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Algunas Ideas Educacionales en la Historia me Absolverá

Fecha: 

16/10/1982

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

HACE AHORA 29 años, un abogado se enfrentó, en una pequeña sala donde la justicia estaba enferma y estaba presa, a la tarea de ejercer su oficio en las más difíciles condiciones. El abogado era Fidel y su causa, la autodefensa por el ataque al Cuartel Moncada, primera clarinada de la etapa que marcaría el inicio de la lucha por obtener nuestra definitiva independencia.

Ese histórico alegato, conocido por el nombre de La Historia me Absolverá, contiene la explicación de las cinco leyes revolucionarias que serían proclamadas inmediatamente después de tomar el Cuartel Moncada, a las que seguirían, "una vez terminada la contienda y previo estudio minucioso de su contenido y alcance, otra serie de leyes y medidas también fundamentales", entre las que se encontraban la Reforma Agraria y la Reforma Integral de la Enseñanza. Señalaba Fidel que el problema de la tierra; el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, él problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo eran los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente los esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política.

Es conocido que el asalto al Cuartel Moncada, como señala el Informe Central al Primer Congreso de nuestro Partido, no significó el triunfo de la Revolución en ese instante, pero señaló el camino y trazó un programa de liberación nacional que abriría a nuestra Patria las puertas del socialismo.

Para referirnos sólo a uno de esos problemas señalados en el programa del Moncada, el de la educación, vale la pena apuntar, a modo de ejemplo, que en los días del 26 de Julio era analfabeto el 23,6% de la población mayor de 10 años, que sólo estaba matriculado en las escuelas existentes el 55,6% de los niños entre 6 y 14 años y que la población mayor de 15 años tenía un nivel educativo promedio inferior a 3 grados. No es de extrañar, por ello, que al explicar su concepto de pueblo se refiera Fidel ‘‘a los treinta mil maestros y profesores tan abnegados, sacrificados y necesarios al destino mejor de las futuras generaciones y que tan mal se les trata y se les paga".

En La Historia me Absolverá, Fidel analiza los problemas más acuciantes del sistema de enseñanza vigente entonces en el país, el que no era más. dice, que el complemento de la situación general, calificada por él de espantosa tragedia, y en la cual la miseria del campesinado, el hecho de que más de la mitad de las mejores tierras de producción —muchas de ellas sin cultivar siquiera— estuvieran en manos extranjeras; la falta casi absoluta de industrias y nuestra condición de factoría productora de materia prima; la carencia de viviendas y de luz eléctrica; la desatención a la salud pública y el desempleo, eran las notas más sobresalientes en el sombrío panorama de aquella república sumida en la más humillante opresión política.

Señala así La Historia me Absolverá que en Cuba apenas había, porque en definitiva no se consideraban necesarias para las clases dominantes, escuelas agrícolas, técnicas e industriales, y que de las existentes salían los muchachos con sus títulos sin tener dónde emplearse. Denuncia la realidad terrible de las escuelas públicas del campo, a las que asistían "descalzos, semidesnudos y desnutridos, menos de la mitad de los niños en edad escolar”, y donde muchas veces eran los propios maestros quienes tenían que adquirir con su pequeño sueldo el material Necesario; y se preguntaba Fidel: "¿Es así como puede hacerse una patria grande?”

Proclamó entonces que un gobierno revolucionario procedería a la reforma integral de nuestra enseñanza para preparar debidamente a las generaciones que están llamadas a vivir en una patria más feliz, para lograr el pueblo instruido, fuerte y libre que quería Martí, justamente señalado como autor intelectual del Moncada.

Más adelante, aparecen en el trascendental documento, algunos esclarecedores y definitorios conceptos acerca del maestro cubano, al que considera alma de la enseñanza, profundamente enamorado de su vocación, no obstante el sueldo miserable que recibía. Se pregunta Fidel, posiblemente en una referencia autobiográfica: "¿Quién no aprendió sus primeras letras en una escuelita pública?” Y señala, indignado, que "basta ya de estar pagando con limosnas a los hombres y mujeres que tienen en sus manos la misión más sagrada del mundo de hoy y del mañana, que es enseñar”.

