Artikel

Diálogos con la historia (XLVII parte)

Datum: 

22/04/2011

Quelle: 

Periódico El Sol de México
Viaje de Fidel a la URSS, clave para la supervivencia de la Revolución Cubana

Organización Editorial Mexicana, a través de Diálogos con la Historia, se ha esforzado por acercar a sus lectores a un capítulo muy importante de la Historia de Cuba, relacionado con sus vínculos económicos y políticos con la desparecida Unión Soviética, con un momento de gran trascendencia en la vida de los pueblos de América Latina y con el desarrollo de la política internacional de ese período.
 
Considero importante insistir en algunas consideraciones expresadas en la introducción a la presentación del libro sobre el histórico viaje del Comandante Fidel Castro a la URSS en el año 1963. El contexto mundial en que éste se produce y el impacto de sus resultados, tal como se refleja en la Declaración Ruso-Cubana firmada en esa ocasión, marcaron profundamente el decursar histórico de Cuba en los 40 años posteriores, incluida la grave crisis económica que ha afectado a la mayor de Las Antillas, desde la década de los 90 y hasta el presente.
 
Como he señalado en otras ocasiones, siento admiración y respeto por el Comandante Fidel Castro y reconozco su relevante papel en los acontecimientos narrados a través de las presentaciones de OEM. Al leer el libro nuevamente podemos darnos perfecta cuenta del cariño, la admiración y respeto con que el pueblo y los gobernantes soviéticos recibieron al Líder de la Revolución Cubana. Los principales dirigentes rusos se percataron que estaban ante un líder distinto, de gran carisma y de una firmeza inconmovible en la defensa de sus ideas.
 
Entre las razones que tengo para reconocer a Fidel Castro pudiera señalar: la lealtad a sus principios y a las ideas en las que cree; su ética y la congruencia entre pensamiento y acción. Cuando muchos claudicaron, cuando muchos renegaron de sus ideas y de su pasado histórico; cuando muchos mutaron ideológicamente, pasando de entusiastas socialistas a furibundos neoliberales; cuando muchos hicieron del pesimismo y la desidia su manto protector; Fidel se ha mantenido firme en sus posiciones, defendiendo lo que él considera justo y luchando por sus ideas, a través de su larga carrera política, en la que ha conquistado reconocimientos y también críticas.
 
Algunos pudieran pensar que Fidel no ha avanzado y que se ha detenido en los tiempos de su viaje a la URSS, defendiendo posiciones que corresponden al pasado y que no tienen futuro. Sin embargo, sería políticamente un grave error confundir aspiraciones personales con principios, ideas revolucionarias con oportunismo, solidaridad con egoísmo y ética con amoralidad política. Como he tenido la oportunidad excepcional de conocer y ser amigo de Fidel Castro, pienso que en muchas cosas pudo tener razón y que sólo la historia y su pueblo podrán juzgar los resultados de su liderazgo cuando estuvo al frente de Cuba.
 
Con las presentaciones sobre este histórico viaje, que concluirán próximamente, he querido, en lo personal y también Organización Editorial Mexicana, reconocer a un líder que, con sus virtudes y defectos como todo ser humano, ha hecho época en la historia de Cuba, de Latinoamérica y el mundo y, a la vez, rendir tributo a un pueblo hermano, heroico y noble, que ha sabido enfrentar la adversidad y el bloqueo económico por más de 50 años, con un alto espíritu de sacrificio, con estoicismo y con gran dignidad.
 
No creo revelar ningún secreto al afirmar que, en más de 500 años de existencia de Cuba y de casi 60 de la llamada vida republicana, nadie hizo tanto a favor de los más desposeídos, la inmensa mayoría del pueblo, como ha hecho la Revolución Cubana. Los servicios de salud, de educación y de deporte gratuitos; los grandes beneficios sociales como el empleo, la seguridad social, la tranquilidad ciudadana, la vivienda y, muy especialmente, el orgullo nacional, la defensa de la soberanía y la independencia de la Patria, son pendientes para muchos países, en este mundo global, neoliberal y en el que prevalecen la injusticia, la desigualdad y la discriminación.
 
Se habla de respeto a los derechos humanos, de libertad de expresión, de democracia, de elecciones libres, de propiedad privada y de pluripartidismo en Cuba, como críticas y como temas muy actuales y urgentes que debe enfrentar el proceso revolucionario cubano, haciendo los cambios que consideren necesarios para reintegrarse plenamente al concierto de las naciones. Sin embargo, creo que la situación por la cual hoy se critica a Cuba debiera ser analizada en otros lugares de este mundo. Me pregunto: ¿en la gran mayoría de los países de América Latina y de otros continentes estos son temas resueltos? ¿Disfrutamos todos por igual de los beneficios que, con sus problemas y limitaciones, tienen los cubanos? ¿Habríamos resistido un bloqueo y la hostilidad de la potencia más grande del mundo durante más de 50 años? No pretendo justificar lo que puede ser censurable, sólo trato de ser objetivo y justo.
 
Retomando el tema del libro, quisiera, a modo de resumen, expresar algunas apreciaciones que ofrecen mayor claridad sobre un hecho que, por sus implicaciones políticas y por el nivel de las personas involucradas, no tuvo, en su momento, la divulgación necesaria y que hoy, a 48 años de distancia y conociendo la opinión de uno de sus principales protagonistas, puede apreciarse desde una óptica más imparcial y objetiva.
 
