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Consideraciones acerca del significado del Moncada para el movimiento de liberación nacional en América Latina en el contexto político actual

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Revista Cubana de Ciencias Sociales

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Nuestra época, iniciada con la gran Revolución Socialista de Octubre, y con justeza caracterizada como de transición del capitalismo al socialismo, expresa cada vez con mayor concreción y, en consecuencia, con mayor evidencia, el contenido, las fuerzas motrices y la dirección del proceso histórico-social, en suma, la unidad indisoluble entre el proceso revolucionario y el progreso social.
 
La siguiente panorámica del mundo contemporáneo revela rasgos y caracteres objetivos esenciales de la tendencia al cambio revolucionario:
 
a)    La existencia de dos sistemas socio-económicos mundiales, uno de los cuales representa históricamente el pasado, mientras que el otro constituye el futuro. Ambos son, políticamente, poderosas fuerzas, una de las cuales lleva en sí la dialéctica del progreso, mientras que la otra lo niega. El surgimiento del socialismo a escala mundial transformó el carácter sistémico de dicha formación socio-económica del nivel de un estado al sistema existente en varios estados. Como fue reconocido en la Declaración de los partidos comunistas y obreros (1969) dicho sistema pluriestatal devino en fuerza motriz dirigente del proceso revolucionario mundial, lo que ocurrió en un período relativamente breve.
 
b)    Las luchas del movimiento obrero, en cuya dialéctica ocupa una posición relevante la lucha política por las cuestiones que son vitales al mundo de hoy, particularmente contra el armamentismo, contra el creciente desempleo y en favor del respeto a los derechos humanos en los países donde son pisoteados. Estas luchas políticas adquieren un papel cada vez más importante junto a las reclamaciones contra el desempleo, cuya magnitud desborda el marco de la lucha económica. El combate actual por mejoras económicas se vincula indisolublemente a la lucha por una nueva sociedad, por cuanto progresivamente se hace evidente que es imposible resolver dentro del sistema capitalista los agudos problemas que enfrenta el obrero y otras capas de trabajadores, entre los cuales ocupa un primer lugar la existencia de un numeroso y creciente ejército de reserva, en cuyo seno ocupan el primer lugar las minorías discriminadas en países como Estados Unidos, Inglaterra, y los jóvenes en general. La previsión científica de Marx de la polarización tendente a lo absoluto entre unos pocos y mayorías cada vez más amplias se cumple efectivamente.
 
c) Las luchas del movimiento de liberación nacional. Como característica general del movimiento de liberación nacional en el conjunto de fuerzas progresistas y revolucionarias del mundo, constatamos su tendencia esencialmente antiimperialista. Esta tendencia que se afirma con el incremento de la explotación monopolista y la agudización de la crisis general del capitalismo, ha influido en forma decisiva en la integración progresiva del movimiento de liberación nacional a las otras dos fuerzas. En la actualidad, y como resultado del crecimiento cualitativo del contenido social de la revolución nacional-liberadora, comienza a hacerse más evidente para las amplias masas populares el lógico tránsito de dicha revolución a revolución social, a partir de la solución del sistema de contradicciones en el cual aquella resuelve la contradicción principal.
 
d) La agudización de las contradicciones entre los dos sistemas histórico-mundiales existentes, entre la clase obrera internacional y la burguesía —principalmente la burguesía monopolista— y los movimientos de liberación nacional y sus contradictores principales —los países imperialistas— es producto de la agudización actual de la tercera etapa de la crisis general del capitalismo.
 
e) El desmoronamiento del sistema colonial y el debilitamiento del sistema neocolonial. Esta tendencia deviene progresivamente impetuosa, lo que ha traído como consecuencia el incremento de las medidas agresivas del imperialismo, particularmente del imperialismo yanqui, que apoya sin enmascaramientos, las posiciones más retrógradas, y, en especial, las de sus satélites-gendarmes, encaminadas a contener las justas reivindicaciones de las masas populares, a frenar la liquidación de los últimos reductos coloniales, a impedir que los países en vías de desarrollo alcancen su necesaria independencia económica.
 
En la dinámica política mundial de lucha contra el colonialismo y el neocolonialismo, juega un papel cada vez más importante el Movimiento de Países No Alineados, que expresó desde su primera declaración la necesidad de abolir el colonialismo, de luchar por poner fin a todas las formas del neocolonialismo, de exigir, como demanda inexcusable de nuestro tiempo, el impulso al desarrollo de los pueblos y la oposición al armamentismo y a los focos de tensión que amenacen la paz mundial, y la de luchar contra las injustas relaciones económicas impuestas por el imperialismo.
 
En este cuadro de la situación política mundial, no es posible olvidar la unidad dialéctica de las tres fuerzas motrices del progreso social y su carácter representativo de las distintas etapas y formas del desarrollo del movimiento revolucionario. La función de clase del sistema socialista mundial respecto a las colonias y semicolonias se manifiesta en su política de apoyo al movimiento de liberación nacional, tanto en la acción antiimperialista como en la acción anticapitalista.
 
En resumen, se presenta, en el plano político, un reflejo activo de la profundización y ampliación de la crisis general del capitalismo en su actual etapa, que se expresa en la aceleración de la dinámica de lucha de ¡as fuerzas progresistas y reaccionarias del planeta. La contradicción polar entre los grupos y sectores más reaccionarios, y las amplias masas populares, las cuales nuclean inclusive a sectores, grupos y personalidades pertenecientes a las clases dominantes, se hace empíricamente constatable, al antagonizar sus posiciones respecto a problemas vítales como la guerra exterminadora y la paz, la dramática situación de miseria material y espiritual que padece la inmensa mayoría de la humanidad, la expoliación cada vez más opresora de obreros y otras capas de trabajadores, el crecimiento del número de hombres jóvenes que aumentan día a día la cifra de los desempleados. Todo ello constituye la base objetiva de una situación extremadamente compleja que exige una solución progresista.
 
Esta situación a nivel mundial adquiere rasgos peculiares en las distintas regiones. En América Latina y el Caribe se toma particularmente crítica en su conjunto, lo que se constata en la extensión y profundidad de la lucha por reivindicaciones económicas y políticas, y en el conocimiento cada vez más exacto por grandes grupos sociales de que la causa de la agravación de las contradicciones entre una estrecha minoría y una gran mayoría que tiende sistemáticamente a su ampliación, se encuentra en última instancia en el dominio imperialista y en la estructura de capitalismo dependiente existente en nuestros países. En las páginas que siguen se abordará el significado que para el movimiento de liberación nacional y, en consecuencia, para el proceso revolucionario mundial hacia el socialismo, ha tenido el asalto al Cuartel Moncada.
 
