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“Alejandro me enseñó a vivir otro mundo, otra vida…”: Testimonio de Antonio del Conde, “El Cuate”

Fecha: 

26/11/2017

Fuente: 

Suplemento Especial de Resumen Latinoamericano

Autor: 

Yo soy Antonio del Conde, Fidel -Alejandro en la clandestinidad- me puso de sobrenombre El Cuate.
 
Yo no tuve que platicar nada para saber que era Fidel Castro, yo no soy adivino ni me mandó un mensaje subliminal pero conocía de armas, yo tenía vendiendo armas seis años y en seis años aprende usted, además desde niño iba a la armería, conocía de armas.
 
Y llega Fidel a mi armería y me pide partes de armas, acciones de mecanismos belgas, yo las tenía en el mostrador y en lugar de decirle, sí señor, aquí están, valen tanto; si hubiera ido usted, sí mire aquí están, valen tanto, pero no era usted, era Fidel Castro. Le dije, señor, repítame su pregunta y claro, me la repitió y entonces me dije, no, pero este señor necesita ayuda. Y lo pasé a mi privado, para que en el privado, que no… había gente en la armería, era una armería no muy grande pero un poco grande, había tres mostradores, había gente, compraban cartuchos, lo que puedan. Tenía yo dos personas que me ayudaban ahí en el mostrador.
 
Lo pasé a mi privado y le dije, señor, repítame la pregunta, por tercera vez me repitió la pregunta exactamente igual. Ese tiempo fue el que necesite para saber que era Fidel Castro. Qué puede haber sido, tres minutos, dos minutos, no sé, cuatro minutos. Cuando me repite la pregunta por tercera vez le digo, mire usted señor, no sé quién es usted pero yo lo voy a ayudar, era Fidel Castro, no necesité más que tres, cuatro minutos para saber que era Fidel Castro.
 
No era adivino, no era psicólogo pero sí era armero y me di cuenta que él me necesitaba porque las piezas que él me pedía no le iban a servir para un trabajo, no le iban a servir para nada; faltaba el cañón, faltaba partes de madera, las miras y le ofrecí ayuda, yo le ofrecí mi ayuda. Me dijo, espere mi llamada; en año y medio llegué a ser el hombre de confianza, clave en la salida del yate Granma, en la salida de los 82 expedicionarios. Si El Cuate no me falla salgo, salgo y llego, llego y triunfo. Ese es un recuerdo. Tengo tantos recuerdos que como le dije necesitaba 61 horas porque ya van a cumplirse 61 años la salida del yate Granma el 25 de noviembre.
 
Yo había comprado el yate fondeado en los bajos de Tuxpán. Estaba inundado, lleno de basura, prácticamente inservible y Fidel me pregunta “¿y ese barco?” Le dije “señor es un barco que compré en abonos, que lo estoy arreglando, está inservible, hasta la quilla tuve que mandar a cambiar pero lo pienso arreglar poco a poco”.
 
Y sin más ni más me dice “si usted me arregla ese barco, en ese barco me voy a Cuba”. Me incorporo y enfatizo “sí, pero el barco no sirve, está inservible, no tiene motores, en fin…” y Fidel me repitió más despacio, “si usted me arregla ese barco, en ese barco me voy a Cuba”. Con dos veces que me dijo fue suficiente, acaté la orden, no volví a hablar, nos subimos al coche, nos regresamos a México… inmediatamente (volví) a Tuxpán y con el pretexto que se avecinaba mal tiempo, monté una cuadrilla y empecé a trabajar en grupos con urgencias para sacar el barco antes de que empezaran los ciclones.
 
Trabajamos incansablemente hasta que logré que el barco estuviera listo y con la ayuda del mecánico lo saqué al agua, lo boté, como se dice en términos marinos.
 
Yo tenía alguna experiencia para maniobrar lanchas, lanchas grandes, he tenido varias lanchas. Maniobré el barco, respondió perfectamente bien, lo atraqué en el lugar donde se carga combustible. Al llegar ahí me dijeron que un barco de ese calado, 50 toneladas, llevaba a bordo un marino, ahí mismo contraté a un pintor que se había portado bien. Lo nombré marinero de mi yate.
 
