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Con Fidel de principio a fin: memorias de un héroe

Fecha: 

23/11/2021

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

Hace casi 63 años, el hoy general de División de la reserva Romárico Sotomayor García, Héroe de la República de Cuba, se incorporaba a la Caravana de la Libertad del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz a su paso por la ciudad de Las Tunas.
 
Al cabo de seis décadas, se emociona al percatarse de la feliz coincidencia de la entrevista con su incorporación a la Caravana. También sorprenden la energía, entereza y firmeza que brotan de cada palabra del mismo joven campesino de la Sierra Maestra, que desde su incorporación al Ejército Rebelde en la columna del Comandante en Jefe, con 18 años hasta la madurez del guerrillero, jefe militar, combatiente internacionalista y Héroe de la República que exhibe a sus 83.
 
–¿Cómo conoció al Comandante en Jefe?
 
–Yo vivía en las Vegas de Jibacoa, poblado enclavado en la Sierra Maestra y después del desembarco del yate Granma había allí un pequeño grupo de campesinos que conocían de la estancia del Comandante en la zona.
 
«En junio de 1957, tratamos de conocerlo y hablar con él. Ello se logró porque un compañero del poblado llamado Higinio Rodríguez, quien trabajaba para el Movimiento 26 de Julio, nos llevó a mi hermano Pepe y a mí al lugar exacto, donde Fidel se encontraba con su columna en la Loma de la Iglesia, una de las montañas más altas de la Sierra Maestra, como a cinco o seis kilómetros de Vegas de Jibacoa.
 
«Allí nos recibió. Estábamos rígidos, medio nerviosos, nos saludó y le explicamos que mi hermano y yo queríamos alzarnos con su tropa. El Comandante hizo un alto en el mantenimiento que le realizaba a su fusil de mira telescópica, y nos preguntó de dónde éramos. Indagó si teníamos armas, a lo que  respondimos negativamente y después de algunos comentarios nos explicó que en esos momentos, y en esas circunstancias, la mejor forma de ayudar al Ejército Rebelde era manteniéndonos en nuestras casas y desde allí cumplir las tareas que nos asignara el Movimiento».
 
–¿Cuándo se incorpora al Ejército Rebelde?
 
–Yo tengo otro primo que llegó a coronel de las FAR, que se llama Tomás Sotomayor Leyva, quien estaba en Santiago de Cuba incorporado al Movimiento 26 de Julio con Frank País. En octubre de 1957, junto a su tío, Cándido Leyva, cae preso en Yara. Mi primo fue brutalmente torturado. Cuando sale en libertad, nos dirigimos hacia la Sierra Maestra a buscar la columna del Comandante, y llegamos al Jigüe, donde esperamos en casa de un campesino para tratar de incorporarnos.
 
«En ese momento la tropa de Fidel estaba en un lugar que se llama el Coco, allá por las lomas de Caracas, y de regreso pasa por el Jigüe y es cuando nos incorporamos, el 3 de noviembre de 1957, a la Columna número 1.
 
«Precisamente cuando iniciábamos la marcha, Fidel decide atacar a fuerzas del ejército batistiano, que se concentraban en la valla de gallos del poblado de El Salto, y organiza el ataque en condiciones muy adversas: desde elevaciones actuamos hacia el llano y a las 12 de la noche. El Comandante hace el primer disparo con su fusil contra esa tropa. Puedo afirmar que tuve el privilegio de tener mi primer combate desde la Comandancia de Fidel. Ese es un momento que no se me puede olvidar nunca, era mi primer combate y estaba al lado del Comandante. Entonces, no me di cuenta del honor que significaba estar en aquel lugar».
 
–¿En qué contexto se decide que viniera en la Caravana con el Comandante en Jefe en enero de 1959?
 
–Después de culminados los combates del Ejército Rebelde contra las tropas de la tiranía de Batista y realizado el encuentro del Comandante en Jefe con el general Eulogio Cantillo y su traición, Fidel ordena el avance de las columnas, la toma de las plazas militares por las armas, la no aceptación del golpe de Estado promovido por Cantillo, y la convocatoria a la huelga general, iniciando así  la Caravana su travesía un 2 de enero de 1959.
 
«El Comandante Lalo Sardiñas,  jefe de la Columna 12 Simón Bolívar recibe la orden de preparar sus fuerzas para incorporarse al paso de la Caravana por Las Tunas el 3 de enero. Reunió a sus jefes de pelotones e impartió las instrucciones para cumplir la orden recibida para nuestra incorporación a la Caravana de la Libertad. Es en ese contexto como me incorporo a la columna».
 