EL CARACTER DE INSTRUMENTOS TEORICO-METODOLOGICOS DE LAS CONCEPCIONES DE MARX, ENGELS Y LENIN PARA ABORDAR LA CUESTION NACIONAL
 
Por su propia naturaleza, las teorías burguesas sobre la nación enmascaran su esencia. Sólo el marxismo situó la teoría acerca de la nación sobre una base histórico-concreta, es decir, científica. Descubrió cómo surgen las nacionalidades y la dinámica de su desarrollo. Categorizó la nacionalidad, no como una comunidad étnica o tribal, sino como una comunidad histórica. Marx y Engels penetraron en lo interno del fenómeno de la nacionalidad y el de la nación, determinándolos como procesos que tienen su origen, desarrollo y extinción. De esa propia condición participan, lógicamente, las categorías que las reflejan, estos fenómenos que son categorías históricas. Marx y Engels nos proporciona-ron un punto de partida científico para el análisis de la cuestión nacional y la metodología general que permite desbrozar la intrincada maleza ideológica que oculta su esencia.
 
Los fundadores del marxismo tratan, asimismo, la colonización en forma multilateral, y al historiarla, desnudan sus causas económicas y muestran su expresión política. Además, su partidismo objetivo se encuentra preñado de un profundo sentimiento humanista. No puede examinarse la cuestión colonial, sin recordar la constante lucha ideológica de Marx contra la trata de esclavos —a la que llamó tráfico "con carne y sangre humana a tantos doblones por cabeza” (1) — al analizar el comercio de esclavos para Jamaica y Cuba.
 
En el estudio de la cuestión colonial, adquieren relevancia extraordinaria los siguientes planteamientos de Marx y Engels, que constituyen verdaderos indicadores teórico-metodológicos para el análisis de dichos problemas: (a) la relación económica entre la metrópoli y las colonias: (b) la relación de dominación política de la metrópoli sobre la colonia y el papel del estado en dicha relación: (c) la relación de comunidad de intereses entre las metrópolis; (d) la relación socio-ideológica que se crea en las colonias como resultado de la dominación económica y política ejercida por la metrópoli; (e) la vinculación de la revolución social en la metrópoli con el movimiento de rebeldía y sublevación de las colonias; (f) el papel de la vanguardia del movimiento obrero y social-demócrata,* en relación con la cuestión nacional.
 
Estas tesis aparecen demostradas en su contexto histórico-concreto en sus artículos sobre la cuestión colonial, particularmente en los referidos a la India, China, Afganistán e Irlanda, así como en su forma más esencial, y por tanto lógica, en El Capital. (2)
 
En varios de sus trabajos, Marx devela la interacción entre la metrópoli y las colonias y la expresa en forma general y tética en El Capital, donde plantea:
La constante “eliminación” de obreros en los países de gran industria fomenta, como planta de estufa, la migración y la colonización de países extranjeros, convirtiéndola en viveros de materias primas para la metrópoli, como se convirtió, por ejemplo, Australia en un vivero de lana para Inglaterra. (...) Se implanta una nueva división internacional del trabajo, ajustada a los centros principales de la industria maquinista, división del trabajo que convierte a una parte del planeta en campo de producción agrícola para las necesidades de otra parte, organizada primordialmente como campo de producción industrial. Esa revolución va unida a las transformaciones operadas en la agricultura, en cuyo examen no hemos de entrar aquí. (3)
 
Más adelante, en la propia obra, (4) nos indica el papel económico desempeñado por la violencia europea en sus conquistas en los países colonizados “mediante el saqueo descarado, la esclavización y la matanza ... para convertirse aquí en capital.” Estas dos citas nos muestran la valoración del papel de la colonia como elemento suministrador de materia prima para la metrópoli, y la conversión del fruto de la dominación político-económica de la metrópoli sobre la colonia en capital para la primera.
 
En el famoso capítulo XXIV de El Capital, Marx expone el papel que desempeña el estado de la metrópoli —como fuerza a la que califica de concentrada y organizada de la sociedad— en la aceleración de la transformación del régimen feudal de producción en el régimen capitalista, en un análisis donde, refiriéndose al sistema colonial, plantea que se basa “en la más avasalladora de las fuerzas.” (5)
 
Hemos insistido en la acción de devastadora crueldad del avance mundial del capitalismo, por lo que ello significó y significa para los pueblos oprimidos, pero no podemos hacer abstracción del hecho real de que, a “contrario sensu”, en la conquista, las relaciones capitalistas de producción en su extensión, actuaron como instrumento de civiliza-ción, al destruir las anticuadas relaciones precapitalistas, (6) y con la universalidad de aquellas relaciones, se universalizó, lógicamente, la clase obrera. No hay que olvidar que Marx atribuye a la violencia también el papel de una potencia económica. (7)
 
El crecimiento de las relaciones capitalistas trajo consigo un derrumbe progresivo del sistema de valores, conceptos, normas, tradiciones, que parecía hasta entonces intocable e inviolable. La lucha contra el invasor extranjero —que en muchos países, como en Afganistán, la India y Argelia, produjo una insurrección tras otra —afirmaba en dichos países su diferenciación de órdenes varios con el opresor y su autorreconocimiento como nación.*  Marx establece, en una serie de trabajos, la relación refleja entre las formas que asumió la dominación británica y las formas en que se manifestaron las relaciones en esos países. Dedicó una atención especial a las guerras anglo-chinas.
 
Este último país fue objeto de un profundo análisis por Marx, quien pronosticó que “la revolución china echará la chispa en la mina, presta a explotar, del presente sistema industrial y desencadenará la crisis general que hace tiempo se venía acumulando, la cual, cuando se propague al extranjero, será seguida inmediatamente de revoluciones políticas en el continente." (8)
 
La importancia de esta predicción teórica de Marx —aun cuando se constriñe a un país específico — es inclusive de mayor valor científico por el hecho de que la interrelación entre la lucha social y el movimiento de liberación nacional no se manifiesta sino en la etapa monopolista del capitalismo.
 
Como hombre de espíritu de partido, Marx no se limitó al análisis teórico-político de la cuestión colonial, sino que, en la objetividad de su exposición y como elemento integrante de la misma, se pronunció en pro de la lucha de los países colonizados contra su opresor. Marca, inclusive, el derrotero que debe seguir la “Asociación Internacional de Trabajadores”, que no era otro que vincular la lucha de las colonias por la liberación a la lucha social. Es necesario recordar al respecto su orientación concreta a la AIT: “Su primera obligación es impulsar la revolución social en Inglaterra. Para ello hace falta dar el golpe decisivo en Irlanda". (9)
 
Para Marx y Engels, la propia lucha de los pueblos sojuzgados contra el invasor extranjero hace avizorar su papel en el movimiento revolucionario mundial; pero sería Lenin el que desarrollaría a un nivel superior la teoría acerca de la cuestión nacional y colonial, y la convertiría, en el plano histórico-concreto, en arma de lucha para el movimiento de liberación nacional.
 
Al analizar la composición clasista de los pueblos colonizados, Lenin constata el peso absolutamente mayoritario del campesinado en esos países, lo que influye, en forma decisiva, en su concepción estratégica de la lucha en los mismos. Consideraba que el principal factor de éxito del movimiento de liberación nacional lo constituía la participación activa y amplia de las masas; en consecuencia, subrayó sistemáticamente la necesidad de apoyar, en especial, al movimiento campesino contra los terratenientes, contra los rezagos del feudalismo, y de esforzarse por dar a las luchas campesinas el carácter más revolucionario. Valoró justamente la independencia nacional como un estadio de la lucha por superar la explotación de las potencias imperialistas, pero, junto a ella, recalcó la necesidad de desenmascarar el sojuzgamiento económico y militar de que eran víctimas los pueblos que se hacían políticamente independientes.
 
