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Céspedes y Agramonte en el pensamiento de Fidel

Fidel vio en la historia de Cuba, el arma que le permitiría movilizar a las masas en torno a los propósitos revolucionarios y de liberación nacional. (Autor no identificado)
Fidel vio en la historia de Cuba, el arma que le permitiría movilizar a las masas en torno a los propósitos revolucionarios y de liberación nacional. (Autor no identificado)

Fecha: 

09/10/2018

Fuente: 

Bohemia

Autor: 

Con el nacimiento y en el desarrollo de la nación, la historia de Cuba muestra cómo los hechos económicos, sociales, políticos e incluso militares, que tuvieron lugar a lo largo de más de dos siglos, se enlazaron con la cultura política de la modernidad. De manera que los procesos transcurridos dieron lugar, en la esfera del pensamiento, a una síntesis de valor universal que constituye una identidad integrada por diversas corrientes sociales.
 
En Cuba, las ideas provenientes de la comprensión sobre la realidad nacional han tenido que contrastarse a la larga, en la prueba de fuego del debate ideológico, por lo tanto, la relación entre conocimiento y política ha sido un tema recurrente en la teoría social. Esta impronta quizás tenga que ver con el hecho de que la mayoría de los pensadores cubanos no se hayan propuesto construir un sistema conceptual intencionado, sino exponer un tipo de saber inspirado en el tratamiento de temas disímiles, inmerso en un flujo ideológico y político, que aporta una particular interacción con la realidad nacional.
 
La principal originalidad del ideario de Fidel Castro, en el arduo proceso de las luchas independentistas en Cuba está, en que asumió el saber histórico, lo volcó hacia la acción política y lo expresó en su oratoria. De esta forma proyectó sus ideas revolucionarias, cuya trascendencia se demuestra, en que hay un pensamiento nacional que aspira a enfrentar los problemas actuales que deben ser examinados por todos aquellos preocupados por el futuro de la humanidad.
 
Arma movilizadora
 
La influencia de las gestas libertadoras en su ideario cobra fuerza desde los momentos iniciales de su carrera política, al ver en la historia de Cuba el arma que le permitiría movilizar a las masas en torno a los propósitos revolucionarios y de liberación nacional. A través de la trayectoria política, su pensamiento evoluciona y crea un sistema de ideas que poseen una unidad dialéctica y práctica que puede resumirse en las tradiciones patrias como fundamento ideológico del proceso revolucionario cubano, al aplicar las lecciones de la historia nacional al quehacer contemporáneo.
 
Todo esto estuvo acompañado de su capacidad para unir a las masas y de su estilo de lucha a través de la comunicación oral, pues su principal producción después de 1959 la dedicó a educarlas por medio de sus intervenciones públicas, su principal estrategia para ese momento.
 
A partir del triunfo revolucionario en Cuba, la elocuencia política logró un acercamiento de los dirigentes con las masas; los discursos públicos poseían el carácter de las grandes charlas populares, los problemas eran planteados y discutidos para que el auditorio-pueblo participase en el ejercicio del poder político. Esta proximidad se logró mediante el contacto directo de emisores con receptores y sobre todo, a través de la fuerza de irradiación de los oradores que conocían la materia de sus intervenciones profundamente; exponente de ello es Fidel, quien posibilitó que en Cuba la comunicación oral fuese un factor esencial para la labor ideológica.
 
Como orador, su voluntad de comunicación de ideas le permitió revelar los más diversos matices del pensamiento, pronunciarse de acuerdo con los objetivos de sus discursos, así como apelar a los procesos de la conciencia.
 
