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Demanda de Cuba frente a la guerra que se nos hace

El sabotaje al vapor La Coubre fue una de las acciones más crueles contra el pueblo cubano. Foto: Archivo de Granma
El sabotaje al vapor La Coubre fue una de las acciones más crueles contra el pueblo cubano. Foto: Archivo de Granma

Fecha: 

13/05/2019

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

Cuando se presenta ante Cuba la activación de la Ley Helms-Burton, como una supuesta justicia ante las legítimas nacionalizaciones de propiedades de ciudadanos norteamericanos a inicios de la Revolución, no se debe olvidar el largo saldo de pérdidas humanas y materiales acontecidas en estos 60 años por causa de las acciones del gobierno estadounidense.

Cuando los cubanos vemos a un país entero sufrir la agresión sostenida de otro –sin que medie una previa declaración de guerra–, muchos recordamos la práctica establecida por la camarilla fascista durante la Segunda Guerra Mundial, un accionar que desconocía los más elementales principios humanos y colocaba, por encima de todo, el interés expansionista e imperial.
 
La generación que represento no vivió momentos de batallas trascendentales como Playa Girón, la Crisis de los Misiles o la Limpia del Escambray, las referencias nos llegan como ecos en el tiempo, que algunos, desde lejos, quisieran también tergiversar para que no aprendamos las lecciones de valor y patriotismo que nos dejan. Esa guerra, en la que se han probado todo tipo de tácticas contra Cuba, nos tocó más de cerca cuando éramos unos niños y, por la televisión, vimos a tantos coterráneos agitarse y llorar de rabia y dignidad mientras narraban el desgarramiento que les causó el imperio.
 
De aquel episodio, denominado «Cuba demanda», salió no solo el juicio inmenso y televisado, sino un libro que detalla con claridad cómo, sin que importaran posiciones ideológicas, muchos cubanos cayeron víctimas de la saña de un imperio contra un pequeño país, en una trinchera donde los agresores siguen actuando con impunidad mientras lanzan mentiras o verdades a medias.
 
LO DICEN ELLOS MISMOS
Una ley como la de Reforma Agraria, firmada por Fidel Castro meses después del triunfo revolucionario, que estaba hecha para empoderar al pueblo y romper el ciclo de dependencia interna y externa, fue el detonador de la guerra encubierta. El azúcar y el país estaban bien relacionados y eso lo sabían los tanques pensantes que sostenían las riendas de la Cuba anterior a 1959.
 
La Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Departamento de Estado tienen, entre muchos de los informes desclasificados desde entonces, el Programa de Acción Encubierta contra el Régimen de Castro, aprobado el 17 de marzo de 1960 por el presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower. Ahí, lo dicen ellos mismos, se declara que no tolerarían un gobierno en Cuba que contraviniera sus intereses y por ende, se realizarían agresiones de todo tipo. El objetivo: minar la confianza del pueblo en sus dirigentes y fabricar un casus belli para una intervención norteamericana.
 
Se desprende que el miedo y la confusión generados por un estado de guerra e inseguridad serían la coartada perfecta para, en nombre del mismo pueblo cubano y de los intereses de la región, se hiciera un hipócrita llamado a la paz en la Isla, y de encabezar un contingente de tropas de la Organización de Estados Americanos (oea) contra el naciente Gobierno cubano. El bulo no es original y lo hemos visto en las más recientes aventuras bélicas del imperio en el Medio Oriente, por ejemplo.
 
Precisa uno de los documentos desclasificados que el otro plan, aprobado tempranamente, fue el Proyecto Cuba del 18 de enero de 1962, que contaba con el aval de las más altas autoridades del Gobierno de ee. uu. y el Grupo Especial Ampliado del Consejo de Seguridad Nacional. Allí se definían 32 tareas de guerra encubierta contra Cuba que luego se vieron en la práctica.
 
Además del efecto sicológico de pánico e inseguridad, se esperaba una paralización de la economía cubana, sobre todo a partir del sabotaje a la industria del azúcar y el bloqueo de su comercialización internacional, pues el imperio creyó que el propio pueblo no tardaría en ver a Fidel Castro como el causante de sus males.

Si el azúcar y el país marchaban a la par, entonces a partir de estos planes todo se detendría, hasta que los yanquis pusieran las máquinas a andar, como era costumbre en la República.
 