Con esta alta valoración de la función social del maestro —la misma que encontramos hoy en las realizaciones de la Revolución— expone Fidel el criterio de que era necesario pagar salarios adecuados a los maestros y profesores, de manera de propiciar su entera dedicación a su elevada misión, sin tener que vivir asediados por mezquinas privaciones. 

Entre otras cuestiones señaladas, llama la atención —ya que en el país no existía entonces ninguna posibilidad en ese sentido— la clara visión de Fidel de la necesidad de la permanente superación del personal docente, para que pudiera estar al día en los últimos conocimientos pedagógicos y mejorara constantemente sus programas y sistemas, lo que será posible, indica —como lo ha sido gracias a la Revolución triunfante—, cuando no sean robados los dineros públicos y cuando al pueblo se le quiera educar en vez de matar.

Es inconcebible, dice Fidel, que el treinta por ciento de nuestros campesinos no sepa firmar y que el noventa y nueve por ciento no sepa Historia de Cuba, cuando los recursos naturales del país podrían servir para erradicar totalmente la miseria, la insalubridad y el hambre del pueblo. Aquellos soñadores que asaltaron el Moncada —hombres y mujeres, encabezados por Fidel— supieron ver que el porvenir, sin una sola excepción, está del lado del deber, como expresa el pensamiento martiano citado en La Historia me Absolverá.

En las últimas páginas de su autodefensa, expresa Fidel algunas ideas sobre la educación. que no se refieren directamente a sus concepciones acerca de lo que debería acometer la Revolución en el poder, una vez conquistada la victoria; sino que pueden servir de base para analizar cómo la formación de los niños y jóvenes en el conocimiento de nuestra historia, el amor a los símbolos patrios y la veneración del ejemplo de nuestros héroes y mártires —tarea que corresponde en buena medida a la escuela y, por tanto, a los maestros v profesores— es indispensable para que las nuevas generaciones sepan actuar de acuerdo con los requerimientos y necesidades de cada momento histórico.

Declara así Fidel su condición de cubano. Ser cubano, afirma, implica un deber, no cumplirlo es crimen y es traición; conocedor de la historia de nuestra Patria, aprendida por él en la escuela, vive orgulloso de ella, y recuerda haber crecido "oyendo hablar de libertad, de justicia y de derechos”. Se le había enseñado también a venerar desde temprano a nuestras más gloriosas figuras, y fueron los nombres de Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez y Martí los primeros que se grabaron en su cerebro. Las palabras del Titán, que había dicho que la libertad se conquista con el filo del machete, y las de Martí en La Edad de Oro, que escribió que los hombres que tienen en sí el decoro de muchos hombres son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, las había aprendido en la escuela, y ellas habían definido su vida y su pensamiento. Había aprendido que las fechas gloriosas, como las del 10 de Octubre y el 24 de Febrero, lo eran porque "marcan los días en que los cubanos se rebelaron contra el yugo de la infame tiranía". Y se le había enseñado a querer y defender la hermosa bandera de la estrella solitaria y a cantar todas las tardes un himno cuyos versos dicen que vivir en cadenas es vivir en afrenta y oprobio sumido, y que morir por la Patria es vivir.

Hoy, 29 años después, puede la Revolución mostrar con legítimo orgullo el cumplimiento del programa del Moncada, en lo que a nuestro caso se refiere, en el terreno educacional. Liquidado el analfabetismo en sólo un año, en 1961, éste fue sólo el inicio de una permanente batalla por la elevación del nivel cultural del pueblo, ejemplos de lo cual lo constituyen, entre otros, los índices de matrícula, retención y promoción en todos los niveles del Sistema Nacional de Educación, el empeño de nuestra clase obrera por obtener el noveno grado, y la extensión de la Educación Superior a prácticamente todas las provincias del país. Toda esta realidad, la presente y la futura, es el mejor homenaje a aquellos valerosos jóvenes de la Generación del Centenario de José Martí, que con su heroísmo y su sangre abrieron el camino para que nuestro pueblo alcanzara su definitiva y verdadera independencia nacional, y labrara —con su trabajo y con su esfuerzo— un destino de felicidad y de victoria.