Un singular espacio dedica en su arte expresivo, a la importancia histórica de la guerra de independencia que se inicia el 10 de octubre de 1868, donde no ciñe sus opiniones a un canon predeterminado cuando describe, que se inicia con el nombramiento de Carlos Manuel de Céspedes como jefe de la revolución y el alzamiento de independencia en su ingenio Demajagua, lo que significó el triunfo de las ideas independentistas frente al integrismo hispano y otras corrientes ideológicas, sino al contrario se centra en explicar cómo, al mismo tiempo el líder oriental, realizaba dos actos de suma trascendencia: liberar a sus esclavos y dar a conocer la declaración de independencia conocida como Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba o Manifiesto del 10 de Octubre, donde reitera las causas de la lucha, el enfrentamiento armado como única vía posible, la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud.
 
En su función didáctica y teórico-doctrinal, se esfuerza por razonar los comportamientos político-morales que le son afines a las posiciones políticas que se asumen, en relación con principios generales a los cuales atenerse. Y lo hace con la particularidad de presentar ese contenido como propuestas histórico-concretas que acogen en sí a la doctrina revolucionaria que participa de la tradición nacional.
 
Tributa así a la transmisión y precisión de conceptos en aras de la conformación de la opinión pública, a la mejor disposición de ánimo y muy ligado a esto, al delineamiento de autoconciencia sobre la naturaleza distintiva del proceso revolucionario a partir del análisis histórico y político-moral del curso de los acontecimientos, de conflictos que se presentan y las formas debidas de su abordaje revolucionario
 
De Céspedes el ímpetu y de Agramonte la virtud
 
Fidel atribuye una significación destacable al explicar la actitud de Céspedes y sus discrepancias con otros revolucionarios, sobre el criterio de aplazar el inicio del movimiento, al fundamentar que con este gesto se adelantó a la detención de los conspiradores, prevista en una orden del capitán general Francisco Lersundi, la cual hubiera retrasado el proceso por tiempo indeterminado, afirmando que aquella decisión fue necesaria pues inició una guerra independentista que duró diez años, con un pueblo prácticamente desarmado, que desde entonces adoptó la clásica estrategia y el método de abastecerse de armas, arrebatándoselas al enemigo.
 
Dedica, en este mismo discurso, un espacio a justipreciar el temperamento de Céspedes, y analiza con franqueza, a través del papel de la personalidad en la historia, lo complejo que resultaba para aquellos revolucionarios la abolición de la esclavitud, como uno de los pasos más significativos para obtener la independencia, considerándola la medida más radicalmente revolucionaria que se podía adoptar en una sociedad raigalmente esclavista.
 
Para ello, en esa misma disertación, aprovecha el conocimiento de la psicología e idiosincrasia del pueblo cubano de cuya autoconciencia da cuentas, mostrando a las masas el temperamento impaciente que las caracteriza.
 
Considera, que esa actitud es precisamente lo que engrandece a Céspedes y no solo la decisión de levantarse en armas, sino ese primer acto después de la proclamación de la independencia con que acompañó aquella decisión que fue su disposición a la abolición de la esclavitud en nuestro país.
 
Hay que tener en cuenta, que en los inicios de la primera contienda libertaria, comenzaron a cumplirse las leyes de todo paso revolucionario, las contradicciones y el proceso de profundización de las ideas transformadoras que llegan hasta nuestros días.
 
No hay que olvidar que en el siglo XIX cubano no se podía discutir el derecho a la propiedad de los medios de producción, sino a la de unos hombres sobre otros, causa que al final triunfó en el seno de la Revolución del 68 al proclamarse libres, en la Constitución de Guáimaro, a todos los habitantes de la república.
 
Por lo tanto, con la abolición, se llevó a cabo un acto substancial, que enriqueció los conceptos de nación y nacionalidad que se venían gestando dentro de la sociedad colonial, utilizando el procedimiento analítico para fundamentar que fue precisamente la Guerra de los Diez Años, el hecho que cristaliza este proceso y por supuesto la conciencia patriótica.
 
En relación con esas observaciones se procura una postura receptiva y crítica del pueblo, a tono con las condiciones existentes, pero haciendo todos los esfuerzos discursivos posibles para que la misma sea comprendida, y en consecuencia, practicada.
 