Es bueno recordar que en el año 1959 una alternativa revolucionaria llegó al poder en Cuba con la victoria de la guerrilla comandada por Fidel Castro. El líder rebelde era considerado como una persona con ideas nacionalistas, profundamente martiano y con un programa social cuyo contenido perseguía la solución de los graves problemas que laceraban a la sociedad cubana de la época. Sin embargo, como he señalado, la velocidad de los acontecimientos, el enfrentamiento con la burguesía nacional y los residuos de la tiranía de Batista y la hostilidad creciente del Gobierno de los Estados Unidos fueron inclinando la balanza hacia la izquierda; con lo cual el camino que conducía a Moscú se había despejado. Una pregunta bastante frecuente ha sido: ¿Cuando Fidel Castro se inició en el camino revolucionario su mente estaba apegada a las ideas comunistas?
 
Ante la innegable influencia de la Revolución Cubana y el estrechamiento de sus lazos con la URSS, la visita de Fidel a ese país, en abril de 1963, fue un punto clave desde el punto de vista histórico. Estados Unidos diseñó una nueva política para América Latina, la que consistía, además de la Alianza para el Progreso impulsada por el Presidente Kennedy, en una intensificación de la contrainsurgencia, mediante la cual el gobierno norteamericano ayudaría a los países de América Latina a combatir los movimientos guerrilleros que recién habían surgido, inspirados en el ejemplo de la Revolución Cubana.
 
A los Estados Unidos le interesaba identificar y respaldar a los dirigentes reformistas que gobernaban a varios países de América Latina, prometiéndoles la ayuda económica requerida para lograr el crecimiento y, al mismo tiempo, los medios necesarios para vencer a los movimientos armados que pudieran contar con la ayuda soviética o seguramente cubana. Con esta política se pretendía detener la penetración soviética en América Latina y conservar la esfera de influencia estadounidense. Durante muchos años se comentó que la CIA elaboró numerosos planes para asesinar a Castro, se dice que alrededor de 600, los que definitivamente concluyeron en un rotundo fracaso. En contraposición, Fidel se fortalecía y consolidaba su liderazgo nacional e internacional, a partir de lo cual consideró, estratégicamente correcto, apoyar los focos revolucionarios que surgían en distintas partes de América Latina. Era una forma puesta en práctica por la Revolución Cubana para protegerse a sí misma.
 
La Crisis de los Misiles tuvo grandes implicaciones en las relaciones de América Latina con Estados Unidos y el mundo. Durante el año 1962, incluso antes, los soviéticos habían introducido en Cuba gran cantidad de armamento militar, incluyendo los famosos misiles. Cuba se había aliado a la URSS para defender su Revolución y, de hecho, había entrado a jugar, por azares del destino y de la coyuntura política internacional, un importante papel en esta etapa de la Guerra Fría.
 
Siempre tuve el presentimiento de que, en el viaje de Fidel Castro a la Unión Soviética, no todo fue color de rosa; si bien el resultado de la visita fue clave para el futuro de las relaciones entre los dos países y para la supervivencia de la Revolución Cubana, conociendo a Fidel, su temperamento y su carácter, era seguro que discutiría, con su firmeza y vehemencia características, la decisión de los rusos, unilateral e inconsulta, de retirar los cohetes instalados en Cuba.
 
Efectivamente, en una publicación cubana de octubre del 2010 fue develado, por fin, el secreto; en ella se señalaba: "El líder cubano había llegado la noche del 29 a Múrmansk, ciudad portuaria en el extremo occidental del país, aún cubierta de nieve esa primavera. Allí visitó un submarino nuclear. Era su primer viaje a la URSS y fue recibido por el Viceprimer Ministro Anastás Mikoyán, quien lo acompañó en el vuelo a Moscú. La recepción oficial y popular con Jruschov y Brezhnev sería la mañana siguiente en la capital.
 
Inmediatamente después de la impresionante demostración del pueblo en las calles, Nikita Jruschov se levantó de su puesto en la mesa del Kremlin y pronunció un elogioso brindis por sus huéspedes cubanos.
 
Fidel Castro no se hizo esperar. Con su copa en la mano, miró atentamente a su alrededor y sobresaltó a los presentes diciendo: No puedo dejar de expresar mi desacuerdo con la forma en que fueron sacados los cohetes soviéticos de Cuba. No se nos consultó y se tomaron acuerdos a espaldas nuestras, después de haber sido nuestra tierra el potencial escenario de una guerra nuclear.
 
Nikita le interrumpió agitado: ¡Lo hicimos para evitar un ataque contra Cuba y se logró mantener la paz!
 
Fidel retomó la palabra con tono airado y dijo: Lo que se logró fue una paz precaria, pues no existe un verdadero compromiso. Si nos hubieran consultado se habría logrado mucho más. Habríamos obtenido una paz verdadera y otros objetivos.
 
Parecía que la primera visita del líder cubano a la URSS terminaría en un fracaso. Nadie osaba decir una palabra"...
 
Muchos Jefes de Estado aprendieron las lecciones de la confrontación Estados Unidos-URSS. El Presidente de Francia, Charles De Gaulle, las resumió diciendo: dado que Estados Unidos puede poner en peligro de una guerra termonuclear a Europa sin consultar, Francia tiene que poseer su propia fuerza nuclear y en ese momento se retiró técnicamente de la OTAN.