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Soldados de la Libertad

Datum: 

27/12/2013

Quelle: 

Revista Bohemia

Camilo junto con Ángel Frías en Yaguajay, lugar desde donde partió la columna invasora Antonio Maceo hacia La HabanaLa columna invasora Antonio Maceo salió de Yaguajay a las tres de la tarde del día de año nuevo. Abría la marcha un carro microonda capturado al enemigo. El comandante Cienfuegos ocupaba el asiento delantero, al lado del conductor. Detrás viajaban su ayudante, René López, el ingeniero Guillermo Díaz y el reverendo Modesto Amo, de los Padres Paules, quien en el decurso del combate permaneció junto a los rebeldes, sirviendo de enlace entre estos y la guarnición sitiada.

Le seguía un pisicorre puesto al servicio de Agustín Alles, corresponsal de guerra de BOHEMIA y del camarógrafo Raúl Hernández, de Noticuba, que había filmado la batalla de Yaguajay. Más allá la ruidosa caravana de vehículos, camiones, jeep, autos cuajados de barbudos, todavía con los fusiles calientes y las manos oliendo a pólvora.

Atravesaron en triunfo Iguará, Meneses, General Carrillo, Central San Agustín, Zulueta, Placetas Falcón. Hubo que detenerse. El puente sobre el río, una enorme mole de hormigón y hierro, estaba cortado en sus dos cabezas cerrando el paso. Se trataba de una de las hazañas del Che. Semanas antes, equipos mecánicos y técnicos de la columna Ciro Redondo, ingenieros, perforadoras, tanques de oxígeno, antorchas de acetileno ha­bían trabajado por más de cinco horas para demoler la sólida estructura. Mientras, patrullas rebeldes protegían la operación.

El convoy tuvo que tomar un desvío, bajando por accidentadas pendientes. El cruce fue lento y penoso. Algunos transportes se rompieron y otros tuvieron que ser remolcados. A las nueve de la noche penetraron en la desolada Santa Clara. En Central y Colón, Camilo detuvo la caravana.

—Que nadie se apee –ordenó-. Voy a entrevistarme con el Che en el edificio de Obras Públicas.

Se acercó al pisicorre de BOHEMIA:

-Ustedes que son periodistas pueden venir conmigo. Acabo de hablar por la micro con Fidel y tengo instrucciones de avanzar sobre La Habana.

—¿Sobre La Habana? —se asombró el emisario de esta Sección. ¿En que plan? 

En plan de conquista hasta el propio campamento de Columbia. Lo dijo sencillamente, como si en vez de la primera fortaleza militar de la nación se tratara de uno de los modestos cuartelillos villareños conquistados de un solo bazukazo. En Santiago, alguien había formulado la misma pregunta al comandante en jefe.

— ¡Camilo lo hará! -fue la respuesta de Fidel.

Los dos jefes rebeldes conversaron en privado, planificando la marcha sobre la capital. Columbia era el objetivo de Camilo; La Cabaña, del CheLos dos jefes de las columnas invasoras conversaron en privado, planificando la marcha sobre la capital. Columbia era el objetivo de Camilo y La Cabaña la meta de Guevara. Cienfuegos informó a su compañero del estado de depauperación en que se encontraban sus tropas tras los once días de lucha en Yaguajay sin apenas probar bocado. Al minuto salieron varios jeeps con órdenes de llevarles 600 sandwiches y 24 cajas de refrescos. Aplacada el hambre, llegó un camión conduciendo parque para reaprovisionar a los soldados de la Antonio Maceo.

Descansaron unas pocas horas y a las cinco y media se reanudó la marcha hacia las provincias occidentales. Esta vez, Camilo tomó el volante de un jeep sin capota, el favorito de los rebeldes en los días de los raids aéreos, encabezando el desfile. A las siete de la mañana cruzaron Esperanza donde ya les esperaba el pueblo en las calles. Los invasores, que nunca pudieron ser contenidos por el enemigo, eran impotentes para romper aquel cerrado cerco de cariño.

El corresponsal de EN CUBA, con sorprendente minuciosidad, registró el horario de la columna. Santo Domingo, 7:35 del 2 de enero; Manacas, 8:00 antes meridiano; límites de Matanzas, 8:20; Colón 8.55. En esta villa matancera descansaron durante dos horas y el comandante recorrió varias calles seguido de una enorme masa humana.

Perico, 10:40; Jovellanos 11:15 y Coliseo a las 11:50. En el glorioso escenario de una de las más grandes victorias del Titán, Camilo hizo alto en el cuartel pidiendo comu­nicación telefónica con el Regimiento Plácido de Matanzas. Habló con el jefe militar:

—Quiero saber si usted está en disposición de entregar el mando...

Las deficiencias de la línea y el desconcierto imperante en el distrito militar dieron la impresión de que el Plácido rehusaba la rendición incondicional. Camilo se despidió con una advertencia tajante:

—Bueno, yo sigo para allá. Hablaremos personalmente. 

El pueblo de la capital se volcaba para aclamar a los soldados de la libertadA las 12:25 el jeep del jefe rebelde se detuvo a la entrada del establecimiento militar. A través de las cercas, protegidas con corriente de alto voltaje, se percibía la inquietud de los alistados, formando grupos frente a los pabellones. Empero, nada traslucía un ánimo beligerante. Cienfuegos dio instrucciones a sus tenientes:

—Voy a entrar. Manténganse tranquilos, pero alerta.

No fue necesario recurrir a la fuerza. La guarnición, más de mil hombres, se entregó incondicionalmente. Eran las 2:55 pasado meridiano. Cruzaron por Madruga, Catalina, San José y Cotorro. A las cinco de la tarde, entrando por San Francisco de Paula se divisaba el panorama de la bahía y a lo lejos la cúpula, resplandeciente al sol, del Capitolio.

—Vamos a tomar por la Avenida de Dolores -dispuso CC-. Quiero pasar por mi viejo barrio para saludar a los amigos y familiares.

Al anochecer, el desfile de los héroes hizo trepidar el pavimento de la avenida 26. De los balcones descendían aplausos. En 23 y Avenida de Columbia se volcó la capital para aclamar a los soldados de la libertad. Frente a la posta 6, al pie del obelisco, los centinelas presentaron armas.

Columbia, la cuna del marzato, también era territorio libre.