La combinación del discurso político y la oratoria son poderosas herramientas que se usan para propósitos tales como la motivación, influencia o persuasión, como se puede constatar en las intervenciones públicas del líder histórico de la Revolución Cubana que dan continuidad al análisis del papel que desempeñan los hombres en este proceso histórico independentista.
 
Con un lenguaje sencillo, acorde al diverso auditorio al que usualmente se dirige, examina en la intervención dedicada a la velada solemne en ocasión del centenario de la caída en combate de Ignacio Agramonte Loynaz, el contexto histórico y la vida de algunas personalidades, utilizando como método, la descripción y la explicación. Asimismo, reserva el razonamiento y la valoración, para fundamentar los procesos sociales y políticos, lo que le permite hacer un análisis de los factores que propiciaron el auge económico que se había alcanzado por aquellos años utilizando la relación causa-efecto.
 
En un segundo momento de este propio discurso, enjuicia la situación existente en Camagüey al estallar la guerra de 1868, atribuyendo a que se inicia en situaciones difíciles debido a las discrepancias existentes, demostrando como las personalidades históricas son producto de las condiciones generales, al acreditar la actitud asumida por el Mayor en la reunión de Minas, cuyo papel fue el de tratar de poner fin a esas discordancias, recurriendo a la naturaleza de la historia para resaltar, que son los factores sociales y económicos los que determinan el curso de la historia, siempre sujeta a leyes objetivas del desarrollo nacional.
 
Concede puntual importancia a la figura del líder camagüeyano y califica como su primer servicio extraordinario prestado a la independencia el haber logrado impulsar a sus compañeros a la lucha en los momentos iniciales de la guerra, cuando algunos proponían llegar a un acuerdo con el régimen colonial. En igual sentido, aprovecha para inducir el razonamiento lógico de los oyentes, al explicar que no tenía conocimientos militares, sin embargo, logra mediante el estudio empírico enseñar a sus compatriotas, inculcándoles su espíritu revolucionario como un ejemplo, deteniéndose nuevamente en el tratamiento al concepto de lucha armada, a través de las convicciones político, ideológicas y morales.
 
En cuanto a Carlos Manuel de Céspedes, explica que este último fue incuestionablemente un revolucionario e indiscutible patriota y que al levantarse en armas el 10 de octubre había tenido, entre otros, el gesto magnífico de dar libertad a sus esclavos. Pero a la vez –de acuerdo con las ideas de Céspedes– lo urgente en aquellos instantes era hacer la guerra. Asumió el título de Capitán General. Expresó en el Manifiesto del 10 de Octubre sus aspiraciones revolucionarias. Pero en esencia planteaba la idea de que la Constitución a adoptarse y las medidas sociales fundamentales debían serlo una vez finalizada la guerra o conquistada la independencia.
 
Por su parte los camagüeyanos, dirigidos por Agramonte, tenían otras concepciones. Eran partidarios de organizar la república desde los inicios mismos del comienzo de la lucha. Eran seguidores de crear instituciones republicanas. Estaban apegados –paralelamente con la guerra– a cambiar las instituciones, la legislación colonial, adoptar nuevas leyes y nuevas formas de vida. Estaban, además, en oposición a las atribuciones que había asumido Carlos Manuel de Céspedes al iniciar la lucha.
 
Desgraciadamente estas diferencias –naturales e inevitables en toda lucha– sirvieron después para que, terminada la contienda por la independencia, se adoptaran criterios y tendencias en el enfoque de los acontecimientos históricos, para que posteriormente muchos cubanos se mostrasen partidarios de unos o de otros: en fin, apasionadamente de cespedistas o de agramontistas.
 
