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Eterna presencia

Doctora Pura Avilés
Doctora Pura Avilés

Fecha: 

03/12/2016

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

Estos días he visto a más de un hombre llorar. Una mujer caer de rodillas. He visto velas, altares, flores en tu nombre, Fidel. Te he visto, como las estampas de los santos, adherido a la puerta, justo en el umbral de una casa. Y es que, no sé si el paisano de otra isla o de otro mundo lo entienda, pero los de aquí, los de esta tierra, los de mi generación y los que me antecedieron, nacimos venerándote a ti, al hombre que con apenas 30 años se fue a la Sierra a hacer una Revolución. Al fondo de cada uno de nosotros hay una historia, una impresión, una despedida, que no queremos callar.
 
HUMANISMO, FIDELIDAD E INTELIGENCIA
 
Cada encuentro que sostuvo la doctora Pura Avilés con Fidel devino lección inolvidable. Pero en los hechos que forman un sólido manojo de recuerdos, otorga un sitio prominente el comportamiento del líder de la Revolución cuando un equipo de los mejores médicos del país hizo todo lo posible por salvar a Rolando Pérez Quin­tosa, joven combatiente del Mi­nis­terio del In­terior, herido de muerte en un brutal ataque a manos de contrarrevolucionarios.
 
Narra esta mujer reconocida con el título de Heroína del Trabajo de la República de Cuba que durante 37 días atendieron al paciente. Todo ese tiempo tuvieron la oportunidad de contactar con el Comandante en Jefe, quien preguntaba con insistencia sobre el estado del muchacho.
 
«Uno de esos días lo vio quejumbroso y nos expresó: No debe sufrir ¡No lo merece!». Tratamos de convencerlo que era inevitable. Entonces se marchó triste y muy disgustado. No había pasado una hora y estaba de vuelta. Yo estaba sentada y miraba ocasionalmente al piso. De repente vi frente a mí unas botas y me percaté que era Fidel. Se había escapado de una reunión y llegó manejando al hospital Naval. Encontró dormido a Pérez Quintosa y dijo: ¡Así es como debe estar!».
 
Para Pura fue una reacción paternal, en la que igualmente revelaba la fidelidad a sus combatientes, salidos del pueblo al que otorgó todos los méritos de las victorias logradas por la Revolución que él condujo con arrojo e inteligencia.
 
«Hubo otros momentos muy significativos. Estuve en el VII Forum Nacional de Ciencia y Técnica y obtuve premio relevante. A partir de ese momento, y hasta la edición XIII, fui parte de una de las comisiones responsables de evaluar los trabajos en discusión. Eran impresionantes las discusiones con Fidel en cuanto a los principales premios.
 
«Cada vez que se llegaba a la conclusión de otorgar uno, había que convencerlo con argumentos sólidos. Hacía cuestionamientos profundos porque dominaba los más diversos temas. Abordaba todas las aristas. Por esa agudeza, por esa inteligencia permanecerá presente en todo el mundo y particularmente entre los cubanos».
 
 

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ÉL ME DIO FUERZAS PARA SEGUIR
«Nadie me conoce mejor, sabe que soy una mujer franca y orgullosa de su Revo­lución. Verlo así, luchando todavía, me da mucha fuerza y optimismo para vivir y continuar defendiendo los mismos ideales».
 
Fueron las palabras que encontró la ce­naguera Nemesia Rodríguez Mon­tano, al hablar de su relación con Fidel al término de un breve diálogo en marzo del actual año, a escasos días de conmemorarse el aniversario 55 de la victoria de Playa Girón.
 
Ocho meses después, la triste noticia sobre la partida del hombre tenaz y resuelto deja una profunda marca. «Es la peor de las noticias. Ahora mismo hay un dolor inmenso en la familia, él tuvo una importancia muy grande para nosotros, era como el segundo padre, siempre estuvo cada vez que lo necesitamos», expresó visiblemente emocionada.
 
Esta cenaguera inspiró el épico poema Elegía de los zapaticos blancos, del Indio Naborí, una nota alta y humana que recoge los sucesos de abril de 1961.
 
Hija de carboneros y símbolo ella misma de la victoria cubana contra la invasión mercenaria, reconoció las extraordinarias dotes de todo género de Fidel y destacó sobre todo su apego por los más humildes.
 
Recordó la fecha del 24 de diciembre de 1959, cuando Fidel decidió pasar la Noche­buena con los carboneros de la Ciénaga de Zapata, la primera vez en la historia de Cuba que un Jefe de Estado compartía con los trabajadores más ex­plotados y olvidados de la nación.
 
Destacó además la vocación internacionalista, solidaria y de justicia social del Co­mandante en Jefe, y dijo que la última vez que lo vio y tuvo la oportunidad de saludarlo fue cuando asistió como invitada a la clausura del 7mo. Congreso del Partido Comunista de Cu­ba.
 
No podré olvidarlo jamás, por mucho tiempo que transcurra. Su recuerdo quedará grabado en mi memoria para siempre. Con su cariño y generosidad supo alentarme a mí y a mi familia en los peores momentos, los más tristes.
 
