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La libertad no pudo ser encarcelada

Fecha: 

00/05/1975

Fuente: 

Revista Bohemia
Apenas algún comentario entre el zumbido de motores de aquellos DC-3 que dos horas antes dejaron atrás la imponente orografía oriental y una fecha definitiva en nuestra historia.

En banquetas laterales, espaldas a las ventanillas, esposados en parejas por las muñecas, aquellos 26 hombres y aquellas dos mujeres sintetizaban, prisioneros, la esperanza de libertad de todo el pueblo.

Inquietud. Dolor. Atrás, en Santiago, encarcelado solo, Fidel Castro. Atrás, en Santiago, junto a José Martí, sus compañeros muertos.
Hacia adelante, el futuro. Y La Habana, de donde habían partido cuando eran 165 tres meses antes. Y, en La Habana, La Cabaña, una fortaleza militar de la colonia española a la que correspondía ser presidio político. Así, al menos, en la sentencia dictada contra ellas. Los dos aviones militares, sin embargo, arquearon rumbo hacia el sur por el golfo de Batabanó en un lazo bajo las nubes sobre la minúscula Sierra de Colombo.

Sólo uno de aquellos hombres no tuvo que preguntarse hacia dónde los llevaban. La visión de la Punta del Palmar, donde el río Las Casas diluye en el mar sus doce kilómetros de agua, la sajona cuadrícula urbana de Nueva Gerona, el microscópico vallecillo de El Abra, las canteras de mármol y, finalmente, el cenagoso yerbazal allende el cerro de Guanábanas integraban las imágenes infantiles de Chucho Montané, aquel muchacho que salió un día de la isla pequeña hacia la grande, y se hizo contador, y ortodoxo, y junto a Abel y Fidel, miembro de la Dirección del El Movimiento, y asaltante al Moncada, y ahora...

—Aterrizamos en una pista polvorienta y al bajarnos por la escalerilla del avión nos tosíamos con el teniente "Perico". Era flaco, alto, ligeramente encorvado, de nariz aguileña y rostro surcado por arrugas, que usaba siempre unos espejuelos oscuros y en el bolsillo de atrás del pantalón portaba un látigo de esos conocidos por "bicho de buey" y en la cintura un revólver de reglamento de la guardia rural —memoriza Israel Tápanes.

—La recepción no fue nada agradable. Con tono autoritario nos puso en fila india, nos contó y nos condujo hacia un ómnibus cerrado. De allí partimos hacia el presidio.

RUTINA EJEMPLAR

Simétrica distribución, la arquitectura del llamado Presidio Modelo de Isla de Pinos enmarcaba en una doble cerca de alambre con garitas de vigilancia dentro y fuera. Un complejo de diez grandes construcciones con capacidad para unos 5 000 presidiarios. Tres edificios rectangulares al frente: el de la Dirección del penal, el de Ingreso y Selección y el de "Buen Comportamiento'’. Cuatro enormes, circulares, con 93 celdas de dos literas plegables a la pared en cada uno de sus cinco pisos: 465 celdas para 930 presos cada edificio; y otro al centro, de igual figura pero más achatado y sólo dos plantas: el comedor “de los 300 silencios”. Al final, dos de una planta, forma exterior cuadrada y cuatro patios internos: el pabellón hospital y el de los locos con las celdas de castigo.

Inaugurada la primera Circular el 17 de febrero de 1928 y terminada completa en 1931, la obra se concibió como receptáculo para delincuentes comunes condenados a más de 180 días. Pero, al poco tiempo, sus rejas comenzaron a chirriar tras Jóvenes combatientes de la Revolución del Treinta. Uno de ellos, Pablo de la Torriente Brau, nos legaría esta estampa de entonces:

“... Miles de gritos, aullidos de hombres muertos, ahogados en los pantanos entre el fango y la pudrición, destrozados a culatazos por los soldados, derribados a balazos, como venados en fuga; muertos de hambre y frío y de sed en las celdas; estrangulados alevosamente en las Circulares por los mayores; reventados sobre el pavimento, defenestrados como muñecos de trapo desde los últimos pisos; dormidos para siempre, en la mesa de operaciones, por la inyección traidora, ante el silencio aterrador o cómplice de los enfermeros...

