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Fidel en el corazón de una “Anita” camagüeyana

Fecha: 

05/12/2017

Fuente: 

Radio Cadena Agramonte

Autor: 

Quien visite la calle Corralón, en la localidad camagüeyana de Minas, no sospecharía que Amparo Sánchez Guerrero, con sus 89 años de edad, allí sentada en su máquina de coser, atesora en su corazón testimonios de lo que vivió y sintió por Fidel Castro, a quien cataloga como estratega y constructor del país que es hoy Cuba.
 
Desde que supo de su existencia, sintió que corría por sus venas el patriotismo y la admiración por un hombre que sembró la semilla de futuro para el sector más humilde en la Isla.
 
“Lo primero que sentí por Fidel fue una gran admiración, en aquella época casi nadie tenía acceso a la televisión y supe de su protagonismo en la lucha contra el régimen de Fulgencio Batista por los comentarios de miembros de la lucha clandestina.
 
“Convocada por la dirección nacional del Movimiento 26 de Julio, participé en la huelga general del 9 de abril. Yo era la sanitaria, tenía una caja con medicinas para curar si había algún herido en la comunidad rural de San Ignacio, en Senado, ese fue el primer paso al frente que di por esta Revolución y por Fidel.
 
“Yo llevo sangre mambisa, me siento tan cubana, por eso me integré a las milicias y formé parte del primer contingente de campesinas que fue a estudiar a La Habana.”
 
En su memoria vive el recuerdo del aquel ejército de jóvenes vestidas con pantalón beige y blusa rosada de cuadros, y agradece  al Comandante en Jefe la posibilidad que le dio de formar parte de la primera graduación de la escuela para campesinas Ana Betancourt, donde se preparó como profesora de Corte y costura.
 
“Desde los lugares más intrincados del país llegamos al Hotel Nacional de Cuba como las primeras alumnas de un proyecto de la Revolución naciente, para recibir clases de Corte y costura; fui de la primera graduación, que se realizó el 31 de julio de 1961 y regresé a mi casa a impartir mis conocimientos a muchachas del pueblo.
 
“Luego regresé nuevamente a La Habana y me dieron la tarea de impartir clases en la Ciudad Deportiva, gradué un grupo de alumnas en el teatro Chaplin. Una vez cumplida la misión que se me asignó volví al poblado de San Ignacio y continúe capacitando a las guajiras de la zona.”  
 
Emocionada, Amparo dijo que a partir de ese momento la Revolución  contó con sus brazos para impulsar la tarea de educar, y que el mayor tesoro que recibió y que aún conserva es la máquina de coser que le regaló Fidel para que impartiera los conocimientos adquiridos a las campesinas de pueblo.
 
Las clases de Corte y costura resultaban muy interesantes para las féminas de la Isla, porque la mayoría de las familias eran pobres y humildes, y estudiar un oficio brindó la posibilidad a  las familias del campo y, en particular a las jóvenes, de comenzar a vincular el estudio con el trabajo. Para Amparo la existencia del hombre universal se concreta en Fidel y sus ideales  –asegura— deben existir por siempre.
 
“Cuando Fidel nos habló en la graduación, en la Ciudad Deportiva, nos dijo que nos tenía una máquina de coser para cada una. La mía es marca Unión, la conservo como un tesoro;  él las envió a las cooperativas donde impartiríamos clases para que las mujeres mejoraran su escolaridad y aprendieran un oficio.   
 
“La existencia del hombre universal se concreta  en el Comandante, él ha hecho maravillas por nosotros, no tenemos palabras para agradecerle, tenemos que mantener vivo su legado hasta el final de nuestras vidas y mantener esa firmeza, y que la juventud, inspirada en su ejemplo,  mantengan su obra.”
 
Las “Anitas” significan la mitad del corazón de Amparo, y reconoció que nunca pensó conocer  a Fidel de cerca, ver como cada día las visitaba, conversaba con ellas. Fue como un padre preocupado. Ella cierra sus ojos y las imágenes del Hotel Nacional de Cuba que fue albergue, escuela y el escenario diario de ese proyecto tan humano, vienen a su mente y le hacen saltar una lágrima.
 
Dentro de la estrategia revolucionaria cubana, el propio Fidel dio prioridad a la batalla por el pleno ejercicio de la igualdad de la mujer, y en la mineña Amparo Sánchez Guerrero —como en millones de cubanas— cada día vivirá ese logro de un  gigante de la Historia que tuvo tanta voluntad como aspiraciones en la construcción de nuestro Socialismo.