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Con Fidel en días y noches de huracán

Datum: 

08/08/2014

Quelle: 

Periódico Trabajadores

 Durante un recorrido por Matanzas, fuertemente afectada por el huracán Michelle en el 2001. Foto: Hugo García GUIA Fide0074 (archivo/edición)

A mediados de la década de los 90 se rompió la relativa tranquilidad que tuvo Cuba durante varios años en cuanto al azote de ciclones. Desde entonces, alguien muy querido para el colectivo del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología (Insmet), el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, se sumó con asiduidad ante la alerta por la inminente afectación de aquellos y otros fenómenos como intensas lluvias y penetraciones del mar.  
 
“Fidel llegó sobre las cinco de la tarde del 17 de octubre de 1996. Se había formado un huracán en el noroeste del mar Caribe y delante de la pantalla de una computadora le respondí infinidad de preguntas acerca de la compleja situación meteorológica, pues era muy probable que en unas 8 horas, el Lili estuviese castigando a la Ciudad de La Habana. Asimismo, una vaguada en el continente se movía hacia el este y debía interactuar con el ciclón para desviarlo hacia la derecha. Dónde y cuándo ocurriría ese tope nadie lo sabía.  
 
“Ante tan tenso escenario recibimos la inolvidable visita de Fidel, por espacio de unas dos horas”, cuenta el doctor José Rubiera, director del Centro de Pronósticos (CP) del Insmet.  
 
“Desde las 10 de la noche hasta las 8 de la mañana del siguiente día se comunicó telefónicamente conmigo desde Batabanó, Varadero y Jovellanos, a fin de actualizarse sobre la situación. En todas las ocasiones me preguntó si había descansado y le dije que no. Yo pensaba, si él está en pie, no puedo hacer menos que seguirlo en esta batalla contra la naturaleza.  
 
“No solo conspiraban contra nosotros las afectaciones producto de los vientos, sino también la inexperiencia en la práctica del personal novel y la obsolescencia tecnológica. Contrario a lo que disponemos hoy, carecíamos de información cercana de radar y las imágenes de satélite no eran directas ni de alta resolución, con atraso en tiempo real de una hora. Por los datos que nos suministró alguien desde un central azucarero de Aguada de Pasajeros, determinamos que el ojo del huracán estaba pasando por allí y dimos el aviso.  
 
“Además, por primera vez empleamos un abanico de trayectoria amplio, desde La Habana hasta Sancti Spíritus, y la percepción generalizada era que habíamos hecho un mal pronóstico. Fidel me orientó que explicara por la televisión todo lo ocurrido con detalles, y me dijo: ‘Di la verdad, siempre hay que decir la verdad, y todos comprenderán qué ocurrió’”.  
 
Respeto y admiración  
 
Dos mujeres acostumbradas a ver la formación y desencadenamiento de los elementos confiesan que nada les ha sido comparable a las conversaciones telefónicas con el líder de la Revolución cubana.  
 
Mientras ejercieron como jefas de turno en el CP del Insmet, las doctoras Miriam Teresita Llanes y Gisell Aguilar Oro, dicen que tuvieron el honor de atender muchas de aquellas llamadas de madrugada, sobre todo en la temporada ciclónica.  
 
“Él se inquietaba por cualquier evento meteorológico, aunque fuese pequeño, y sus posibles consecuencias. Y no solo vinculado a Cuba sino con otro país, como ocurrió cuando el Katrina, que azotó al estado norteamericano de Nueva Orleáns con fuerza cuatro, en agosto del 2005”, refiere Gisell, hoy especialista e investigadora de la institución.  
 
Para ambas expertas esas conversaciones eran un ejercicio profesional y a la vez una muestra del humanismo de Fidel. Sin titubear confiesan que les resultaban más difíciles que aparecer en la sección del tiempo en el Noticiero de Televisión, aunque el lenguaje coloquial y sencillo del Comandante en Jefe les infundía tranquilidad.  