Machado antes; Batista después. La tiranía la misma a través del tiempo. Igual en sus intereses. Igual en el trato a sus opositores cuando escapados del asesinato. Separada por el mar. Isla de Pinos, de hecho, doble castigo: el destierro sumado a la prisión.

Esa noche del miércoles 13 de octubre de 1953 los primeros moncadistas presos en Isla de Pinos apenas pudieron dormir. Tras el registro, la ubicación en una de las salas del hospital, la más al sur, a la derecha, y bajo las enceguecedoras luces de las bombillas de 500 watts que no se apagarían durante todas las noches de los dos siguientes años, y el trajín de reclusos que a trabajo forzado levantaron al fondo una pared de ladrillos para aislarlos incluso del resto del pabellón.

Y a las 5:00 de la mañana ¡de pie! para el conteo de rutina con que el custodio de noche (de las 18:00 a las 6:00) entregaba la guardia a su relevo del día (de las 6:00 a las 18:00). Y el aseo, y arreglar las camas y no poder estar en ellas hasta el mediodía, tras el toque para la siesta obligada.

Al menos, así fue al principio, en los primeros días, cuando aún no tenían los mosquiteros, donde poner toallas, sábanas y hasta cartones para interferir la luz, y no se les había ocurrido lo de los tapaojos como antifaces; que entre el resplandor y los mosquitos y la preocupación por sus familiares y el recuerdo de los compañeros caídos y la impotencia de la decisión revolucionaria forzosamente aplazada, era casi imposible dormir.

Y Fidel no llegaba. Y sin comunicación con el exterior. Sólo aquellos dos reclusos que sobre las 7:30 traían en un saco el pan y en un latón la leche para el desayuno; y que volvían a las 11:00 con aquel rancho de almuerzo y a las 17:00 con el de la comida.
Y la figura del custodio, con su fusil Springfield y su revólver Colt 38, próximo únicamente al abrir en la mañana la única reja-puerta de aquella sala-celda, la que daba hacia uno de los patios internos, de cemento, única posibilidad de sol; doce bancos de mármol bajo los aleros del pasillo en rectángulo, máximo alcance de una geografía que a las 6 de la tarde se estrechaba al entorno del dormitorio-prisión. Un lujo las tres duchas y los dos inodoros y el vertedero apretados en aquel recodo, a la izquierda, hacia el fondo. Y otra vez chirriar las rejas y el golpe de metal contra metal del cerrojo.

Y la llamada a silencio siempre a las 10 de la noche.

Al menos, así fue al principio, en los primeros días, antes de que con los pocos pesos y escasos abastecimientos que familiares y amigos les pudieron depositar a sus nombres hicieran una cooperativa de distribución igualitaria, y apareció de refuerzo alguna fruta y hasta algún alimento que se preparaba en aquella hornilla eléctrica que se les permitió recibir, y pudo ser el jarro de chocolate en la noche, cuando ya podían leer hasta muy tarde los libros que también comenzaron a llegarles (más de 600 se dice) y que agruparon en su “biblioteca” Baúl Cómez García.
Si, fue antes de que les permitieran visitas un día al mes, y enviar y recibir alguna carta rigurosamente revisada y censurada, desde luego; y de lograr más tarde las vías para romper ese control y los más rígidos métodos de aislamiento que después les impondrían. Y antes, poco antes de que organizaran la "academia ideológica” Abel Santamaría: una pequeña pizarra, la mesa de madera en que comían en el patio, y las clases de español, matemática, geografía, economía, historia, filosofía y hasta prácticas de oratoria.

