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La amistad tuvo su serenata

Datum: 

03/12/2000

Quelle: 

Juventud Rebelde
La seguridad del hotel Presidente Intercontinental pide amablemente a las personas que esperan a Fidel, que pasen a un patio interior. Son varias decenas de mexicanos, con pancartas, telas y hasta un grupo de mariachis -Los Embajadores-, que han venido en la noche del viernes a darle una serenata. Esperaron a su lado el 2 de diciembre, aniversario del desembarco del Granma, y el motivo vale la pena celebrarlo con música y fiesta.  

Muchos de los hombres y mujeres que tengo frente a mí, han esperado durante horas al Comandante. La mayoría ha estado siguiendo sus pasos por la ciudad y llevan días sin dormir, en los preparativos de la bienvenida. Son un ejército humildísimo y fiel, muchos obreros y estudiantes, con una pasión absolutamente desbordada por Cuba.  

Cuando Fidel llega y la multitud lo cerca, los periodistas cubanos que hemos estado también esperando, apenas podemos acercarnos. Luego veremos, gracias a que el realizador Roberto Chile logra encaramarse en un muro, que nuestro Comandante no ha dejado de conversar, de tener atenciones con casi todos los asistentes, dejándose querer por esta gente buena que no deseaba otra cosa que el premio de tenerlo cerca.   

Los mariachis le cantan El son de la negra, Guadalajara, El rey, una Guantanamera especial, que intercala entre los conocidos compases "Guantanamera, guajira guantanamera", el añadido de "Fidel, Fidel", y "Cuba socialista", que todo el mundo canta, hasta algunos trabajadores y huéspedes del hotel que se han ido incorporando al inusitado encuentro, probablemente después de oír la música desde las habitaciones.  

Antes de irse, Fidel saluda a los 12 músicos.

"He desorganizado hasta a los mariachis", bromea, pues han dejado de tocar para darle al Comandante un apretón de manos. Ellos lo invitan entonces a que elija su ranchera favorita. "Canten una muy alegre... ¿Cielito lindo?", y sin que medien más palabras, se oye el rasgueo de la guitarra y todos nos vamos andando, en dirección al lobby, con un colectivo "ay, ay, yayay, canta y no llores, porque cantando se alegran, cielito lindo, los corazones".  

NOS HEMOS SENTIDO FELICES 

Por pura casualidad, en el momento en que Fidel se despedía de los amigos mexicanos y de la prensa cubana, e iba a tomar el elevador que lo llevaría a su suite, llegaron al hotel el presidente venezolano Hugo Chávez y su esposa Marisabel. Sin ningún protocolo, los que estábamos allí asistimos a otra "serenata" en la voz del propio Chávez, quien le regaló al Comandante uno de los momentos más emocionantes de esta estancia en México. El diálogo no se hizo esperar:  

Chávez:
Cantamos "la cama ha de ser de piedra"... ¡Andas más elegante!...  

Fidel: Pero yo te veo cansado...  

Chávez: No, yo vengo descansado de cantar canciones para Marisabel. La cama de piedra... "De piedra ha de ser la cama, /de piedra la cabecera..." Vamos cántala conmigo, Fidel...  

Fidel: No, sigue.  

Chávez: "...la mujer que a mí me quieraaaa..." (mira a su esposa). Ella la cantó. Se la sabe toda...  

Fidel: Hay que celebrar el dos de diciembre... Hoy es dos de diciembre, el día del desembarco del Granma, y tú no nos quieres dedicar una canción... Nosotros salimos de aquí, de México...  

Chávez: Las cantamos a dúo, las cantamos...  

Fidel: (se ríe) No, conmigo no cuentes. Qué va, hay demasiadas grabadoras aquí.  

Chávez: Tú cantaste la de Venezuela, está grabado...  

Fidel: A ver, suéltate, suéltate...  

Chávez:
"Voz de la guitarra mía/, al despuntar la mañana,/ quiere cantar su alegría,/ a mi tierra mexicana./ Yo le canto a sus volcanes,/ a sus praderas y flores..." (El canciller Felipe dice: "aquí lo que hace falta es un partido de pelota". Risas) No le recuerdes a Fidel eso. (Y sigue cantando) "...que son como talismanes/ del amor de mis amores./ México, Cuba y Venezuela,/ nunca nos iremos de aquí,/ y el día que yo me muera,/ también nos quedaremos aquí..." (Risas, aplausos) Mira, Felipe, tú le estás recordando cosas trágicas a Fidel. Ese ponche... (Risas).  

Fidel:
No, ese swing por arriba...  

Chávez: El (Felipe) te lo recuerda, porque él se llevó la gloria. Tiró un tubey, vino el flaquito este (Carlos Valenciaga)...  

Fidel: Sí, por culpa de ellos me metí yo en esa aventura...  

Felipe: La cámara lenta no dejó lugar a dudas...  

Chávez: Fidel acaba de decir allá (en la cena), delante de 20 presidentes, que con la cámara lenta la pelota le pasó por aquí por la barba y cayó por aquí...  Fidel: ¿Qué tú quieres hacer?  

Chávez: Irnos a cantar mariachis...  

Fidel: (se ríe) T• mejor te duermes y después te lees tus papeles...  

Chávez: ¿Cuándo es el próximo juego de béisbol?  

Fidel:
Tú decides.  

Chávez:
En La Habana.  

Fidel: Tú decides. Lo mismo mandas un equipo, que un representante para el equipo... ¿Te has olvidado que tú tienes elecciones hoy? (se ríe).  

Chávez: Eso ya está ganado.   

Fidel: Y no por fraude.  

Chávez: No, no. Antes de que se den, sabemos que vamos a ganar por paliza. Es como en el béisbol con ustedes.

(Hay un silencio. Ambos se despiden con un abrazo fuerte, emocionado. Los aplausos acompañan el gesto amistoso de estos dos hombres que prueban, una vez más, el enorme cariño y la amistad que los une).  

Chávez: Hasta la victoria siempre.  

Fidel: Nos hemos sentido felices. Hacemos bien en decir que lo mismo en Venezuela, que en Cuba, que aquí, donde muramos, que nos entierren.  

Chávez: La patria es Nuestra América.

Fidel: Claro.  

Chávez:
Que Dios te cuide. Que descanses, hermano.  

Chávez se queda un momento al pie del elevador, cuando este ya ha cerrado sus puertas. Nosotros todavía no nos reponemos de la emoción.