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EL decálogo del hermano Fidel

Datum: 

03/10/2005

Quelle: 

Hemeroteca El Siglo

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Continuamente me hago una pregunta: ¿cuál es la razón por la que EE UU nunca ha invadido Cuba? Constituye un misterio que EE UU se haya embarcado en tantos conflictos, que haya provocado tantas guerras, que haya invadido tantos países alejadísimos de sus fronteras, y aún no haya bombardeado La Habana. Si encontró razones para el riesgo en Vietnam o Panamá, si las encontró  para destruir Afganistán, si las ha hallado para perseguir a Sadam Hussein y provocar el rosario de muertos en Iraq, ¿porqué aún no las ha encontrado para hacerlo en Cuba, que sólo es una pequeña isla a la que divisa desde sus costas de Florida, y cuenta además con una importante base militar en Guantánamo? Se trata de un misterio difícil de descifrar. ¿Por qué razón Cuba ha alcanzado tanta importancia en la geopolítica mundial? ¿Es acaso el último reducto de resistentes que, abrazados al más puro socialismo, demuestra con dignidad que los principios que inspiraron su revolución están aún vigentes, o es acaso el banco de pruebas en que el imperialismo de EE UU quiere mostrar al mundo que lejos del neoliberalismo capitalista no caben el progreso y el bienestar?  

En junio de 1992 salió a distribución el libro titulado Un grano de maíz, que recoge una amplísima entrevista hecha por el nicaragüense Tomás Borge a Fidel Castro. Leída hoy, la entrevista es más interesante que entonces porque lo que en aquel tiempo sólo eran opiniones y conjeturas del comandante en Jefe Fidel, ahora son una realidad, es decir, que lo que podía ser interpretado entonces como las aportaciones de un visionario, hoy son las apreciaciones de un sabio.

Analizar desde fuera la realidad cubana, tomándola como un simple cuadro realista y figurativo, sujeto a la simple interpretación de lo que vemos, lleva al engaño. Cuba no es el resultado de un régimen concreto, sino la consecuencia inevitable del comportamiento desleal del vecino norteamericano con los cubanos, que sufren las secuelas del brutal bloqueo pergeñado por Bush y su imperialismo yanqui. En ese paisaje aflora la dignidad de un pueblo que soporta los rigores, malvive y aún le quedan fuerzas y alegría para divertirse divirtiendo a quienes acuden a verlo.

Escribo este comentario sin haber visitado Cuba, aunque habiéndome preocupado mucho por las informaciones que llegan a través de los diferentes medios, y habiendo recogido todos los testimonios posibles de gentes de fiar por tanto, opiniones de indudable valor para mí. No cabe duda de que mi reflexión es teórica pero, en todo caso, basada en argumentos reales. La entrevista de Tomás Borge recoge quince apartados que yo, para poder darle el sonoro nombre de “decálogo”, he reducido a diez:

La Historia y la posteridad.¿Absolverá la Historia a Fidel Castro, o ya le ha absuelto? Para Castro la Historia siempre distribuye una visión parcial de los hechos: “Cuando leo las cosas que se dicen sobre los personajes de la antigüedad y trato de conocer las fuentes, muchas veces me encuentro que la fuente es una sola”. La subjetividad del relato histórico, que convierte simples hechos en leyendas, puede acarrear que todo un proceso quede descalificado sólo porque alguno de sus pasajes adoleciera de perverso o innoble, pero la interpretación de la revolución cubana exige que la guerra que tuvo lugar hasta su acceso al gobierno se interprete a la sombra de los objetivos que perseguía: el derrocamiento del dictador Batista y la implantación del socialismo.

Es evidente que ya tiene Castro un lugar eminente en la Historia pero no porque ese haya sido su único objetivo. Así lo afirma cuando responde a la pregunta sobre si tiene alguna justificación en el mundo de hoy un objetivo tan espurio: “Ningún hombre tiene derecho a luchar por la gloria, ningún hombre tiene derecho a luchar por su imagen ante la posteridad (...), ¿es que por la gloria de un hombre vale la pena que se derrame una gota de sangre?”

