Articles

LA GUERRA SUCIA CONTRA CUBA

Date: 

13/09/2011

Source: 

Revista Bohemia

El presidente estadounidense Kennedy y la CIA, entre abril y noviembre de 1961, delinearon una estrategia de subversión y terrorismo para derrocar a nuestra Revolución.

Después de la derrota en Playa Girón en abril de 1961, la administración del presidente John F. Kennedy se vio en el dilema de escoger entre dos alternativas posibles en relación con la política respecto a Cuba. La primera consistía en promover un análisis objetivo, pragmático y racional que le hubiera permitido valorar el verdadero carácter y proyección de la Revolución cubana, martiana y marxista, en tanto proceso político autóctono, no derivado de la Guerra Fría. La segunda variante se orientaría a insistir en el derrocamiento de la Revolución con todos los recursos a su alcance.


Allan Dulles  Sede de la Agencia Central de Inteligencia
La mística de Langley y la leyenda de su director, Allan Dulles, se desvanecieron en solo 66 horas en abril de 1961

Desde su visión imperial el mandatario estadounidense optó por la violencia contrarrevolucionaria. Para despejar cualquier duda afirmaba el 20 de abril de 1961: “Si alguna vez pudiera parecer que la doctrina interamericana y de no intervención encierran o sencillamente ocultan una política de no intervención…, deseo que se comprenda con claridad que este gobierno no vacilará en cumplir sus obligaciones primarias, que se corresponden con la seguridad de su propia nación”.

Este testimonio refleja claramente un mensaje de suma trascendencia ideológica: los Estados Unidos iban a asumir la dirección en el enfrentamiento a los movimientos revolucionarios de América Latina y el Caribe, influidos por la victoria del Primero de enero de 1959 y de Playa Girón en 1961, que habían echado por tierra el mito del fatalismo geográfico en el continente americano.

La decisión adoptada por J. F. Kennedy coincidía con las tesis expuestas en una reunión, realizada durante este período, con especialistas de la Comunidad de Inteligencia de los Estados Unidos y donde expresaba que “en la medida en que las armas termonucleares eran más poderosas y existían menos posibilidades para su empleo, las operaciones subversivas deberían desempeñar un papel cada vez más relevante”.

La estrategia de la guerra relámpago


Destruir a la Revolución significaba para la CIA la  eliminación física de Fidel y otros dirigentes, en particular, Raúl y el Che Inmediatamente después de la derrota en Playa Girón, el 22 de abril, el ejecutivo norteamericano encomendó al general Maxwell Taylor la misión de describir, explicar y establecer conclusiones sobre las causas que determinaron el fracaso de la Operación Pluto. Este nombramiento no era un hecho casual, era la señal de la presencia del Pentágono como una importante fuerza en los nuevos planes subversivos que se gestaban contra la Isla.

En medio de las investigaciones del Grupo de Estudios sobre Cuba, Kennedy trazó lineamientos dirigidos a socavar el socialismo cubano, que se caracterizaron por un nivel de integración de acciones políticas, militares, económicas, diplomáticas, de inteligencia y propaganda encuadradas en la estrategia de atacar a Cuba desde todos los flancos.
Era la estrategia de la guerra relámpago de aquella administración, que había colocado la cuestión cubana en el centro de la política de los Estados Unidos hacia América Latina.

El memorando de acción del Consejo de Seguridad Nacional número 2413, fechado el 4 de mayo de 1961, definió las direcciones principales de los planes de subversión y terrorismo para el resto de ese año. En el documento se especificaba, claramente, que se perseguía, en primer lugar, el “derrocamiento de Castro”, sin excluir la intervención armada en la Isla, como se demuestra en el plan de contingencia que el secretario de defensa, Robert McNamara, había remitido el primero de mayo de 1961 a los jefes del Estado Mayor Conjunto.