La teoría marxista-leninista sobre la cuestión nacional y colonial tiene un decisivo valor metodológico para el tratamiento de los movimientos de liberación nacional, a los cuales es necesario aproximarse a través del análisis de sus contradicciones y de su forma de solución, es decir, de los modos de reproducirse los movimientos revolucionarios. Lenin diferenció científicamente la política colonial precapitalista de la correspondiente al capitalismo monopolista, señalando dos riesgos distintivos esenciales, a saber: (a) que la política colonial del imperialismo se encuentra ligada indisolublemente con el dominio de los monopolios de los países colonizadores; (b) que dicha política tiene una vinculación íntima con la terminación del reparto territorial del mundo por las potencias imperialistas y la lucha por un nuevo reparto. A su vez, mostró que la opresión nacional y colonial engendra un antagonismo irreconciliable entre los pueblos sojuzgados y el capitalismo monopolista y, contrariamente al sometimiento producto de la opresión, lanza a los pueblos oprimidos a la lucha contra el imperialismo. Este conocimiento no se impuso sin lucha, los llamados “economistas imperialistas", como Radek, Gorter y Bujarin-Piatakov, negaban o minimizaban la importancia del problema nacional en la época del capitalismo monopolista.
 
Lenin (10) plantea que los comunistas debían apoyar el movimiento democrático-burgués en los países atrasados. En el texto definitivo de las tesis, presentado a la ratificación del 2do Congreso de la Internacional Comunista por la Comisión para los Problemas Nacional y Colonial, que dirigió Lenin, se utilizó en lugar del concepto de movimiento "democrático-burgués”, el concepto de “movimiento nacional revolucio-nario.” (11) Este cambio de conceptos responde al cambio de contenido, fuerzas motrices y objetivos de la lucha de las colonias y neocolonias.
 
EL CARACTER DE FUERZA DEL PROCESO REVOLUCIONARIO MUNDIAL DEL MOVIMIENTO DE LIBERACION NACIONAL
 
Si analizamos la evolución del movimiento de liberación nacional desde sus primeros años, se constata que se impone la tendencia a su aproximación a las luchas sociales, a las luchas del movimiento obrero, que, a la vez, se acercan y vinculan al movimiento de liberación nacional, del mismo modo que hacen suyas las demandas de los campesinos, luchando por sus reivindicaciones democráticas. Esta tendencia de aproximación se produce externa e internamente y, tanto las causas internas como las externas, originan un reflejo ideológico y político que contribuye a dicha aproximación.
 
Marx y Engels previeron el necesario acercamiento entre el movimiento de liberación nacional y el movimiento obrero12 al avanzar el capitalismo, y dicha prognosis se confirma en el período de la transformación del capitalismo premonopolista en imperialismo, cuando convergen y comienzan a vincularse en forma objetiva y subjetiva las luchas por la liberación nacional y las luchas sociales.
 
El análisis de Engels sobre el papel de los campesinos en la revolución, cuyos resultados se integran a las tesis centrales de Lenin sobre la revolución socialista, muestra ya, como elemento importantísimo de la dialéctica subjetiva de la unidad del movimiento de liberación nacional y del movimiento obrero, la lucha por las reivindicaciones democráticas del campesinado. La primera revolución rusa, en cuyos medios el proletariado desempeñó el papel principal, influyó en lo que se ha llamado “el despertar de Asia,” (13) es decir, en los procesos de Turquía, Irán y China.
 
La ruptura del eslabón más débil de la cadena imperialista, el triunfo de la tercera revolución rusa, abrió para la historia una nueva era, donde la clase obrera, en alianza estrecha con el campesinado pobre y otras masas de trabajadores, ascendió al poder e hizo presente el futuro de los pueblos. Este hecho se reflejó en la conciencia y en la acción de la clase obrera internacional, pero asimismo fue reconocido por las clases y capas progresistas de los países colonizados y neocolonizados.
 
A partir de la victoria de Octubre, se acelera el proceso de las revoluciones nacional-liberadoras, pero además, y fundamentalmente, cambia en forma cualitativa su contenido social. Cada época “imprime su sello en la revolución nacional,” (14) también la época de transición del capitalismo al socialismo, marca el proceso de liberación nacional; pero dada la esencia de dicha época, de transformación de sociedades clasistas a sociedades liberadas de explotación, de sociedades en que ejerce la dominación una minoría a sociedades en las cuales gobierna la mayoría, no sólo se siente la huella del período, en lo interno y en lo internacional, sino que se expresa, en forma concreta, objetiva y creciente, la tendencia al cambio de formación económico-social. En ello influye, de modo decisivo, el papel del factor consciente.
 
El incremento del factor consciente en el proceso nacional-liberador se manifiesta en e! conocimiento del origen de los males coloniales y neocoloniales; en la previsión de ¡o que pueda ser el futuro de los pueblos neocolonizados, por cuanto existen sociedades históricamente nuevas que lo reflejan; en el dominio del papel que desempeñan y desempeñarán las distintas clases y capas sociales y los estados según sus sistemas socio-económicos, y aun dentro del sistema capitalista, las diferenciaciones de comportamiento de sus regímenes políticos conforme a sus contradicciones internas y externas; y en la convicción de que los pueblos oprimidos deben unirse en la lucha por el progreso social.
 
Por el contenido clasista del movimiento de liberación nacional, cada vez marchan más unidos, el planteo de objetivos nacional-liberadores, antiimperialistas, y las demandas sociales de las clases, capas y sectores más explotados de la población, que son además las verdaderas fuerzas motrices del movimiento de liberación nacional y sus intereses no se satisfacen sin resolver los problemas sociales. Aunque en muchos países colonizados el proletariado no tiene gran peso en el conjunto de la población trabajadora desde el punto de vista cuantitativo, su valor real no puede medirse en esos términos; es imprescindible analizar su influencia ideológica en las otras masas de trabajadores que importan la ideología del proletariado, y tomar en cuenta la experiencia de la clase obrera internacional y el establecimiento de vínculos sindicales y partidistas con otros destacamentos de países desarrollados y de los países socialistas. Por otra parte, el proletariado joven de los países neocolonizados reconoce en el imperialismo extranjero su antagonista principal, fuerza determinante en el mantenimiento de la dominación social, de la represión y del racismo.
 
Es un factor social decisivo en las revoluciones nacional-liberadoras, la sustitución de la capa o clase dominante por otra que representa intereses de mayor y más amplio arraigo popular. La destrucción de la opresión nacional por la nación neocolonizada trae consigo su propio contenido social de negación del yugo extranjero, representado, en primer lugar, por las empresas transnacionales. Por otra parte, y en una lógica interacción, a partir de Octubre, la revolución social incrementó su contenido nacional-liberador. Esta relación dialéctica entre la revolución socialista y las revoluciones nacional-liberadoras se ha ido haciendo más estrecha a medida que se agudiza la crisis general del capitalismo, a que el hegemonismo económico-político del imperialismo yanqui se hace más crudo y agresivo, ya que, en consecuencia, devienen más próximos los intereses de los países socialistas, de la clase obrera internacional y del movimiento de liberación nacional.
 