Aseguré los motores y me fui rápidamente a México a avisarle a Fidel que el barco ya estaba flotando, que estaba navegando. Siempre lo tuve al tanto de todo. Ustedes saben que Fidel tenía una memoria impresionante, ¿no?, no se le olvidaba cualquier cosa que él oía, lo que él aprendía lo conservaba, nunca se le olvidaba nada. Cuando él dijo que si “El Cuate no me falla, salgo y si salgo llego”, tomó en consideración mi información acerca de que el barco era muy marinero, de que yo lo había probado y lo llegué a probar en varias ocasiones en las escolleras.
 
Esto sucedió a mediados de 1956…Es histórico, él decía que sería héroe o mártir en 1956. Entonces al ver el Granma Fidel, con la experiencia que tenía de Cayo Confites y del Bogotazo, con la experiencia que tenía en transporte, en barcos, etc…él hizo un cálculo, con su capacidad, hizo un cálculo de lo que cabría en el yate Granma.
 
El barco ya listo, Fidel asignó el día y la hora para zarpar, el 25 de noviembre de 1956…En total yo acomodé a 76 personas. No me pregunten cómo.
 
Embarcación para 8 personas viajaron 82.jpg
 
El barco (hoy) está en perfectas condiciones, tal cual como salió hace 61 años, perfectamente conservado, perfectamente cuidado y sigue navegando, así lo dice Raúl, que el barco sigue navegando y está en condiciones de navegar, está en perfectas condiciones.
 
Es muy difícil, muy difícil transmitir lo que siento por el yate. Realmente el comandante Fidel Castro en varias ocasiones dijo que quería mucho al yate… y dependió del yate su vida, el yate no podía fallar, él sabía que no fallaba, él tenía la confianza. Yo estaba seguro que el yate no fallaba, como dije, lo probé y lo volví a probar y le tenía yo mucha confianza, mucho cariño.
 
Cuando el Granma salió, me faltan palabras, se me van las palabras…Fidel me dijo que saliendo el yate yo me escondiera, que nadie me conociera, que siguiera yo el yate por tierra porque un embrague está fallando y que si fallaba el otro embrague tendría que abandonar el barco, que lo siguiera yo más o menos por tierra. Yo me grabé en la mente que iba yo a seguir la ruta del yate Granma, que el yate Granma no iba a fallar, que no iba a fallar el otro embrague, que el yate Granma seguiría navegando y con la idea, convencido de que el yate navegaría, yo seguí al yate por tierra.
 
Indudablemente que… no lloré porque uno no llora así muy fácilmente pero sí fue muy emocionante cuando el yate dio la vuelta en los bajos de Tuxpán. El yate dio la vuelta para coger el río  Cuanhtepec cuando lo dejé de ver, que se iba por acá… estaba, por cierto, recuerdo que cuando subió Fidel al barco por un tablón, yo me metí al agua para sentir que el yate navegaba solito, así como que lo quise empujar. Me salí del agua y esperé que el yate diera la vuelta. Cuando me di cuenta que el yate ya no lo veía, sentí feo, sí sentí feo, como quiera había yo vivido en el yate varios meses prácticamente, ¿no?, arreglándolo, probándolo, lo que fuera, pero sí sentí feo.
 
Sí, el yate era mío y yo lo arreglé con ese fin, con esa intención de irme en él. Fidel siempre dijo que yo me iría en el barco, que yo era otro expedicionario. Quince días antes se reunió Fidel, me llamó y me dijo que yo no iría en el yate, que yo iba a ser más útil fuera de Cuba que otro soldado en la Sierra.
 
Pero, pensándolo recapacitando, yo no estaba preparado políticamente; estaría preparado físicamente, indiscutiblemente pues sí habían condiciones físicas. Imagínense, dedicado al deporte, dedicado al uso de armas, hubiera yo servido pero políticamente no estaba preparado. Todos los compañeros expedicionarios habían tenido una educación férrea impuesta por Fidel.
 
Fidel, cuando se trazaba una meta, él lo hacía convencido y a la gente las convencía; estábamos convencidos de la ideología, de las metas de Fidel.
 