Después. Después se rotarán por parejas la tarea de cuarteleros. Y, como a Oscar Alcalde el control de fondos y abastecimientos, a otros se asignarán funciones fijas. Y se redactará un reglamento de organización y disciplina, y se discutirán colectivamente en asamblea  todas las cuestiones comunes, y Pedro Miret será quien las presida y el libro de actas será llevado por Tápanes, que ha de ser el secretario.

Pero eso será después. Ahora es la mañana del sábado 16 de octubre. Algunos en el pabellón, otros en el patio, ignoran todos que  en una habitación del hospital Saturnino Lora, allá en el lejano Santiago de Cuba, concluía el último capítulo de la Causa 37 radicada por delitos (¿) contra los poderes del estado (¿); más que con la condena a 15 años de encarcelamiento dictada contra el "reo" Fidel Castro Ruz, con las últimas palabras de su autodefensa sustanciada durante dos horas de irrebatibles alegatos: Condenadme, no importa, la historia me absolverá.

DENUNCIAR LOS CRIMENES


Fue el abrazo de todos que quiso ser de todos al mismo tiempo, cuando el 17 de octubre de 1953 Fidel penetró en el Pabellón Uno donde estaban sus compañeros presos.

Y esa noche, en el extremo del salón donde estaría su cama, casi frente a los baños, fue el relato de todo lo acontecido desde que lo separaron del grupo en la cárcel de Boniato. A la vanguardia se unía su vanguardia.

Y, puesto que de hacer la Revolución se trataba, en vez de miedo paralizante, en vez de inercia adolorida ya salen de prisión las primeras instrucciones para continuar acosando a la tiranía y concientizando a las masas.

Encarcelada la Revolución, desde las celdas comienzan a tenderse hada el pueblo los hilos conductores que mantendrán tensa y alertada a la opinión pública y en vilo a la tiranía.

El 12 de diciembre ya son definibles los lineamientos de las primeras medidas orientadas por Fidel tras las paredes del presidio:
1. Denunciar "las atroces torturas y el asesinato en masa, bárbaro y vesánico” de cerca de la mitad de los jóvenes participantes en las acciones del 26 de Julio.

2. Diafanizar ante el pueblo, en cambio, la conducta “honorable y humana de los atacantes” según proclamara el propio fiscal durante el juicio, para desnudar las versiones falsas divulgadas y vueltas a propagandizar por el régimen.

3. Aclarar ante el Consejo Director y las masas de la ortodoxia el carácter revolucionario popular, y no pustchista, y el programa político que se pensó poner en práctica en caso del éxito en las acciones del 26 de julio.

En otro sentido, orientaba promover una cuestación "para ayudar a las viudas y familiares de los muertos”. Nada para ellos en prisión, pues "preferimos que no sean desahuciados ni pasen hambre aquellos que perdieron el ser querido y el sostén de la casa”.

Cuatro meses después, en carta a Melba Hernández de 17 de abril de 1964, Fidel complementa las orientaciones tácticas:

‘'Primero: No se puede abandonar un minuto la propaganda porque es el alma de toda lucha. La nuestra debe tener su estilo propio y ajustarse a las circunstancias. Hay que seguir denunciando sin cesar los asesinatos (...) Es preciso que se conmemore además dignamente el 26 de Julio. Hay que lograr de todas maneras que se dé un acto en la escalinata universitaria; será un golpe terrible al gobierno que es necesario preparar desde ahora mismo con mucha Inteligencia; así como también actos en los Institutos, en Santiago de Cuba y en el extranjero; Comité Ortodoxo de Nueva York, México y Costa Rica. Gustavo Arcos debe hablar con los dirigentes de la FEU para el acto de la escalinata.