Para el movimiento obrero internacional es cada día más evidente la unidad de intereses de los países oprimidos y su causa propia, y los pueblos de los países neocolonizados toman progresivamente consciencia de que su mejor aliado en la lucha por sus objetivos es la clase obrera internacional.
 
La historia del movimiento de liberación nacional y el incremento de su contenido social son la negación práctica del pretenso alejamiento entre los intereses sociales y nacionales, por el contrario, no sólo se acercan en sus respectivos desarrollos la revolución nacional-liberadora y la revolución social, sino que internamente representan un único proceso de radicalización progresiva en los países que luchan por su liberación, en los cuales el contenido social está íntimamente vinculado a la lucha por la liberación nacional, y ésta, a su vez, se plantea objetivos sociales.
 
En la Conferencia de los partidos comunistas y obreros, celebrada en 1969, se reconoció que las fuerzas que integran el movimiento revolucionario mundial en la época actual son: el sistema socialista mundial, la clase obrera internacional y el movimiento de liberación nacional. Esta tesis y ordenamiento plantea tres cuestiones esenciales: (a) la unidad objetiva de las tres fuerzas en un solo movimiento revolucionario mundial: (b) el carácter de fuerzas motrices del proceso revolucionario mundial del sistema socialista mundial, de la clase obrera internacional , y del movimiento de liberación nacional; y (c) el diverso grado e importancia de dichas fuerzas en la dirección del progreso social.
 
El movimiento de liberación nacional es integrante doblemente del movimiento revolucionario mundial, en su carácter de fuerza relativamente independiente, con sus intereses, objetivos tácticos y estrategia propia, y por el contenido de su fuerza motriz, constituida por la clase obrera del país en cuestión, destacamento, de la clase obrera internacional, y cuyo peso en el conjunto no sólo se da por su número, sino, esencialmente, por su capacidad de organización, por la universalidad de su ideología y por su papel progresivamente hegemónico dentro del movimiento.
 
Desde su surgimiento, el movimiento de liberación nacional lucha por el progreso social, pero en la tercera etapa de la crisis general del capitalismo, es la única fuerza en los países coloniales y neocolonizados capaz de impulsar vigorosamente el movimiento real, por su capacidad para aglutinar a los que acertadamente Lenin llamó “los nuevos agentes de la historia”, es decir, las masas explotadas de los países sometidos a la dominación extranjera.
 
EL IMPACTO DEL ASALTO AL CUARTEL MONCADA EN LA LUCHA NACIONAL-LIBERADORA LATINOAMERICANA
 
La dinámica del proceso revolucionario mundial tiene su expresión regional propia en América Latina, a través de una espiral en la cual se han alcanzado éxitos y sufrido derrotas. En este siglo, las luchas latinoamericanas por la liberación nacional han tenido como rasgo específico su carácter predominantemente antiimperialista, y ello se ha reconocido en forma esclarecida en momentos de elevada y aguda actividad de las masas y de sus vanguardias.
 
Hubo episodios de gran trascendencia como la Columna Invicta, dirigida por Luis Carlos Prestes; la insurrección obrero-campesina de 1932, dirigida por el Partido Comunista de El Salvador; el derrocamiento, en 1933, del tirano Gerardo Machado por la huelga general obrera; las heroicas acciones encabezadas por Agusto César Sandino; y la potente ola de solidaridad con la lucha del pueblo español contra la agresión fascista, La nacionalización del petróleo y otras reformas durante la presidencia de Lázaro Cárdenas en Méjico, y el Gobierno del Frente Popular de Pedro Aguirre Cerda en Chile, marcan, en cierta medida, la terminación de una fructífera etapa en la que se acumuló fuerzas y experiencia. (15)
 
lo que nos permite establecer, sobre la base de dicho rasgo, determinados períodos:
 
a) Desde la instauración de la dominación neocolonial, que se evidencia con la primera guerra moderna imperialista entre Estados Unidos de Norteamérica y España, hasta el triunfo de la Revolución de Octubre y la formación de las vanguardias orgánicas constituidas por los partidos comunistas, surgidos bajo la égida de la Tercera Internacional.
 
b) Desde la fundación de un grupo importante de partidos en la década del veinte hasta la formación de frentes populares nacionales antifascistas y antiimperialistas —consigna lanzada en las resoluciones del 7mo Congreso de la Internacional Comunista— que comprende hasta la conclusión de la Segunda Guerra Mundial.
 
c) El nuevo período que se inicia con la victoria sobre el fascismo se cierra cuando la Revolución Cubana marca la ruptura, en el continente americano, de la dominación absoluta del sistema mundial del capitalismo, y abre una nueva etapa en las luchas antiimperialistas y en el proceso revolucionario latinoamericano. (16)
 
Nuestra periodización del desarrollo del movimiento nacional-liberador y antiimperialista en América Latina concluye con el triunfo de la Revolución Cubana, y de dicha propuesta es el único punto indubitado, lo que prueba la significación histórico-mundial del proceso revolucionario que se inició con el asalto al Cuartel Moncada. En esta periodización, es de hacer notar el origen y dirección del movimiento que comienza con Cuba, como objetivo central de la primera guerra moderna imperialista, y se cierra con el triunfo de la Revolución Cubana. Cuba lucha por su independencia de la metrópoli española y deviene una muestra política del cambio de la etapa premonopolista a la tase superior de la formación socio-económica capitalista. A punto de liberarse como colonia, recibe, por la fuerza, el “status” de neocolonia. Fue la última en emanciparse del yugo español y la primera en romper la dominación político-económica del imperialismo norteamericano. Como puede constatarse, en Cuba se superponen dos tipos de contradicciones, sin que se hubiera resuelto la contradicción con la metrópoli colonial española —aunque a punto de superarse por la "guerra necesaria” de que hablaba Martí— aparece otra contradicción también principal, pero que encierra en sí la contradicción fundamental entre el capital y el trabajo, es decir, la contradicción externa de Cuba con el imperialismo norteamericano.
 
En el proceso del movimiento nacional-liberador en América Latina, se aprecia cómo las propias luchas nacionales, a medida que el imperialismo se afirma en el Continente, se convierten en antiimperialistas, y cómo dicho antiimperialismo, que refleja la antítesis de la dominación económica y política del imperialismo, particularmente del norteamericano, se vincula a las luchas sociales. Ambos elementos proporcionan un contenido verdaderamente universal al movimiento nacional-liberador latinoamericano.
 