Nuevo orden mundial, el asesinato de la URSS. Cuando aparece este libro el mundo está transformándose de forma inevitable. La guerra fría y la política de bloques culmina en lo que Fidel llama el asesinato de la URSS. Conseguido ya ese propósito sólo Cuba sobrevive como el auténtico bastión de un socialismo, tan utópico como real. Castro no duda de que Gorbachov planteara su perestroika con la intención de perfeccionar el socialismo, pero la destrucción de la Unión Soviética supuso, a su entender, “un daño terrible para todos los pueblos del mundo y, de manera particular, para el Tercer Mundo”.

Fue el aniquilamiento de la URSS el detonante de todos los males que aquejan a este nuevo orden mundial en el que el imperialismo de EE UU no tiene otro objetivo que imponer un ultracapitalismo. En 1992 Fidel Castro se preguntaba aún por la culminación de aquel proceso que había comenzado con el aniquilamiento de la URSS. Se abría un futuro difícil: “Ahora (los pueblos y la humanidad) van a vivir las experiencias del capitalismo, y de la peor forma de capitalismo, la experiencia del neoliberalismo; van a vivir la experiencia de la receta del Fondo Monetario Internacional; las experiencias que están viviendo los pueblos de América Latina, de África, de Asia, del Tercer Mundo; de modo que ésta es una historia que comienza y en la cual todavía no se ha dicho la última palabra”.

La última palabra es “capitalismo”, es “neoliberalismo”, y es “imperialismo” de EE UU como garante de ambos en un mundo globalizado que, con la coartada de extender bienestar y progreso, implanta explotación y formas modernas de esclavismo.

Desideologización y neoliberalismo.

El aniquilamiento de la Unión Soviética acontece parejo a la aparición de tesis emergentes como son el fin de la historia y el ocaso de las ideologías. Da la impresión de que las ideologías progresistas fracasan a la vez que lo hace la URSS. Fidel Castro se hace eco de ello: “Estamos viviendo en un mundo más ideologizado que nunca, sólo que se trata de un mundo donde se busca imponer la ideología del capitalismo, del imperialismo, y hacer desaparecer del mapa político toda ideología que no coincida con ella”.  Resulta curiosa la dimensión que otorga, ya entonces, al neoliberalismo como “la ideología del imperialismo en su fase de hegemonía mundial”, ideas que intenta imponer a los demás países aunque el propio EE UU no las aplique: impone a los países del Tercer Mundo y América Latina que no tengan déficits presupuestarios mientras EE UU se permitía ya en aquellos años déficits de 400.000 millones de dólares.

Quinto Centenario y América Latina. Siendo el libro de 1992 resulta obligado un capítulo dedicado a los 500 años del Descubrimiento de América. El descubrimiento de América fue un hecho histórico de gran trascendencia, pero su interpretación está sujeta a múltiples consideraciones. Fidel no considera adecuada la palabra “descubrimiento” salvo para quienes llegaron por vez primera y se encontraron con vestigios de imperios antiquísimos –inca, azteca, maya, etc. ...– o con ciudades como Tenochtitlán, que fue la ciudad más populosa del mundo en su época.

Es crítico con los descubridores que, lejos de integrarse en las culturas allí existentes, prefirieron imponer las suyas: ”El descubrimiento estuvo asociado a la esclavitud moderna, durante más de tres siglos incontables millones de africanos fueron arrancados de sus patrias y sometidos a un régimen de trabajo brutal en las plantaciones y minas de América”.

Fidel fue premonitorio cuando anunció cambios importantes en América Latina. Bush padre había propuesto una iniciativa de integración latinoamericana de la que Castro recelaba porque, en el fondo, solo planteaba la asimilación de América Latina a la economía de EE UU. Su propuesta, más integracionista, sigue las líneas marcadas por notables patriotas como Bolívar o Martí, que preconizaban la unificación de América Latina en lo económico pero, sobre todo, en lo político, para competir con Europa, con EE UU y con las grandes economías. América Latina debe constituirse en una potencia libre e independiente que afronte su desarrollo económico y político con decisión y sobre todo sin injerencias de EE UU.

