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Cien Horas con Fidel

Fecha: 

13/03/2008

Fuente: 

Periódico “Al-Ahram Weekly”

Autor: 

Faiza Rady escribe lo siguiente: “Durante el medio siglo la batalla de ideas de Fidel moldeó el curso de la Revolución cubana y también la historia del mundo”.

Ubicada en el Palacio de la Revolución, la oficina de Fidel es una habitación grande y austera, con un techo alto y grandes ventanas que miran hacia una de las avenidas más grandes de La Habana. La pared del fondo esta cubierta por un enorme librero y delante de este un buró de madera muy grande cubierto de libros y documentos bien organizados – es un lugar de trabajo perfectamente acomodado.

En pequeñas credenzas y dos mesitas colocadas a cada lado de un sofá, están colocadas esculturas de los héroes de Fidel. Una escultura de bronce del muy querido apóstol de la independencia de Cuba, escritor y revolucionario José Martí, quien murió en combate contra las tropas españolas en 1895 durante la guerra de independencia contra España; al lado de ésta una escultura de Simón Bolívar recordado como el libertador de Venezuela. El sueño de Bolívar era la unidad de toda América Latina y en su lucha derrotó a los españoles en 1925, logrando la independencia de la gran Bolivia que con el tiempo se convirtió en varios países: Venezuela, Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá y Perú. Además de éstos luchadores de Sudamérica y América Latina, allí está también un busto de Abraham Lincoln, el presidente norteamericano que guió la guerra civil para la abolición de la esclavitud.

En un plano más personal se ve una foto de Ernest Hemingway, un retrato al óleo de Camilo Cienfuegos, quien fuera uno de los principales comandantes de Fidel en la lucha guerrillera contra la dictadura de Batista en la Sierra Maestra, y una foto del padre de Fidel, Don Angel, quien emigró a Cuba desde Galicia en España en el año 1895.

Estas figuras de los héroes de la lucha por la liberación de América Latina expresan claramente el compromiso político de Fidel: Una decisión firme de lucha para liberarse del imperialismo. Junto a un pequeño grupo de otros líderes revolucionarios del siglo XX, Fidel es visto como un icono de las luchas de liberación del Tercer Mundo. Ignacio Ramonet dice: “Pocos hombres se han convertido en leyenda histórica durante su vida y Fidel es uno de ellos. El es el último héroe de la política internacional junto a Nelson Mandela de Sudáfrica, Ho Chi Minh de Vietnam, Kwame Nkrumah de Ghana, Patricio Lumumba del Congo, Amilcar Cabral de Guinea Bissau, Ben Barka de Marruecos y el Che Guevara. Fidel pertenece a una generación mítica de insurgentes quienes, después de la II guerra mundial, se sintieron motivados por la necesidad y la esperanza de cambiar un mundo marcado por las desigualdades y el racismo”.

No obstante su estatura legendaria en Cuba y otras naciones de América Latina y ante las personas progresistas del mundo, Fidel es un hombre que ha seguido siendo modesto. El embajador cubano en El Cairo Angel Dalmau comenta lo siguiente: “Comenzando por pensar en términos materiales, Fidel Castro es un hombre extremadamente modesto. Jamás ha pensado en aquello de fortuna personal como ocurre con tantos líderes políticos en el mundo”.

Como ocurre con los verdaderos socialistas, el líder de la Revolución cubana se ve así mismo como parte del gran colectivo, uno más entre los hombres y mujeres que participaron con él en la lucha. Fidel mismo se refirió a esto recientemente cuando escribió su mensaje al pueblo cubano en una de sus reflexiones con el título Reflexiones del Compañero Fidel: “Quizás se escuche mi voz”, escribió Fidel con increíble humildad, añadiendo que le había pedido a los editores de los periódicos que no continuaran publicando sus reflexiones en las primeras páginas.

Ramonet describe a Fidel como increíblemente modesto. Contrario a lo que dicen los medios de prensa del norte no existe en absoluto culto a la personalidad alrededor de Fidel. Dice Ramonet: “Aunque la imagen de Fidel se puede ver en carteles por las calles y en la prensa no existe una pintura oficial de él, no hay estatuas, no hay medallas con su imagen, ninguna calle o edificio o monumento lleva su nombre como tampoco llevan el nombre de ningún otro líder revolucionario cubano vivo”.

Durante sus entrevistas con Fidel, Ramonet descubrió a un hombre muy cortés, casi tímido; a alguien que sabe escuchar y prestarle plena atención a su interlocutor. Ramonet escribe: “Fidel nunca alza su voz y en ningún momento lo escuché darle una orden a alguien, pero es evidente que posee un don innegable de autoridad”. Ramonet piensa que la autoridad de Fidel emana de sus tremendas habilidades oratorias y su carisma, y añade que ningún espectáculo en el mundo puede compararse con los discursos de Fidel.

El escritor colombiano y amigo cercano de Fidel, Gabriel Garcia Márquez, describe este espectáculo: “El comienza con una voz casi inaudible y entrecortada, avanzando lentamente por pequeños asuntos para ganar espacio, paso a paso, y entonces lanza sus ideas a la audiencia y la inspiración toma posesión. Es un estado de gracia, luminoso e irresistible que solamente puede ser puesto en duda por aquellos que nunca han vivido ese momento”.

Por otro lado, Fidel considera que su autoridad está enraizada en su legado revolucionario. Al respecto, Fidel dice lo siguiente: “Es cierto, tengo autoridad e influencia por razones de carácter histórico, pero no tomo decisiones personales. Al contrario de lo que ocurre en Estados Unidos, el poder ejecutivo en Cuba no está depositado en la presidencia, sino en el Consejo de Estado, cuyo gobierno se basa en la fórmula de la toma de decisión. Por lo tanto, yo no puedo gobernar por decreto y no doy órdenes”.

Este proceso de toma de decisión colectiva es una de las razones por la cual la mayoría de los cubanos rechaza la calificación de dictador que la prensa del norte le da a Fidel. Más aún, es el Consejo de Estado y no el Presidente quien nombra a los ministros y a los embajadores. Al respecto, Fidel comenta: “La ley de Cuba no me permite nombrar a ningún empleado del sector público ni siquiera a bajos niveles del gobierno”.

Al igual que su oficina el modo de vida de Fidel es muy austero, casi espartano, dice Ramonet, quien lo describe como una persona con hábitos y la disciplina de un “soldado sacerdote”. Ramonet añade que Fidel no disfruta de lujo alguno, come frugalmente alimentos saludables macrobióticos, trabaja 7 días a la semana y duerme como promedio 4 horas cada noche.

La energía de Fidel es algo tremendo, dice el Embajador Dalmau Fernández: “Recuerdo una sesión de trabajo con él que comenzamos a las 11 de la noche y terminamos al amanecer. El continuaba bien fresco, mientras que todos los demás se caían del cansancio. Esta energía lo acompaña en su búsqueda incansable por el conocimiento. No conozco a otra persona que crea tanto en la necesidad de aprender desde la cuna hasta la tumba, para él este es un proceso continuo”.

A menudo Fidel dice que tal como las herramientas transforman la materia, las ideas transforman el mundo. Esta batalla de ideas, esta traducción de las palabras en hechos, lo motivaron a transformar a Cuba en una gran universidad, donde todo el mundo va a la escuela, jóvenes y viejos, trabajadores e intelectuales, científicos y artistas, atletas y los impedidos físicos. Dice Ramonet: “Fidel es un hombre motivado por una curiosidad infinita, él nunca para de pensar, de especular, de imaginar lo inimaginable, de reinventar la Revolución”.