"Segundo; Hay que coordinar el trabajo entre la gente nuestra de aquí y la del extranjero. Prepara a este fin cuanto antes un viaje a México para que te reúnas allí con Raúl Martínez (después traidor, n. de r.) y Lester Rodríguez y después de estudiar cuidadosamente la situación decidan sobre la línea a seguir (...) No admitir ningún género de subestimación; no llegar a ningún acuerdo sino sobre bases firmes, claras, de éxito probable y beneficio positivo para Cuba. De lo contrario es preferible marchar solos y mantener ustedes la bandera en alto hasta que salgan estos muchachos formidables que están presos y que se preparan con el mayor esmero para la lucha. «Saber esperar —dijo Martí— es el gran secreto del éxito»".

Finalmente recomendaba “seguir la misma táctica que se siguió en el juicio: defender nuestros puntos de vista sin levantar ronchas” y no desanimarse por nada ni por nadie "como hicimos en los momentos difíciles”.

Seis meses antes, mientras los moncadistas eran conducidos el 13 de octubre desde el aeropuerto hacia el presidio, uno de los aviones despegaba hacia la capital con las dos únicas mujeres participantes en los sucesos del 26 de julio en Santiago.

Haydée Santamaría y Melba Hernández eran separadas así de sus compañeros de El Movimiento, para completar en el Reclusorio Nacional para Mujeres de Guanajay los siete meses de privación de libertad a que habían sido sancionadas.

Extinguido el plazo de la condena, el 20 de febrero de 1964 salieran de prisión. Y ya ese mismo día Melba arremete contra la tiranía en declaraciones que publica la prensa:

—Fuimos al Moncada  animados por un amor santo a la libertad, por cuyos principios estamos dispuestos a ofrendar la vida, pero nos dominaban los sentimientos humanitarios que probamos al no hacer un rasguño a los soldados que detuvimos. Esa actitud nuestra ha sido pagada con odio en el caso de Abelardo Crespo Arias, a quien ingresan con una bala en el pulmón en el Presidio Modelo, y en el trato dado a los compañeros que allí se encuentran.

Ripostaba Melba así las frases pronunciadas por Batista horas antes, al partir hacia Camagüey, en alusión directa contra los moncadistas: “Ninguna proposición que califique de presos políticos a los que masacraran enfermos y arrebataron la vida a confiados agentes del orden podrá ser considerada en serio”.

¿Y cuál era “el trato dado a los compañeros que allí se encuentran”, a que se refería Melba?

VILEZA CONTRA DIGNIDAD

Tras los dos últimos pabellones del Presidio se hablan construido tres naves, divididas en tres seccionas cada una, en las que se ubicó un almacén de materiales y los talleres de zapatería, sastrería, herrería, mecánica, reparaciones, mosaicos e imprenta; en la del centro, separada por el ancho de la calle de circunvalación del penal, se situó la planta eléctrica, a menos de 20 metros de la sala donde se hallaban encarcelados los moncadistas.

Desusuales medidas «le seguridad y ruidos que Pegaban desde el exterior llevaron a uno de ellos a lograr encaramarse hasta poder ver hada afuera, por una de aquellas nueve altas ventanas enrejadas.

Allí, presente en la inauguración de las nuevas instalaciones, se encontraba... Fulgencio Batista.

Veintiocho voces, con la fuerza acumulada de la rebeldía toda de un pueblo, matizaron aquella mañana del 9 de febrero la desafiante letra y música de un himno de combate que después recorrería el mundo: la Marcha del 26 de Julio.

—¡Los mato! ¡Los mato!, vociferaba el sanguinario "Pistolita”, connotado esbirro del penal, cuando el dictador trocó en mueca su sonrisa al percibir claramente la letra de aquel coro y, tras indagar quiénes la cantaban, interrumpir abruptamente la ridícula ceremonia y marcharse iracundo.

