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Desde Las Mercedes hacia Las Villas

Fecha: 

2018

Fuente: 

Revista Cinco Palmas No.5

Autor: 

Salimos el 30 de agosto de Las Mercedes, Oriente, 150 hombres al mando del Che Guevara, con rumbo a la provincia de Camagüey. Comíamos lo que se podía, unas veces vaca asada en parrillas rudimentarias, otras veces hasta palmito, corazón de unas palmas que crecen junto a la costa.

Marchamos sin interrupción, adelantando terreno continuamente hacia nuestro objetivo, hasta que llegamos a un lugar llamado La Federal, cerca de

Guáimaro, en la provincia de Camagüey, donde tuvimos el primer combate con el ejército. Allí perdimos, en esa acción, a dos queridos compañeros: el capitán Marcos y Darcio Gutiérrez.

Sin nuevas peripecias continuamos avanzando y llegamos a un sitio denominado Cuatro Compañeros. Nuestra vanguardia encontró una posta enemiga y se entabló inmediatamente la lucha. Nosotros íbamos en camiones y yipis y nos tiramos de los vehículos bajo el tiroteo enemigo. El Che ordenó que nos retiráramos hacia una ceja de monte cercana; de allí pasamos a otra en la que el ejército tenía dos fuertes de 400 m uno del otro. Rápidamente se situaron dos grupos nuestros armados con ametralladoras 30 a cada lado, mientras los demás pasamos por entre la cortina de fuego, sin tener bajas.

Desde allí seguimos avanzando para ir a la línea de Baraguá, pero fuimos atacados por la aviación.

Después del ataque descansamos en un lugar que está a 18 km de Cayo Toro, a las cinco y media de la tarde, ya oscureciendo, continuamos la marcha. Antes de pasar la línea sonó un disparo en la retaguardia. Nos preparamos en el acto, pero poco después supimos que el capitán Erasmo Rodríguez era el que había disparado para que el enemigo, que nos seguía, no continuara avanzando.

El Che mandó exploradores hasta la vía férrea. Allí habían alrededor de mil hombres del enemigo, esperándonos apostados por donde ellos suponían que íbamos a pasar. Acampamos. El teniente Acevedo, buen nadador, atravesó la laguna y se acercó cuanto más pudo a las posiciones enemigas. Desde su escondite pudo ver el gascar que llevaba el relevo de la posta, situada en un pequeño embarcadero se encontraba a mayor distancia de las otras.

Acevedo regresó y rindió informe de su misión.

Al otro día a las cinco de la tarde emprendimos la marcha. Llegamos a los esteros y nos metimos en el agua, que nos daba al pecho. Llevábamos las manos en alto, con las armas y pertrechos para que no se mojaran. Procurábamos no hacer ruido para burlar la vigilancia enemiga. No obstante, las postas advirtieron nuestra presencia y dieron la alarma, pero parece que de pronto se volvieron sordos todos y pudimos atravesar aquellos lugares sin ningún contratiempo.

Durante cinco o seis horas continuamos la marcha por manglares y esteros, después, en un potrero, nos detuvimos para comer lo poco que teníamos. Descansamos esa noche y por la mañana continuamos avanzando hasta un monte, donde varios compañeros cazaron jutías y otros animales que nos servirían de alimento.

La mayor parte de la tropa tenía los pies hinchados. Unos tenían zapatos y otros andaban descalzos. Cuando acampábamos nos acostábamos con los pies más altos que la cabeza, para que bajara la hinchazón, lo que permitía que los que tuvieran zapatos pudieran después ponérselos.

A medida que avanzamos empezamos a ver las lomas del Escambray, lo que dio mucho ánimo a la tropa. Con esto y con la fuerza de voluntad de todos, fue posible alcanzar victoriosamente el objetivo que había sido trazado; también contribuyó mucho la magnífica estrategia del comandante Ernesto Che Guevara. Cuando los momentos eran más difíciles, el Che se mostraba alegre y optimista con todos los soldados, lo que les daba mayor ánimo.

Después de cruzar el río Jatibonico encontramos un gran apoyo de la población civil. Se nos facilitaron caballos para los enfermos y nos fue más fácil conseguir alimentos para la tropa. Proseguimos la marcha; tuvimos un combate en Güinía de Miranda que duró desde la una hasta las cuatro de la madrugada. Nos hicieron varios heridos, pero tomamos el cuartel. Curamos nuestros heridos y los de ellos, e inmediatamente pusimos en libertad a los prisioneros. Entre los enemigos recuerdo que uno me causó gran admiración por su comportamiento para con el pueblo, donde gozaba de general afecto. Se trata del cabo suplente Javier Hugando quien, según él, llevaba veinticuatro años en el ejército.

