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El primer paciente reanimado del doctor Brayan Branca

Fecha: 

29/01/2011

Fuente: 

Periódico Granma
Momento en que el médico uruguayo Brayan Branca Sampayo conversa con Fidel, el 25 de diciembre pasado, en el hospital de referencia comunitaria de L’Estere, del proyecto Cuba-Venezuela, transformado en unidad de tratamiento del cólera.A sus 30 años de edad, el uruguayo Brayan Branca Sampayo, por cuyas venas corre también sangre brasileña, nunca pensó que tras graduarse el año pasado en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) de La Habana, tuviera que aplicar, casi de forma inmediata, todo lo aprendido en los seis años de la carrera.

Menos imaginó que el primer paciente que rescatara de la muerte fuera en el Haití de nuestros días, desolado por el devastador terremoto de hace un año y una letal epidemia de cólera que ya ha cobrado la vida de casi 4 000 personas en apenas cuatro meses.

Relata que en su primera semana de enfrentamiento al cólera en la unidad de tratamiento del hospital de referencia comunitaria de L’Estere, en el central departamento de Artibonite (conocido por su arroz y su caótica marché o mercado popular informal), le llegó un paciente de unos 22 años en estado severo de deshidratación. Recuerda que atendía el turno con la doctora Sandra Medina, de Bolivia.

"Logramos canalizarle una vena para suministrarle el medicamento indicado, cuando el muchacho hizo un paro cardiorrespiratorio.

"Inmediatamente le aplico masajes cardiacos para reanimarlo, mientras la doctora Sandra, también residente de medicina general integral, trataba de incrementar el flujo del líquido de rehidratación a su torrente sanguíneo.

"Estuvo varios minutos clínicamente muerto, sin respiración, ni frecuencia cardiaca, ni pulso central, nada¼

El doctor Branca comenta ahora con expresión de incredulidad que lo sacaron del paro y le estabilizaron su función cardiaca.

Destaca que lo más llamativo es que a las cuatro o cinco horas el muchacho salió del hospital de campaña caminando por sus propios medios.

Único que pudo estudiar una carrera universitaria de sus siete hermanos, Branca afirma que de solo acordarse de esos hechos se le eriza la piel.

Tras calificar a los haitianos de amigables y agradecidos, en medio del drama de pobreza y destrucción de su país, manifiesta que salvarle la vida a ese joven es la retribución más grande para cualquier médico y "dice mucho de la calidad de la formación en la escuela cubana de medicina".

En Haití desde febrero, adonde llegó como parte del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve, considera que la práctica ha demostrado la validez de esa "tropa de Fidel" conocida por su pericia técnica en China, Guatemala, Indonesia, Bolivia, Chile y Paquistán.

DIÁLOGO CON FIDEL

Pero este "charrúa", apasionado al fútbol e hijo de la patria del prócer José Gervasio Artigas, tiene otra anécdota: "Mi conversación con Fidel, el 25 de diciembre del pasado año, uno de los días más maravillosos de mi corta vida", refiere con emoción.

Asegura que siempre se preguntó qué se sentiría hablar directamente con el Jefe de la Revolución cubana y que cuando llegó el momento le temblaba todo el cuerpo. "Y conversando con él se siente como si fuera un abuelo, que te habla con esas palabras dulces, de aliento y de apoyo".

En nuestra conversación interviene el paraguayo Juan Carlos Armoa Montenegro, uno de los pioneros de los grupos de pesquisa activo en la búsqueda de enfermos del peligroso mal en las remotas montañas del Plateau Central, en la deforestada Artibonite.

Él fue otro de los 12 graduados de la ELAM que el 25 de diciembre conversó con Fidel, quien ha estado pendiente en todo momento de la labor de la Brigada Médica cubana en Haití en el enfrentamiento al cólera.

"Fue un privilegio, un sueño cumplido", dice Armoa, que revela que nuestro Comandante en Jefe lo sorprendió al preguntarle en guaraní, una lengua indígena y oficial en esa nación sudamericana junto al castellano, Mba’cichapa (¿Cómo estas?). Del nerviosismo y la emoción le respondió en español ¡Bien! y no Ipora como correspondía en esa lengua originaria. Fue un momento especial, concluye.