COMIENZA LA GUERRA
Un objetivo era claro: arruinar la zafra de 1960, por eso los ataques se centraron mayormente en centros urbanos de obreros y en las fábricas. El día 12 de enero  fueron incendiadas desde el aire 500 000 arrobas de caña en la provincia de La Habana. El día 30 se perdieron más de 50 000 arrobas en el central Chaparra, en Oriente, y el 1ro. de febrero fueron incendiadas más de 100 000 arrobas en Matanzas.
 
El récord se batió el 7 de febrero de ese año, cuando una sola avioneta incendió 1,5 millones de arrobas de caña en los centrales de Violeta, Florida, Céspedes y Estrella en Camagüey. Los ataques contra civiles iban incrementándose, para desmotivar el trabajo y la productividad, así el 21 de enero de 1960 un avión había arrojado bombas sobre Cojímar y Regla.
 
Ese bandidismo armado, que se quiere presentar hoy como una especie de ejército heroico, utilizaba las tácticas paramilitares que luego hemos visto en las diferentes contraguerrillas en América Latina (como Colombia por ejemplo), sobre todo la intimidación, el terror y la violencia, con el fin de atomizar la cohesión del campesinado en torno a un proyecto social de gobierno.
 
La escalada tendría en abril de 1961 su punto álgido y supuesto desenlace, cuando una operación combinada de guerra frontal, de guerrillas y cuarta generación (desinformativa) fue dirigida contra la Isla a partir de tomar una cabeza de playa al sur de Matanzas. Avanzar sobre la capital rápidamente, a la vez que se trasladaba un gobierno provisional desde Miami, era el plan previsto, roto en menos de 72 horas gracias a la resistencia del joven ejército cubano y al protagonismo de Fidel y del propio pueblo que sabía muy bien de dónde venía y a qué podía ser sometido nuevamente si caía en manos de mercenarios y criminales entreguistas.
 
El bandidismo, con su saldo en víctimas civiles (sobre todo maestros alfabetizadores), duraría hasta 1965, derrotado moral y militarmente debido a la inviabilidad de su guion terrorista en una sociedad que ama la paz y la estabilidad.
 
A partir de la derrota frontal, la guerra asumiría el hostigamiento a los civiles que simpatizaran con el socialismo o simplemente, vivieran dentro de él con tranquilidad.
 
TERROR Y NADA MÁS QUE TERROR
El secuestro de aeronaves civiles se estableció como una tendencia en el terrorismo mundial a partir de las tácticas de la cia contra Cuba, con su punto más grave el 6 de octubre de 1976, cuando 73 personas murieron a bordo de un avión que recién había despegado de Barbados. No fue el único avión siniestrado. Todo ello en medio de una dinámica que el propio Orlando Bosch, autor de los ataques, calificó de guerra, en la cual, para él, «todo valía».
 
En el largo trayecto, no cayeron solo cubanos, sino también, civiles de otros países. La cobardía de estas acciones radica justamente en que casi todas se hicieron contra civiles.
 
LA LEGITIMIDAD DE LA DEMANDA
Cuando se presenta ante Cuba la activación de la Ley Helms-Burton, como una supuesta justicia ante las nacionalizaciones de propiedades –que se efectuaron con total apego al Derecho Internacional– de ciudadanos norteamericanos a inicios de la Revolución, no se debe olvidar el largo saldo de pérdidas acontecidas en estos 60 años.
 
La demanda se avala a partir de los siguientes daños infligidos a personas inocentes del pueblo: 3 478 muertos, 2 099 incapacitados, y un total de 181 100 millones de dólares estadounidenses en concepto de perjuicios materiales producto de los atentados a la economía y las sanciones. El Derecho Positivo Cubano establece además, como condición, la retractación moral y el reconocimiento de culpa de parte del Estado norteamericano.
 
Al ser parte de una guerra no declarada, que viola las normas internacionales instituidas, el terror contra Cuba deriva en una serie de indemnizaciones legítimas en el campo del Derecho.
 
Desde el 31 de mayo de 1999 y hasta la fecha, ninguna de las administraciones que han ocupado la Casa Blanca han respondido la demanda enviada mediante los canales diplomáticos.
 
Pero el llanto y la dignidad de los cubanos nos mostraron desde entonces que este pueblo, enérgico y viril, haría temblar la injusticia cuantas veces fuese necesario, poniéndole rostro a la maldad y defendiendo, por encima de todo, la verdad y la razón.