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Altura y proyección de “La historia me absolverá”

Datum: 

08/08/2011

Quelle: 

Librínsula: La Isla de los Libros. No.293 8 de agosto del 2011

Autor: 

(Fragmentos)

Es justo y oportuno que se recuerde con magnitud nacional el veinte aniversario del alegato sostenido por el jefe de nuestra Revolución ante la Audiencia de Oriente en el juicio seguido a los heroicos combatientes del Moncada. Se trata, sin duda, de un documento primordial en el hermoso proceso revolucionario de Cuba. Haber leído “La historia me absolverá” en nuestras organizaciones de masas ha producido fruto excelente: el poderoso alegato contiene, como veremos enseguida, elementos esenciales para entender el pasado, servir el presente y penetrar el futuro.

Al considerar “La historia me absolverá” debe situarse en término primero su relieve como hecho revolucionario, lo que alude al momento en que se produce, al coraje ejemplar de su autor, a la denuncia de la realidad que lo provoca y a la clarividencia política que lo ilumina.

Se dice lo verdadero al afirmar que en “La historia me absolverá” se levanta, como magno relieve anunciador la estatura de Fidel Castro, la hombría plena y la mente abarcadora son aquí el sustento de un impulso popular que, al mostrar su poder, adelanta la medida significación de la que será pronto la revolución más profunda y trascendente de la historia americana. En su oración de defensa aparece, en inicio feliz, la rica personalidad de un dirigente que alcanzará en pocos años significación americana y universal.

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Aunque en “La historia me absolverá”  se da prioridad a cinco leyes fundamentales –defensa de la soberanía, entrega de la tierra al campesino, participación de los trabajadores en las utilidades de las empresas, ganancia justa del colono en el rendimiento de las cañas y confiscación de los bienes robados al pueblo– no dejan de señalarse necesidades vitales del mayor tamaño, pero que requieran  por su naturaleza, una meditada formulación. Así, se habla de la necesidad de la reforma agraria, de la transformación integral de la enseñanza, de la atención cabal a la salud del pueblo, de la nacionalización de los trusts de la electricidad  y del teléfono, de la  industrialización del país y de la estrecha solidaridad con los pueblos latinoamericanos.

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Como es sabido, todo el alegato ante la Audiencia de 0riente –tan nutrido de precisiones jurídicas–, está teñido de la ejemplaridad de José Martí y de lo más esencial y ambicioso de su pensamiento político. Allí dice Fidel: “traigo en el corazón las doctrinas del Maestro”. Al proclamar que es nuestro Apóstol el autor intelectual del Moncada, hace una afirmación de la mayor hondura revolucionaria. Martí es, en efecto, el inspirador de una empresa redentora de máximo relieve, pero también el animador de una actitud que, por su anchura generosa, mira firmemente hacia el mañana.

En  “La historia me absolverá” encontramos la palabra concreta del libertador del siglo pasado, pero también la voz de quien por ser hombre de su tiempo es hombre de todos los tiempos, capaz de entender, mejor que sus contemporáneos, la naturaleza dialéctica del pensamiento revolucionario. Fue él quien dijo que cada tiempo traía su faena y que el deber estaba en servir la acción libertadora que cada época plantea.

Viendo las cosas con recto sentido histórico, ha de decirse que nunca como en la histórica defensa se recibió y honró mejor la herencia del Apóstol. En su mandato está la exigencia de servir al pueblo por los caminos de mayor eficacia, y como en los días actuales no hay vía mejor que la del socialismo, si no podemos ni debemos afirmar que Martí fue marxista, sí es justo proclamar que quien liberte a los pueblos al nivel ideológico de su tiempo interpreta en su esencia profunda el mensaje del héroe de Dos Ríos.

Por martiano el alegato de Fidel Castro es un llamamiento realista a la acción, nacido de las circunstancias en que está ubicado pero, saliéndose de lo inmediato y circundante, es una proclama lanzada hacia el futuro y destinada a servir –medida martiana–, a los pueblos latinoamericanos que fueron inquietud y desvelo vitalicio de nuestro héroe elocuente.

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No murió Martí en su centenario como quisieron sus negadores y apóstatas. Se mantuvo vivo, viviente y peleador en la palabra de Fidel Castro; vive ahora, con existencia renovada y sedienta, en la obra de la Revolución cubana y en la liberación cercana de la América Latina.

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