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Fidel, en retrospectiva

Datum: 

04/06/2012

Quelle: 

Revista Debate

Autor: 

El libro Fidel Castro Ruz: guerrillero del tiempo desanda el camino del recuerdo del líder de la Revolución Cubana. Lo hace mediante el relato de un Fidel Castro íntimo, quien, pese a su aversión por ventilar asuntos personales, aceptó el “cuestionario inquisidor” de la escritora cubana Katiuska Blanco Castiñeira. Así, las memorias del dirigente histórico de la Revolución comenzaron a tomar forma desde la primera conversación entre ambos, en 1993. Este primer tomo, de un total de dos, abre con los recuerdos de la infancia del comandante de Sierra Maestra y cierra, en diciembre de 1958, previo al triunfo de la Revolución. En diálogo con Debate, Blanco Castiñeira adelanta parte del contenido de la obra que estará en las librerías de Buenos Aires la próxima semana (Ediciones Cartago) y que hace hincapié en la faceta personal de las vivencias de Castro.  

¿Por qué vale la pena adentrarse en la intimidad de un líder revolucionario como Fidel?

Creo que es importante conocer la faceta personal de los grandes líderes. Fidel es una de las personalidades históricas más importantes. Es un hombre de la talla de seres como Benito Juárez, José Martí o Ernesto Guevara, entre otros. Por ello, se sabe mucho sobre su papel como estadista, la contribución que ha hecho como jefe de una Revolución que ha trascendido sus propias fronteras. Sin embargo, se sabe muy poco sobre su vida intima, personal. Él mismo lo quiso así. Creo que con inteligencia y derecho, mantuvo su vida privada resguardada. No hay que olvidar que ha logrado sobrevivir a más de seiscientos atentados. Además, Fidel no quiso que su familia gozara de ningún beneficio heredado por el parentesco. Por último, trató de evitar el culto a la personalidad. Por todas esas razones, la historia íntima de Fidel era desconocida hasta en la propia Cuba.

¿Qué hizo que Castro cambiara de parecer respecto de este tema?

Pasaron los años…Y cuando él cumplió los 70, quedó impresionado de que todos empezaran a hablar sobre “los 70 de Fidel”. Es como si se hubiera dado cuenta del paso del tiempo. Entonces, pese a su natural predisposición al pudor, empezó a andar por el camino del recuerdo y del regreso hacia los espacios más íntimos, como los de su infancia en la localidad de Birán. Por ejemplo, accedió a que, por primera vez, se hablara de sus padres en público. De ahí surgió mi primer libro. Luego, en 2009, cuando con Fidel, una tarde, charlábamos sobre temas del todo disímiles, me dijo: “¿por qué no preparas un cuestionario inquisitorio?”. Ahí empezamos a trabajar en sus memorias. Yo tenía la intención de que fuera un escrito en primera persona. Pero él decía que iba a ser un libro muy aburrido y que prefería que fuera en un formato de preguntas y respuestas.  

El libro comienza con la niñez del líder de la Revolución Cubana, ¿qué vivencias subrayó como significativas en su relato?

Muchos sucesos. Algunos de ellos en su casa de Birán, otros que tuvieron lugar en Santiago de Cuba y, luego, en el colegio de Belén. Es la etapa de la niñez, la adolescencia y la juventud inicial. En primer lugar, hay que decir que él y sus hermanos fueron muy queridos por sus padres. En este sentido, Fidel destaca los cuidados de su mamá y la presencia de su papá. Asimismo, ese resguardo familiar estuvo acompañado de una tremenda libertad. Porque creció como un niño sin ataduras.  

¿Qué significa?

Ocurre que, a pesar de que la familia Castro había conseguido una posición económica holgada, el origen de ellos era muy humilde. Por eso, no tenían una cultura excluyente o de clase alta que le impidiera a Fidel relacionarse con los más pobres de la zona, que eran, por ejemplo, los braceros haitianos, quienes llegaban en barcas a Cuba a cortar caña. Sus amigos eran los sembraderos, los que trabajaban con él en los negocios de las fincas, y no los miembros de otras familias de terratenientes. Pienso que eso lo marcó a futuro; es decir, el hecho de estar junto a quienes no tenían nada, los campesinos, los más humildes. Luego, en Santiago, él vive una experiencia extraordinaria, de la que también se acuerda mucho.

¿Como cuando dejó su casa natal para ir a estudiar a Santiago de Cuba?

