Artikel

El gobierno “invisible” de Estados Unidos y la Crisis de Octubre (Segunda parte)

Quelle: 

Periódico Granma

La participación del pueblo en las tareas de la defensa fue uno de los capítulos brillantes de los días de la Crisis. Tras el fracaso de la invasión a Girón, el gobierno de Estados Unidos continuó su guerra secreta contra Cuba y con ese propósito se elaboraron nuevos planes agresivos y se intensificaron las acciones encubiertas y subversivas. En noviembre de 1961, la administración norteamericana engendró un nuevo proyecto contrarrevolucionario denominado Oper­a­ción Mangosta, cuya ejecución se extendería du­ran­te 1962. Este incluyó todas las formas posibles de agresión: bloqueo económico, aislamiento político-diplomático, subversión interna, intentos de asesinatos de líderes cubanos —particularmente el de Fidel Castro—, guerra psicológica y finalmente, invasión militar. En consecuencia en solo ocho meses realizaron 5 870 actos terroristas, sabotajes y asesinatos dentro de Cuba.

EL DESPLIEGUE DE COHETES SOVIÉTICOS EN CUBA


Este accionar contrarrevolucionario de Esta­dos Unidos presagió, en ese año, la invasión militar directa al país y sirvió de argumento para justificar la propuesta de la dirección soviética de desplegar cohetes de alcance medio e intermedio, pues consideraba que Cuba no tenía la capacidad para detener y resistir una agresión de la magnitud que se preparaba.

Esta iniciativa, que tuvo en el máximo dirigente de la Unión Soviética de aquel entonces, Nikita S. Jruschov, a su principal mentor, estuvo íntimamente relacionada también a la amenaza que significaba para la seguridad de la URSS y del campo socialista la disparidad estratégica existente en ojivas nucleares y sus medios portadores con su principal adversario, a la instalación de bases militares estadounidenses a su alrededor, en especial la de los cohetes Júpiter en Turquía e Italia. Después de un proceso de consulta y discusión en el seno de la más alta dirigencia política y militar soviéticas se acordó realizar la propuesta a la dirección cubana.

A finales de mayo de 1962 fue presentada esta iniciativa a la máxima dirección de la Revolución Cubana, que después de analizarla, tomó la decisión de aceptarla, pues esa medida sería un im­portante aporte internacionalista de Cu­ba al fortalecimiento de la capacidad defensiva del campo socialista en su con­junto y, de hecho, contribuiría a la de­fen­sa del país al ser un importante di­sua­sivo.

Al rememorar aquellos hechos, el Coman­dante en Jefe ha explicado que él percibió de inmediato en esa propuesta algo que podía mejorar el poder defensivo de todo el campo socialista o que contribuiría a ello. Desde ese punto de vista se inclinó a aceptarla, aunque estaba convencido que para defender a Cuba no eran imprescindibles los cohetes, porque un pacto militar que expresara claramente que una agresión armada al país equivaldría a un ataque a la URSS, hubiera podido obtener los mismos fines. “A nosotros no nos gustaban los cohetes. Si de nuestra defensa exclusiva se hu­biera tratado, nosotros no hubiésemos aceptado los proyectiles” —expresó Fidel.1 Al responder afirmativamente a la propuesta soviética, la dirección cubana expresó la necesidad de elaborar un acuerdo militar y hacerlo público en el momento más conveniente.

Jruschov era del criterio y creía que el traslado y despliegue de estos armamentos podía efectuarse de manera secreta y oculta y no publicar el acuerdo hasta que esto no estuviera concluido. A diferencia de Fidel y Raúl que, al conocer con más detalle la magnitud de toda la operación y el tamaño de los cohetes, dudaron de la posibilidad de que los servicios especiales estadounidenses no los detectaran. Fue por ello que durante la visita que realizó, en el mes de julio a la URSS, el Ministro de las FAR, Raúl Castro, para discutir los detalles del acuerdo militar y la operación, llevó la encomienda directa del Comandante en Jefe, de preguntarle directamente a Jruschov, qué ocurriría si la operación era descubierta antes que concluyera y, de esa manera, alertarlo ante tal situación. La respuesta del líder soviético no fue muy convincente, pues ante esa posibilidad dijo que no se preocuparan que si sucedía enviaría a Cuba la Flota del Báltico.

Entre finales de julio y octubre de 1962, se desplegó en Cuba un fuerte contingente militar soviético compuesto por aproximadamente 42 000 efectivos, de todos los tipos de armas y fuerzas. La llegada de estos medios a Cuba provocó en Estados Unidos, desde mediados de agosto, un ascendente escándalo en la prensa y los círculos políticos de ese país que, según la acertada evaluación de Fidel, pronosticaba la génesis de una peligrosa crisis.

