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Fidel frente a los mercenarios en 1970; otra historia de abril

Fidel en Maisí junto a otros combatientes, entre ellos el Comandante de la Revolución, Guillermo García, durante la operación contra los mercenarios. Foto: Archivo de Granma
Fidel en Maisí junto a otros combatientes, entre ellos el Comandante de la Revolución, Guillermo García, durante la operación contra los mercenarios. Foto: Archivo de Granma

Fecha: 

17/04/2020

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

Los hombres podemos caer, pero las ideas no, dijo Fidel en Maisí, el 19 de abril de 1970, ante los caídos en el enfrentamiento a una expedición mercenarios.

Punta de silencio, Maisí.–Abril de 1970. Días 17, 18,19. Los rencorosos no aprenden, no olvidan. Nueve años atrás, Girón se les trocó en «playa-maldición». Ya habían enfermado de odio; de un odio que siembra terror y mata inocentes. Todavía ese trauma no los deja dormir.   
 
Cuba decretó salud y enseñanza gratuitas; repartió tierras, hizo reformas, nacionalizó, había que castigar ese crimen, eliminar un «germen» tan peligroso, aislar al portador, al hereje. Pero en el intento se aislaron los aisladores, y surgió la idea de cortar el «mal» de raíz: asesinar a Fidel.
 
Contra Cuba lo han hecho todo, y nada lograron. El dolor de ese trauma han querido curarlo hasta con «terapia» de infiltración; fue la receta del 17 de abril de 1970: infiltrar 13 mercenarios. Y no hubo casualidad en la fecha; pretendían devolver el golpe de Playa Girón.        
 
El lugar y el momento le parecían perfectos, porque Cuba, inmersa en la Zafra de los Diez Millones, tenía la mirada en la caña y el oído en los centrales azucareros. Y mientras, calculaban los vándalos, las costas del país permanecían indefensas.
 
El entrenamiento y la recompensa de los rufianes los puso la CIA. Arribaron de noche, por Punta de Silencio, Maisí, junto a la desembocadura del Yumurí, un sitio ideal para la acción de «libertadores» made in Miami, bien armados y muy desalmados.                                                                             
 
«¿A quiénes van a liberar los mercenarios procedentes del país que reparte el crimen por todo el mundo?», ironizó Fidel: «a las jutías (…), a los grillos, a los insectos». Lógico: los «patriotas» de Alpha 66  llegaron a un paraje donde la fauna vive cautiva, entre los encantos de del paraíso que los bandidos pretendían convertir en infierno.      
 
Combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, las Milicias Serranas y el Ministerio del Interior, dirigidos por el entonces jefe del Ejército Oriental, comandante Raúl Menéndez Tomassevich, neutralizaron al enemigo. Fidel no demoró en llegar al lugar.
 
Seis compatriotas cayeron en la operación; ellos son parte de los 3 478 fallecidos y 2 099 incapacitados por agresiones imperialistas, que el pueblo de Cuba denunció en su demanda por daños humanos, presentada contra el gobierno de los EE. UU., en marzo de 1999.
 
Ramón Guevara Montano es uno de los que ofrendaron la vida frente a la vandálica acción; su nombre identifica a una institución baracoense de la salud; su espíritu anima en la pesquisa que ese colectivo realiza en La Primada de Cuba, en busca de otro enemigo silencioso y mortal.
 
Se confirma la sentencia del Comandante en Jefe al despedir a los mártires de Punta del Silencio: «¡los hombres podemos caer, pero las ideas que defendemos no caerán jamás!».