Sí. Desde el punto de vista humano fue dramático ya que, siendo niños, Fidel y su hermana Angelita fueron objeto de una especie de negocio. Ocurrió cuando la maestra de ellos en Birán propuso que ambos se fueran a vivir con su familia a Santiago para que pudieran seguir estudiando. Los padres aceptaron y comenzaron a enviarle el dinero para la manutención. Pero, la docente ahorraba ese dinero y la casa resultó ser un lugar muy precario, donde llovía más adentro que afuera, y donde los niños pasaron hambre real. Fidel se acuerda muy bien de esa experiencia. Claro que la rememora con su humor característico. Dice que se trató de “hambre colectivo”, ya que la familia de la maestra también lo padecía. Él recuerda que no era consciente de lo que ocurría.  

¿Qué sucedió luego?

Fidel dice al respecto: “Luego, llegó el armisticio”. La maestra prometió que no ocurriría lo mismo. De todas maneras, él ya estaba cansado de las disciplinas que le imponían en esa casa francesa, porque eran haitianos descendientes de franceses. Así fue que luego de unas “rebeliones”, como las llama, enviaron a Fidel como interno de un colegio, tal como él quería. Entonces, nunca regresa a esa casa. Su experiencia escolar indica que fue un alumno académicamente bueno, pero que no soportaba el atropello, el maltrato. Siempre sintió esa suerte de rebeldía que después se manifestó de una manera política.  

En la etapa universitaria…

Ahí sí ya es con conciencia. Se forma como un revolucionario, en primer lugar, tratando de buscar su lugar en la propia universidad. Fue muy importante para Fidel la experiencia vivida en la Argentina con la Reforma Universitaria Argentina de 1918, una gran influencia para el siglo XX cubano. Fidel comprendió el importante papel que juega a nivel social una casa de estudio.  

Ya recibido, de vacaciones en Estados Unidos, pensó en estudiar en Harvard. ¿Es así?

Sí, durante su viaje a Nueva York, durante la luna de miel de su primer matrimonio, él pensó en tomar una beca en Harvard o en Francia. Aunque, de todas maneras, nunca pensó esta alternativa con un propósito individual. Tenía la intención de preparase en estudios de Economía, porque consideraba que era necesario superarse y articular conocimientos con lucha social. Lo que pasa es que, cuando él regresó a Cuba, se dio cuenta de que las cosas habían tomado un camino que le impedía irse lejos. Significaba perder un momento histórico del país.

Como hombre de leyes, ¿de qué manera vivió el momento en el cual entendió que la lucha armada era la vía para derrocar a Fulgencio Batista?

A finales de los años cuarenta, Fidel ya había trazado su estrategia revolucionaria y, por eso, estaba en el juego político de la época, como miembro del Partido Ortodoxo. Él buscaba ser nombrado representante en las elecciones generales de 1952 para así, desde la Cámara, lanzar un proceso revolucionario. Todas esas esperanzas murieron cuando Batista dio el golpe de Estado ese año. A partir de ese hecho, la mayoría de los cubanos, incluido Fidel, tenía claro que si Batista había subido por la fuerza, sólo por la fuerza se iba a bajar. Una comprensión basada también en el pasado negro que nutría el curriculum de Batista. Además, no hay que olvidar que Batista era candidato a presidente y usurpó el poder cuando supo que no podía ganar. De todas maneras, en estos tiempos iniciales, Fidel no imaginaba que él iba a ser quien liderara el proceso revolucionario.  
¿Pensaba en alguien más?

Así es. Él creyó que los miembros del Partido Ortodoxo iban a cumplir con su papel ante la historia. Incluso, como referente de la juventud ortodoxa, pone a disposición las fuerzas que había comenzado a nuclear. Sin embargo, muchos no estaban dispuestos a ir tan lejos. Cuando decidieron, en 1953, asaltar el cuartel Moncada, Fidel sí ya tiene claro que el jefe de ese colectivo de jóvenes revolucionarios es él. Era el dirigente al que todos seguían. Compañeros cercanos, como Abel Santamaría, trabajaban y le daban parte de su salario para que Fidel se convirtiera en un revolucionario profesional.

En México, Fidel conoció a Ernesto Guevara, ¿qué impresiones rememora de aquel encuentro?

Durante las entrevistas para el libro, comenté a Fidel que es muy conocido lo que el Che pensó de Fidel, pero no tanto lo que él pensó de aquel joven que aún no era un guerrillero. Fidel recuerda que, antes de conocerlo, los cubanos exiliados en México le hablaban mucho del Che. También que durante la primera conversación le pareció una persona muy noble, sincera y que tenía un aspecto muy humilde. Cuenta que cuando él nombró al Che como jefe del campamento de entrenamiento, varios sintieron recelos. Es que, en México, estaban los veteranos del ataque al Moncada. Y, en su momento, muchos no quisieron aceptar la autoridad de alguien que no fuera cubano. Pero eso ocurrió al inicio, porque después, en la guerra, todos querían estar a las órdenes del Che. Fidel confió siempre en el Che, al punto de que el segundo comandante de la guerrilla cubana era Guevara. Raúl, Juan Almeida, Camilo Cienfuegos son ascendidos a comandantes de la guerrilla casi un año después.  

