Artículos

El bravo mambí y el joven abogado

A aquel Cienfuegos, en el que defendió a sus jóvenes estudiantes en 1950, siempre regresó Fidel; hoy, en 26, está ahí, en la obra de un pueblo protagonista de sus éxitos y sus virtudes. Foto: Arlin Alberty Loforte
A aquel Cienfuegos, en el que defendió a sus jóvenes estudiantes en 1950, siempre regresó Fidel; hoy, en 26, está ahí, en la obra de un pueblo protagonista de sus éxitos y sus virtudes. Foto: Arlin Alberty Loforte

Fecha: 

25/07/2022

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

Fidel siempre halló en la historia patria brújula, sustento e inspiración para llevar adelante la gigantesca batalla por transformar la realidad de Cuba. Martí lo llevó al Moncada; Gómez y Maceo a extender la insurrección emancipadora a toda la nación, y antes, al saber traicionado el repique libertador de Céspedes, retomó el símbolo de la campana del ingenio Demajagua para denunciar la podredumbre de los políticos en la república neocolonial.
 
En el mismo comienzo de las palabras que dirigió a los cienfuegueros concentrados el 26 de julio de 1984, en ocasión de conmemorar el trigésimo aniversario de la gesta moncadista, su vocación por honrar a quienes abonaron la ruta de  la libertad puso de relieve un nombre: «Siempre recuerdo con admiración  –afirmó– a un ilustre hijo de Cienfuegos, destacado jefe mambí: José González Guerra, no suficientemente recordado ni conocido, que libró brillantes combates contra las fuerzas españolas en esta región, hasta caer heroicamente en la guerra de 1868».
 

Foto: Jorge Oller

Ante el llamado de la Junta Revolucionaria de Las Villas a sumarse a la insurrección anticolonial iniciada en el oriente el 10 de octubre de 1868, González Guerra respondió el 7 de febrero de 1869. Pocos días después comienza a evidenciar su liderazgo al comandar la pequeña tropa que interrumpió la línea férrea que comunicaba a Cienfuegos con Santa Clara.
 
Por entonces, no pocos en la zona depusieron las armas ante las embestidas de las fuerzas coloniales. González Guerra no solo resistió, sino confirmó sus convicciones. Dirigió sus pasos, junto a aguerridos seguidores, hacia el este de la Isla, donde, como soldado fiel y con máxima disposición combativa, se puso, sucesivamente, a las órdenes de Ignacio Agramonte y Máximo Gómez, a quienes secundó y, por méritos propios, ascendió hasta alcanzar el grado de brigadier. Fue destacada su participación como oficial al frente de tropas en batallas memorables como las de La Sacra, Palo Seco y Las Guásimas.
 
De vuelta a la región central, Gómez lo responsabiliza con renovar la chispa libertaria en las cercanías del Cienfuegos. El primer día de febrero de 1875 enfrenta a un contingente español fuertemente armado, a unos 22 kilómetros de la ciudad sureña, en un lugar conocido por Manaquitas, próximo a San Fernando de Camarones. Con ímpetu indetenible organizó una carga al machete que dejó perplejos a los efectivos peninsulares.
 
Herido después, en otro enfrentamiento, contrajo tétanos. En las rudas condiciones de campaña, falleció el 28 de febrero de 1875.
 
Atento a los ejemplos de heroísmo y consagración, José Martí lo evocó con estas palabras: «Era cienfueguero admirable, de valor, de constancia, de infatigabilidad y de amor a sus soldados». 2.
 
A la Sierra Maestra llegó de inmediato el eco de la sublevación del 5 de septiembre de 1957 en Cienfuegos, del heroico comportamiento de gente de pueblo y marinos insurrectos, de la connotación simbólica que adquiría el suceso para la lucha contra la tiranía.
 
La ciudad al centro sur de la Isla ya estaba registrada en la biografía combativa de Fidel. El 12 de noviembre de 1950 había sido apresado por efectivos del ejército, que reprimieron una protesta estudiantil contra las arbitrariedades del Ministro de Educación.
 
