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Días de renovada esperanza, de nuevos compromisos

Fecha: 

15/08/2001

Fuente: 

Granma

A veces la historia necesita de siglos para asumir, por su trascendencia, determinados hechos. Hemos sido testigos, sin embargo, de que las 54 horas pasadas por Fidel en Venezuela quedarán asentadas para siempre entre sus más relevantes páginas porque ese breve lapso, a partir de ahora, no podrá ser ignorado cuando se trate del destino y del futuro de Latinoamérica en esta hora de definiciones.  

Lo visto y reflejado por la prensa radial, escrita y televisada a lo largo de estos casi tres días que duró la visita de nuestro Comandante en Jefe a la tierra de Bolívar fueron solo las imágenes externas de esa fuerza telúrica y ancestral de un continente que está cansado, como diría el Presidente Chávez, de estar en el lado de los perdedores.  
Con la autoridad que le da haber hecho realidad la utopía, Fidel sabe que en este mundo de imposibles, todo es posible; que soñar cuesta allí donde no hay convicciones, principios, programas, objetivos.  

Por eso no es casual que tanto él como Chávez, en sus contactos con el pueblo y en sus propias reflexiones, no dejaran de tocar temas tan impostergables como el de la unidad latinoamericana, de la necesidad de continuar la obra inconclusa de los libertadores, de la integración como medio de parar la geofagia siempre insatisfecha del vecino del Norte, de saldar la deuda social con nuestros pueblos, de apertrecharlos de ideas, conocimientos, cultura para vencer la esclavitud de la ignorancia y ponerlos en el camino de las decisiones propias, en el ejercicio pleno de la soberanía y alejarlos de ese modelo único cuyo verdadero objetivo es comprarnos y engañarnos con espejitos, a la imagen y semejanza de los conquistadores.  

Estas horas vividas en Venezuela estuvieron llenas de simbolismo, de esperanzas renovadas, de fe en el futuro, de ese futuro por el cual una década atrás algunos escuálidos se desplomaron, convencidos de que había llegado el fin de la historia.

Precisamente, en esa década y en Cuba, Fidel se lanza contra todos los pronósticos a enfrentar y superar el doble bloqueo que entonces se nos impuso, cuando hasta algunos amigos recomendaban abandonar la lucha y plegar las banderas como una forma de que nos dejaran coger un aire. Después podríamos continuar, decían, sin comprender que a los enemigos no se les  puede ceder "ni un tantico así".  

En estas jornadas bolivarianas, Fidel y Chávez volvieron  a renovar su fe en la victoria y sellaron su compromiso de llevar a término la obra de Martí y de Bolívar.  Como colofón se encontraron con el Presidente brasileño, Fernando Henrique Cardoso,  que fue el primer presidente latinoamericano que advirtió sobre el Tratado de Libre Comercio de las Américas (ALCA), por los peligros que representa desde el punto de vista económico y comercial, pero sobre todo, porque es la vía más expedita para la absorción de nuestros pueblos y la pérdida de nuestras identidades y soberanías.  

Este nuevo viaje de Fidel a Venezuela, la Venezuela bolivariana, estuvo cargado de símbolos, de retos, de desafíos y, sobre todo, corroboró que los caminos de la historia podrán torcerse en sus múltiples recodos pero esto no impedirá que más tarde o más temprano se cumplan sus más justos y hermosos designios.