).  Nos despreciaban, y resulta que éramos muy superiores que lo que ellos nos estimaban.

Y, efectivamente, solo un gran pueblo, solo un pueblo consciente, solo un pueblo valeroso puede llevar adelante, puede escribir la página de la historia que nuestro pueblo está escribiendo hoy.  ¡A esa página no renunciaremos!  ¡Esa página la seguiremos escribiendo!  ¡Los cubanos seguiremos escribiendo esta página!  (APLAUSOS.)

Los cubanos no daremos un paso atrás (EXCLAMACIONES DE:  “¡Nunca!”).  Los cubanos podremos seguir sintiéndonos orgullosos de llamarnos cubanos.

Pero cubanos no son todos los que han nacido en esta tierra.  Quien nació por accidente, y al nacer se encontró rodeado de privilegios y creyó que era señor natural y por encima de sus conciudadanos; quien en esta hora se pone contra su patria; quien en esta hora se pone contra la bandera gloriosa que ha visto derramar la sangre de generaciones de cubanos, por servir los intereses extranjeros, por servir los intereses de los enemigos de la patria, ¡ese no es cubano, ese llevará eternamente la vergüenza de haber dejado de ser cubano!  ¡Esos son traidores!  Esos que en la lucha entre la patria y el enemigo se ponen al lado del enemigo, ¡esos no son cubanos!  ¡A esos no los admira nadie en el mundo!

Al cubano que admiran en el mundo no es al que se fue para Miami; es a este cubano, a este trabajador, a este campesino, que adondequiera que llega lo miran con respeto, lo miran con simpatía, lo miran con admiración.  Porque los pueblos del mundo se admiran de cómo nuestro pueblo ha podido sostener esta lucha.  Y nosotros podemos decirles a todos los pueblos del mundo, de América y del mundo, a través de sus representantes que están aquí, de las delegaciones que nos visitan:  ¡Confiad en Cuba!  ¡Cuba se mantendrá firme, Cuba se mantendrá victoriosa! (APLAUSOS y CONSIGNAS DE:  “¡Venceremos!”  y  “¡Cuba sí, yankis no!”)  ¡Cuba no será aplastada, Cuba no será vencida!

Nosotros tenemos esa seguridad y nosotros tenemos esa fe, porque en nuestro pueblo tenemos grande, infinita fe.  Y esa fe es la que nos ha conducido a la victoria.  Esa fe fue la que nos acompañó desde el primer instante de la lucha, la que nos acompañó aquel día y nos acompañó siempre; hoy, con más razón.

Antes éramos unos pocos.  Aquella tarde, después del ataque, no quedamos sino un grupo de hombres dispersos; y hoy, nueve años después, somos en la tarde de hoy cientos de miles de cubanos reunidos aquí, defendiendo la misma bandera, defendiendo la misma causa, empuñando las mismas armas (APLAUSOS).

Hemos crecido, somos cientos de miles, somos millones.  Y no somos solo los cubanos; somos los latinoamericanos (APLAUSOS).  ¡Y no somos solo los latinoamericanos; somos parte de la humanidad progresista, somos socialistas, somos marxista- leninistas!  (APLAUSOS y CONSIGNAS DE:  “¡Fidel, Jruschov, estamos con los dos!”  y “¡Fidel, seguro, a los yankis dales duro!”)

Somos marxista-leninistas, y el marxismo-leninismo es la doctrina que guía a 1 000 millones de seres humanos, 1 000 millones de obreros y de campesinos como ustedes (APLAUSOS).

Por eso un obrero grita aquí:  ”¡Viva la unidad obrero-campesina!” (APLAUSOS.) “¡Viva el internacionalismo proletario!” (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE:  “¡Viva!”)  “¡Viva la Revolución de los obreros y de los campesinos!”  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Viva!”)  Y la fuerza de los campesinos y trabajadores, la fuerza del poderoso movimiento proletario de todo el mundo, es parte de nuestra fuerza, ¡y es fuerza con la que nuestro pueblo puede contar!  (APLAUSOS.)

Por eso más que nunca tenemos fe en la victoria.  ¡Allá los cobardes si no nacieron con temple suficiente para vivir en un país como este y ser miembros de un pueblo como este, en una hora como esta!  (APLAUSOS y EXCLAMACIONES DE:  “¡Que se vayan!”)  ¡Allá a los que les falten nervios, que nosotros nos sentimos orgullosos de haber nacido en esta época, orgullosos de pertenecer a un pueblo como este (APLAUSOS), de hacer una Revolución como esta (APLAUSOS), y de vivir una hora de la humanidad como esta!

Porque estamos viviendo una hora llena de riesgos, es verdad, porque toda la humanidad progresista corre los riesgos de la agresión imperialista; pero vivimos también la hora más luminosa de la humanidad, la hora donde los hombres humildes de los pueblos han alcanzado un sitial más alto en toda la historia de la humanidad, la hora que ve desaparecer los imperios del privilegio y de la explotación, la hora del mundo en que se hunde el imperio burgués.  Nos ha tocado vivir esa hora:  ¡La hora de los proletarios, la hora de los campesinos, la hora de los explotados, la hora de la libertad, la hora de la justicia, la hora de la creación! (APLAUSOS.)

