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Alegrías en Leoganne

Fecha: 

01/02/2010

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

Fidel nació en Leoganne. Lo trajo al mundo el doctor haitiano Rodez Montumaire, quien anunció que el pequeño había nacido sano. Sin embargo, más que las palabras especializadas del médico, Fidel se encargaba, con un llanto enérgico y persistente, de hacer saber a todos que llegaba a este mundo con la mayor de las energías.
Largas colas se forman frente al consultorio médico.
Su mamá, Clotilde, no terminaba aún de jadear, cuando dijo que había decidido nombrarlo Fidel. Era su forma, explicó, de agradecer tan buena atención. Ya sabía que su médico había estudiado en Cuba, entonces a quién más que al Comandante Fidel podía agradecer el hecho de haber tenido a su pequeño.

Los cubanos que dentro del salón de campaña presenciábamos el nacimiento, compartimos con ella la alegría del feliz alumbramiento, pero también volvimos a sentir por nuestra Patria. No solo Clotilde y Fidel nos transportaron hasta la añorada tierra, la destreza del médico Rodez volvía a recordarnos la profesionalidad sin límites de la medicina enseñada en Cuba: "Atiendo a cualquier hora, hacemos siete u ocho partos diarios. Anoche estaba durmiendo cuando me avisaron urgente. Una mamá estaba esperando en la puerta del salón de campaña y en lo que llegué ya su bebé había asomado la cabeza. Pude atajarlo a tiempo, y ambos están sanos hoy".

Rodez, el único obstetra del hospital de campaña de Leoganne, habla un español clarito, demasiada fluidez hace sospechar. Ante la insistencia periodística, confiesa: "Estoy casado con una santiaguera bella, se llama Idelis Machado, tengo dos pequeños allá en Cuba, Carlos y Liss Mariam.

—Entonces, ya tú eres un cubano¼

"No, soy haitiano, y también cubano".

EL HOSPITAL DE LEOGANNE

A unos 30 kilómetros al suroeste de la ciudad de Puerto Príncipe está la comunidad de Leoganne. Allí el 12 de enero del 2010 las sacudidas fueron bien fuertes. Suman cientos las edificaciones en el piso, como aquel centro universitario convertido hoy en tres placas superpuestas una encima de la otra.

Hasta ese pedazo de tierra arrasada también llegaron los médicos cubanos con un hospital de campaña. Explica su director, el doctor Jorge Balceiro, que el centro comenzó a prestar atención el 16 de enero, y aunque empezó a hacerlo de forma precaria, hoy cuentan con 42 colaboradores. Comenta, aún asombrado, que el primer día tuvieron que realizar 17 amputaciones, fue muy triste, el caos era total. "Ahora tenemos una brigada con especialistas en medicina interna, terapia intensiva, pediatría, ginecobstetricia, psiquiatría, anestesia, ortopedia, y hace unos horas se nos unió también un equipo de rehabilitación".

Estamos viendo diariamente alrededor de 1 000 pacientes, entre los consultados en el terreno y en el hospital. La morbilidad comienza a moverse hacia las patologías infectocontagiosas, sobre todo en los niños, con enfermedades diarreicas y respiratorias. Seguimos atendiendo, además, las secuelas del traumatismo, las personas regresan a curarse las heridas y amputaciones, dice Balceiro.

Entre los servicios del hospital de campaña, montado con muy buena tecnología, están los de urgencia, el salón de operaciones, los cuidados pre y pos operatorios, la hospitalización, laboratorio clínico, radiología, ultrasonido y esterilización.

Cuando llegamos, recién montada estaba la sala de rehabilitación con una gran cantidad de modernos equipos. Allí, David, Ángel y Luis Rafael, tres jóvenes licenciados en terapia física y rehabilitación, comenzaban a atender a los pacientes, sin haberse despojado aún del cansancio del viaje.

TAMBIEN LA PSIQUIATRÍA

Una preocupación constante de los médicos cubanos es la salud mental de los pacientes. Son cada vez más perceptibles los miedos y traumas sicológicos ocasionados por el terremoto de 7,3 en la escala de Richter, que según los investigadores fue 35 veces más potente que la bomba de Hiroshima.

Según Balceiro, director del hospital y también psiquiatra, la población haitiana está muy dañada. Muchos tienen un elevado grado de ansiedad, otros están deprimidos, o con trastornos disociativos importantes. Tienen miedo a entrar a los lugares con techo, aún están atemorizados por las réplicas.

"Con el paso de los días esta situación irá empeorando porque aparecen las reacciones de duelo. En un inicio ellos no tienen percepción de que lo han perdido todo, cuando se den cuenta aparecerán depresiones muy severas".

Hay una gran preocupación con los niños, dice Balceiro. Si te fijas verás que tienen juegos un poco violentos, están muy intranquilos, irritables y lloran con frecuencia. Esa es la forma en la que ellos manifiestan los daños sicológicos.

Para atender esas reacciones llegó un equipo de especialistas cubanos a Haití, encabezados por el doctor Cristóbal Martínez, jefe del Grupo Nacional de Psiquiatría Infantil, para quien resulta vital devolverles a los niños los juegos, la escuela y la recreación, perdidos luego del sismo. Para ello comienzan a trabajar también los doctores de la mayor de las Antillas.

A POCOS KILÓMETROS, EL CAMPAMENTO


Como para irnos de Leoganne con las alegrías completas, una bandera venezolana descubre un campo repleto de grandes casas de campaña. Entre tanta devastación, se alza hoy el campamento Simón Bolívar, donde casi 2 000 personas encuentran cobija, en lo que antes fue un terreno lleno de sábanas para cuidarse del sol y del sereno de la noche. Hoy allí, todos tienen una mejor Alba.

A pleno sol, clavando fuertes estacas en la tierra y levantando en pocos minutos las grandes carpas, hallamos a decenas de jóvenes venezolanos de la Unidad de Tarea Conjunta Haití, al frente estaba el Comandante Víctor Guerrero, todos vestían uniformes militares, pero ninguno portaba un arma, imagen sui géneris en el Haití de hoy: "Por instrucciones de nuestro Comandante Chávez, se creó esta unidad, llegamos con 150 efectivos militares, y nuestra misión es la construcción de campamentos para damnificados".

Explica Guerrero que las casas del campamento albergan hasta 30 personas, con un promedio de cuatro familias en cada una. Se les están entregando, además, catres y cobijas. Igualmente tendrán agua, alimentos y servicios sanitarios.

La atención médica la garantizan los jóvenes del Batallón 51. Entre ellos está Juan Carlos Lara, de Táchira, quien explica que ellos fueron los primeros 51 venezolanos graduados de la Escuela Latinoamericana de Medicina.

Pero no solo aquí se quedan las proyecciones del campamento de Leoganne. ¡Cuatro nuevas casas de campaña que ahora se levantan servirán de aulas para alfabetizar! Hasta ellas llevarán la corriente eléctrica que hará funcionar televisores y videos. Con cartillas en creole y con miles de ganas llegarán los maestros cubanos al campamento Simón Bolívar.

Quizás el miércoles se levanten las cortinas de estas casas de campaña para dar paso a todo aquel que quiera aprender a leer y a escribir. Granma allí estará. Es muy probable entonces que la alegría de Lionel, de Jean Luis o de Jeannette sea mayor ahora cuando, además de un techo, tendrán la posibilidad de estudiar.