Frente al Pabellón Uno (Hospital) el Pabellón Dos (De los enfermos mentales) con sus once celdas de castigo: verdaderas nichos cuboidales de 2 metros de largo por uno de ancho y uno y medio de alto, donde permanecer de pie era estar encorvado; hermética plancha de metal por puerta con una abertura hacia el piso al tamaño exacto del plato para el cotidiano sancocho; inmunda litera de metal desnudo; pestilente hueco para orinas y excrementos en el suelo húmedo de pastosa mugre; tránsito de ratas y asquerosos bichos en competencia sin ganador contra la torva figura de “Cebolla”, un cretino condenado a más de cien años por asesinatos cometidos, “Mayor" de aquel pabellón-pesadilla, galera-infierno donde dormir era posible de no oír los alaridos de los dementes bajo la única prescripción de cántaros de agua fría y bestiales golpes.
Diecisiete días allí Ramiro Valdés, Ernesto Tizol, Israel Tápanes y el autor del Himno, Agustín Díaz Cartaya, quien golpeado hasta quedar herido e inconsciente fue lanzado sobre el suelo de la celda 9 en la madrugada del 15 de febrero.

Fidel: incomunicación total, en "solitario”. Una celda al entrar hacia la izquierda en el Pabellón número uno: “... sólo tengo compañía cuando en la pequeña funeraria que está delante de mi celda tienden algún preso muerto que en ocasiones son ahorcados misteriosos, asesinatos extraños en hombres cuya salud fue aniquilada a fuerza de golpes y torturas. Pero no puedo verlos porque hay perennemente una mampara de seis pies de alto frente a la única entrada de mi celda para que no pueda ver ningún ser humano, ni vivo ni muerto. ¡Seria demasiada magnanimidad permitirme la compañía de un cadáver!”

Así estará desde el 12 de febrero hasta el 27 de junio. El primero de marzo escribe:    

—Sigo sin luz, con hoy ya diecisiete días. Las velas no las dejaron pasar. Pero anoche no fue solamente la oscuridad y la soledad, sino también la lluvia. Apenas oscureció comenzó a tronar con insistencia; después un relampaguear incesante cortaba cada segundo la negrura de la noche, iluminando la celda por los altos ventanales y dibujando sobre los rincones la sombra de los barrotes. Al poco rato se inició un furioso aguacero. El agua, arrastrada por el viento, penetraba por los ventanales sin más protección que las rejas, mojándolo todo impunemente. Hice cuanto pude por proteger los libros dentro de las maletas y colocándoles una frazada por arriba. La cama, entre tanto, se empapó, el piso se llenó de agua y un aire frío cargado de una lluvia fina lo invadía todo. En un rincón, calados los huesos de humedad y frió, esperé con infinita paciencia el fin del vendaval. ¡Y era un domingo por la noche!

Una visita eludirá la malla: el breve momento de conversación con el exjuez de Gerona, Waldo Medina, de paso por el Presidio. Y la inesperada presencia del ministro de Gobernación del régimen, que recién lo había agraviado y viene a su celda a ofrecerle excusas; Fidel las acepta "a reserva de resolver y dilucidar cumplidamente este problema cuando yo esté en libertad”.

Allí estará 138 días; allí estará 458. A excepción de su hermano Raúl, que iría a compartir la misma celda con él algún tiempo después, ya no ha de estar más junto a sus compañeros presos hasta el abrazo en la puerta de la prisión, el día de la salida.

REVOLUCION VERSUS POLITIQUERIA

Pero la libertad no puede ser encarcelada. Y a pesar del rigor de las medidas, habrá comunicación clandestina entre él y sus compañeros, y las habrá desde la prisión con los que luchan afuera.

Habrá mensajes pasados en ropas, tabaco y comidas. Presos comunes que colaboran. Custodios que traen y que llevan algún recado.
Y hasta alguna persona en la propia Dirección del penal.

Pequeñas notas en cajas de fósforos y a veces extensos pliegos sacados por otros medios. En fragmentos, con tinta, a lápiz, con zumo de limón, de mil maneras, reconstruirá Fidel su autodefensa, i Y se imprimirá y, aún estando preso, los primeros cinco mil ejemplares recorrerán los cauces del riesgo y la cautela hada toda la isla y algunos puntos en el extranjero. Así La historia me absolverá ha de iniciar su tránsito por la historia de la ciencia política.

