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Diez días en las entrañas del imperio (cuarta parte y final)

Fecha: 

21/09/2015

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

ÚLTIMOS DÍAS EN LAS ENTRAÑAS DEL MONSTRUO

El martes 27 de septiembre de 1960, Fidel estuvo muy ocupado. En las primeras horas de la mañana se entrevistó con Wladyslaw Gomulka, miembro del Consejo de Estado de Polonia, y a las diez de la mañana asistió al debate en la Asamblea, donde escuchó el discurso del presidente Gamal Abdel Nasser.
 
En la tarde se entrevistó con el presidente de Ghana, Kwame Khrumah, y a las seis, asistió a la recepción que ofreció la delegación uruguaya a la delegación cubana.
 
A las ocho de la noche estuvo en el banquete ofrecido por el Premier de la India, Ja­waharlal Nheru a los jefes de Estado. Más tarde, se reunió con el jefe de la delegación de Bulgaria, Teodor Jivkov, quien como Jruschov y Nasser también lo visitó en el hotel Theresa.
 
Mientras tanto, la prensa cubana anunciaba que después del mediodía del 28 de septiembre Fidel regresaría a La Habana.
 
Antes de embarcar, Fidel se entrevistó con el Mariscal Tito y con el entrañable Nasser presidente de la República Árabe Unida.
 
Como el avión en el que debía regresar a La Habana, una vez más fue obstaculizado, Fidel aceptó la gentil invitación de la delegación soviética para que hiciese uso de un avión que puso a su disposición con el objetivo de que se trasladara a Cuba.
 
TRAEMOS UNA PROFUNDA IMPRESIÓN DE ESTE VIAJE

A las 6 y 46 minutos de la tarde del 28 de septiembre, el Primer Ministro cubano descendió la escalerilla del avión de la línea soviética Aeroflot que lo había transportado a la Patria.
 
A su paso, la exclamación más escuchada por el Comandante en Jefe era: “Fidel, seguro, a los yanquis diste duro”.
Pocas horas después, frente al Palacio Presidencial, Fidel fue recibido por decenas de miles de cubanos. Luego de las palabras de bienvenida pronunciadas por Osvaldo Dor­ticós, Fidel inició sus palabras reflexionando sobre su visita a Nueva York: “En realidad, nosotros traemos una profunda impresión y alguna experiencia de este viaje. ¡Es una verdadera lástima que cada cubano no tenga la oportunidad de haber vivido diez días como los hemos vivido nosotros!”* Diez días, reiteró, en las entrañas del imperio.
 
“[…] aquí, en medio de la vorágine de los acontecimientos, ni ustedes ni nosotros so­mos capaces de darnos realmente cuenta de lo mucho que significa, no ya en el orden internacional, que no me estoy refiriendo a eso, sino lo que para cada uno de nosotros representa esta patria nueva que estamos construyendo”.
 
“No intentaría tratar de explicarlo, porque sé que es imposible, pero, al menos expresando el sentimiento de todos nosotros, los que hemos vivido diez días en las entrañas del imperio, confesamos que hemos tenido realmente una idea clara y completa de lo que significa tener patria. Sobre todo ahora que ya no somos colonia; ahora, que somos un pueblo realmente soberano y libre”.
 
Más adelante, Fidel expuso “Hay que ha­ber vivido diez días en la entraña del monstruo imperialista, para saber que monopolio y publicidad es allí una sola cosa y como nosotros somos enemigos de los monopolios, como nosotros hemos chocado con todos los monopolios más poderosos del imperio, unánimemente, con muy pocas y honrosas excepciones, los órganos de publicidad nos combaten, mas no nos combaten con razones, porque razones, de eso sí que carecen; nos combaten con mentiras, con todo género de falsedades, con todo género de invenciones porque […] cuando lo único que se posee es desvergüenza e indecencia, ¡lo que se muestra es eso: desvergüenza e indecencia!”
 
“Nosotros vimos vergüenza, nosotros vi­mos honor, nosotros vimos hospitalidad, no­sotros vimos caballerosidad, nosotros vi­mos decencia en los negros humildes de Harlem”.
 