Para analizar el significado del asalto al Cuartel Moncada en relación con el movimiento de liberación nacional, es necesario retrotraernos a la situación política existente en América Latina en la década ' de los años cincuenta. Esta se caracterizó por la ruptura de la estabilidad política burguesa y !a ascensión "manu militari” de la fracción más extrema de la derecha. Procesos de ese tipo se sucedieron en Argentina, Brasil, Colombia, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, Venezuela y Cuba, lo cual cambió el peso del panorama político de América Latina, donde las dictaduras sangrientas de Trujillo en República Dominicana, Magloire y Duvalier en Haití, los Somoza en Nicaragua, representaban los regímenes de fuerza extrema. En catorce países, la derecha asumió el gobierno sin respetar sus cauces connaturales de reproduc-ción política. Esta situación latinoamericana reflejaba una situación mundial, el recrudecimiento de la llamada “guerra fría”. En la contradicción de rango mundial entre las fuerzas reaccionarias y las fuerzas que luchaban por el progreso social, el imperialismo norteamericano impuso su política a los gobiernos latinoamericanos y ello alcanzó no sólo a los gobiernos de tacto, sino a los legalmente constituidos. Por supuesto, el servilismo político se manifestó en una gama diversa, que incluyó el envío de un contingente de soldados por el gobierno de Laureano Gómez de Gómez en “apoyo” a las tropas yanquis en Corea. Es necesario recordar, no obstante, que Perón en Argentina y Arbenz en Guatemala ** fueron los únicos gobiernos latinoamericanos que sostuvieron una política independiente frente a la exacerbación de la política guerrerista unilateral del imperialismo norteamericano en Corea.
 
Esta vinculación directa, de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos, a la política guerrerista del imperialismo norteamericano demostrada en Corea, abonó la escisión entre las masas populares y los mandatarios políticos de las clases dominantes.
 
La guerra de Corea sirvió ideo-políticamente al imperialismo para exacerbar la histeria anticomunista, proceso que había comenzado alrededor de 1947, cuando empezaron a tomarse medidas para ilegalizar los partidos comunistas de América Latina y se pusieron en práctica, inclusive, “cacerías de brujas", aún en los propios Estados Unidos. En general, la reacción se incrementó contra las fuerzas progresistas. En países como Chile, cuyo clima de estabilidad democrático-burguesa lo denotaban como una de las excepciones latinoamericanas, se ilegalizó al Partido Comunista, y González Videla, a quien el propio Partido había apoyado, tomó medidas para expulsar a los comunistas de la Confederación de Trabajadores de Chile.
 
Es necesario poner de relieve que la utilización directa de la fuerza por la derecha fue su única opción para detener las acciones de las masas populares que se incorporaban progresivamente a la política dentro del statu quo burgués. En ese período, la derrota de! fascismo había proporcionado nuevos bríos a los movimientos progresistas en la mayoría de ¡os países, las mujeres lograron el derecho al voto, la clase obrera aumentó cuantitativamente y creció su conciencia de clase. Las clases oligárquicas latinoamericanas, que veían en peligro su dominio, respondieron con un comportamiento político correspondiente a la unidad de acción de la derecha propugnada por el imperialismo norteamericano.
 
Las especificidades de sus desarrollos históricos no ocultaban que los países de América Latina presentaban un denominador común, su pertenencia al sistema socio-económico capitalista y su dependencia económica del imperialismo norteamericano. Esta subordinación de las estructuras socio-económicas de nuestros países a los patrones de la economía norteamericana, determinó la conversión de aquellos en los instrumentos políticos del imperialismo yanqui en lo internacional y en lo interno.
 
Las características que asume el capitalismo en América Latina ha hecho más complejo el sistema de contradicciones existente en los países de la región, y ha determinado que la contradicción rectora del sistema sea precisamente aquella que enfrenta los países colonizados al imperialismo norteamericano. Esta contradicción externa se manifestó y se manifiesta en forma especialmente aguda y preeminente a través de las contradicciones internas que origina el capitalismo dependiente, hecho que se revela en el aumento y elevación de la lucha de masas, progresivamente más amplias, en América Latina contra el imperialismo norteamericano. En esa toma de conciencia de los trabajadores de América Latina y el Caribe contra la sistemática expoliación de nuestros pueblos por los monopolios imperialistas ha jugado y juega un papel importantísimo la Revolución Cubana.
 
La significación de la acción del Moncada para el movimiento de liberación nacional se encuentra vinculada indisolublemente al documento programático de la revolución democrático-popular, agraria, nacional- liberadora y antiimperialista cubana, La historia me absolverá, por cuanto en el famoso alegato de Fidel, se encuentra expuesta, no sólo la situación de Cuba, sino planteados los problemas que hacen del movimiento nacional-liberador, en primer lugar, un movimiento esencialmente democrático-popular y que condicionan la solución de las contradicciones originadas por las luchas sociales a la necesaria solución de la contradicción de nuestros pueblos con el imperialismo norteamericano.
 
La repercusión del asalto al Cuartel Moncada, como dice Fidel en su defensa, trajo consigo que se calificara el juicio incoado por dicha acción como "el más trascendental de la historia republicana,” (17) de tan gran magnitud había sido la conmoción política originada por el asalto. Esta acción marca, después de un incremento sistemático de la reacción en toda América Latina y el Caribe, un momento de detención y de ruptura de dicho incremento, y el reinicio cualitativamente nuevo en objetivos y medios de las luchas democrático-populares.
 
En su alegato, Fidel obra no como el acusado que se defiende ante un tribunal, sino como el fiscal que descubre ante el pueblo, los crímenes humanos, políticos y sociales del gobierno policíaco-militar de Batista. Demuestra la ilegalidad del proceso sobre la base de la ilegalidad del propio régimen. Insiste en que en ningún momento se ha respetado el mandato judicial, prueba la falsa independencia del "Poder” Judicial ante el Ejecutivo y la inexistencia de una justicia real en Cuba: “No se ha cumplido ciertamente en este caso ni una sola vez la máxima latina: cedant arma togae", (18) “Como resultado de tantas maquinaciones turbias e ilegales, por voluntad de los que mandan y debilidad de los que juzgan…” (19); “...para cuando llegue la hora de tocar a degüello contra toda la mentira, falsedad, hipocresía, convencionalismo y cobardía moral sin límites en que se basa esa burda comedia que, desde el 10 de marzo y aún antes del 10 de marzo, se llama en Cuba Justicia.”(20)
 
En el propio documento, Fidel califica el resultado del asalto al Cuartel Moncada como un “fracaso táctico," (21) con lo cual lo ubica como la primera acción político-militar de una estrategia para lograr la libertad de Cuba, (22) y como una forma de lucha armada condicionada por la criminalidad del régimen. En el relato de la acción, Fidel destaca como cuestión muy importante, la valoración que había hecho la dirección de los asaltantes de continuar la lucha en la Sierra: “Nuestros planes eran proseguir la lucha en las montañas caso de fracasar el ataque al regimiento." (23)
 
La acción del Moncada y La historia me absolverá constituye una unidad indisoluble para el movimiento de liberación nacional latinoamericano y caribeño, una unidad en la cual la idea, engendrada por una situación opresora, deviene en acto político, que a su vez se convierte en una ideología política del movimiento democrático-popular en Cuba. Por su propio discurso, La historia me absolverá trasciende en su análisis a la situación de Cuba, y precisamente a partir de lo histórico-concreto de nuestro país. La evaluación de los cuerpos que integraban el Ejército tiene un alcance metódico-táctico para la valoración de cualquier ejército latinoamericano. Del soldado dice que es “un hombre de carne y hueso, que piensa, que observa y que siente. Es susceptible a la influencia de las opiniones, creencias, simpatías y antipatías del pueblo.” (24)
 
Fidel establece, asimismo, una tesis válida para todo movimiento de liberación nacional, o sea, que el éxito de las acciones militares como la del Moncada tienen su base fundamental en causas de orden social, (25) por cuanto “Ningún arma, ninguna fuerza es capaz de vencer a un pueblo que se decide a luchar por sus derechos.” (26) Junto a dicho planteamiento, Fidel valora particularidades históricas de Cuba, como la lucha heroica de los mambises contra medio millón de soldados españoles por la independencia nacional, así como la tradición patriótica de la provincia de Oriente, ambas devenidas en elementos fundamentales de la conciencia política del pueblo cubano.
 