Y unos tras otras, otras orientaciones y otros documentos. Que hay que mantener el hostigamiento a la Urania y descaracterizar los manejos de sus falsos oponentes.

Que 1954 es el año de las supuestas elecciones para el tan anhelado fetiche del “retomo a la constitucionalidad”. Regreso a una ilusión siempre frustrada, "garantizado" ahora por quien la echó sin miramientos a un lado para abrirse paso a contrapelo del pueblo.

La perspectiva del queso, aunque sólo fuese en minúsculas partículas, alborotó a los ratones. Gran algazara entre la populosa grey de los politiqueros. Los "tickets”, las alianzas; rupturas y reconciliaciones; peticiones, concesiones; corre-corres y amenazas; manengues cambiando de partidos y "caciques” fundándolos nuevos; el que dice que un engaño, el que de todas maneras va.

Fidel, desde prisión, opina:

—Sería digno de verse lo que ocurrirá si llega a formarse el tercer frente político: ¡La cantidad de hipócritas que acabarían de quitarse la careta en busca de actas de senadores y representantes, acabando de hacerle el juego completo al gobierno! Sólo faltaría, después, que los excitados priistas se postularan en cualquiera de esos frentes y tendríamos el punto de partida perfecto para la verdadera lucha nuestra: de un lado todos los criminales, ladrones, politiqueros, apóstatas, traidores y corrompidos, repartiéndose la República, y de otro, lo que queda de limpio, idealista y sinceramente revolucionario en Cuba junto al pueblo.

- En cuanto al partido de su extracción, en la primera y única entrevista periodística que se permitió hacerle (Bohemia, 3 de jubo de 1954) durante su estancia en presidio, Fidel sanciona:

—La Ortodoxia debe unirse; pero unirse para luchar contra la farsa electoral y seguir demandando una comisión patriótica, democrática y decorosa del Poder cubano. Bien mezquina, oportunista y carente de heroicidad sería la unión que se efectuara con el sirio propósito de concurrir a las elecciones. El pueblo tendría el derecho a pensar que quienes no se unieron para realizar el sacrificio que el deber imponía, traicionan a la Nación si únicamente se unen pan la fácil conquista de cargos electivos, transigiendo indignamente con las condiciones que impone el régimen de facto.

¿Cómo pensar de otra manera quien en los instantes inciertos y amargos del castigo solitario, encarcelado pero no vencido, era capaz de conducir la lucha revolucionaria, y alentar, y preservar la frente en alto porque "lo que importa ahora es salvar los principios, todo se salva si se salvan los principios; de lo más profundo de la podredumbre surgirá más purificado y limpio el ideal redentor"?

Finalmente, el 1ro de noviembre de 1954 se celebran las “elecciones”. Al retirarse en las últimas horas el ex-presidente (1944-48) y único candidato opositor Ramón Grau San Martín, Batista es “electo" presidente con 1262 587 sufragios. Como es lógico, la más alta votación alcanzada por aspirante alguno en toda la historia de la república mediatizada, en unos 'comicios ejemplares” en los que, también como es lógico, sólo se vio acudir esporádicas personas a las casetas electorales. Como en 1940, caballeroso cumplimiento de la ética demorrepresentaiva, el "hombre” del 4 de septiembre “legalizaba’’ ahora un 10 de marzo con un 1ro. de noviembre.