Democracia. Resulta realmente gratificante leer sus criterios respecto a este espinoso asunto. Se acoge a la definición de Lincoln (“gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”) para profundizar en los detalles: “Para mí, democracia implica la defensa de todos los derechos de los ciudadanos, entre ellos el derecho a la independencia, a la libertad, a la dignidad nacional, al honor; democracia significa fraternidad, igualdad verdadera entre los hombres, igualdad de oportunidades para todos, para cada ser humano que nazca y para cada inteligencia que exista”. Y puntualiza después: “y digo que la democracia burguesa capitalista no entraña ninguno de estos elementos”. En sus respuestas recorre la historia de la sociedad americana y va descubriendo el mapa de las desigualdades, de los perjudicados, de los agraviados. Describe la sociedad desigual en que hay tantas personas sin empleo, sin asistencia médica, padeciendo hambre o miseria, sin acceso a cotas básicas de conocimientos y educación. “No puede ser democrático –dice– un país donde estas diferencias existen”.

Pero la democracia, no sólo debe impregnar las estructuras de gobierno de los países, también las de las organizaciones internacionales que se han creado a iniciativa de tales gobiernos. La ONU es una de ellas, quizás la más importante destinataria de las razonadas críticas de Fidel Castro. Es contundente: de los 180 países que, aproximadamente, la forman, sólo cinco tienen derecho a veto (un solo país puede vetar en el Consejo de Seguridad una resolución aprobada por los 179 restantes). “A eso le llaman democracia”, ironiza. Algunos de los países con derecho a veto tiene 50 millones de habitantes mientras la India, por ejemplo, con 800 millones de habitantes no lo tiene. Recientemente la ONU aprobó una resolución con objeto de instar al gobierno cubano a que permitiera la visita de una relatora de la ONU para que supervise el respeto a las libertades fundamentales. El resultado de la votación en que se aprobó fue apretado: 21 a favor, 17 en contra y 15 abstenciones. Es bien cierto que no debe temerse a la labor de una supervisora pero, ¿acaso se supervisan con el mismo celo los abusos y acosos a minorías étnicas u otros colectivos desfavorecidos y vulnerables en el mismo EE UU, Gran Bretaña o Centroeuropa?

Cuba y Estados Unidos. “Los revolucionarios cubanos no se van a rendir jamás”. Apoyado en ese ramalazo de dignidad del pueblo cubano se muestra dispuesto a cualquier acuerdo que respete las características de Cuba. Su análisis previo pasa incluso por descubrir las terribles sombras que rodearon al asesinato de Kennedy, de quien dice que “no se dejó arrastrar por la idea de intervenir directamente en Cuba”. Cuando fue informado del asesinato de Kennedy, estaba reunido con el periodista Jean Daniel después de que el mismo Kennedy pidiera al periodista que intercediera con él para saber qué pensaba. ¿Fue asesinado Kennedy porque buscaba algún tipo de solución a las relaciones con Cuba?

Frente al inmovilismo de EE UU, la comprensión de Fidel Castro: “Ellos no van a renunciar a sus sueños de erradicar la Revolución, pero tienen dos vías: la de la hostilidad y las agresiones, o la de la paz con Cuba, respeto a Cuba, y tratar de influir a través de otros medios en la vida política de Cuba (...). Si un día ellos, entre las distintas opciones que tienen optaran por una política de respeto y paz con Cuba, que tendría que ser incondicional, si un día ellos optaran por la vía de la negociación, nosotros no nos opondríamos a esa vía”. A esta distensión, al menos teórica, EE UU ha respondido fortaleciendo a la comunidad cubana que reside cómodamente en Florida, anticastrista y antisocialista. “Hay una serie de elementos grotescos, como que han estado estableciendo el reparto del país después del triunfo de la contrarrevolución, cómo van a repartirse todo. Como si no tuvieran que pasar sobre el cadáver de todos los revolucionarios para lograr ese innoble y repugnante propósito”, afirma Fidel Castro.