En el tratamiento de los movimientos de liberación nacional es de importancia excepcional la utilización político-estratégico-táctica del concepto de pueblo. En su conocida definición, de La historia me absolverá, Fidel describe, en forma concreta, quienes integran las masas populares:
 
Nosotros llamamos pueblo si de lucha se trata, a los seiscientos mil cubanos que están sin trabajo o deseando ganarse el pan honradamente sin tener que emigrar de su patria en busca de sustento; a los quinientos mil obreros del campo que habitan en los bohíos miserables, que trabajan cuatro meses al año y pasan hambre el resto compartiendo con sus hijos la miseria, (...) a los cuatrocientos mil obreros industriales y braceros (...) a los cien mil agricultores pequeños, (...) a los treinta mil maestros y profesores (...) a los veinte mil pequeños comerciantes (...) a los diez mil profesionales jóvenes: médicos, ingenieros, abogados, veterinarios, pedagogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores, etc. (27)
 
Esta definición, esencialmente leninista, caracteriza a la mayoría absoluta de los integrantes del pueblo como carentes de propiedad sobre los medios de producción, y permite, por su determinación, operar objetiva y subjetivamente con los grupos sociales llamados a incorporarse al movimiento revolucionario. La concepción de Fidel del pueblo responde al carácter histórico-concreto de dicho concepto y enumera a quienes integran fundamentalmente, en América Latina y el Caribe, los nuevos agentes de la historia.
 
El documento programático del movimiento revolucionario de Cuba, La historia me absolverá, como un siglo atrás el Manifiesto Comunista, señaló las medidas inmediatas que habrían de tomarse por el gobierno revolucionario al acceder al poder político: reimplantación de la Constitución de 1940 y unidad en un solo poder revolucionario de las facultades ejecutivas, legislativas y judiciales; proscripción del latifundio y nacionalización de los “trusts” eléctrico y telefónico: reforma agraria; confiscación de los bienes malversados; participación de obreros y empleados en la tercera parte de las utilidades de las empresas, y una cuota especial para los colonos de la principal industria del país; refor-ma integral de la enseñanza; política solidaria con todos los países democráticos de! continente. Fidel resume los objetivos del movimiento revolucionario en los seis puntos siguientes: “El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo.” En estos objetivos se concentraban los problemas más apremiantes e importantes del país, pero asimismo, reflejaban las necesidades vitales que padecía el continente latinoamericano. Los objetivos y la estrategia política sentados por la vanguardia político-militar encabezada por Fidel respondía al programa de la revolución democrático- popular, agraria, nacional-liberadora y antiimperialista de Cuba, pero también devenían patrimonio político de las masas populares latinoamericanas.
 
Para América Latina, la Revolución Cubana es inseparable del asalto al Cuartel Moncada, acción que ha devenido en un símbolo de rebeldía y lucha de las masas populares. Los asaltantes al Cuartel Moncada eran representantes de los mejores valores de las masas populares, y su lucha contra la tiranía constituyó la premisa indispensable para la solución de los grandes problemas que afectaban al País. En Cuba, la revolución social demandaba imprescindiblemente la solución de las tareas democrático-populares, agrarias, nacional-liberadoras, pero aquella no podía alcanzarse sin atacar el yugo imperialista, que dejaría al descubierto la contradicción entre el capital y el trabajo. Este ordenamiento del sistema de contradicciones no es peculiar de la situación cubana, existe dondequiera que se encuentre el capitalismo dependiente, por tanto, se halla presente en América Latina. El esclarecimiento de esta cuestión es de primera importancia para el movimiento de liberación nacional latinoamericano. En América Latina no puede producirse la revolución social sin su etapa primera, la revolución nacional-liberadora.
 
LA REVOLUCION CUBANA Y EL MOVIMIENTO DE LIBERACION NACIONAL
 
Las contradicciones internas del capitalismo dependiente en América Latina y el Caribe han originado focos de especial agudización, que se revelan por el aumento y elevación de la lucha de masas, progresivamente más amplias, contra la política de dominación imperialista. En esa toma de conciencia de las masas trabajadoras de América Latina y el Caribe contra la sistemática expoliación de nuestros pueblos por los monopolios imperialistas ha desempeñado y desempeña un papel importantísimo la Revolución Cubana.
 
En el proceso democrático-popular, nacional-liberador y antiimperialista de América Latina y el Caribe, la Revolución Cubana significó un impacto de ruptura y aceleración que, como señala la declaración final de la Conferencia de los Partidos Comunistas y Obreros de 1969,  (28) … rompió la cadena de la opresión imperialista en América Latina y condujo a la creación del primer Estado socialista en el Continente, marcando un viraje histórico, abriendo una nueva etapa en el movimiento revolucionario latinoamericano”.
 
El triunfo de la Revolución Cubana implicó la coexistencia a nivel hemisférico de los dos sistemas socio-económicos mundiales y la lucha por el ejercicio de la coexistencia pacífica por parte del país que representaba lo nuevo en la historia.
 
La influencia de la Revolución Cubana no sólo pasó como un cambio objetivo que originó otros cambios objetivos en las relaciones interestatales, en el movimiento obrero latinoamericano y caribeño, en las relaciones interorganizaciones profesionales, sino que influyó decisivamente en el cambio de contenido del factor subjetivo. Desde el Moncada, los principios y concepciones portados por la Revolución Cubana se enfrentaron a las ideas reaccionarias, tradicionales, conservadoras del statu quo existentes en América Latina y el Caribe. El propio concepto de libertad adquirió nuevos contenidos, y categorías socio-históricas, que no eran patrimonio de las masas, se hicieron completamente públicas. La Revolución devino un fenómeno próximo para grandes grupos de hombres latinoamericanos y caribeños, y Cuba se convirtió en un símbolo para el Hemisferio.
 
Con la Revolución Cubana, el sentimiento democrático, nacional-liberador, antimonopolista, antiimperialista, adquiere una dimensión nueva, se hace paulatinamente anticapitalista.
 