ESE PETARDITO YA TODO EL MUNDO SABE QUIeN LO PAGÓ

En ese momento se oye explotar un petardo. Fidel reacciona con firmeza: “¿Una bom­ba? ¡Deja...! Ese petardito ya todo el mundo sabe quien lo pagó, son los petarditos del imperialismo. Creen... claro, mañana le irán a cobrar a su señoría y le dirán, le dirán: ‘Fíjate bien, fíjate bien, en el mismo momento en que estaban hablando del imperialismo sonó el petardo’ […]
 
“¡Qué ingenuos son! ¡Si por cada petardito que pagan los imperialistas nosotros construimos quinientas casas! ¡Por cada petardito que puedan poner en un año, nosotros hacemos tres veces más cooperativas. ¡Por cada petardito que paguen los imperialistas, nosotros nacionalizamos un central azucarero yanqui! ¡Por cada petardito que pagan los imperialistas, nosotros nacionalizamos un banco yanqui! ¡Por cada petardito que pagan los imperialistas,
nosotros refinamos cientos de miles de barriles de petróleo! ¡Por cada petardito que pagan los imperialistas, nosotros construimos una fábrica para dar empleo a nuestro país! ¡Por cada petardito que pagan los imperialistas, nosotros creamos cien escuelas en nuestros campos! ¡Por ca­da petardito que pagan los imperialistas, nosotros convertimos un cuartel en una escuela! ¡Por cada petardito que pagan los imperialistas, nosotros hacemos una ley revolucionaria! ¡Y por cada petardito que pagan los imperialistas, nosotros armamos, por lo menos, mil milicianos!”.
 
El compañero Osmany Cienfuegos “da una buena idea” y es que la respuesta a ese petardo sea dedicada al Regimiento de Santa Clara convirtiéndolo en una nueva ciudad escolar.
 
¡VAMOS A ESTABLECER UN SISTEMA DE VIGILANCIA REVOLUCIONARIA COLECTIVA!

Suena otro petardo y Fidel toma una decisión crucial para el posterior desarrollo de la Revolución. “Estos ingenuos parece que de verdad se han creído eso de que vienen los ‘marines’, y que ya está el café colado aquí. Vamos a establecer un sistema de vigilancia colectiva, ¡vamos a establecer un sistema de vigilancia revolucionaria colectiva! Y vamos a ver cómo se pueden mover aquí los lacayos del imperialismo, porque, en definitiva, nosotros vivimos en toda la ciudad, no hay un edificio de apartamentos de la ciudad, ni hay cuadra, ni hay manzana, ni hay barrio, que no esté ampliamente representado aquí”. “Va­mos a implantar, frente a las campañas de agresiones del imperialismo, un sistema de vigilancia colectiva revolucionaria que todo el mundo sepa quién vive en la manzana, qué hace el que vive en la manzana y qué relaciones tuvo con la tiranía; y a qué se dedica; con quién se junta; en qué actividades anda. Porque si creen que van a poder enfrentarse con el pueblo, ¡tremendo chasco se van a llevar!, porque les implantamos un comité de vigilancia revolucionaria en cada manzana, para que el pueblo vigile, para que el pueblo observe, y para que vean que cuando la masa del pueblo se organiza, no hay imperialista, ni lacayo de los imperialistas, ni vendido a los imperialistas, ni instrumento de los imperialistas que pueda moverse”.
 
Surgían así los Comité de Defensa de la Re­vo­lución.
 
CON LA CABEZA Y CON EL CORAZÓN

Antes de concluir sus palabras, Fidel se refirió a la larga y dura lucha que los cubanos debemos enfrentar. Y dejó claramente explícito que cuando él compareció en la ONU, no compareció un hombre, ¡compareció un pueblo! Y que allí estaba cada uno de los cubanos.
 
Convencido de la victoria ante el enemigo imperialista, Fidel aconseja dos cualidades, cuando dice que esa victoria la obtendremos “con dos cosas: inteligencia y valor; con la cabeza y con el corazón. Nunca dejar ni que nos arrastre el valor por encima de la inteligencia, ni tampoco que la inteligencia vaya delante del valor. ¡Inteligencia y valor han de marchar juntos por el camino que conduce a la victoria!”
 
Para finalizar, Fidel precisa algunas valoraciones sobre su viaje:
 
“Consideramos que de las impresiones de nuestro viaje, estas son las conclusiones más importantes, la idea del rol que Cuba está jugando, la idea de la lucha que tenemos por delante, la necesidad de conducirla con valor y con inteligencia y la necesidad de trabajar muy duro, de redoblar el esfuerzo”.
 
Aún resonaban las palabras de Fidel cuando, en todos los barrios del país, los vecinos reunidos espontáneamente fundaban los primeros Comité de Defensa de la Revolución.
 
* Todas las citas del discurso están tomadas del periódico Revolución, 29 de septiembre de 1960.