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«Cuando veo cosas buenas o cosas malas, pienso en cómo actuaría él»

Muchas son las virtudes que Marta reconoce en Fidel, pero al pedírsele las principales, entonces resume: «En mi opinión, la inteligencia; la cultura extraordinaria que tenía y, aun así, a él le parecía imprescindible aprender más». Foto: Cortesía de la entrevistada

Fecha: 

25/11/2019

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

De su relación tan cercana y unida para siempre, y desde muy joven, al líder eterno de la Revolución Cubana, el Comandante en Jefe Fidel Castro, nos habla la periodista de Granma Marta Rojas

Con la misma ilusión con que se llega por primera vez al centro laboral que nos acogerá como trabajadores, viene cada uno de los días al periódico Granma la periodista Marta Rojas, tan cercana y unida para siempre y desde muy joven al líder eterno de la Revolución Cubana, el Comandante en Jefe Fidel Castro.

De la utilidad de su presencia y la juventud real de que es dueña bien sabemos los que la tenemos cerca. Un espíritu inquieto y una vocación voluntariosa hacen de ella referencia permanente para el periodismo comprometido; pero algo más –sabemos– la sostiene en la batalla peliaguda por mostrar desde nuestras páginas la verdad de Cuba, y es su fidelidad a quien fuera, entre tantas encomiendas, fundador del periódico que funge, desde que vio la luz, como Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.

Había oído hablar de él, por primera vez –y después en varias ocasiones–, en programas radiales del Partido del Pueblo Cubano Ortodoxo, en los cuales participaban Max Lesnik, presidente de la Juventud Ortodoxa, y otros jóvenes militantes, pero no fue hasta los sucesos del Asalto al Cuartel Moncada «que Fidel tuvo un sentido para mí», relata.

«Yo estaba en Santiago ese día, recién graduada de periodista, y en la madrugada del 26 de julio, en plenos carnavales, escuché los disparos, que yo creía que eran cohetes chinos… Estaba con un fotógrafo (Panchito Cano) de la revista Bohemia, quien me conocía y me había pedido que le escribiera la crónica del carnaval. En esas circunstancias oí mentar a Fidel como el jefe del asalto. A partir de ese día me propuse seguir ese tema extraordinario.

«Con suspicacia y tenacidad logré ir en septiembre al juicio de los Tribunales de Urgencia donde iba a ser juzgado Fidel con los compañeros sobrevivientes. Me ayudó a involucrarme el doctor Baudilio Castellano, abogado de oficio en la Causa 37, a quien yo conocía y supe que había sido compañero de Fidel en la Universidad. Bilito, como le decían, me presentó a los miembros del Tribunal, les hice una entrevista y la mandé a Bohemia. Cuando hablé con el Tribunal le pedí a su presidente, el doctor Piñeiro Osorio, que me acreditara para el juicio, pues él había dicho en la entrevista que sería “el juicio más grande la historia” por la cantidad de acusados que había y la calidad del hecho. Puso mi nombre en la lista de periodistas. Así estuve el 21 de septiembre 1953 en la Sala del Pleno de la Audiencia, entre los 25 periodistas acreditados. Ese día fue la primera vez que vi a Fidel, a unos pocos pies de donde yo estaba con los periodistas, dentro de la sala».

Como algo inédito y sensacional recuerda Marta la impresión que le causó ver por primera vez a Fidel: «Esperaba ver a un acusado triste y maltrecho y descubrí a un joven elegantemente vestido, con un traje azul marino, impecable, y tan valiente que, a la entrada de la sala, escoltado por dos oficiales del ejército y un grupo de militares –sin hacerles caso a casi cien o quizá más soldados con bayoneta calada  que ocupaban la sala, además del Tribunal–, dijo con tal énfasis, que me impactó: “No se puede juzgar a un hombre así esposado”. Y seguidamente planteó que era abogado y habría de representarse. Fue tan contundente esa imagen, y su voz, que me parece que aún hoy, transcurridos tantos años, la estuviera oyendo. Sus palabras dejaron perplejos a los miembros del Tribunal y la soldadesca armada. Esta ordenó suspender la sesión por unos minutos y retirar al acusado. Después regresaron. La orden fue que le quitaran las esposas. “A todos”, –dijo Fidel. Se refería a sus compañeros. Unos minutos después lo trajeron de nuevo. Fue ese hecho singular el que, sin yo saberlo, me convirtió en fidelista. Lo anoté todo, y fui a todas las sesiones, hasta el 16 de octubre. Para mí, el revés del Moncada se convirtió en una victoria colosal, pues no solo le quitaron las esposas al principal acusado, sino que respondieron a su otra inmediata solicitud: asumir su propia defensa».