Sobre la dimensión de los acontecimientos históricos y las circunstancias en que tuvieron lugar, en la velada centenaria dedicada a la caída en combate del Mayor el máximo líder valora:
 
“Puede resultar fácil ahora hacer juicios, hacer análisis, una vez que los acontecimientos históricos han tenido lugar; y decir: ‘Este tenía razón; este no tenía razón’. Los hechos históricos hay que juzgarlos con mucho cuidado, y hay que analizarlos muy seriamente y sobre bases sólidas. Pero partiendo de esos hechos es incuestionable que surgieron discrepancias que indiscutiblemente influyeron en el curso ulterior de los acontecimientos”.
 
Justiprecia Fidel estos hechos, al analizar que Céspedes era partidario de un mando más centralizado, de la concentración de los mayores poderes posibles para dirigir la guerra y aprecia que prevaleció un criterio opuesto, e indiscutiblemente estas contingencias y lo complejo de las circunstancias trajeron numerosas dificultades.
 
Pero reconoce que Céspedes y Agramonte paulatinamente se iban acercando, y asegura que hay diversos hechos que lo demuestran al describir que se le propone al primero que de nuevo designe al Mayor jefe de las fuerzas camagüeyanas, y se le pide a este que acepte el mando. Asevera que ambos se ponen de acuerdo, y el 13 de enero de 1871 asume de nuevo esa potestad en las fuerzas camagüeyanas, que estaban en estado deplorable y se dio de inmediato a la tarea de organizarlas.
 
Al final de este discurso histórico se enfoca conceptualmente, por una línea expositiva que lo lleva hacia la definición de la personalidad del patriota camagüeyano en sus dotes de organizador y mediante esa vía plantea una serie de ideas a manera de recuento histórico.
 
Concede puntual importancia a la figura del líder camagüeyano en la utilización de las fuerzas motrices, para demostrar cómo logra impulsar a sus compañeros a la lucha y lo califica como el primer servicio extraordinario prestado a la independencia. En igual sentido, aprovecha para inducir el razonamiento lógico, al explicar que no tenía conocimientos militares, sin embargo, logra mediante el estudio empírico enseñar a sus compatriotas, inculcándoles su espíritu revolucionario como un ejemplo, deteniéndose nuevamente en el tratamiento al concepto de lucha armada, a través de las convicciones político, ideológicas y morales.
 
Refiere el líder de la Revolución que Agramonte, a lo largo de su mando, creó talleres para abastecer a las fuerzas revolucionarias, organizó, disciplinó y entrenó a la caballería e infantería de Camagüey y de Las Villas y las capacitó para la lucha. Y tan pronto reasumió la jefatura, les hizo ver a las tropas españolas que la región agramontina tenía capacidad de combate, que no estaba desmoralizado y que se preparaba a llevar adelante la guerra.
 
El Comandante en Jefe describe que se produjeron muchos combates, pero destaca una hazaña que en aquel entonces despertó incluso la admiración de las fuerzas españolas y del cual, en el discurso de la velada centenaria celebrada en Camagüey apunta: “Tiene lugar, sobre todo, aquel hecho que ha pasado a la historia como una de las más extraordinarias acciones de armas; un hecho que levantó el ánimo en el campo cubano en momentos difíciles, que electrizó prácticamente a todo el mundo. Y fue el rescate del general Julio Sanguily […] Esta fue sin duda una de las más grandes proezas que se escribieron en nuestras luchas por la independencia”.
 
Utiliza en su intervención una gran pasión para referir como sucedió el rescate, hace una narración pormenorizada de la situación en que se encontraba el campamento de Ignacio Agramonte, posterior a la acción, emplea un lenguaje sencillo pero lleno de emotividad, para concluir en las dolorosas circunstancias en que sucedió la pérdida del Mayor, sus consecuencias y la función educativa de su ejemplo personal.
 
Resultados de la primera gesta independentista de 1868
 
Como resumen, Fidel recurre a la experiencia histórica como criterio de la verdad, para compendiar las características generales de esta contienda calificada por los especialistas como nacional-liberador, democrático y antiesclavista, pero donde no se puede negar que maduró una conciencia nacional patriótica entre los cubanos, y aunque la oligarquía esclavista se mantuvo sometida a España, se fundó la nación.
 