Nuestras tropas se concentraron posteriormente en Gavilanes. Hubo varias escaramuzas en las cercanías de la sierra, por el camino de Cabaiguán. El enemigo se retiró hacia Santa Lucía y las tropas avanzaron hacia allí. Al otro día trató de sorprendernos, pero cayó en una emboscada que le habíamos preparado. En menos de media hora le causamos 9 muertos y 3 heridos prisioneros. De nuestra parte murió el valiente compañero Sergio Soto, de Cabaiguán. En esa acción ocupamos 3 fusiles-ametralladoras, 9 Garands, 5 Springfields y aproximadamente seis mil tiros.

En Santa Lucía se dividió la tropa. Una parte fue para el camino de Cabaiguán y la otra para Fomento, plaza que fue tomada por los rebeldes, con el saldo de 136 soldados prisioneros y la adquisición de armas y municiones. Después de tomado Fomento gran parte de la tropa fue para Cabaiguán y la otra para Placetas. La de Cabaiguán se dividió en tres grupos, al mando del Che Guevara, Víctor Bordón y Orlando Pantoja, quien llevó a sus hombres a las trincheras, pero el enemigo recibió refuerzos por los que tuvimos que retirarnos para unirnos en la batalla de Guayos. Fuimos heridos el capitán Pantoja y yo. Pantoja recibió dos balazos en el pecho y uno en el brazo derecho, en tanto que yo recibí uno en el costado posterior izquierdo.

Las fuerzas de Bordón lograron la rendición del cuartel enemigo. Mientras tanto, después de dos días de recio combate, las tropas del Che obligaban a rendirse al ejército en Cabaiguán.

Por su parte, el capitán Erasmo Rodríguez, que se había aproximado a Sancti Spíritus con fuerzas suficientes para tomar la plaza, encontró decidido apoyo en el pueblo y las milicias al extremo de que pudo tomar esa importante posición al enemigo.

Fue en estos territorios de Las Villas donde lavalentía del Ejército Rebelde produjo el desbordante entusiasmo de la población civil, que apoyó a nuestras tropas. En Sancti Spíritus se puede decir que fue el pueblo quien tomó la ciudad.

Después de tomado Sancti Spíritus, el Che se dirigió a Santa Clara, y el pelotón del capitán Rodríguez y el nuestro hacia Jatibonico. Atacamos las posiciones enemigas y pusimos una emboscada en la Carretera Central para impedir que el refuerzo llegara. Como no teníamos bazucas y el único fusil-ametralladora que teníamos se encasquilló, el refuerzo pudo entrar a pesar de que lo combatimos con las armas de que disponíamos, durante cuatro horas.

En esta ocasión quedamos casi rodeados, pero pudimos salir del cerco y unirnos nuevamente al pelotón del capitán Rodríguez, con lo que dejábamos atrás las posiciones que habíamos tomado. Esto ocurría el 28 de diciembre, a las doce del día. Por la noche volvimos a tomar las mismas posiciones y seguimos combatiendo hasta el 29 a las cuatro de la tarde, cuando le llegaron refuerzos al enemigo, con tanques y carros blindados. Tuvimos que replegarnos, aunque siempre mantuvimos el cerco a Jatibonico.

Por la noche tuvimos una reunión de oficiales en la que se acordó que yo fuera para una emboscada con 80 hombres. Antes de llegar al lugar señalado, encontramos tropas enemigas de refuerzo a las que atacamos por la retaguardia. En la acción ocupamos un carro blindado, varios camiones, yipis, máquinas y mochilas con prendas personales. El enemigo tuvo varios heridos que fueron recogidos y llevados por sus compañeros.

Más tarde, ya estando nosotros estratégicamente situados, trató de pasar por allí el sargento Galindo, de la rural de Ciego de Ávila, en una motocicleta. Al darle el alto la posta, quiso escapar, pero los muchachos le hicieron fuego ocasionándole la muerte.

De nuevo hubo una reunión de oficiales a la que asistió el comandante Ramiro Valdés, segundo del Che, en ella se acordó atacar definitivamente Jatibonico el día 1o. de enero, pero ese día recibimos la noticia de la caída del dictador.

 

1 Tomado de: Ejército Rebelde. El Alma de la Revolución, t. 2, ob. cit., pp. 185-189.