Marta Rojas junto a Fidel. Foto: Cortesía de la entrevistada
Marta Rojas junto a Fidel. Foto: Cortesía de la entrevistada


No fue hasta el 16 de octubre que por vez primera Fidel habló con ella. «Terminó su alegato La historia me absolverá –discurso que después reconstruiría en Isla de Pinos y fuera publicado clandestinamente, una tarea que encomendó a Haydée Santamaría y a Melba Hernández– y caminó por dentro de aquella minúscula sala. Llegó a la esquina donde estábamos los seis periodistas acreditados para la sesión. Y poniéndome una mano sobre un hombro, en voz baja me preguntó: “¿Tomaste nota? Yo te vi, y en el otro juicio también”. Le dije que sí y él siguió hablando: “Pero no te las van a publicar, la censura va a seguir…”, e hizo un gesto con la mano que significaba por largo rato. Mi respuesta fue: Yo lo guardo… Y él asintió sonriente. El día que él murió, cuando yo vi en la televisión que Raúl tomaba el micrófono para anunciar su muerte, me vino a la mente ese momento, porque así fue».
 
Aun cuando se sabe que las causas compartidas hermanan a los hombres, a Marta le cuesta aceptar la gracia de la amistad de Fidel. «Yo no me atrevería a decir que a partir de ahí nació una amistad. Él es demasiado grande para adjudicarme ese honor, pero lo que sí puedo decir es que desde entonces él fue una persona que me estimó y como Jefe de la Revolución tuvo siempre gestos delicados conmigo, y me permitió
 
acompañarlo en numerosos viajes en Cuba y fuera de Cuba, como periodista. Esas estancias y recorridos eran para mí una verdadera escuela».
 
Muchas son las fotografías que de Fidel Marta atesora. En una de ellas, Fidel aparece de pie mientras ella, en un estudio de televisión, aparece sentada en el puesto reservado para  Fidel. «Ese año 1959, como en casi todos, él tuvo varias comparecencias televisivas. No recuerdo exactamente el día, pero ocurrió en unos estudios de la antigua cmq en el edificio Focsa, con periodistas extranjeros y cubanos. En un momento dado que un periodista extranjero le pregunta sobre el comportamiento de los combatientes sobrevivientes del Moncada, en el Juicio, Causa 37, en el cual él era el principal encartado, Fidel empieza a responder, pero me ve en el estudio, entre los periodistas, y me llama mientras dice algo así: –“Aquí hay una periodista que lo vio todo, ella podrá contarlo mejor que yo, porque a mí me sacaron del juicio”. Se levantó y me dio su asiento y yo conté lo que ocurrió en ese juicio. Ese fue un momento para mí impresionante, que él me diera la palabra para responder una pregunta que le hicieron a él. Por su gesto, creo que salí bien. Cuando terminé, me dio las gracias. Me parece que él no quería hablar de sí mismo».
 
Muchas son las virtudes que Marta reconoce en Fidel, pero al pedírsele las principales, entonces resume: «En mi opinión, la inteligencia; la cultura extraordinaria que tenía y, aun así, a él le parecía imprescindible aprender más, hasta de la gente más simple; la visión de presente y sobre todo de futuro, la amabilidad y la firmeza de carácter como dirigente».
 
Al preguntársele a Marta por las primeras imágenes que acuden a su mente cuando se dice «Fidel» en presencia suya, no puede sustraer una que lo acerca esencialmente a ella: «Si se habla de periodismo, pienso en su periodismo, porque créanlo o no, descubrí que Fidel era un gran periodista, releyendo artículos que publicó, muy joven, en la prensa, y sobre todo sabiendo la avidez por la información que él tenía y la necesidad de conocimiento que sentía ante cualquier circunstancia. Era meticuloso al escribir. Lo recuerdo en el periódico Revolución y en Granma, como, luego de largas horas de trabajo, iba a ver las noticias mundiales y a conversar con los periodistas, sobre temas de actualidad. Incluso lo recuerdo redactando. Hizo periodismo antes y en la Revolución».
 
Asegura Marta no haber pensado demasiado en lo que se siente cuando se es portador, como lo es ella, de verdades que el mundo supo respecto a Fidel. «Tal vez sea que le da a una más confianza en lo que va a hacer». Tampoco podría determinar el momento en que supo que le sería fiel de por vida. «No es algo que me propuse. Realmente no tengo la respuesta. Simplemente actué según mi conciencia».
 
Lo que sí tiene muy claro la periodista y escritora es el modo en que Fidel no la abandona: «Vive en mí, como en cualquier cubano revolucionario, pero como tuve el privilegio de conocerlo y trabajar muchas veces, y por diferentes circunstancias con él, cuando veo cosas buenas o cosas malas, pienso en cómo actuaría él».