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Fidel-Fischer: Histórico intercambio epistolar

Datum: 

16/08/2010

Quelle: 

Vanguardia

El 11 de agosto de 1965 Robert Fischer envió un cable a nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro, amenazando con retirarse del torneo Capablanca in Memóriam, y al día siguiente, el líder de la Revolución Cubana le daba una enérgica respuesta. Finalmente, Fischer ratificó su decisión de intervenir en la justa, y un año después, en la la XVII Olimpiada Mundial de Ajedrez celebrada en La Habana, ambos estrecharon sus manos en señal de amistad.

Singular torneo aquel Capablanca in Memóriam de 1965, uno de los más tensos e interesantes certámenes ajedrecísticos realizados en nuestro país en el período revolucionario, con la participación del ex campeón mundial Vassily Smyslov y el genial Robert Fischer, quien disfrutó igual gloria entre 1972 y 1975.

A Fischer el Departamento de Estado norteamericano le había rechazado su solicitud de autorización para venir a Cuba a participar en la justa consagrada al tercer monarca del orbe en el juego ciencia.

Pero el superdotado trebejista, fallecido en 2008, no cedió en su empeño, decidió jugar por teléfono y teletipo, como señaló un cable fechado en Nueva York, el 9 de agosto.

Cuando las cosas iban por buen camino surgió entonces algo inesperado: haciéndose eco de informaciones publicadas en Nueva York, el 11 de agosto Fischer envió un cable a nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro, amenazando con retirarse del torneo.

En el texto, Bobby expresaba: «Me opongo a sus manifestaciones publicadas hoy en el New York Times proclamando una victoria propagandística, y por este acto me retiro del Torneo Capablanca. Solamente volveré a entrar en el torneo si envía un cable asegurándome que usted y su gobierno no buscan beneficios políticos de mi participación, y que no se producirán en el futuro más comentarios políticos por parte de usted en relación con mi participación.»

Al día siguiente, el líder de la Revolución Cubana daba enérgica respuesta al trebejista estadounidense:

«Acabo de recibir su cable. Me sorprende que usted me atribuya algún tipo de manifestación referente a su participación en el torneo. A este respecto no he dicho ni hablado una sola palabra con nadie. Sólo tengo sobre ello noticias que he leído en cables de agencias norteamericanas. Nuestro país no tiene necesidad de tan efímera propaganda. Es suyo el problema de participar o no en dicho torneo. Sus palabras son, por tanto, injustas. Si usted se ha asustado y arrepentido de su decisión inicial, sería mejor que idease otro pretexto y tuviese el valor de ser honesto.»

Finalmente, Fischer ratificó su decisión de intervenir en la justa. Así, el 25 de agosto de 1965, sentado frente a una silla solitaria en una pequeña habitación del Marshall Chess Club, de Nueva York, a mil 350 millas de distancia del Salón de Embajadores del hotel Habana Libre --escenario de la competencia--, inició frente al MI alemán Heinz Lehmann su histórica participación en el IV Capablanca.

El certamen terminó con la victoria de Smyslov, quien acumuló 15.5 puntos. Del segundo al cuarto, con media unidad menos, concluyeron empatados: Borislav Ivkov, Efim Gueller y Fischer.

Como escribió el fallecido árbitro internacional José Luis Barreras, «¡el disparo del State Departament le salió por la culata!»
Robert Fischer en la Olimpiada de 1966, junto al mexicano Filiberto Terrazas, sostuvo la famosa partida en consulta contra Fidel y Tigran Petrosian, entonces campeón mundial.
Un año después, en la inauguración de la XVII Olimpiada Mundial de Ajedrez celebrada en La Habana, Fidel y Fischer estrecharon sus manos en señal de amistad. 

El estadounidense le entregó a nuestro líder un libro suyo autografiado, y luego, al lado del mexicano Filiberto Terrazas, sostuvo la famosa partida en consulta contra Fidel y Tigran Petrosian, entonces campeón mundial.

Días después, en la jornada de  clausura, en animado diálogo con varios de los participantes en la magna confrontación, Fidel comentó en broma que estaba preparándose para convertirse en un buen jugador, que había leído la mitad del libro que le obsequió Fischer, y riéndose expresó: «...Aunque debo leerlo de nuevo para atrás.»

Dirigiéndose a Fischer, afirmó: «Pero no hay que tener miedo, no voy a estar en la próxima Olimpiada entre los grandes maestros.»