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El Jefe, que nos cubría con su propia vida

Datum: 

10/03/2011

Quelle: 

Periódico Granma
Contralmirante (r) José L. Cuza Téllez
 
Estuve en Playa Girón como miles de cubanos, quienes tuvimos el honor de vivir aquellos heroicos días de la defensa de la Revolución Socialista con las armas en la mano frente a la agresión imperialista contra nuestro pueblo.
 
Tenía la ventaja de haber participado en la Guerra de Liberación frente a la dictadura y poseía alguna experiencia de combate adquirida en la Guerra de Guerrillas; no obstante, hoy, recuerdo bien cómo me impresionó la cantidad de bajas que estábamos teniendo. El avance era muy difícil. Cada metro de terreno era conquistado al precio de valiosas vidas, jóvenes sin ninguna experiencia de combate, pero con un ansia enorme de defender a cualquier precio nuestra ya proclamada Revolución Socialista.
 
También estaban los "viejos". Allí cayó, al frente de sus hombres, el Capitán Luis Carbó Ricardo, hermano mayor de Sergio Eugenio, Papiro, quien habia caído en el combate de Guanina, Mayarí, vistiendo el glorioso uniforme del Ejército Rebelde, el 31 de diciembre de 1958, uno de los soldados más valientes de la Compañía B Pedro Sotto Alba de la Columna 19 José Tey, que tuve el privilegio de comandar en el Segundo Frente Oriental Frank País, y que resultara herido mortalmente el último día de la Guerra de Liberación.
 
El miércoles 19, a las 17:30 horas, las esteras de nuestros tanques llegaban a las aguas de Playa Girón. Esa noche se reorganizaron las fuerzas para rechazar el posible desembarco de las tropas norteamericanas, cuya Flota veíamos desde la costa, y limpiar de enemigos todos los alrededores. Pudimos ingerir alimentos gracias al apoyo del Batallón de la PNR, que con su Comandante Efigenio Ameijeiras al frente, fue el primero en llegar a Girón.
 
Dormí allí: en la misma casa habían dos mercenarios muertos. Me acompañaba el periodista militar soviético Yury Gaidar, quien desde que salimos del Palacio Presidencial con la misión del Presidente Osvaldo Dorticós Torrado de ir a la Zona de Operaciones del Sur de Matanzas, no cesaba de decirme que desea estar: In the first line of the battle (en la primera línea de la batalla).
 
Amaneciendo, llega el Comandante en Jefe a Girón. Con él, vienen Gamonal, Abraham Maciques, Santiago Castro, Seoane y el resto de su escolta. Pregunta por Pardito, el Capitán Joel Pardo, y sus tanques. El Capitán Jorge García Cartaya le responde arrancando los motores de los T-34. Le digo a este que Fidel quiere meter los tanques por el camino de la costa que va de Girón a Cienfuegos; me percato de que ya el Comandante había montado en sus tres carros Oldsmobile a unos bazuqueros y, sin esperar por nadie, se encaminaba por esa vía. Sin perder un minuto, corro a mi carro para alcanzarlo.
 
Un grupo de nosotros, en el que se encontraban los capitanes Paco Cabrera, Gregorio Junco y Rey Ínsula, el Sargento del Ejército Rebelde, Jacinto Toledo, junto a miembros de la Columna 1, quienes venían combatiendo a sangre y fuego bajo el mando del Capitán Harold Ferrer; policías del glorioso Batallón del Comandante Samuel Rodiles, así como milicianos, entre los que veo al "viejo" Fernando Aceña, enciclopedia del boxeo en Cuba, y a Rolando Rubio, el campeón de judo, empuñando con firmeza metralletas checas, logramos pasar a Fidel en un momento en que él organizaba a los bazuqueros para que, con una inclinación de 54o, tiraran hacia la ciénaga donde habían buscado refugio los mercenarios en su huida.
 
Avanzamos rápidamente, tratando de ganar tiempo para evitar que estos pudieran organizarse de nuevo y además tratando de adelantarnos al Comandante en Jefe, quien venía con un ímpetu terrible pisándonos los talones.
 
Frecuentemente, durante la marcha, tropezábamos con grupos de mercenarios, a quienes, luego de intercambiar disparos furiosamente, capturábamos. Así, íbamos teniendo escaramuzas y rápidos combates de encuentro.
 
De pronto, chocamos con un grupo que nos hace mayor resistencia y empieza el tiroteo. Nosotros, en pleno camino; ellos, en la maleza y camuflajeados. Hago fuego con mi FAL desde la cintura hacia las malezas desde donde nos ripostan. Voy calculando los disparos que realizo.
 
En la Guerra de Liberación, nosotros escogíamos los lugares y el momento para combatir. En aquel entonces, yo solamente tenía dos peines para mi ametralladora, por lo que, cuando iba a entrar en combate, los unía con esparadrapo, de tal forma que mientras tiraba con uno, llenaba el otro.
 
Ahora llevo un FAL y en la canana ocho cargadores, pero "lo que bien se aprende no se olvida", y como en la guerrilla del Segundo Frente, voy llevando la cuenta de los disparos a medida que hago fuego, mientras me aparto del camino hacia la cuneta para realizar el recambio con el menor peligro, para no ofrecerme como fácil blanco.
 
Llego a la cuneta, zafo el cargador vacío y busco tanteando en la cartuchera el repuesto lleno. Estoy en tierra haciendo con rapidez esta operación y siento parado en el camino a un compañero, quien se planta a mi lado y me cubre con su fuego rápido.
 
Es fuego de ametralladora. Veo sus botas, el pantalón verde olivo, saco mi nuevo cargador, miro hacia arriba para reconocer a mi escudo. En efecto, tira de una manera que no cesa de accionar con pericia de veterano. Coloco el cargador lleno. Ya estoy listo de nuevo. Levanto más la vista para ver al compañero que me ha protegido y reconozco al propio Comandante en Jefe¼ a Fidel, quien no solo combate junto a sus subordinados, sino que nos cubre con su propio cuerpo, con su propia vida.