Y esta Revolución pertenece a esta hora; este pueblo pertenece a esta hora; y un acto como este solo puede pertenecer a una hora como esta, a una revolución de masas como esta (APLAUSOS), a una revolución proletaria como esta (APLAUSOS), a un pueblo que se ha superado, a un pueblo que se ha crecido, a un pueblo que se ha llenado de prestigio, de gloria y de esperanza legítima, porque sabemos que es cierto, sabemos que estamos preparando el porvenir, que luchamos por el porvenir, que podemos mirar risueños al porvenir, llenos de fe en el mañana, sin miedo al presente, sin miedo a nada.

Tienen miedo (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  los que ven en el porvenir...  No, yo no les pregunto a ustedes; yo sé que ustedes no tienen miedo.  Decía que tienen miedo —afirmativo— los que ven en el porvenir su derrota, los que ven en el porvenir su final, los que ven en el porvenir la desaparición de sus privilegios (APLAUSOS).  Los que ven en el porvenir su triunfo, los que ven en el porvenir su felicidad, no tienen miedo al porvenir, ni tienen miedo al presente, ni tienen miedo a nada.  Y no tienen miedo a nada, porque el pasado es la muerte y el futuro es la vida (APLAUSOS).  Por eso estamos dispuestos a dar la vida por ese futuro, y preferimos la muerte física a la muerte moral del pasado (APLAUSOS).

Y cuando nos enfrentamos resueltos a todos los peligros, así pensamos, y no pensamos en la suerte de cualquiera de nosotros, sino en la suerte de todo el pueblo.  Nuestra vida, la de cualquiera de nosotros, no es nuestra vida, nuestra vida es el pueblo (APLAUSOS).  ¡En el pueblo vivimos todos!  En este pueblo, ¡en este pueblo viven los que cayeron, viven los que están enterrados en el cementerio de Santa Ifigenia y que cayeron el 26 de julio!  (APLAUSOS.)  En este pueblo viven todos los que cayeron en las montañas, en este pueblo viven todos los mártires; en este pueblo viven todos los combatientes, porque ¡por esto cayeron!  ¡Con el pensamiento puesto en esto murieron!  (APLAUSOS.)  Y murieron satisfechos, murieron orgullosos; forjaron el porvenir de la patria; forjaron la grandeza y este espíritu indomable de nuestro pueblo; hicieron posible esta Revolución.

Y esa es nuestra fuerza, ¡fuerza moral, fuerza de razón, fuerza de justicia, y fuerza de fuerza al servicio de la razón y de la justicia!  (APLAUSOS.)

Sepamos estar conscientes de esta hora, de sus peligros, de nuestras tareas.  Organicémonos, y, sobre todo, organicemos la vanguardia, organicemos la vanguardia revolucionaria; con los mejores, con los más trabajadores, con los más abnegados, con los más sacrificados, organicemos la vanguardia de nuestro pueblo.  Este gran pueblo necesita una magnífica vanguardia, integrada por los mejores del pueblo en todos los órdenes.

Organicemos, por eso, al Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (APLAUSOS), vanguardia de nuestros obreros y de nuestros campesinos.  Fortalezcamos nuestras organizaciones de masas, nuestros sindicatos obreros, nuestra Federación de Mujeres, nuestra Unión de Jóvenes Comunistas, nuestros Comités de Defensa de la Revolución, nuestras asociaciones estudiantiles, nuestras asociaciones campesinas, nuestras organizaciones culturales y deportivas (APLAUSOS PROLONGADOS).  Elevemos la capacidad de combate, la técnica y la disciplina de nuestras gloriosas Fuerzas Armadas Revolucionarias (APLAUSOS).  Luchemos contra nuestros defectos, contra nuestros errores, contra nuestras debilidades.  Luchemos contra todas las lagunas y todas las flaquezas en las filas de la Revolución.  ¡Luchemos contra el espíritu burgués, contra la cobardía y la blandenguería burguesa!  (APLAUSOS.)  ¡Fortalezcamos nuestro espíritu proletario, cumplamos nuestro deber en el trabajo!  ¡Sepamos actuar más que hablar, trabajar más que perder el tiempo en quejarnos!, porque trabajando y produciendo no tardarán en desaparecer las causas principales de nuestras quejas.

Y frente a la escasez:  trabajo, productividad.  Frente a la escasez:  más producción en la agricultura, más producción en la industria (APLAUSOS).

¡Luchemos contra nuestras deficiencias en la producción!  ¡Extraigamos de nuestra rica tierra todos los productos que puede brindarnos para satisfacer nuestras necesidades!  ¡Estudiemos, superémonos todos!  ¡Yérganse los jóvenes!  ¡Empínense los estudiantes (APLAUSOS), y estudien, esfuércense, que la patria los necesita, que la patria necesita decenas de miles de ingenieros, de médicos, de profesores, de maestros!  (APLAUSOS.)  ¡Esfuércense todos:  jóvenes y viejos, hombres y mujeres!