Sobrevivir y desarrollarnos. Biotecnologías. El futuro de Cuba y de los cubanos se basa en la supervivencia. De todos los riesgos que afronta la revolución cubana el más importante es el estancamiento en un estado de carencia y escasez de recursos. La caída de la URSS supone un hándicap importante para la supervivencia, sobre todo porque el imperialismo ya no tiene otro enemigo que Cuba, y minar la resistencia de los cubanos resulta una empresa mucho más asequible. Sin embargo, Castro recuerda a Tomás Borge que en un discurso pronunciado en 1989, cuando la URSS amenazaba con su desintegración, con motivo del aniversario del 26 de Julio, en Camagüey, dijo: “Porque si mañana o cualquier día nos despertáramos con la noticia de que la URSS se desintegró, cosa que esperamos que no ocurra jamás, ¡aun en esas circunstancias Cuba y la revolución cubana seguirían luchando y resistiendo!”.

La Revolución ha soportado los rigores y consecuencias del brutal bloqueo al que la somete EE UU, con muy pocos apoyos externos. La Revolución ha desarrollado programas innovadores desde principios de los ochenta, con escasos recursos pero mucho entusiasmo, hasta culminar importantes proyectos biotecnológicos. La sanidad, junto con la educación, han sido inquietudes preferentes. Médicos y maestros han constituido el sustrato de su solidaridad a lo largo y ancho del mundo. Las cifras avalan los esfuerzos realizados. “¿Quién puede competir con nosotros en el campo de la medicina?”, se pregunta Fidel: “Cuando triunfó la Revolución teníamos 6.000 médicos; ahora (en 1992) tenemos 46.000, y hay más de veinte mil estudiando en las universidades”.

Luchar por una utopía es, en parte, construirla. Fidel Castro recorre en la entrevista sus años más jóvenes cuando Tomás Borge le pide su opinión sobre el momento idóneo para la retirada de los gobernantes, los políticos o los estadistas. El proceso revolucionario cubano no ha culminado, sobre todo porque factores externos lo han impedido. Pero la pregunta más inquietante es si, una vez desaparecido Fidel Castro, la Revolución claudicará y Cuba dejará de ser un país solidario y socialista para integrarse en la vorágine neoliberal que pretende el imperialismo de EE UU. Fidel Castro estaba convencido de que “mientras mi trabajo sea útil tengo que consagrárselo a la Revolución”. Luchaba por una utopía que estaba construyendo poco a poco, desde un poder que “nunca consideró como algo suyo sino como un instrumento de una causa justa”. Por eso la frase manida de que “el poder corrompe” no resulta aplicable ni a él ni a quienes dirigen la revolución cubana.

Derechos humanos en Cuba. El gran caballo de batalla de cualquier discusión popular referente a la realidad cubana gira en torno a la conculcación de los derechos humanos en la isla. Para Castro, los auténticos derechos humanos no son solamente el derecho de expresión o de militancia política. En un Estado de gran dimensión social como Cuba, que cuida la infancia con delicadeza, que evita la mendicidad, que lucha denodadamente contra el analfabetismo y no tiene ni una sola persona desprovista de asistencia médica y sanitaria, que persigue la comercialización de mujeres y niños tan común en países pobres, que ha reducido la mortalidad infantil a un exiguo 10,7 por mil, que ha elevado las perspectivas de vida al nacer hasta los 75 años, que da posibilidad de empleo a todos los ciudadanos, que tiene superada con creces la discriminación racial, que fomenta la igualdad entre los individuos en todas sus formas, sólo le cabe a Fidel esta pregunta:”¿Habrá algún país que haya hecho más en el mundo por los derechos humanos que Cuba?”.