Ya que usted trabajó en la faceta personal de esta historia, ¿cómo repercutía la actividad de los hermanos Castro en la familia?

Hay una anécdota que puede ser ilustrativa. Cuando el asalto al Moncada resultó fallido, Fidel emprendió una larga caminata hacia las montañas con un grupo de hombres que había logrado reagrupar. En el camino, durante el cual Fidel pensaba cómo darle continuidad al ataque, el grupo paró en la casa de unos campesinos que tenían una radio a batería y la primera pregunta que Fidel hizo al entrar en aquella casa fue: “¿Usted sabe, señora, si el hermano del jefe del asalto al Moncada está vivo?”. Fidel cuenta que él era el responsable de Raúl ante sus padres, quienes siempre se estaban quejando del “becerrito”. Pero, Fidel les había pedido que le dejaran a Raúl bajo su responsabilidad, qué él lo iba a hacer estudiar y demás. Raúl terminó liderando una de las columnas de ataque durante aquel hecho emblema de la Revolución. Fidel cuenta que él hubiera querido que Raúl se quedara en México, pero que no podía negarle el derecho como cubano a pelear por su país.

¿Los padres comprendían la actividad de sus hijos?

Como todos los padres, no querían que sus hijos estuvieran en riesgo. Sin embargo, nunca les reprocharon nada. Cuando Fidel ataca el Moncada, su padre ya tenía una idea de que eso había que respetarlo y apoyó a sus hijos pese a que Ángel Castro era más bien conservador. Un hombre sin mucha formación, que tenía posesión de tierras y no simpatizaba con las ideas comunistas. Creo que Fidel sintió toda su vida no haber podido hablar con él antes de su muerte. Porque cuando se fue a México exiliado, luego del Moncada, Fidel nunca más pudo hablar con su papá y, cuando regresó a Cuba, a bordo del Granma, en 1956, éste había muerto hacía poco. Durante ese lapso, en la familia se cuenta que el papá de los Castro vivía pegado a la radio esperando noticias de sus hijos. Sabía que ellos volverían porque Fidel había dicho, en noviembre de 1955, la famosa frase de “seremos libres o mártires”, preanunciando la revolución que se venía. Y Castro padre sabía que cuando Fidel decía algo, cumplía. 

Por cuestiones de edad, la dirigencia histórica de Sierra Maestra será próximamente reemplazada. ¿Cómo avizora una Cuba sin Fidel?

La verdad es que, así como hoy, más de cien años después de su caída en combate, no se puede hablar de una Cuba sin José Martí, de igual modo no se avizora una Cuba sin Fidel, sino con él como una presencia definitiva en su futuro. ¿Cómo podría hablarse de Venezuela sin Bolívar? Son de aquellos héroes, al decir de Miguel Ángel Asturias, que se quedan velando. Fidel está instalado en el futuro no sólo de Cuba, sino de nuestra región y del mundo. Él dijo una vez de Martí que era un árbol que crece. Para mí, Fidel es un monte que crece. Sus ideas perdurarán y esto que afirmo es y no es poesía.

CAMBIOS EN EL MODELO

¿Cuál es su lectura sobre la “actualización” en curso del modelo socialista implementada por el presidente Raúl Castro?

Se trata de un ejemplo de madurez de la Revolución Cubana, pero también de una afirmación de nuestra tradición. El proceso político social revolucionario cubano, dirigido por Fidel y Raúl, siempre ha sido ejemplo de antidogmatismo, flexibilidad, conocimiento profundo de las condiciones históricas y aplicación dialéctica de los principios marxistas-leninistas. Si usted desea ser fiel a doctrinas del materialismo histórico y dialéctico, no puede aferrarse a los manuales, sino interpretar el signo de los tiempos y aplicarlos de forma creadora. Fidel expresó una vez algo así: “Lo que no comparto con los técnicos es que se enamoran del modelo” o aquella otra idea: “Prefiero el viejo reloj, los viejos espejuelos, las viejas botas... y en política, todo lo nuevo”. Para nuestros enemigos sería mejor que Cuba no interpretara las necesidades actuales de nuestra sociedad, en un mundo marcado por desigualdades y adversidades económicas y tecnologías de comunicación avanzadas. Ellos preferirían que Cuba se anclara en el pasado, se anquilosara, se volviera obsoleta o vieja, pero Cuba sigue siendo joven y una nación de futuro, donde cada paso que se adelanta es fruto de los esfuerzos y la opinión de todos y, en primerísimo lugar, de sus dirigentes históricos.