Para Fidel el panorama habla sido bien claro y la necesidad histórica ahora lo era también:

—La similaridad de situaciones me recuerdan los esfuerzos de Martí por juntar a todos los cubanos dignos en la lucha por la independencia; cada cual tenía su historia, sus glorias, sus proezas, cada cual se creía con más derechos que los demás o por lo menos iguales; sólo la obra de amor, comprensión e infinita paciencia de un hombre, con menos gloria que la que otros tenían, pudo lograr el milagro. Y yo estoy seguro que sin aquel magnifico esfuerzo, Cuba sería todavía una colonia española o una dependencia yanki. Quizás por eso las páginas que más admiro de la Historia de Cuba, no son tanto las proezas de los campos de batalla, como aquella empresa gigantesca, heroica y callada de unir a los cubanos para la lucha.

¿Qué hacer, entonces, aún en las desfavorables condiciones de presidio?

—En primer término yo debo organizar a los hombres del 26 de Julio y unir en irrompible haz a todos los combatientes, los del exilio, la prisión y la calle, que suman más de ochenta Jóvenes envueltos en el mismo girón de historia y sacrificio. La importancia de tal núcleo humano perfectamente disciplinado, constituye un valor incalculable a los efectos de la formación de cuadras de lucha para la organización insurreccional o cívica. Desde luego que un gran movimiento cívico-político debe contar con la fuerza necesaria para conquistar el poder, lo mismo por vía pacífica como por vía revolucionaria, o corre de lo contrario el riesgo de que se lo arrebaten, como a la Ortodoxia, a sólo dos meses de las elecciones.

Lo táctico auto trascendía hada lo estratégico. Desde el fondo de una crida del presidio de Isla de Pinos la silueta del Granma comenzaba a delinearse en nuestra historia.

¡AMNISTIA! ¡AMNISTIA!

En el forcejeo de la espuria reorganización de partidos y la posterior campaña electoral. Batista se habla visto forzado a un mínimo de concesiones con el fin de “crear un clima propicio para la celebración de elecciones con plenas garantías", según el lenguaje de la época.
El tema de la amnistía política que pues uno de los primeros puntos en la agenda de discusión, desde el anuncio de la fecha de los comicios.

A cuentagotas el régimen fue dictando indultos de opositores hasta que, finalmente, decretó lo que llegarla a denominarse una “falsa amnistía". La exclusión más expresa señalaba evidentemente a los participantes en las acciones del 26 de Julio en Santiago de Cuba y Bayamo.
Las posibilidades tácticas de aprovechar este error fueron apreciadas de inmediato por Fidel. Y lo que en un principio partió como tesonera iniciativa de los más conscientes, entusiastas y abnegados familiares de los moncadistas presos, bajo la orientación de Fidel llegarla a transformarse en una contundente campaña nacional contra la tiranía.

-En la lucha por la amnistía es posible encontrar el punto de más amplia concordancia entre los sectores de oposición de esa época, aunque no todos aquellos que la hicieron suya asumiesen esa posición con los mismos propósitos. En ella se obtuvo la adhesión de algunas figuras “de prestigio” de entonces que, junto a loa real¬mente revolucionarios, coadyuvaron por los órganos de la prensa radial y escrita a generalizar aún más ese estado de opinión.

En marzo de 1955, ya Batista flamante presidente constitucional en funciones, la presión popular a favor de la amnistía se hace acuciante hasta provocar nuevos desafíos por parte de los voceros del gobierno. Son las situaciones que se han promovido y serán ampliamente aprovechables. Un minucioso documento firmado por Fidel sale del Presidio para golpear en el rostro de la dictadura.

-Habrá amnistía cuando haya paz. ¿Con qué moral pueden hacer semejantes planteamiento hombres que se han pasado tres años pregonando que dieron un golpe de estado para traer la paz a la República? Entonces no hay paz; luego el golpe de estado no trajo la paz; por tanto el gobierno reconoce su mentira después de tres años de dictadura; confiesa al fin que falta la paz en Cuba desde el mismo día que asaltaron el poder…
Y es la ocasión para reiterar posiciones de principios:
-Si nosotros consideramos que un cambio de circunstancias y un clima de positiva garantías constitucionales exigiesen un cambio de táctica en la lucha, lo haríamos sólo como acatamiento a los intereses y anhelos de la nación, pero jamás en virtud de un compromiso, que sería cobarde  y vergonzoso, con el gobierno…

Y si ese compromiso se nos exige para considerarnos la libertad decimos rotundamente que no.