En este contexto la Alianza para el Progreso adquiriría una significación mayor, ya que el Gobierno de los Estados Unidos insistiría en proyectos de desarrollo social de su interés insertados en programas de contrainsurgencia, en tanto, la Agencia de Información de los Estados Unidos (USIA por sus siglas en inglés) era responsabilizada con la instrumentación de la guerra mediática contra Cuba. El trabajo de esa institución se sustentaba en las tesis elaboradas por los especialistas de seguridad nacional en torno a la “revolución traicionada” y “el peligro comunista” en Latinoamérica.
No se puede pasar por alto, en el examen de la actividad de la CIA y las organizaciones contrarrevolucionarias en la etapa abril-noviembre de 1961, que Girón había significado el más fuerte revés de la Agencia Central de Inteligencia desde su creación en 1947. La mística de Langley y la leyenda de su director, Allan Dulles, se desvanecieron en solo 66 horas en el cuarto mes de 1961.

La CIA tenía que ir en busca del tiempo perdido en la Operación Pluto y asestar un golpe demoledor y definitivo a la Revolución cubana en los meses venideros. Destruir a la Revolución significaba para la tenebrosa agencia yanqui la eliminación física del Comandante en Jefe Fidel Castro y otros dirigentes, en particular los comandantes Raúl Castro y Ernesto Che Guevara, asociada a un levantamiento armado que buscaría la asistencia de los Estados Unidos y de la Organización de Estados Americanos (OEA), cobertura bajo la cual se encubriría la intervención militar directa de las fuerzas armadas de los Estados Unidos.

Prioridad uno: eliminar a Fidel Castro

La administración Kennedy colocó la  cuestión cubana en el centro de la  política de los Estados Unidos hacia  mérica Latina En estos meses, la recuperación y reestructuración de la contrarrevolución en la Isla y en el territorio de los Estados Unidos representaba una prioridad estratégica para la CIA, pues los órganos de la seguridad cubana habían desarticulado en marzo de 1961 la jefatura del Frente Unido Revolucionario, proyecto de bloque de organizaciones contrarrevolucionarias, lo que había liquidado las perspectivas de un levantamiento armado en apoyo al desembarco de la brigada de asalto 2506. Entre junio y diciembre fueron descubiertos y frustrados 16 importantes planes de atentados contra la vida del Comandante en Jefe. Esta información está registrada en los archivos del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado (CIHSE).

De estos 16 casos de atentados, en dos aparece el plan de eliminación física relacionado con una operación encaminada a promover la desestabilización en el país y desencadenar la intervención militar de los Estados Unidos. La Operación Patty, uno de ellos, fue organizada por la CIA y el Servicio de Inteligencia Naval radicado en la ilegal base de Guantánamo. Se proponía atentar contra las vidas de Fidel y Raúl Castro. Esta actividad, que contaba con el apoyo total de la tenebrosa agencia y el Pentágono fue oportunamente penetrada y neutralizada en el mes de julio.

En octubre la Seguridad del Estado frustró la denominada Operación Liborio, complejo programa subversivo de la CIA a través de las organizaciones contrarrevolucionarias Rescate y Movimiento Revolucionario del Pueblo. En esta oportunidad  la Inteligencia yanqui se propuso atentar contra la vida de los principales dirigentes de la Revolución durante la celebración de un acto de masas frente al antiguo Palacio Presidencial.

Las operaciones Patty y Liborio se estructuraron con posterioridad a la creación del Grupo de Acción Ejecutiva, dispositivo diseñado para planificar y ejecutar asesinatos políticos de dirigentes y personalidades extranjeras considerados “peligrosos” u “hostiles” a los intereses de seguridad nacional de los Estados Unidos.
Solo en la segunda mitad de los años 70 la opinión pública internacional conoció el verdadero alcance y proyección de la actividad del Grupo de Acciones Ejecutivas que fue expuesta en el mismo Congreso norteamericano en ocasión de las investigaciones realizadas en torno al asesinato del presidente John F. Kennedy.

Nada refleja mejor la atmósfera de este período que la conversación sostenida por el presidente norteamericano con el almirante Arleigh Burke, enemigo visceral de la Revolución Cubana y amigo personal del dictador Fulgencio Batista. Kennedy, quien examinaba los pros y los contras de una intervención militar directa en Cuba consultó con Burke si los Estados Unidos tendrían, necesariamente, que intervenir en Cuba. La respuesta no se hizo esperar: los Estados Unidos, necesariamente, tendrían que intervenir.