Por la influencia que ejerció en mí sé que en lo adelante los mayores tenemos la misión de imprimirle fuerza a los más jóvenes, quienes con su ejemplo deberán echarse encima la obra colosal que él emprendió con tanto sacrificio.
 
 

Frederich Cepeda Foto: José Alberto Rodríguez

SIENTO A FIDEL COMO UN PADRE
 
De todos los recuerdos que Frederich Cepeda Cruz guarda de Fidel, ninguno es comparable con aquel elogio de puño y letra que el líder cubano le dedicara al toletero espirituano en una reflexión, a propósito del III Clásico Mundial de Béis­bol, publicada el 17 de marzo del 2009.
 
En honor a la verdad, Cepeda venía destrozando a los lanzadores contrarios en aquella competencia de altísimo nivel y el periodista que siempre fue Fidel tuvo a bien reconocerlo en el penúltimo párrafo de su reflexión La importancia moral del Clásico, un honor que el atleta guarda con categoría de tesoro.
 
«Contamos con un modelo a seguir en nuestro equipo —escribió Fidel entonces—: la increíble serenidad y seguridad de Ce­peda, a quien deseo rendir homenaje en esta reflexión, por sus proezas. No ha variado en lo más mínimo su eficiencia deportiva des­de la primera vez al bate en el Clásico. Ayer cuando teníamos cinco carreras contra México, cuatro las había impulsado él…»
 
Más de una vez estuvo Cepeda frente a frente con Fidel, más de un elogio, más de un consejo. «Cuando nos íbamos para el primer Clásico nos reunimos con él, estuvo como cuatro horas de pie frente a nosotros que estábamos sentados, era admirable su resistencia, nos habló de cuando él jugaba, preguntó por cada uno de los atletas, hasta por los retirados y nos dijo que para él, hiciéramos lo que hiciéramos, íbamos a regresar a la patria victoriosos».
 
¿Dónde está Cepeda?, se le escuchó decir más de una vez a Fidel, que lo mismo alababa al capitán del Cuba por su serenidad para esperar los lanzamientos, que por sus dotes como comunicador, o le espetaba de sopetón que tenía sobradas condiciones para ser el gobernador de California.
 
Por todo ello quizá cuando el pasado viernes por la noche el espirituano sintió que se le movió el piso con la noticia que Cuba no quería escuchar, desenfundó su móvil y llamó de inmediato a Tony, quien, además de su amigo, también como médico del team Cuba ha tenido que lidiar con sus dolencias y sus lesiones de atletas.
 
—Sí hermano, es así, ya no está nuestro padre, le dijo Antonio Castro desde La Ha­bana.
 
«Siento a Fidel como un padre, Tony y él siempre mostraron conmigo una gran amistad, en mis años de gloria en el equipo Cuba y también en momentos difíciles», confiesa el deportista quien acudió como miles de cubanos a rendir tributo al guía y a plasmar su firma en el solemne juramento de cumplir el concepto de Revolución, esbozado por el Comandante en Jefe el 1ro. de Mayo del 2000, expresión de la voluntad de dar continuidad a sus ideas.
 
 

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UN COMBATIENTE DEL CHE QUE TAMBIÉN ADORA A FIDEL
 
Luis Monteagudo confiesa que, al rememorar la muerte del Che y ahora la de Fidel, siente una honda pena en el alma porque a los dos los conoció muy de cerca, y con ambos tuvo la oportunidad de compartir trascendentales momentos de la historia.
 
Con el Che estuve en la contienda librada por él y un grupo de guerrilleros en el Congo. Allí yo era Angalía, que en swahili significa mirar bien o mirar con cuidado. Fueron ocho meses en las condiciones más difíciles, cercados por la desorganización, el tribalismo y las disputas entre los mandos militares del Ejército de Liberación del Congo, dice.
 
Recuerda con tremenda lucidez el mo­mento en que fue captado como combatiente internacionalista: «Era enero de 1965. Al­guien llegó a la unidad militar donde nos en­contrábamos y me preguntó si estaba dispuesto a colaborar con la liberación de cualquier país, a cuya petición accedí de inmediato. Luego, por tres meses fuimos sometidos a un entrenamiento intensivo en la provincia de Pinar del Río, practicando el tiro y a manipular explosivos, entre otras tareas».
 
Y continúa. «A veces Fidel asistía a las prác­ticas de tiro, acompañado por los más altos dirigentes de la Revolución. Un día, en uno de los intercambios, nos dijo que nuestro líder sería un hombre querido y mucho mejor jefe que él. Nosotros nos quedamos intrigados».
 
«¿Mejor que Fidel? Eso resulta difícil», me dije.
 
Angalía rememora asimismo, los consejos del Comandante en Jefe antes de partir, acerca de las condiciones hostiles que encontrarían en el lugar hacia donde iban y la necesidad de cuidar al jefe que llevaban. Luego, al regresar, Fidel los recibió y como él venía con mucha fiebre, le ordenó ir directo al hospital. Era una gente muy humana y de mucho detalle. «De verdad que entre la desaparición del Che y la muerte del Comandante en Jefe no me cabe un dolor más en el pecho».