Pueblo:

Cuando un pueblo es dueño de su destino, pasa eso, cuando un pueblo adquiere conciencia de su historia, pasa eso:  ¡Se vuelve una sola fuerza, se vuelve un solo brazo, un solo abrazo, un solo pensamiento! (APLAUSOS.)

¡Atrás, atrás el espíritu egoísta, atrás el individualismo!  El hombre solo no tiene fuerza; solo la sociedad tiene fuerza; solo el pueblo tiene fuerza.

Y el campesino lo sabe.  Cuando tiene que cargar una viga grande y él no puede, llama a varios campesinos para cargarla.  Y así  también es la Revolución, así también será el porvenir.  Nadie solo puede; todos juntos podemos.  ¡Todos juntos podemos todo lo que queramos!  (APLAUSOS.)  ¡Todos juntos cargaremos la gran viga de la Revolución!  ¡Todos juntos construiremos el porvenir, porque la fuerza de todos es la fuerza de cada uno de nosotros multiplicada!  Y con la fuerza de las masas, con la fuerza del pueblo, sabiéndonos hermanos, blancos y negros, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, de la ciudad y del campo, seguiremos adelante (APLAUSOS).

¡Juntos llevaremos esta causa hasta el final, nosotros, y detrás de nosotros, los jóvenes; y detrás de los jóvenes, las generaciones venideras!  (APLAUSOS.)  ¡Con la fe en el pueblo, con la fe en el futuro, con la fe que nos dio el 26 de julio, con la fe que nos dio en el Granma, con la fe que nos dio en la Sierra Maestra, con esa fe en el pueblo, que nunca ha fallado, que nunca fallará!

Para nuestros compañeros del Moncada, del Granma, de la Sierra, para nuestros compañeros de la gran lucha antimperialista, para nuestros compañeros de Girón, para nuestros compañeros de la gran batalla por el socialismo, es un motivo de aliento, de estímulo, de satisfacción, este espíritu oriental, este entusiasmo oriental (APLAUSOS).  Nos dice que la Revolución tuvo aquí su cuna y tiene aquí sus más celosos defensores (APLAUSOS).  Nos dice que la Revolución tuvo aquí su cuna y tiene aquí su principal baluarte.

Esta fe, este espíritu, este entusiasmo oriental, es verdaderamente contagioso; manténganlo en alto.  Sepan que los burgueses y los pequeños burgueses, o los de espíritu pequeñoburgués, van a tratar, después, de contrarrestar el efecto de esta jornada de entusiasmo y fervor revolucionario.

Ya sé lo que empezarán a decir.  Empezarán otra vez a sacar las dificultades; dirán que en estos días ha habido atención y que después no habrá.  Quiero, por eso, explicar que la Junta de Abastecimiento tomó la medida de duplicar por cinco días los abastecimientos correspondientes a Santiago de Cuba, comprendiendo la presencia de miles y miles de personas.  Se hizo un extraordinario esfuerzo para que las familias de Santiago pudieran albergar y alimentar a las personas que vinieran a este acto; se duplicaron por cinco días los abastecimientos.  Los abastecimientos continuarán mejorándose.  Se está haciendo un gran esfuerzo.  Ese es argumento que utilizan los burgueses, porque, claro, ellos no están de acuerdo con una distribución equitativa de los bienes y de los alimentos.

¡Fuertes y firmes frente a los desmoralizadores, frente a la quinta columna que quiere destruir la moral de combate del pueblo, frente a los cobardes que quieren levantar bandera blanca ante el imperialismo!  ¡Firmes y fuertes frente a los enemigos de clase! (APLAUSOS.)

¡Y qué satisfacción tan grande, qué emoción, hoy 26 de julio, pensar que de manera tan digna nuestro pueblo rinde tributo a los mártires de la Revolución, a los hombres que cayeron!  (APLAUSOS.)  Porque, ¡qué mejor premio, qué mejor respuesta, qué mejor fruto, que este pueblo!

Y este pueblo de hoy solo pudo forjarse como se forjó:  ¡Con sacrificio, con dolor, con sangre!  ¡Pero se forjó, y está aquí presente, indestructible, invencible!  (APLAUSOS.)

Trabajadores, campesinos, estudiantes:  ante el recuerdo de nuestros muertos, ¡juremos ser fieles a la patria!  ¡Juremos ser fieles a la Revolución!  ¡Juremos ser revolucionarios firmes!  ¡Juremos fortalecer nuestro espíritu proletario!  ¡Juremos templar nuestra alma para las horas duras, para las horas difíciles!  ¡Juremos defenderla!  ¡Juremos, como Maceo, que quien intente apoderarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre!  (APLAUSOS.)

¡Trabajadores, campesinos, estudiantes, hombres y mujeres de la patria, firmes, adelante!  ¡A nuestros muertos, digámosles hoy:  “Héroes de la patria, ¡patria o Muerte!, ¡Venceremos!”

(OVACION).
 

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