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En silencio tuvo que ser

Fecha: 

10/07/2012

Fuente: 

Granma

Nadie supuso el 16 de agosto de 1952 que 11 meses después, un grupo de jóvenes revolucionarios comandados por el joven abogado Fidel Castro, asaltaría los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo (Monumento Nacional). Sin embargo, aquel día de agosto del año anterior al asalto, Fidel hacía distribuir un manifiesto en el Cementerio de Colón, con motivo del primer aniversario de la muerte del doctor Eduardo Chibás, fundador del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) en el cual advertía que "el momento es revolucionario, no político". 

Al día siguiente, el 17 de agosto, el joven Abel Santamaría escribía: "Una revolución no se hace en un día pero se comienza en un segundo. Hora es ya, todo está de nuestra parte (¼ ) cada uno escoja la trinchera donde mejor pueda servir". Para los representantes de los partidos tradicionales, e incluso para los mismos personeros del "régimen de facto", como se denominaba en ese momento el gobierno producto del golpe de Estado de Batista el 10 de marzo, fueron palabras nulas, aunque las conocieran. Nadie tomó en cuenta ese llamado explícito sobre la forma en que se debía enfrentar la dictadura y que sería poco tiempo después la heroica acción del Moncada y Bayamo.

La coincidencia en el método a seguir para sacar a Batista del poder por parte de Fidel y Abel, de hecho estaba fundada en la idea insurreccional, como única vía en esas circunstancias y condiciones políticas específicas de Cuba.

Ellos se habían conocido en Prado 109, como militantes ortodoxos y habían coincidido antes (1 de mayo de 1952) en un acto celebrado también en el cementerio de Colón, en recordación del obrero Carlos Rodríguez, caído antes del 10 de marzo, en una manifestación obrera reprimida durante el gobierno de Carlos Prío.

Jesús Montané Oropesa recordaba que la primera gestión que Fidel y Abel realizaron juntos, dirigida para lo que sería el planeamiento de una acción futura, había sido un viaje al municipio de Colón, donde vivía el doctor Mario Muñoz, médico y radioaficionado a quien le solicitaron la instalación de una pequeña planta de radio, que sería clandestina, la cual se hizo realidad pero apenas fue escuchada, pues tenía un campo emisor muy reducido en el Vedado y finalmente fue detectada. Ese viaje a Colón, según Montané, lo realizó Fidel en el automóvil de Abel Santamaría y fue donde comenzó a cohesionarse, indisolublemente, la acción de ambos hacia un mismo fin.

Pronto el apartamento donde vivía Abel en un edificio de 25 y O, en el Vedado, junto a su hermana Haydée, se convertiría en el centro de trabajo clandestino del Movimiento que se conocería después con el nombre de Generación del Centenario, por consolidarse justamente en el año del Centenario de José Martí. Entre los primeros que visitaron aquel apartamento, hoy Museo Abel Santamaría, estaría Raúl Gómez García, maestro y dirigente sindical, del colegio privado Baldor y entre los primeros integrantes de la Dirección. Gómez García había fundado antes, con otros compañeros, el pequeño periódico clandestino Son los mismos, que se fundiera muy pronto con otra idea de Fidel, plasmada en El Acusador; periódicos uno y otro, impresos en mimeógrafo.

La captación y organización de una vanguardia revolucionaria numerosa y nueva, con toda su complejidad, no serían conocidas por fuerza antibatistiana alguna, ni por los servicios secretos castrenses. Tanto fue así que en vísperas de la partida hacia Santiago, el propio doctor Fidel Castro se personó, en calidad de abogado, en el Buró de Investigaciones para interesarse por alguien, sin que despertara sospecha, ha relatado Melba Hernández.

El Movimiento que se alzaría en armas fue cuidadosamente organizado en células revolucionarias secretas y tan discretas en su actuación que la composición y movimiento de estas solo eran conocidos por Fidel y Abel.

Una razón más para que en la madrugada del 26 de Julio de 1953, Fidel expresara a sus compañeros que Abel Santamaría Cuadrado era el segundo jefe del Movimiento y determinara que comandara la retaguardia del Moncada, junto al doctor Mario Muñoz, las dos mujeres: Haydée Santamaría y Melba Hernández; Raúl Gómez García y otros jóvenes porque era Abel quien lo sustituiría de no lograrse el asalto por sorpresa, planeado, y él pudiera caer en la acción.

El Movimiento de la Generación del Centenario integrado en esas células, realizó prácticas de tiro en diversos lugares de la antigua provincia de La Habana, como Calabazar, así como en Artemisa, Guanajay e incluso en el Club de Cazadores del Cerro, centro de tiro deportivo privado de cierta elite al que tuvo acceso el joven Pedro Miret Prieto y hasta en el Salón de los Mártires de la Universidad de La Habana. Además, contó con una vanguardia en solitario, Renato Guitart, quien vivía en Santiago de Cuba, sin que jamás se filtrara que estaba en gestación, y próximo a accionarse, el asalto a la segunda fortaleza militar de la dictadura en Santiago y el cuartel de Bayamo.

Entonces, Fidel, excandidato a Representante a la Cámara por la Ortodoxia en las frustradas elecciones de 1952, era para todo el mundo el joven abogado de la ortodoxia establecido en un bufete con dos colegas del ramo: Azpiazo y Rassende, en la calle Tejadillo, para atender Asuntos Civiles, fundamentalmente.

Sin embargo, la madrugada del 28 de enero de 1953, más de 1 000 jóvenes del Movimiento marchaban junto a los estudiantes y el pueblo con antorchas encendidas, y lo hicieron también a lo largo de la calle San Lázaro vía Parque Central, a plena luz del sol: esa fue la manera más contundente que tuvo el rebelde Fidel de comprobar cuán organizada estaba la convocatoria de las células del Movimiento revolucionario que dirigía, aparentemente apartado de los acontecimientos políticos.

Martí sería proclamado por el doctor Fidel Castro, acusado y acusador en el juicio del Moncada por las acciones del 26 de Julio, como el único "autor intelectual del Moncada". Hasta en este extremo martiano de que "en silencio ha tenido que ser" fue reivindicado el Apóstol de la Independencia, en el centenario de su nacimiento, hace 59 años.