Durante una comparecencia televisiva cuando el huracán Iván amenazaba el occidente de Cuba. Foto: Ismael Francisco GUIA Ismael 002 (archivo/edición)
Igual le ocurría al Máster en Ciencias Armando Caymares, técnico principal del CP, quien creció oyendo de las andanzas de Fidel durante el paso de ciclones, y de su sentido de responsabilidad rayano en la osadía, que el gracejo popular llevó a lo mítico.  
 
A ello le atribuyeron que la lluvia no llegara hasta donde él presidía un acto público, a que un fenómeno meteorológico con inminente perjuicio para el archipiélago perdiera intensidad y hasta que se cumpliera a nuestro favor el único resquicio en el modelo de pronósticos.  
 
Tal fue el caso del Iván, rememoran Miriam Teresita y Gisell, que estuvo una semana castigando al sur de Cuba y había 99 posibilidades de que nos atravesara y una sola para desviarse por el estrecho de Yucatán. Hubo comparecencias diarias en la Mesa Redonda, con llamadas en vivo al Centro de Pronósticos. Rubiera explicaba y Fidel insistía en la remota probabilidad, que se dio afortunadamente, pues los expertos decían que recogeríamos en la bahía los restos de la capital.  
 
En el campo de la meteorología, a Caymares le basta un ejemplo para hablar del arrojo de Fidel. ¿Cómo si no interpretar cuando luego de una visita al Instituto y bajo un viento intenso provocado por el ciclón Michelle (2001) atravesó el puente de Bacunayagua rumbo a Matanzas, principal zona que iba a ser dañada?, se pregunta. La popularidad de la meteorología  
 
Miriam Teresita proviene de uno de los últimos cubanos egresados de la URSS, y desde hace 26 años labora en el CP del Insmet. Lleva fresca en su memoria la visita en vísperas del 13 de agosto del 2004, cuando era inminente que el huracán Charly tocara tierra cubana: “El Comandante, como le seguimos diciendo cariñosamente, estuvo con nosotros hasta bien entrada la madrugada, preocupado también, como era habitual, por quienes trabajábamos en ese momento”.  
 
Y ese interés por la especialidad y quienes la ejercen lo transmitió al pueblo. Sus preguntas hasta la saciedad contribuyeron sobremanera, confiesa Rubiera, a la información que yo ofrecía en mis presentaciones ante las cámaras televisivas, pues cualquier detalle hasta lo más complejo ya había sido valorado.  
 
No por gusto afirma que calificaron a Fidel como el meteorólogo número uno, en complicidad con la doctora Rosa Elena Simeón, otrora titular del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, quien los acompañó siempre ante el peligro de ciclones.  
 
Otras aristas aporta la doctora Gisell. “Hubo una época en que a nosotros solo se referían cuando había un fenómeno meteorológico que pudiera afectarnos, era como el refrán de que la gente se acuerda de Santa Bárbara cuando truena.  
 
“Lo que ocurre hace varios años trasciende a las mejoras en tecnología y más disponibilidad de recursos humanos, incluida la existencia de la licenciatura en Meteorología. Fidel hizo pública la profesión, el pueblo se familiarizó con términos y situaciones. Hace rato que no nos dicen ‘mentirólogos’, y a quien emite juicios equivocados alguien le sale al paso.  
 
“Y es que cualquier cubano además de medicina y de pelota habla de meteorología, en Cuba fue una cosa antes de 1959, otra después del Flora, y sobre todo luego de la Tormenta del Siglo, el 13 de marzo de 1993”, subraya.  
 
Y por eso también nuestros testimoniantes concuerdan en que el eterno compromiso con el líder revolucionario es seguir trabajando con amor y dedicación, y saber transmitir a las nuevas generaciones de centinelas del tiempo, ese sentido de pertenencia para desplegar en cada jornada de calma y de huracanes.