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El pueblo votó por la justicia

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Revista Carteles
La más gigantesca concentración popular que se recuerda en la historia de Cuba, se vió el miércoles de la semana anterior frente a la terraza norte del Palacio de la Presidencia y sus alrededores, para respaldar al Gobierno Revolucionario en su firme decisión de aplicar justicia a los asesinos y torturadores de la tiranía batistiana.
 
La cifra exacta no se conocerá nunca, pero el doctor Fidel Castro y algunos observadores, calcularon en cerca de un millón de personas las que se reunieron, disciplinada y ordenadamente en torno a la Mansión Ejecutiva.
 
Revistió tal envergadura esa concentración, que motivó el desmayo, por síntomas de asfixia, de centenares de manifestantes, los cuales fueron rápidamente asistidos por miembros de la Cruz  Roja Nacional, en unos casos y en otros conducidos a los centros de socorro.
 
Cerca de cuatrocientos periodistas extranjeros, invitados por las autoridades revolucionarias, presenciaron el grandioso acto. También asistieron dos congresistas norteamericanos, los señores Porter y Powell, que se han distinguido por sus críticas al régimen de Batista.
 
El acto se inició a las dos de la tarde, con grandes desfiles de trabajadores, estudiantes, profesionales, empleados públicos y privados, miembros de entidades cívicas, políticas, revolucionarias, económicas y de otra índole, que partieron de diversos barrios de la capital, recorrieron las calles y avenidas y se concentraron finalmente en la avenida de las Misiones.
 
Desde muy temprano en la mañana, comenzó la preparación del mitin, cuando los organismos dirigentes de la clase obrera, del comercio y las instituciones cívicas y privadas, dispusieron una paralización general de las actividades, excepto en los servicios públicos esenciales para la comunidad, tanto en la capital de la República, como en los términos municipales cercanos.
 
Debido a que el servicio de ómnibus quedó limitado, millares de personas hicieron a pie el recorrido, desde los barrios más apartados de la ciudad, hasta el lugar señalado para la concentración.
 
A la hora de iniciarse el mitin, tanto la amplia plaza de la Avenida de las Misiones, como gran parte de la explanada de la Punta y el Nuevo Malecón, los alrededores de Palacio, sus calles colindantes y zonas del paseo del Prado y del Parque Central, se veían colmadas totalmente de un público entusiasta, integrado por hombres y mujeres de todas las edades y de todas las clases que constituyen nuestra sociedad.
 
Se destacó la formidable contribución de la mujer cubana en este mitin de afirmación nacionalista, de soberanía y de libertad para nuestro pueblo. Miles y miles de nuestras compatriotas, en efecto, desfilaron vestidas con los colores rojo y negro, representativos del Movimiento 26 de Julio. Los oradores que desfilaron por la tribuna levantada frente a la terraza norte de Palacio, fueron el líder de la CTC, señor David Salvador, el capitán Juan Nuiry Sánchez, Auditor General del Ejército Rebelde; el comandante Rolando Cúbela Seca- des, uno de los dirigentes del Directorio Revolucionario; el decano del Colegio Provincial de Periodistas de La Habana, compañero Jorge Quintana; el doctor Luis Orlando Rodríguez, ministro de Gobernación; el máximo líder de la Revolución, doctor Fidel Castro y el Presidente provisional de la República, doctor Manuel Urrutia, quien hizo el resumen del acto.
 
Todos los oradores destacaron la necesidad de aplicar justicia revolucionaria a los esbirros de la dictadura y a ponderar la conducta humana, legal, considerada que ha mantenido siempre el ejército rebelde, tanto durante la guerra, como ahora en la paz para sancionar los crímenes.
 
Fidel Castro.—
 
Una formidable ovación tributó el pueblo al doctor Fidel Castro cuando se paró frente a los micrófonos de la radio y la televisión, para hacer uso de la palabra.
 
Ante todo, pidió silencio. Luego destacó que era posible que los combatientes, que no temblaron en la guerra, hayan temblado ese día, ante la enorme multitud que los aclamaba.
 
—Podemos decir que hoy aquí —afirmó—no hay un lugar en La Habana para reunir a todo el pueblo que apoya a la Revolución.
 
El doctor Fidel Castro subrayó que los que “creyeron que nosotros éramos unos simples guerrilleros, los que creyeron que después de nuestras victorias militares nos iban a aplastar en el campo de la información, nos iban a derrotar en el campo de la opinión pública, se han encontrado con que la Revolución Cubana sabe también pelear y ganar batallas en ese campo.
 
Denunció el monopolio de las noticias que tratan de confundir a la opinión pública en el extranjero. Para el pueblo de Cuba, sin embargo, todo está claro. Sabe que la Revolución cubana, fue una revolución ejemplar.
 
No se produjo aquí un golpe de estado. Dijo que mientras se albergó en Palacio el dictador, nadie lo atacó, no se hacían esas campañas de prensa contra él en el extranjero, no se levantaban las voces de los congresistas para acusarlo. Ahora, sí, para desprestigiar a la revolución en la América, en el mundo, porque la revolución cubana, es un hecho histórico de trascendencia americana y universal.  
 