–¿Qué momentos no olvida de aquel recorrido hacia La Habana en medio de tanta alegría y desafíos?
 
–El primer momento que no olvidaré fue cuando nos sumamos a la columna del Comandante, en Las Tunas, y también la inmensa multitud de pueblo a lo largo del recorrido.
 
«Otro muy importante fue la llegada al Cotorro y el encuentro con el Comandante Camilo Cienfuegos, que allí esperaba para unirse a la columna y continuar la marcha hasta la Fortaleza de Columbia. Y por último, el paso de la Columna por la Avenida del Puerto, el Malecón, las intersecciones de Malecón y  23, el hotel Habana Hilton, hoy Habana Libre, y el resto de las avenidas  hasta Ciudad Libertad, donde el Comandante en Jefe se dirigió al pueblo aquel 8 de enero de 1959».
 
–Entre la Caravana de la Libertad de 1959 y el regreso a Santiago de Cuba en 2016, ¿cuáles fueron sus momentos más significativos al lado de Fidel?
 
–El primero fue el acto del 8 de enero en Ciudad Libertad, donde el Comandante en Jefe se dirigió al pueblo de Cuba; luego considero otro día significativo el regreso de mi primera misión internacionalista en la República Popular de Angola, cuando al llegar a La Habana, en  1976, nos dirigimos desde el Puerto de Mariel al teatro Karl Marx, donde participamos en aquel discurso memorable de Fidel.
 
«Guardo con mucho honor el momento del ascenso a General de División en diciembre de 1988 por el Comandante en Jefe, junto a otros queridos compañeros.
 
«También recuerdo, por su impacto y alerta, el discurso  de Fidel el 26 de julio de 1989 en Camagüey, donde avizoró el derrumbe del campo socialista; el privilegio de acompañarlo en sus viajes en julio de 1991 a la i Cumbre Iberoamericana, en Guadalajara, México, y en junio de 1992, en su viaje a Brasil, donde asistió a la Cumbre de la Tierra.
 
«La participación y dirección personal del Comandante en Jefe cuando los sucesos del 5 de agosto de 1994. Tuve la oportunidad de estar allí con él en el Malecón. Después Fidel fue a la Dirección General de la Policía Nacional Revolucionaria para analizar la participación de nuestras fuerzas».
 
–¿Cuáles fueron las principales enseñanzas recibidas de Fidel durante la guerra y después del triunfo revolucionario?
 
–Lo primero que aprendimos con el Comandante fue la razón de la lucha que llevábamos a cabo y su objetivo, que no era otro que derrotar al tirano Batista, capturarlo y enjuiciarlo por todos sus asesinatos contra el pueblo.
 
«Nos enseñó que luchábamos para que nuestra Patria fuera libre de cualquier yugo opresor que quisiera someterla y avasallarla.   
 
«Después del triunfo de la Revolución aprendí de sus discursos, de sus enseñanzas, de su experiencia y la visión de futuro que siempre lo caracterizó. De él aprendrí la importancia y el papel dirigente del Partido Comunista de Cuba en la conducción de nuestra sociedad socialista, el porqué del irrevocable carácter socialista de nuestra Revolución, de su espíritu internacionalista y solidario, de la crueldad y prepotencia del imperialismo y algo muy importante, de lo decisivo que resulta la unidad del pueblo en torno al Partido y a la  Revolución».
 
–¿Qué significado tuvo para usted haber sido seleccionado para acompañar al Comandante en Jefe de regreso póstumo a Santiago de Cuba?
 
–Fue un alto honor haber sido designado, junto a otros compañeros, para acompañar las cenizas de nuestro Comandante en su regreso a Santiago de Cuba. No olvidaré el inmenso tributo que le profesó el pueblo desde la salida del edificio del Minfar hasta la Ciudad Héroe.
 
«Fue una misión honrosa, pero muy difícil,  al ver a todo un pueblo en las calles despidiéndolo, llorándolo, con una tristeza inmensa, niños, ancianos, esperando allí para darle el último adiós, a quien fue y sigue siendo su máximo líder, respaldando, a su vez, su compromiso con el socialismo y la decisión de lucha por mantener esta Revolución, que él defendió por casi 60 años, a pesar del criminal bloqueo imperialista que siempre hemos padecido.
 
«Allí vi un pueblo triste, pero decidido a seguir sus principios y valores, comprometido con el concepto de Revolución, legado del Comandante en Jefe, y que días antes habían hecho suyo estampando sus firmas en señal de compromiso irrevocable con el Partido y la Revolución».