La Revolución Cubana proporcionó, entre otros, al movimiento democrático-popular, nacional-liberador, antiimperialista, obrero y comunista de América Latina y el Caribe, los elementos que se relacionan a continuación:
 
— La ruptura del dominio absoluto del imperialismo yanqui en el continente.
— Extendió el socialismo al hemisferio occidental.
— Mostró la validez de la tesis leninista de que, en las condiciones del imperialismo, aparecen como agentes de la historia, las masas explotadas de los países neocolonizados.
— Probó que la revolución nacional-liberadora se transforma en revolución social en la lucha por alcanzar a plenitud los objetivos de aquella.
— Constató que la revolución se produce como resultado de las contradicciones internas en un determinado país, y que el factor externo puede influir favorablemente en su curso, pero no decidir la gestión de la revolución.
— Validó la concepción marxista de la necesidad de    la utilización dialéctica de los diferentes medios de lucha conforme a sus portadores materiales y a los objetivos planteados.
— Demostró que no existe vínculo necesario entre la revolución y la guerra mundial, como plantean algunos ideólogos.
— Aportó    a la teoría de la revolución, la concepción de que en las condiciones actuales, cuando existen las condiciones objetivas para la revolución, es decir, la situación revolucionaria, es posible acelerar la maduración del factor subjetivo por la actividad de la vanguardia.
— El proceso revolucionario de Cuba reiteró la prueba histórica de la necesidad de la unión de obreros y campesinos, y su ulterior transformación en una verdadera alianza de clases.
— Reiteró que la clase obrera encabeza los cambios nacional-liberadores, democrático-populares y antiimperialistas, del propio modo que las transformaciones socialistas.
— Probó que un proceso nacional-liberador puede ser conducido por una vanguardia política, no orgánicamente constituida en Partido, cuando logra aglutinar los intereses mayoritarios de las clases, capas y grupos progresistas de una sociedad.
— Mostró, en el terreno de la lucha latinoamericana y caribeña, la significación que las ideas del marxismo-leninismo tienen para las vanguardias revolucionarias.
— Planteó a la América Latina y el Caribe, así como a los pueblos que luchan por su liberación económica, la necesidad de unir todas las fuerzas progresistas para alcanzar sus objetivos.
— Demostró el carácter de mito del fatalismo geográfico, al construir una sociedad socialista en el área considerada por los Estados Unidos como su medio natural inmediato de acción.
— Validó la tesis de que sin la solución de las tareas democráticas y nacional-liberadoras es imposible abordar las tareas socialistas.
— Probó la significación que tiene, para el desarrollo del proceso revolucionario, el hecho de que sea la misma vanguardia de la revolución nacional-liberadora la que conduzca los cambios socialistas.
— Verificó el valor que tiene, para la lucha antiimperialista, la unidad de dicho proceso con las luchas del sistema socialista mundial y del movimiento obrero internacional, y el ejercicio del internacionalismo revolucionario, proletario y socialista.
— Mostró el significado que posee, para los pueblos que construyen el socialismo, para los que luchan por su liberación nacional, para los países con gobiernos progresistas, la ayuda del campo socialista, particularmente de la Unión Soviética.
 
Estos elementos de carácter objetivo y subjetivo han producido un cambio cualitativo en el contenido antiimperialista del proceso nacional- liberador, que se conjuga con la lucha anticapitalista y se amplía a nuevos sectores en la lucha de América Latina y el Caribe.
 
Cuba es una prueba histórica de la factibilidad de resolver, en el continente, la contradicción antagónica y principal —condicionada en lo interno por la estructura económica dependiente de nuestros países latinoamericanos y caribeños— con el imperialismo yanqui y sus aliados.
 
El debilitamiento del sistema neocolonial se manifiesta en forma acusada en América Latina, lo que se constata por el aumento y la elevación de la lucha de clases en todas sus formas. En América Latina, a partir de la Revolución Cubana, se ha agudizado la lucha de clases en varios países y regiones, en forma sucesiva. A fines de la década del 60, se consideró que el eslabón más débil de la cadena imperialista, en ese período, se encontraba en el Cono Sur, y la reacción, mediante mecanismos de represión extrema, apuntaló su dominación en los países que lo integran. La década del 80 se inaugura con el auge de los movimientos revolucionarios en Centroamérica, lo que se ha valorado como un desplazamiento regional del centro revolucionario. Es evidente que el triunfo del proceso revolucionario antidictatorial, democrático-popular, nacional-liberador y antiimperialista en Nicaragua, el proceso revolucionario en Granada, la lucha creciente del Frente “Farabundo Martí” para la Liberación Nacional y del Frente Democrático Revolucionario en El Salvador, así como de las formas populares en Guatemala, indican que la situación política centroamericana deviene de situación revolucionaria en una crisis general.
 
La posición progresista de algunos gobiernos latinoamericanos, cuya política exterior ha influido positivamente en el conjunto de las relaciones mundiales, denota también el crecimiento de la conciencia antiimperialista latinoamericana a nivel estatal. Además, la apertura democrática de ciertos gobiernos derechistas y la correcta política internacional asumida por otros, muestra a las claras la tendencia a contradecir al imperialismo yanqui y a hacer más dinámico el polo negador en el sistema neocolonial existente en América Latina y el Caribe.
 
El triunfo de la Revolución Cubana y su definida posición socialista trajo consigo respuestas inmediatas por parte del gobierno de Estados Unidos, quien utilizó su instrumento de presión diplomática latinoamericana para producir la ruptura de los gobiernos de los países de América Latina y el Caribe con Cuba y aislarla de su medio histórico. Con la fuerza que proporcionan los instrumentos de poder, particularmente los económicos, todos los gobiernos rompieron con Cuba, a excepción de Méjico. Otra es la situación política a treinta años del Moncada. La presencia de la Cuba socialista en el hemisferio occidental ha mostrado a los pueblos latinoamericanos como antes lo hizo ante el mundo la Rusia soviética, la transformación del viejo, dependiente, explotador y expoliador injusto orden en un sistema de vida nuevo. Ello ha contribuido a desarrollar el factor subjetivo progresista y antiimperialista en América Latina y el Caribe.
 
Las categorías filosóficas del marxismo-leninismo se han difundido e incorporado al pensamiento no sólo en vanguardias y combatientes,' sino en los pueblos. A partir de la Revolución Cubana, la revolución socialista, la dictadura del proletariado, el carácter económico y político del imperialismo, el papel universal del proletariado, el valor de la lucha armada, se hicieron patrimonio de grandes masas latinoamericanas.
 
Junto a los hitos revolucionarios que muestran en forma fehaciente el debilitamiento del sistema neocolonial, el sentimiento antiimperialista crece en el continente cuantitativa y cualitativamente, producto del incremento de la explotación y su necesario reflejo activo en la conciencia de millones de hombres. Es un hecho aceptado que la Revolución Cubana aportó, al sistema teórico del proceso revolucionario, la posibilidad de acelerar la maduración del factor subjetivo. La propia Revolución Cubana sirvió de fuente y de verificación. El asalto al Moncada fue la acción que comenzó este proceso, acontecimiento que marcó la conciencia política cubana y que repercutió a través del proceso revolucionario cubano en la conciencia política latinoamericana.
 
