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La huelga que marcó el mes de abril

Fecha: 

10/04/2019

Fuente: 

Periódico Sierra Maestra

Autor: 

Un momento inolvidable de los últimos meses de la lucha contra la tiranía de Fulgencio Batista en Cuba lo constituyó la Huelga del 9 de abril.
 
Uno de sus antecedentes fue la huelga espontánea que surgiría entre el pueblo santiaguero desde el 30 de julio y hasta el 5 de agosto de 1957, con motivo del asesinato del líder revolucionario Frank País García. En diversas ciudades del país, más de 100 luchadores, incorporados en su mayoría a células clandestinas, perdieron la vida los días 9 y 10 de abril de 1958. Pero el objetivo final, derrocar definitivamente al dictador, no se logró. Hagamos una radiografía del hecho.
 
La dirección nacional del Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7) empezó a trabajar en la organización de esta y en noviembre de 1957 el boletín Vanguardia Obrera, órgano oficial de la sección obrera de esa organización, llamó a todos sus componentes a la constitución del Frente Obrero Nacional (FON). Mientras, en la Sierra Maestra, Fidel se reunía con la dirección nacional del Movimiento para analizar a fondo las condiciones objetivas y subjetivas existentes.
 
El 12 de marzo de 1958 se redactó un documento llamado Del Movimiento al pueblo de Cuba, también conocido como De los 21 puntos, donde se reconocía que estaban creadas dichas condiciones. También se puntualizaba que el Movimiento, a través del FON, dirigiría y coordinaría todas las acciones de la huelga, así como la continuidad de la lucha si después de derrocado el régimen, el poder lo asumía una junta militar. Igualmente se planteaba que, una vez depuesto el tirano, el Ejército Rebelde y las milicias se encargarían del control y el orden público.
 
Semanas más tarde, el 26 de ese mes, Fidel elaboró otro llamamiento titulado Del Movimiento a los trabajadores; en el cual convocaba a todos, independientemente de su filiación política, pues estaba enterado de las manifestaciones de sectarismo que suelen aparecer en casos similares.
 
Dos días después, la dirección nacional se reunió en Santiago de Cuba para fijar la fecha. Tras prolongado debate, acordaron convocarla para el 9 de abril, tiempo suficiente para recibir la aprobación de Fidel que se encontraba en la Sierra, y un cargamento de armas que se esperaba del exterior. En La Habana se instaló una radio clandestina, en un edificio de la calle 15, entre K y L, en el Vedado, para hacer el llamamiento a las once de la mañana. También comenzó la organización de los comandos armados que apoyarían a los huelguistas, mas por esos días el aparato represivo del régimen en la capital capturó y asesinó a varios jefes de los más importantes, entre ellos a Sergio González López, el Curita, y Julio Ifraín Alfonso Liriano, Cheché.
 
Hubo acontecimientos importantes en Santiago de Cuba, donde René Ramos Latour, alias Daniel, encabezó un infructuoso ataque al cuartel de la cárcel de Boniato. También en el I y el III Frentes se realizaron actividades en apoyo al Movimiento en las ciudades. Sin embargo, Guantánamo fue el territorio que más resistió, con la ayuda del II Frente Frank País. En La Habana sucedieron hechos importantes, pero los sectores fundamentales no se paralizaron: el transporte, las comunicaciones, o el servicio eléctrico, excepto en una parte de la ciudad.
 
En esta zona, el lugar que más tiempo se mantuvo en huelga fue en Sagua la Grande, donde la guardia rural se replegó a sus cuarteles y los revolucionarios pudieron tomar la ciudad. Alrededor de las cinco de tarde, al conocer que el movimiento había fracasado en la capital, la guardia rural se lanzó a las calles y emprendió una brutal represión.
 
Finalmente, la Huelga fracasó en su objetivo principal, pues Batista seguiría algunos meses más en el poder. Estos fueron analizados el 3 de mayo, en Altos de Mompié, donde se retomó la estrategia de insurrección armada como fundamental, secundada por una huelga general revolucionaria. Desde ese día la dirección nacional radicó en la Sierra, con Fidel como Comandante en Jefe del Ejército Rebelde y las milicias del Movimiento, y secretario general del MR-26-7.
 
En la reunión se concluyó que, sobre todo en la capital, no se contó con los jefes de los comandos entrenados, por haber sido asesinados, y por lo tanto, desde el punto de vista armado fue imposible contrarrestar al aparato represivo. También afectó lo repentino del llamamiento y la hora de este, pues a las once de la mañana ya todos estaban en sus centros de trabajo, donde escuchar una emisora de radio revolucionaria era impensable.
 
Las armas tan esperadas llegaron ese mismo día por la noche, en la expedición de El Corojo, desembarcada en La Coloma, pero fueron capturadas por la tiranía. Uno de los factores que más daño hizo fue que se trató de capitalizar la conducción de la huelga a través del Movimiento, es decir, se pensó de una manera sectaria. No hubo la necesaria unidad con el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el Partido Socialista Popular.
 
Tras el revés ocurrido, Fidel envió una carta a Faustino Pérez, el 27 de abril, donde le decía: “Tengo la más firme esperanza de que en menos tiempo de lo que muchos son capaces de imaginar, habremos convertido la derrota en victoria”. Y así fue.