En otra parte del discurso plantea, que si se analiza el pensamiento tradicional cubano, se comprueba que es fuerte el criterio, de que, al cabo de diez años, el conflicto independentista fue vencido no por las armas españolas sino por las divisiones, el regionalismo y el caudillismo de los mismos cubanos, aunque también reconoce que no se les podía pedir a aquellos cubanos que comenzaron a fundar nuestra patria, el grado de conocimiento y experiencia política, ni la compresión del desarrollo de las doctrinas revolucionarias, a la luz de las ideas de hoy. Porque hechos que en la actualidad son absolutamente claros, no lo eran en aquella época y había que analizar con justeza los problemas de entonces.
 
Afirma que no es su intención valorar el papel de cada hombre en aquella lucha, sino que le interesa analizar el proceso histórico y dejar constancia de las contradicciones que dieron al traste con aquel esfuerzo de diez años. Era consciente de que la objetividad del conocimiento histórico está sujeto a una polisémica interpretación y que el estudio de la historia jamás puede ser del todo objetivo, ya que siempre se encuentra matizada por criterios y métodos que dependen de formaciones disímiles y también del contexto socio histórico en que tengan lugar.
 
Seguidamente se refiere a que el desfavorable sesgo de la correlación de fuerzas y el desgaste en el campo insurrecto, posibilitaron que un importante sector del movimiento independentista aceptase el Pacto del Zanjón. No obstante, la paz sin independencia firmada no obtuvo el consenso de las fuerzas mambisas y en particular fue rechazada por el general Antonio Maceo en la Protesta de Baraguá el 15 de marzo de 1878. Aunque las acciones militares mambisas no pudieron sostenerse por mucho tiempo, esta negativa, que encarnaban los sectores más populares del movimiento revolucionario, constituyó la evidencia de la voluntad de los cubanos de continuar la lucha por la independencia.
 
En la velada conmemorativa por el centenario de los Cien Años de Lucha, Fidel reconocía con optimismo: “Tenemos sobrados motivos para contemplar esta historia con orgullo. Tenemos sobrados motivos para comprender esa historia con profunda satisfacción. Nuestra historia cumple cien años. No la historia de la colonia, que tiene más; ¡la historia de la nación cubana, la historia de la patria cubana, la historia del pueblo cubano, de su pensamiento político, de su conciencia revolucionaria!
 
“[…] Y estas serán las tareas: defender la Revolución frente al imperialismo, profundizar nuestras conciencias en la marcha hacia el futuro, fortalecer nuestro pensamiento revolucionario en el estudio de nuestra historia, ir hacia las raíces de ese pensamiento revolucionario, y llevar adelante la batalla contra el subdesarrollo”.
 
A 150 años de conmemorarse el inicio de nuestras luchas independentistas, largo ha sido el camino y amplia también la voluntad y la decisión de seguir adelante ininterrumpidamente. Inconmovible el propósito de seguir construyendo esa historia hermosa, con confianza y con más tareas por delante: enfrentándonos a la política injerencista de los Estados Unidos, defendiendo la Revolución en el campo que sea necesario; enfrentándonos a los problemas económicos, llevando adelante las posibilidades de nuestra naturaleza, desplegando plenamente las energías de nuestro pueblo y todas las posibilidades de su inteligencia.
 
*Investigadora del Instituto de Historia de Cuba
 
    Fuentes utilizadas
 
    Discursos pronunciados por Fidel en la velada solemne por el centenario de la caída en combate del mayor general Ignacio Agramonte Loynaz (1973), y en la Velada conmemorativa de los Cien Años de Lucha (1968). Las compilaciones Fidel Castro y la Historia como ciencia. (Selección Temática 1959-2003) y Fidel Castro y las luchas por la independencia nacional. (Selección Temática 1959-2012)