No es ocioso aclarar que el factor subjetivo se asienta en condiciones objetivas, sin las cuales aquel no puede desarrollarse, por cuanto no es sólo producción sino fundamentalmente reflejo de una situación. En las condiciones actuales, en América Latina se ha extendido la situación revolucionaria a un número apreciable de países, lo que se transparenta en la conversión de los mecanismos tradicionales de represión de las democracias representativas en mecanismos fascistoides de las mismas. Esta sustitución de mecanismos está determinada, en gran medida, por razones de agotamiento y descomposición de los esquemas democrático-burgueses, por lo cual la gran burguesía requiere de instrumentos más severos y drásticos para gobernar. El aumento de la represión interior muestra la debilidad del sistema que utiliza mecanismos extraeconómicos para su reproducción, por cuanto esta no puede realizarse sólo por ¡os medios que le son connaturales.
 
Por otra parte, no es posible olvidar la característica concepción política nacionalista y antiimperialista de los pueblos latinoamericanos y caribeños, formada en años de lucha por su afirmación nacional contra la sistemática política imperialista de opresión. Ello pesó en el sentimiento solidario de dichos pueblos hacia Cuba, que se convirtió desde su triunfo en parámetro de las posiciones políticas progresistas en el Continente. En la ampliación de la plataforma ideopolítica del conjunto de la democracia revolucionaria de América Latina, ha jugado un papel de gran importancia el avance de la lucha antiimperialista mundial y las posiciones de principio del Partido, Estado y pueblo cubanos.
 
"El asalto al Cuartel Moncada —ha planteado Fidel—, no significó el triunfo de la Revolución en ese instante, pero señaló el camino y trazó un programa de liberación nacional que abriría a nuestra patria las puertas del socialismo.” (29) Si la lucha por la independencia de Cuba de la metrópoli española comenzó en La Demajagua, el Moncada marcó el inicio de la liberación nacional de Cuba de! status neocolonial y el punto de partida para la emancipación verdadera de América Latina.
 
La impulsión ejercida por la acción del Moncada en el movimiento nacional-liberador cubano y latinoamericano se fue extendiendo al movimiento de liberación mundial y, en consecuencia, al movimiento revolucionario mundial. Pero además, por las fuerzas motrices del movimiento de liberación nacional que se inicia el 26 de julio de 1953, el Moncada influye en las otras dos fuerzas que integran el movimiento revolucionario mundial. El enriquecimiento de su contenido social por las fuerzas que lo mueven, por los objetivos que se plantea y por los medios que emplea, aproxima a los movimientos de liberación nacional a la clase obrera internacional y al sistema socialista mundial y, a la vez, estos sienten a aquel como parte de una unidad.
 
Fidel ha dicho que a partir de Girón los pueblos de América fueron un poco más libres, estamos seguros de no equivocarnos al plantear que después del Moncada, el pueblo de Cuba y, progresivamente, los pueblos de América Latina y el Caribe devinieron más conscientes, y el Moncada pasó a formar parte de la conciencia política latinoamericana por la liberación nacional.
 
REFERENCIAS
 
1. MARX, C., y ENGELS, F. '"El gobierno británico y !a trata de esclavos”. En Acerca del colonialismo, Progreso, Moscú [s.f.], p. 198.
2. “El capital”. Fondo de Cultura Económica, México, 1946, t. 1, pp. 375-376, 638-639.
3-4. Ibidem, 3 (pp. 375-376), 4 (pp. 376).
5. MARX,    C. El capital. Ciencias Sociales, La Habana, 1973, t. 1, pp. 638-639.
6.  “La dominación británica en la India”. En Acerca del colonialismo. Ciencias Sociales, La Habana, 1978, pp. 33-40.
7. El capital. Ciencias Sociales, La Habana, 1973. t. 1, pp. 638-639.
8. “La revolución en China y en Europa”. En Acerca del colonialismo.
Progreso, Moscú [s.f.], p. 15.
9. "Nota confidencial”. En Acerca del colonialismo, Progreso, Moscú
[s.f.], p. 287.
10. LENIN, V. I. “Esbozo inicial sobre los problemas nacional y colonial". En Obras
escogidas, Progreso, Moscú [s.f.], t. 3, p. 440.
11. Ibidem, p. 440.
12. BERSHADSKAIA, O. I. Movimiento obrero comunista internacional y de liberación
nacional. Ciencias Sociales, La Habana, 1977.
13. Ibidem, p. 11.
14. BRUTENTS, K. N. Las revoluciones de liberación nacional contemporáneas. Progre
so, Moscú, 1978, t. 1, p. 22.
15. "Declaración de los Partidos Comunistas de América Latina y del Caribe". En Declaraciones de    las    conferencias de los Partidos    Comunistas    y obreros. Academia Militar de    las FAR "General Máximo Gómez", La Habana, 1976, p. 76.
16. "Comunicado y documento    fundamental de la Conferencia    Internacional de los Partidos Comunistas y obreros en Moscú,    1969". En Declaraciones de    las Conferencias de los Partidos Comunistas y obreros, Ed. cit., p. 62.
17. CASTRO, F. La historia me absolverá. Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p. 9.
18-27. Ibidem, 18 (p. 9), 19 (p. 23), 20 (p. 31), 21 (p.    41), 22 (p. 21). 23 (p. 43}„
24 (p. 49), 25 (p. 65), 26 (p. 61), 27 (pp. 67-68).
28. "Comunicado y documento    fundamental de la Conferencia    Internacional de los Partidos Comunistas y obreros”. En Declaraciones de las conferencias    de los Partidos Comunistas y obreros, Ed. cit., p. 62.
29. CASTRO, F. Informe Central al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba. Pueblo y Educación, La Habana, 1978, p. 27.
 
* El término de socialdemócrata en la época correspondía al contenido de comunista.
 
**  Engels trata este problema en los artículos "Afganistán” y "Argelia”,    y "La insurección india", "Investigación de las torturas en la India" y “La revuelta india”, recogidos en la colección Acerca del colonialismo, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1978.
 
*** En junio de 1954, /.rbenz fue derrocado por el coronel Castillo Armas, y en sep„ tiembre de 1955, los militares y fuerzas de derecha derribaron a Perón.
 
THE SIGNIFICANCE OF THE ATTACK ON THE MONCADA GARRISON FOR THE NATIONAL LIBERATION" MOVEMENT IN LATIN AMERICA IN THE PRESENT POLITICAL CONTEXT
 
ABSTRACT. Based on the theoretical-methodological tools of Marxism-Leninism for the analysis of the national question, the author studies the impact of the Moncada Attack on the Latin American Liberation struggle.
 
The paper also establishes the continental characteristics of the arrangement of the system of contradictions which existed in Cuba and the conditioning role of such an arrangement in the solution of these contradictions.
 
Finally, the work points out the influence of the Cuban Revolution on the national liberation movement in Latin America.
 
 
T. M. Fung Riverón. Lic. en Derecho (1956); Lic. en Lengua y Literatura Francesa (1966); C. Dr. en Ciencias Filosóficas (1977); dirige el Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de Cuba y profesa en cursos de posgrado.