Ante aquellas circunstancias, el Coman­dante en Jefe se reunió con la máxima dirección política y militar cubana para analizar la conveniencia de salirle al paso a las campañas propagandistas norteamericanas que comenzaban a desarrollarse, con la publicación in­mediata del acuerdo militar, pues su validez, justeza y legalidad eran indiscutibles.

Por esa razón, acordó enviar a Moscú al Comandante Ernesto Che Guevara y al capitán Emilio Ara­gonés a discutir estos puntos de vista, de ma­nera directa, con Nikita S. Jruschov. Sin em­bargo, nuevamente el líder soviético no tuvo en cuenta la alerta cubana.

Era sumamente difícil que una operación militar como “Anadyr” —nombre clave de la operación de traslado y despliegue de las tropas y medios soviéticos a Cuba— no fuera descubierta antes de ser concluida. Sin embargo, los servicios de inteligencia de Estados Unidos no pudieron detectar la magnitud de la Agrupación de Tropas Soviéticas. El 22 de octubre, cuando estalló la crisis, los funcionarios de inteligencia estadounidenses calculaban entre ocho o diez mil soviéticos en la Isla, cuando había más de 40 000 dotados con todos sus armamentos y medios de combate. A pesar de la exploración de todo tipo a que fue sometido el territorio nacional cubano y sus mares, no obtuvieron evidencias exactas del despliegue de los cohetes de alcance medio hasta mediado del mes de octubre, cuando un número de  ellos eran operacionales.

Igualmente, desconocían lo referido a las ojivas nucleares que nunca lograron detectar cómo llegaron al país, dónde se ubicaron y cuántas eran.

ESTALLA LA CRISIS

Desde finales del mes de agosto —ante el aumento de tráfico naval entre la Unión Soviética y Cuba, las denuncias de elementos contrarrevolucionarios que emigraban hacia Estados Unidos sobre la existencia de armamento soviético en la Isla y otras fuentes de inteligencia— el presidente Kennedy había ordenado el incremento de los vuelos de reconocimiento fotográfico a gran altura sobre territorio cubano que fue en aumento en septiembre e inicios de octubre, pero el mal estado del tiempo impedía obtener evidencia del despliegue de los cohetes de alcance medio. Sin embargo, el descubrimiento de cohetes antiaéreos en la provincia de Pinar del Río hizo que los servicios de inteligencias norteamericanos prestaran especial atención a esta región del país.

El 14 de octubre, cuando las condiciones meteorológicas mejoraron, se produjo el vue­lo de un avión U-2 que fotografió los sitios de los cohetes de alcance medio en la región occidental. El día 16 fue informado Kennedy de ese hallazgo. A lo largo de una semana se reúne la alta dirección político militar de Es­tados Unidos para decidir cómo eliminar esos sitios, si mediante un bloqueo naval, golpes aéreos o la invasión a Cuba. El 22 de octubre, el presidente norteamericano anuncia públicamente su decisión de imponer el bloqueo naval a Cuba y exige la retirada incondicional y bajo inspección de los misiles soviéticos. El Comandante en Jefe, en la noche del 23 de oc­tubre comparecerá, ante la radio y televisión cubanas, para explicarle al pueblo la situación existente y refutar las imputaciones hechas por el mandatario norteamericano. Fidel dejó claramente sentado que el gobierno cubano no tenía obligación de rendirle cuenta a Es­tados Unidos y negó que ese país tuviera derecho a decidir la clase y el número de armas que Cuba debía tener. Advirtió categóricamente que se habían tomado “[...] las medidas pertinentes para resistir y [...] rechazar cualquier agresión directa”. También se opuso a la pretensión de Kennedy de inspeccionar el país, porque “[...] jamás renunciaremos a la prerrogativa soberana de que dentro de nuestras fronteras somos nosotros los que decidimos... y nadie más”. 2

Las noticias públicas y secretas que llegaban a Cuba desde Moscú, ese día 23, mostraban la determinación de la dirección soviética de no permitir la materialización de las acciones norteamericanas y no ceder ante sus exigencias. “[...] la idea del retroceso nunca pasó por nuestra mente”3, dijo Fidel años más tar­de. A los cubanos nos quedaba claro que la ta­rea era prepararse bien para resistir con firmeza la agresión imperialista y así se hizo.

Notas y referencias

1 Fidel Castro Ruz: Transcripciones de la Conferencia Tripartita sobre la Crisis de Octubre, La Habana, enero de 1992.
2 Fidel Castro Ruz: Comparecencia por la radio y la televisión cubana, martes 23 de septiembre de 1962. Noticias de Hoy, miér­coles 24 de septiembre de 1962, p. 5.
3 Fidel Castro Ruz: Conferencia Tri­par­tita... Doc. citado.