Justamente en mes antes de la fecha de la entrevista fue fusilado un activista contrarrevolucionario. Sobre ese hecho muestra su contundencia: “Estas penas de muerte se aplicaron en virtud de leyes previas y tratándose de hechos sumamente graves. Nosotros tenemos que defendernos. Usamos las armas de la legalidad, las armas de los códigos, de los tribunales frente a los delitos”. Resulta evidente que la rigidez del sistema, capaz de poner en riesgo derechos humanos básicos, responde a la brutalidad del enemigo americano que ejerce su imperialismo despiadadamente sobre el pueblo cubano. Desde este lado del mundo tanto debemos criticar la violación en EE UU como en Cuba y, en todo caso, hay que denunciar con firmeza el brutal bloqueo de EE UU a Cuba porque está en el principio de muchas de las calamidades que sufren los cubanos y también de muchos de los abusos de poder en el interior de las fronteras cubanas.

Un grano de maíz. El libro termina con dos afirmaciones de Tomás Borge: “Me voy convencido de haber hablado con el discípulo de Martí. De haber hablado con un grano de maíz”.

Fue Martí, el precursor y fundador de la gran idea de patria cubana, clarividente y humilde, quien dijo: “Toda la gloria del mundo cabe un  grano de maíz”. Pregonaba un modo de ser cubano con profundos principios y firmes convicciones. Fidel Castro, con sus errores y defectos incluidos, ha sido y sigue siendo un fiel seguidor de José Martí. Su Revolución permanece fiel a lo que Martí decía en unos versos tan gloriosos como éstos: “El amor, madre, a la patria / no es el amor ridículo a la tierra, / ni a la hierba que pisan nuestras plantas; / es el odio invencible a quien la oprime, / es el rencor eterno a quien la ataca”.

Trece años después…  Trece años después el libro resulta esclarecedor. Las premoniciones de Fidel Castro se han cumplido en un altísimo porcentaje, la Revolución cubana ha sobrevivido, Cuba sigue siendo un país solidario capaz de ofrecer ayuda no sólo al Tercer Mundo sino también a su “enemigo” EE UU azotado por el huracán Katrina en Nueva Orleáns; Cuba sigue siendo un país alegre que despierta curiosidad. A Fidel Castro lo absolverá o condenará la Historia dependiendo de quién sea el que la escriba, pero su entrega a la noble causa del socialismo seguirá siendo como un grano de maíz depositado en el útero del mundo, en el vientre de la tierra.

¿Y el futuro? ¿Seguirá siendo Cuba esa utopía que se construye en cada instante, en medio de este mundo capitalista, neoliberal e injusto? En El lado frío de la almohada, Belén Gopegui se pregunta por boca de uno de sus personajes por qué ya no defendemos Cuba. Es seguro que hay cosas mal hechas, aspectos parciales en los que no se ha acertado, comportamientos concretos inadecuados e incluso abominables, todo un aluvión de confusiones, pero Belén Gopegui reafirma: “No es, al fin, la parte lo que no defendemos, sino el todo”.

En la trama de la propia narración de Belén Gopegui, el escritor (en la ficción) Orellán, que no es residente en la isla, esboza al cubano Sedal un posible final: “Cuba es también una historia. Necesita un final, cerrar el libro aunque sea para abrir otro a continuación. Fidel se ha convertido en ese final”.

Y Sedal le responde con cierta resignación: “Hay mucha gente en Cuba queriendo que pase algo...Lo que va a pasar, y ojalá me equivoque, es que, casi sin darnos cuenta, nos venderemos. Lentamente, con mucho cuidado, con la ilusión de que podemos controlarlo, pero llegará un momento en que no podamos”.

Imagino el libro de Belén Gopegui escrito hace trece años. Me imagino leyéndolo a la vez que la entrevista de Tomás Borge a Castro y prefiero asirme al entusiasmo de Fidel que a la apatía del personaje cubano de Belén Gopegui. Y hago votos porque a Fidel Castro le suceda Fidel Castro, sea cual sea su nombre.