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¡Anda, Comandante, en la marcha indetenible hacia la eternidad!

Tributo a Fidel Castro Ruz
Tributo a Fidel Castro Ruz

Fecha: 

01/12/2016

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

A ambos lados de la calle la familia espera reunida. Hay niños con su uniforme muy cerca de sus padres, junto a sus maestros, esposos que se abrazan, madres e hijas que se besan, vecinos que el día anterior asistieron a la Plaza de la Revolución y sin quitarse el polvo del camino se arremolinan en las aceras para ver pasar al Comandante. Todos conversan, pero bajo. Nunca en la Virgen del Camino, místico espacio que en el municipio de San Miguel del Padrón bendice al «peregrino que busca en ella su inmortalidad», hubo tanta gente reunida, ni tanta solemnidad.
 
Junto a un busto martiano que se ve a lo lejos, detrás de la arteria por donde pasará el Gigante, dos banderas: la cubana y la del 26 de Julio; y también multiplicadas en pequeño formato las llevan las personas, que aguardan con fotografías, carteles, pulóveres que nombran a Fidel. El sol todavía no termina de salir, se asoma por momentos en los sitios que no alcanzan las ramas de los árboles. A aquellos que ya les ha tocado su luz, se les antoja cerrar los ojos, respirar, dejar que el aire de la mañana entre a los pulmones y pueda ventilar un poco la tristeza. Lleva días acumulada.
 
Entre la gente hay duendes de batas blancas, obreros, amas de casa, maestros, jubilados, pioneros, estudiantes… ebanistas de la Revolución. Hay una señora que levanta las manos al cielo cuando se escucha decir, ¡Ya viene! Hay teléfonos móviles que intentan captar las señales de radio o televisión para saber cuándo pasará el «viajero». Hay miradas que se alzan cuando un helicóptero sobrevuela el cielo que está hoy de un azul celeste. Hay, también, cubanos que recibieron en ese mismo sitio al líder indiscutible hace 57 años, y hoy van a despedirle.
 
Es el caso de Xiomara Kaynet. «Yo me dije “lo traje”, tengo que ir a “despedirlo”. Y quisiera estar con él desde aquí hasta Santiago. Él es el caballo del mundo. Como se preguntó el presidente de Nicaragua ayer en la noche, ¿qué será ahora de nosotros? Pero tenemos a Raúl. Tenemos que estar unidos para seguir luchando. El pueblo firmó ayer la convicción de la Patria».
 
A su lado está Gertrudis, su sobrina. Xio­mara la mira y cuenta agradecida: «A ella le hicieron 11 operaciones, en qué país del mun­do a una persona sin dinero le hacen 11 operaciones. Quién lo hizo: Fidel. Hay que estar agradecido, y así fue con todos los países que lo necesitaron. En una oportunidad pude tomar su mano, lo que sentí fue indescriptible, una admiración muy grande».
 
Entre los pequeños de uniforme, conmueve la alumna de quinto grado Guadalupe López Acosta, de la escuela Caridad González Venegas. Con una mano toca su pañoleta, con la otra se seca las lágrimas e intenta pedir disculpas cuando las palabras no salen: «Ahora mismo siento una emoción muy grande», se le escucha balbucear.
 
«Gracias a él hoy tengo una escuela y una salud que no se cobran. Gracias a él se erradicó el racismo. Gracias a él lo tengo todo. Estoy orgullosa de Fidel y mi Revolución», apunta.
 
La maestra Olga Lidia Martín la mira orgullosa, como quien se sabe recolectora de una buena cosecha. «A Fidel le agradezco ser maestra, enseñar a los pilares de la Patria que son los pioneros. Él es la Revolución, es el padre de todos».
 
Con una bandera cubana que rodea su cuerpo y acompañado por su madre, Julio Rabilero, joven universitario, cree que su «misión debe ser seguir su ejemplo, sus enseñanzas, leerlo, estudiarlo, luchar con tenacidad por la paz y por la igualdad, por la unidad de Latinoamérica».
 
Mientras, para Claribel Pantoja y Antonio González, compañeros en la vida, la mayor enseñanza que deja el líder de la Revolución es su fortaleza. «Él no se está yendo, esto no es más que una estrategia, un simulacro, un viaje eterno junto a su pueblo. Estuve cerca de él muchas veces, siendo combatiente de las Milicias y el Minint, y siempre fue muy afable, saludaba a todos, se mostraba preocupado por los problemas de los demás. Mientras se acercaba sentía que llegaba el padre. Eso te daba fuerza para hacer cualquier cosa», rememora Antonio.
 
Cuando se acerca el momento esperado el mutismo se comparte, desde los que están en primera fila hasta los últimos que en puntillas pujan disciplinados por ver pasar la historia en un instante. Al fin sucede, fugaz, y se siente como si todas las gargantas se cerraran al unísono, como si todos dijeran para sí: ¡Anda, Comandante, en la marcha indetenible hasta la eternidad!
 
Una señora que se aguanta el corazón grita ¡Viva Cuba Libre!, ¡Patria o Muerte, Vence­remos!, ¡Hasta pronto, Comandante!
 
Y no porque la noche anterior haya sido larga, ni porque la mayoría confiese no haber dormido para seguir rindiéndole tributo, hubo después calles despejadas. La gente se fue de a poco, andando despacio, organizada. Hubo quien prefirió ir hasta la escultura de la Virgen y allí permaneció unos momentos. La «rosa de rumbos», el «cáliz cristalino», dijo adiós al «viajero» que recibió glorioso un enero de victorias, y bendijo el sendero que seguirá hasta su indómita Santiago.