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Con Fidel se rompe el protocolo

Datum: 

07/07/2013

Quelle: 

Periódico Trabajadores

Autor: 

El perenne homenaje a los caídos en la lucha revolucionaria ha sido una constante en la vida de Fidel Castro Ruz, líder de la generación de jóvenes que en el empeño por derrocar la tiranía de Fulgencio Batista, el 26 de julio de 1953 asaltaron los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo, en la entonces provincia de Oriente.

En su alegato ante el tribunal que el 16 de octubre de 1953 lo juzgó por aquel acontecimiento, Fidel afirmó que sus compañeros no estaban “ni olvidados ni muertos”, e invariablemente, fiel a esa expresión, no ha desaprovechado la oportunidad de rendirles tributo. 

Ese sentimiento lo ha llevado a visitar en varias ocasiones el Mausoleo a los Mártires de Artemisa, memorial donde descansan los restos de los artemiseños caídos en combate, tanto en las acciones de aquel glorioso día que reinició la lucha emancipadora, como en el transcurso de esta. Su calor humano.

Con evidente emoción, Mabel Martínez Deuloufeu, licenciada en Historia del arte y directora del Mausoleo a los Mártires de Artemisa, rememora la visita efectuada por el líder revolucionario en el 2001. 

Acostumbrada a recibir visitas de alto nivel, entre ellos presidentes, embajadores y otros miembros del cuerpo diplomático; renombrados científicos y artistas, cada una de las cuales exige determinado protocolo, afirma que con Fidel este “se rompe en cuanto pronuncia la primera palabra, por su gentileza, modestia, sencillez, amor al prójimo, y el gran calor humano que transmite en todo momento. 

“Entonces yo era muy joven y al tenerlo delante sentí que se me derrumbaba el mundo. Pero me dije que no podía llorar, necesitaba tener la cabeza fresca para poder atenderlo. 

“Cuando lo invité a bajar a la Cámara Mortuoria, me dijo: ‘Aquí la que manda es usted. Yo voy detrás y usted me guía’, y le expresé qué podía decirle yo del Moncada. Empezó a conversar conmigo de Artemisa y de los artemiseños. Al llegar a los nichos de Julito Díaz y Ciro Redondo, les pasó la mano; estaba emocionado. 

“Llegado el momento de colocar la ofrenda, me indicó: ‘Usted, que es la dama’. Le respondí: De ninguna manera, Comandante, yo no me puedo perder esa foto, porque tengo un compromiso aquí con mi pueblo. Devele usted esa ofrenda floral. Aceptó con un ‘Pero no se me quite de al lado”. 

“Al hablar de aquella visita recuerdo a Leonor, una museóloga nuestra ya fallecida. Ella no veía y le preguntó si lo podía tocar y él le dijo ‘Como no, tócame’. Ella le manifestó encontrarse tan emocionada que estaba a punto de desmayarse y él le señaló que tenía que hacer como la directora, que la veía tan tranquila. Ante tal afirmación, intervine: Ni lo piense, que a mí también me va a dar algo aquí; me caigo muerta, y me dijo: ‘No te puedes caer muerta, porque tú estás muy fuerte y yo no te puedo cargar”’. 

¡Qué presidente hace eso! 

“Me puse la camisa verde olivo y vine a visitar el Mausoleo”, fueron las primeras palabras que el líder de la Revolución dirigió a Mabel, el 24 de julio del 2010. 

“Ya recuperado de la grave enfermedad que lo aquejaba, quiso tener un encuentro con los combatientes de Artemisa. Habló durante unas dos horas y leyó el Llamamiento a los combatientes de Artemisa y de Cuba. 

“Los trabajadores nuestros estaban entre los asistentes, y se interesó por el estado de cada uno de ellos. No se olvida de nada ni de nadie. 

“En el momento de retirarse, me preguntó: ‘¿Cómo estuve?’ ¿Te das cuenta de lo que son los grandes hombres? Le respondí: ¿Cómo va a estar, Comandante? Divino. Usted como siempre nos dio una clase magistral. Ante mis palabras se viró para la escolta y le dijo: ‘¿Viste lo que me acaba de decir la directora? Que yo estuve muy bien’. ¡Caballero, qué presidente hace eso!” 

“Cuando abordó el helicóptero para emprender la retirada, no pude más y me eché a llorar”.