Kennedy preguntó entonces si la Isla se podía ocupar con facilidad, a lo que el almirante respondió que esto se hacía cada vez más difícil. Después vino otra pregunta: ¿Qué sucedería si los Estados Unidos intervienen en Cuba? Burke respondió que sería un infierno, pero que algún día los Estados Unidos tendrían que hacerlo.

Razones para el fracaso imperial

Los fracasos de la CIA y la contrarrevolución en el período posterior a Girón y hasta la autorización de la Operación Mangosta, en noviembre de 1961, se explican por varios factores. La CIA no estudió, en sus estimados de inteligencia, de manera objetiva, oportuna y veraz, el escenario cubano después de Girón. Sus enfoques se sustentaron en un voluntarismo y empirismo irracionales compulsados por el frenesí de la administración Kennedy de vengar la derrota de Playa Girón.

Los expertos y especialistas de la CIA y el Pentágono fueron incapaces, además, de hacer una modelación del sistema de enfrentamiento que utilizó la Seguridad del Estado cubano, y expuso a sus agentes a la penetración ágil, oportuna y certera de los agentes cubanos, hombres y mujeres de manos limpias, mente fría y corazón ardiente (como exigiera el fundador de la KGB, Félix E. Dzherzhinski a sus hombres y escudos invisibles de la patria), inspirados en los más nobles principios de la tradición revolucionaria de nuestro pueblo.

Los cálculos de la CIA acerca de la potencialidad de la oposición contrarrevolucionaria fueron erróneos. Pudo haber desarrollado estudios socio-operativos con información secreta y pública. Los resultados hubieran arrojado un respaldo ampliamente mayoritario a la Revolución socialista cubana. La pretensión de crear condiciones políticas y sociales favorables que permitirían desencadenar un levantamiento interno y, por ende, provocar la intervención militar de las fuerzas norteamericanas con o sin cobertura de la Organización de Estados Americanos (OEA), fue el “sueño de una noche de verano”. ¿En qué fuerzas políticas se apoyaba la CIA para semejantes acciones? No tenía, sencillamente, ninguna base operativa en una nación que había asumido el socialismo como expresión de su soberanía política e independencia económica.

En un documento desclasificado en la década de los 90, titulado Manual de organizaciones contrarrevolucionarias en Cuba, elaborado por la Agencia Central de Inteligencia el 10 de octubre de 1962, se reconoce que hasta esa época habían operado en la Isla y en la emigración un total de 410 organizaciones, grupos y grupúsculos contrarrevolucionarios, y se estima que el 90 por ciento de estos estaban penetrados por la seguridad cubana. A diferencia de Guatemala en 1954, cuando la CIA organizó con éxito la Operación PB-Success, para derrocar el Gobierno legítimo de Jacobo Arbenz, el ejército de la tiranía derrotado el Primero de Enero de 1959 había sido disuelto y, en su lugar, estaba el Ejército Rebelde en el cual se forjó la vanguardia histórica de la Revolución. De su seno habían surgido los Órganos de la Seguridad del Estado, que habían hecho polvo todas las operaciones subversivas contra Cuba.

En un balance del período, y de la historia posterior de la Revolución, no puede omitirse la importancia decisiva de Fidel. Estratega militar, el más excepcional político de nuestra historia, trazó la estrategia para vencer a la CIA en su guerra secreta contra Cuba. Maestro de maestros en el complejo arte de hacer y pensar la Revolución, inspiró y convocó a la nación cubana, para derrotar, con talento impar, los planes y agresiones del imperialismo.

A finales de 1961, nuevos y tenebrosos programas subversivos eran concebidos por la administración Kennedy y su Consejo de Seguridad Nacional contra Cuba. Con la violencia contrarrevolucionaria emergería desde las costas de la Florida y contra la Llave del Golfo la más secreta y siniestra operación jamás montada por la comunidad de Inteligencia de los Estados Unidos en la década de los años 60: la Operación Mangosta.