Tenía que seguir al barco allá por tierra hasta Isla Mujeres y esperar que Frank País empezara la guerra en Santiago de Cuba, que eso sería indicación de que el yate ya había llegado. Me fui a Isla Mujeres, esperé dos días, no me acuerdo. Isla Mujeres está muy cerca de Cuba, oí que Frank País ya había empezado la lucha armada en Santiago y fue tal la emoción de que el yate había cumplido -yo en ese tiempo hacía mucho ejercicio, corría mucho- que me puse a correr en la playa como loco para agotarme y para felicitarme de que el yate había llegado, el yate llegó y Fidel cumplió, acuérdense que iba a ser héroe o mártir.
 
Yo aporté un pedacito para que el barco llegara y Fidel fue héroe y fue siempre héroe y será siempre héroe y lo tendremos siempre como un modelo. Yo soy fidelista y aquí estoy por Fidel. Fidel fue el que me leyó, me enseñó el camino, me abrió los ojos.
 
Hace un año, después del homenaje aquí en La Habana y el homenaje en Santiago, yo me sentí solo, ya no tenía a Fidel. Cuando me despido para volver a México, les digo a los compañeros que ya no quería volver a Cuba, que ya no estaba Fidel, que a qué iba a volver yo a Cuba, me dijeron que no, que tenía que volver. Y… bueno, no les dije ni que sí ni que no pero yo no quería volver pero ahora vine…vine para el Congreso de Historiadores y además estoy tratando de filmar una película hablando del yate.
 
Hace un año pues que iba a haber esta entrevista pues entonces, no sé cómo pero… es tan grande Fidel, es tan grande Fidel que él previó esta entrevista, él previó el día que iba a faltar, y que lo íbamos a extrañar pero que teníamos que seguir adelante, yo me tengo que sobreponer y tengo que seguir adelante.
 
Voy a decirles una cosa, el día 25 de noviembre Fidel salió en el yate Granma, salió de este mundo el día 25 de noviembre, el día 26 fui a la embajada de Cuba en México y en el libro de condolencias le puse: “Alejandro -era su nombre en la clandestinidad- usted me enseñó a vivir otro mundo, otra vida”, cambió mi vida, yo era un niño con negocios, económicamente sin problemas, él me hizo ver la realidad de la vida.
 
Puse en el libro de condolencias “señor usted me enseñó una nueva vida, ahora enséñeme usted esta vida sin usted” y aquí estoy practicando la vida que Fidel quiere que practique, recordándolo, respetándolo y sobre todo soy parte, una pequeña parte… Osmany Cienfuegos me dice que soy un pequeño eslabón de la cadena que es la Revolución, un pequeñito eslabón, que la Revolución es una cadena muy grande.
 
Al triunfo de la Revolución yo llegué aquí a Cuba a finales de abril, yo estaba preso en Estados Unidos por mandar armas a la Sierra vía Miami, me metieron a la cárcel un año, Fidel me mandó una carta a la cárcel a los 11 meses, yo estuve once meses y días en una penitenciaría, me mandó una carta a la cárcel, a la penitenciaría, que habían intervenido para que me soltaran. Me habían consignado cinco años, pagaderos en tres años y medio por buena conducta pero nada más estuve once meses y días por la intervención directa de Fidel.
 
Cuando llego aquí a Cuba, a los once meses y días pues imagínense, imagínense si no es de recordar ese día, quien me hace recordar ese día, tantas cosas que podía recordar, tantas cosas.
 
Les decía yo que yo no pensaba volver, bueno, sí quería volver pero como que me faltaban pantalones para volver, entonces me invitaron al Congreso de Historia en el Palacio de las Convenciones, a que inaugurara el evento y leyendo un discurso de Fidel del 2002, de lo que era la Revolución. La Revolución es Fidel.
 
Les voy a decir una última anécdota. Hace un año, el 25 de noviembre, nos reunimos en Tuxpán para recordar la salida del yate y pedí un aplauso al comandante Fidel Castro; fue el último aplauso que el Comandante recibió en vida.