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Cuando José Antonio Echeverría intentó liberar a Fidel

Fecha: 

17/07/2009

Fuente: 

periódico Juventud Rebelde

Autor: 

Es poco conocida la historia de una valiente y nutrida manifestación estudiantil que dirigió el presidente de la FEU, José Antonio Echeverría, ante la embajada de México en Cuba, en horas de la tarde del miércoles 18 de julio de 1956. Lo hizo para exigir la libertad de Fidel Castro y de sus compañeros, prisioneros en cárceles de la capital mexicana. Fue reprimida violentamente por la policía batistiana.

En torno a este hecho que cumple 53 años nos habla uno de los jóvenes revolucionarios de entonces, Enrique Enríquez Duarte —después luchador clandestino, huelguista de hambre en el Castillo del Príncipe y fundador del Partido—, nacido el 17 de julio de 1936 en La Habana, quien guarda con celo documentos de la época y da los toques finales a un libro sobre la rebeldía de la juventud cubana.

«José Antonio era, como diría el Che, joven, pero profundo. Es bueno conocer la historia de los jóvenes de ayer, como mañana se conocerá la de los de ahora. Yo estuve en aquella manifestación juvenil. Manzanita, como le decíamos a José Antonio, fue su artífice. Allí estaban con él otros dirigentes universitarios. Este suceso desconocido hasta hoy, es justo comentarlo, dice Enrique Enríquez Duarte.

Enrique aprovecha para contar sus vivencias de aquellos tiempos en Cuba, donde, «como hoy en Honduras, se reprimía de manera criminal a la juventud».

«El tirano Fulgencio Batista temía el regreso de Fidel, que en México, cuando preparaba la expedición del yate Granma, había jurado que “en 1956 seremos libres o seremos mártires”.

«De ahí que el tirano se las agenció para que el gobierno mexicano apresara a Fidel, y así se hizo a finales de junio de ese año 1956. Al conocerse la noticia de que estaba preso, la FEU, en la persona de José Antonio, emitió declaraciones en las que denunciaba su encarcelamiento. Una ola de protestas juveniles estremeció al país.

«El 9 de julio, el mismo Fidel denuncia, desde la prisión, que su detención y la de sus compañeros obedece a un plan fraguado y financiado por la dictadura batistiana, en contubernio con determinados funcionarios mexicanos, para frustrar el movimiento revolucionario cubano. Ese mismo día son liberados 20 detenidos».

Evoca Enrique que el Presidente de la FEU, digno y justo, se dispuso a no quedarse con los brazos cruzados.

«El 29 de junio nos reunimos en la Plaza Cadenas de la Colina universitaria, dispuestos a bajar en manifestación, como era costumbre de los estudiantes de la Universidad de La Habana desde el mismo día del golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.

«En realidad José Antonio pensaba —y con él los restantes dirigentes juveniles— que Fidel corría el riesgo de ser asesinado. Un temor lógico, pues Batista haría todo lo posible por eliminarlo y evitar que viniera en zafarrancho de combate. Julio Antonio Mella fue asesinado vilmente en las calles de México por orden de otro dictador.

«El Salón de los Mártires era el centro de las protestas para que fuera liberado. La policía del tirano trataba de impedir toda manifestación, y para eso rodeaba la Universidad.

«Recuerdo que el capitán Peñate, al frente de la Novena Estación, cerraba la esquina de San Lázaro e Infanta, escenario de la lucha estudiantil cotidiana contra la dictadura. Elementos del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y del Buró de Investigaciones, registraban a los transeúntes cercanos, pero ya todo estaba decidido.

«El pueblo, mire los recortes de periódicos, fue citado para el miércoles 18 de julio, a las tres de la tarde, frente a la embajada de México en Cuba, en Conill y 45, Nuevo Vedado, con el fin de exigir que soltaran a Fidel y a sus compañeros.

«En grupos repartimos por toda La Habana los volantes que hizo la FEU. Y organizamos mítines-relámpago que se realizaron en los comercios, como uno en el Ten Cent de la calle Galiano. La policía disparó contra nosotros. Paralizamos el tránsito. Desde horas tempranas ya estábamos movilizando a la juventud y al pueblo.

«La embajada mexicana estaba rodeada por perseguidoras y carros del SIM y del Buró de Investigaciones. Había que proteger a José Antonio y a los demás dirigentes. Avanzaron hacia nosotros y para sorpresa de ellos corrimos a su encuentro. Allí se generalizó un tremendo tiroteo.

La manifestación había sido un éxito rotundo, la lucha cuerpo a cuerpo funcionó, aunque con un saldo de cuatro compañeros heridos: Francisco Menéndez, Abelardo Martínez, Andrés Lugar y Raúl Hernández.

Fueron detenidos también Juan Nuiry, secretario general de la FEU entonces; Omar Fernández, Ángel Ameijeiras, Enio Leiva, Migdonio Torres, Humberto Fleitas, Antonio Carrillo, José Fernández, Alfredo Fontanills, Lucas Castañeda, Modesto Hernández, Modesto Díaz, Francisco Pérez, Agustín Germinal y Ezequiel Díaz, quienes fueron enviados —incluido Enrique Enríquez— al Vivac del Castillo del Príncipe. El juicio fue señalado por el Tribunal de Urgencia para el 3 de agosto de ese año 1956.

«Digo que nuestra manifestación dio resultado, porque el objetivo perseguido fue desviar la atención de los cuerpos represivos para que el Presidente de la FEU y los vicepresidentes Fructuoso Rodríguez y José Puente Blanco, con otros tres compañeros, entraran y entregaran al embajador mexicano, Gilberto Bosque, una carta dirigida al presidente de México, licenciado Adolfo Ruiz Cortinez, solicitándole la libertad de Fidel y de sus compañeros».

Enrique en aquella época pertenecía a la Escuela de Ciencias Sociales, cuyo presidente era Juan Nuiry Sánchez.

Sonríe y comenta: «José Antonio, la FEU, nuestra juventud, la propia actitud de Fidel y la solidaridad del hermano pueblo azteca, hicieron fracasar el plan de asesinar a nuestro Comandante, ordenado por Batista. Seis días después, el 24 de julio, en Ciudad México, es puesto en libertad. Una semana más tarde serían liberados Ernesto Guevara y Calixto García. Después tendría lugar en México el encuentro histórico entre los dos grandes».