Fidel acababa de graduarse como Doctor en Derecho, Licenciado en Derecho Diplomático y Licenciado en Derecho Administrativo, en la Universidad de La Habana. El centro de altos estudios expidió el diploma acreditativo el 13 de octubre, y el 10 de noviembre lo hizo valer al inscribirse en el Colegio de Abogados de La Habana.
 
Apenas 11 días después está en Cienfuegos, para apoyar a los alumnos del Instituto de Segunda Enseñanza en el acto de repulsa a las medidas del Ministro, que afectaban los intereses de los estudiantes de bachillerato, y a las represalias tomadas contra los líderes de la protesta, entre ellas la expulsión de René Morejón, presidente de la asociación. Quedó instalado el Comité Pro Defensa de los Estudiantes de la Segunda Enseñanza, que convocó a un mitin el día 12, frente a la institución docente, para el cual tramitaron el permiso correspondiente con las autoridades municipales.
 
A fin de apoyar el movimiento, se trasladó a Cienfuegos una delegación de la Federación Estudiantil Universitaria, encabezada por Fidel, a la sazón todavía presidente de la Asociación de Estudiantes de Ciencias Sociales, y en la que estaba Enrique Benavides, delegado de la Escuela de Derecho.
 
Cuando todo se hallaba a punto para el mitin, la policía revoca la autorización. Órdenes superiores del Ministerio de Gobernación que anula el permiso de la alcaldía. Para Fidel y los líderes de la Asociación cienfueguera era inadmisible el intento de acallar la justa demanda. Deciden marchar al Parque Martí, frente al Ayuntamiento, para que sus voces sean escuchadas.
 
Fidel y Benavides tratan de convencer a las autoridades policiales acerca de la legitimidad del acto; pero estas, en un arranque de prepotencia y soberbia, arrestan a los dos jóvenes y los remiten a la Audiencia Provincial de Santa Clara, para que fueran encausados. El acto se realizó contra viento y marea, y la represión se hizo sentir. (Cuento un pasaje familiar que tiene que ver con lo que allí sucedió. Mi padre, Ñico de la Hoz, empleado del Ayuntamiento, transitaba por el lugar junto a mi madre y mi hermano mayor, que cumplía tres años. Al notar el acoso policial a los estudiantes, intercedió por estos y se ganó que un cabo le asestara un porrazo en la cabeza. El paseo terminó en la Casa de Socorro, con una decena de puntos para contener la hemorragia).
 
El Comandante en Jefe evocó la protesta estudiantil y su detención, en el acto moncadista de 1984: «Aquí me arrestaron las fuerzas del ejército, me acusaron de agitador, de subversivo, y me remitieron al Tribunal de Urgencia de Santa Clara, donde fui juzgado».
 
El 14 de diciembre de 1950 compareció en la Audiencia. Fue la primera vez que como abogado asumió su autodefensa. Un testigo de la vista, también abogado, Benito Besada, ofreció el siguiente testimonio al colega Aldo Isidrón del Valle, quien fue uno de los fundadores del diario Granma:
 
«La característica de aquella autodefensa es el valiente ¡yo acuso! de Fidel. Pronunció una alocución violenta; apasionada denuncia contra la política corrupta del régimen de Prío; la falta de garantías constitucionales; la malversación de nuestras riquezas; el asalto a los sindicatos por pandilleros y otros males que sufría Cuba. Fidel apenas se refiere a los cargos que a él le imputan; emplaza a los gobernantes priístas. Es un ataque valiente y honrado. [...] El público en la sala está visiblemente conmovido. Jamás en la Audiencia de Las Villas se había hablado en esos términos, no existían antecedentes ni se creía posible que alguien se pronunciaría de esa forma. El Tribunal también recibió el impacto del ¡yo acuso! de Fidel; era algo absolutamente nuevo un acontecimiento ante el cual hubo una reacción de asombro y admiración».
 
Tres años después, tras liderar el asalto al Cuartel Moncada, Fidel volvió a ejercer su autodefensa conocida por la enunciación de una frase definitoria: La Historia me absolverá.