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La energía de un líder único

Fecha: 

25/11/2021

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

El yate Granma zarpa desde Tuxpan, el 25 de noviembre de 1956; son 82 expedicionarios y llevan el compromiso de ser libres o mártires. Muere Fidel,  el 25 de noviembre de 2016, esta vez al frente de una Isla-continente, y con millones de hombres y mujeres abrazados a su Revolución.
 
Sus  mortales cenizas reposan dentro de una piedra, poderoso símbolo que nos recuerda los mitos de pueblos ancestrales, que reconocen en las piedras la presencia de las almas, que siguen vivas; ahora la obra y el pensamiento de Fidel son territorio de lucha ideológica y cultural.
 
¿El primer gran desafío de Fidel?  Intentar una Revolución emancipadora  y de justicia social, a 90 millas del imperio más poderoso que haya existido sobre la tierra. Luego, el otro dilema colosal: ¿Cómo desarrollar una economía que había dependido de Estados Unidos, si ese Gobierno establece un bloqueo que nos condena a la asfixia por falta de recursos?
 
El mérito de derrotar a la dictadura de Batista había sido grande, pero al reconocer Fidel el 8 de enero de 1959 que, a partir de aquel momento, todo sería más difícil, contemplaba el riesgo de asumir la total independencia para no ser colonia de nadie. Parecía imposible enfrentar las agresiones yanquis, que combinó el bloqueo económico con otras formas de terror. El pueblo cubano ha logrado resistir y acumular sus propias victorias, y al frente de esa gran proeza está Fidel. Ahora que  ya no  se encuentra físicamente entre nosotros, es preciso asumir sus lecciones para continuar haciendo la Revolución. Fidel sabe que ella no es posible sin el pueblo, por eso las medidas económicas tienen que seguir considerando siempre cómo repercuten en el tejido social del país. No teme hablar de los errores, y defiende  la verdad, los principios, el peso definitivo de la ética.
 
Esto nos dijo Fidel: «Armar la unidad es  asunto que define la existencia misma de la Revolución. Ser ejemplo y estar donde el pueblo trabaja y sueña; defender el amor desde la política que se esfuerza por la justicia y la felicidad, en un país bloqueado por gobernantes imperiales que no perdonan nuestra osadía libertaria».
 
Por eso y más, no basta con colgar de las paredes el concepto de Revolución que nos legara una mañana de mayo desde la tribuna de la Plaza de la Revolución; es preciso convertir su mensaje en práctica revolucionaria, en ejercicio de heroísmo cotidiano.
 
Ahora el genio del líder es un esfuerzo colectivo con muchos rostros y nombres. Una nación tan pequeña tiene dos hombres  grandes: Martí y Fidel. Las reservas morales de ese legado son patrimonio espiritual de la Revolución Cubana.
 
Cuando Eduardo Galeano escribió Espejos, una historia casi universal, entre sus páginas aparece Fidel; pone el escritor sobre el balance los juicios críticos de lo que dicen sus enemigos, y también lo que callan: «Pero sus enemigos no dicen que no fue por posar para la historia que puso el pecho a las balas cuando vino la invasión; que enfrentó los huracanes de igual a igual, de huracán a huracán; que sobrevivió a 637 atentados; que su contagiosa energía fue decisiva para convertir una colonia en patria… Y no dicen que a pesar de todos los pesares, a pesar de las agresiones de afuera y de las arbitrariedades de adentro, esta Isla sufrida pero profundamente alegre, ha generado la sociedad latinoamericana menos injusta…».
 
Esa energía revolucionaria ratifica que las ideas no pueden ser rotas por la proa de acorazados imperiales o la contrarrevolución, porque la Revolución crecida tiene delante a quien se batió por los humildes de la tierra: Fidel.