Señaló la existencia de dictaduras en América, contra las cuales no se organizan campañas de prensa. Contra el pueblo de Cuba, sí, porque quiere ser libre. Contra el pueblo de Cuba, sí, porque se ha convertido en un ejemplo peligroso para toda la América. Contra el pueblo de Cuba sí, porque saben que vamos a pedir la anulación de las concesiones onerosas que se han hecho a los monopolios extranjeros. Porque saben que aquí las tarifas eléctricas se van a rebajar, porque saben que todas las concesiones onerosas que hizo la dictadura van a ser revisadas y anuladas. Y ahí están, compatriotas, ahí están algunas de las causas de esa campaña.
 
Más adelante expresó el líder del 26 de Julio:
 
—Nuestra Revolución puede presentarse en el mundo como un modelo de revoluciones. La caballerosidad del Ejército Rebelde para con el enemigo, no tuvo precedentes en la historia de las revoluciones y de las guerras. Millares de prisioneros cayeron en nuestras manos, cientos de heridos fueron atendidos por nuestros médicos. En dos años y un mes de guerra, ni un solo prisionero de guerra fue golpeado.
 
“Yo no tengo que rendirle cuentas a ningún congresista de los Estados Unidos; yo no tengo que rendirle cuentas a ningún gobierno extranjero. Yo les rindo cuentas a los pueblos, en primer lugar a mi pueblo y en segundo lugar a todos los demás pueblos de América. Les rindo cuenta al pueblo de México, al pueblo de los Estados Unidos, al pueblo de Costa Rica, al pueblo de Venezuela, a todos los pueblos del mundo.
 
“Para eso hemos llamado a los periodistas, para que vengan aquí y presencien con sus propios ojos la verdad. Donde hay justicia no hay crimen, y donde hay crimen no hay libertad de prensa, donde hay crimen se oculta lo que se hace. Y aquí actuamos a la luz pública, y aquí están los periodistas para que vean que hay justicia”.
 
Habló una vez más de la conducta de las potencias aliadas en los juicios de Nuremberg, contra los criminales de guerra nazis, para decir que fueron juzgados y condenados por un código penal hecho a posteriori. La Revolución cubana está castigando a los criminales de guerra de acuerdo con una legislación anterior al delito. Habló del bombardeo de Hiroshima. Dijo que para evitar errores la Revolución está enjuiciando solamente a los criminales más notorios, a los que tienen cinco, diez, quince, veinte y hasta cien asesinatos; a los que el pueblo conoce. Los chivatos no serán fusilados, pero sí condenados a trabajos forzados.
 
Apeló al pueblo, como supremo jurado, para que dijera si estaba de acuerdo con la justicia que se estaba aplicando. La multitud se levanta unánimemente y aprueba. Luego dice el máximo líder de la Revolución:
 
—Señores representantes del Cuerpo Diplomático, señores periodistas de todo el continente, el jurado de un millón de cubanos de todas las ideas y de todas las clases sociales, ha votado.
 
“Los que sean demócratas, los que se llamen demócratas, les digo que esto es democracia, esto sí es respetar la voluntad del pueblo. Los que sean demócratas o los que quieran presentarse como demócratas, que respeten la voluntad de los pueblos”.
 
Habla de su seguridad personal. Afirma que seguirá como hasta aquí. Señala a su hermano Raúl, no porque sea su hermano, sino por sus méritos revolucionario, su heredero político, su sucesor, en caso de su muerte. El pueblo aprueba con aplausos.
 
Asegura que la revolución no será detenida. Si cae él, vendrá Raúl; si cae Raúl, vendrá otro líder, pero la revolución seguirá hacia adelante.
 
Pide la devolución de los criminales de guerra, a los Estados Unidos. Dice que el pueblo norteamericano debe exigir del gobierno de Estados Unidos la devolución de los criminales de guerra, a los Ventura, a los Masferrer, a los Pilar García, etc.
 
Si Estados Unidos desea respetar la voluntad del pueblo cubano, debe acceder y debe también acceder a que el pueblo cubano pueda recuperar las inmensas fortunas, robadas a Cuba, que hay depositadas en bancos norteamericanos.
 
Destaca que esos señores, no son delincuentes políticos, sino delincuentes comunes.
 
Aclara que el pueblo cubano no está animado de ningún sentimiento de hostilidad hacia los Estados Unidos.
El Presidente provisional de la República, doctor Manuel Urrutia, que cerró el gigantesco acto, se limitó a dar las gracias al pueblo por su respaldo y a prometer que su gobierno tratará de que sea revisado el derecho de asilo para impedir que se acojan a él los tiranos y sus secuaces.
 
Sin duda alguna, la poderosa demostración popular del miércoles de la semana anterior, era la más contundente respuesta de la nación cubana a los que han tratado de paralizar la justicia revolucionaria contra los asesinos y torturadores al servicio de la feroz tiranía batistiana. Era un triunfo de la unidad cubana, frente a los que pretenden confundir a los pueblos hermanos de todo el hemisferio.