-No, no estamos cansados. Después de veinte meses nos sentimos firmes y enteros como el primer día. No queremos amnistía ala precio de la deshonra. No pasaremos  bajo las horcas caudinas de opresores innobles. Mil años de cárcel antes que la humillación. Mil años de cárcel antes que el sacrificio del decoro. Lo proclamamos serenamente, sin temor ni odio.

Faltaban tres meses para que se promulgara la amnistía. La campaña estaba próxima a cumplir su más estratégico propósito pero había servido ya a otros importantes logros.

Si desde el punto de vista de su más amplio significado, en efecto la campaña por la amnistía iba a tener como principal consecuencia la salida de Fidel y sus compañeros presos, y por tanto la apertura de la posibilidad del incremento de la lucha política que precipitó el desencadenamiento de la última fase armada de la Revolución, en otro sentido había cumplido antes otros fines no menos valiosos en tanto que, precisamente, fortalecieron las condiciones para el máximo aprovechamiento  de esa posibilidad ulterior:

1o. Sirvió para atacar y debilitar a la tiranía, dentro de un marco legalmente permitido que ésta no pudo eludir.

2o. En tanto que apelaba a sentimientos positivos, humanitarios y justos incentivó la actividad política contra el régimen, en amplios sectores en los que sólo se manifestaba hasta entonces una antipatía Inactiva.

3o. Promovió un formidable despliegue publicitario que atrajo y retuvo el interés público sobre el grupo preso, su acción del 26 de julio de 1953, su conducta, ideales y posición diferenciada del resto de la oposición con respecto a la forma de enfrentar a la tiranía.
4o. Fue    un vehículo para la formación legal de grupos de opinión, muchos de cuyos integrantes, al tomar contacto en ese momento o con posterioridad, se incorporarían a El Movimiento.

5o. Las    actividades externas de    su promoción (a las que cabe agregar las de ayuda a participantes que no fueron apresados, las de auxilio a familiares de los caídos, las de envió de abastecimientos a los que estaban en prisión, y la muy importante de impresión y distribución de La histeria me absolverá) permitieron restablecer contacto con muchos otros miembros dispersos de El Movimiento, participantes o no en las acciones del 26 de julio, e incorporar a muchas otras personas solidarias con ellos, así como establecer relaciones con diferentes grupos revolucionarios que inmediatamente después pasarían a integrar la organización del Movimiento 26 de Julio (M-26-7).

Al aprobar la amnistía los Jerarcas del manato no pudieron calcular esos resultados. La derrota que les infligía la acción unánime del pueblo, se compensaba en parte con la estampa de indecisión, división , debilidad y desprestigio —según los casos— de las fuerzas oposicionistas de los partidos tradicionales.

Y fue el reencuentro de    los de adentro con los de adentro y de los de adentro con los de afuera. La vanguardia abrazada a la vanguardia y al recuerdo de loa hermanas muertos.

Era un 15 de mayo. La Revolución que echó al vuelo sus campanas en el amanecer victorioso de La Demajagua y que cayó; y resurgió en Baraguá; la que aleteó al viento sus colores en Baire para caer de nuevo y alzarse y caer tres veces más en la época de la República del bochorno; esa misma Revolución; caída, no derrotada, trasponía las rejas del presidio.

Era el 15 de mayo de 1955. Cuatro días antes del 60 aniversario del mortal balazo en Dos Ríos. Cuatro días después, en libertad desde cuatro días antes, sería en libertad la reanudación del diálogo entre discípulos y maestro. Juramento rubricado a sangre, la Revolución, la misma, retomaba en una última carga su destino de pueblo.