Artículos

La palabra en el pecho de su pueblo, todavía

Hombre cordial, le había llamado Frei Betto, no por el trato, sino porque todo cuanto dijo e hizo le vino del corazón. Foto: Archivo de Granma

Fecha: 

24/11/2019

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

Fidel no fue, Fidel es un gran comunicador. Resulta así quien aún después de la vida rompe la frialdad de la vitrina que guarda los recuerdos entrañables, y convierte la memoria en tribuna

Hay todavía en el imaginario popular una especie de asociación instintiva que tiende a circunscribir la comunicación dentro del rol influyente de los medios de prensa.
 
Predominan, por tanto, los análisis que ven en el desempeño público desde ellos, la forma de medir o calificar la capacidad de una persona –preferentemente líder– para comunicar a otros sus ideas.
 
Ni el genio estratega, previsor y de excelencia comunicacional del Comandante en Jefe Fidel Castro ha podido sacudirse de los lindes que imponen quienes lo ven estrechamente en el ámbito de la difusión masiva. Y aunque son varios los vínculos memorables con los medios que marcaron hitos en la historia del líder de la Revolución Cubana, la extraordinaria cualidad innata de comprender, convencer y hacerse entender por todos, exalta la altura del comunicador excelso más allá de las oportunidades públicas de la columna impresa, la emisión de radio o la pantalla de la televisión.
 
Es cierto que en la relación informativa con su pueblo destacan numerosas instituciones que empleó en su empeño revolucionario, algunas de las cuales hasta fundó como resultado de la comprensión meridiana de su papel: en la guerra Radio Rebelde, la agencia latinoamericana de noticias Prensa Latina para contrarrestar la hegemonía continental de las cablegráficas estadounidenses y europeas, las comparecencias frecuentes en la televisión nacional, las muchas entrevistas que concedió a reconocidos periodistas internacionales y a otros intelectuales, el asiduo asistir al diario Granma que fundó, la creación del espacio Mesa Redonda y del portal digital Cubadebate.
 
De las agitaciones juveniles que lo iniciaron en el camino de la emancipación por la justicia social, bien pueden alegarse los artículos de denuncia en el periódico Alerta, su programa en la emisora Radio Álvarez o la tribuna acusadora en que varias veces convirtió a la estación capitalina C.O.C.O.
 
Sin embargo, es conocido que entre las primeras apariciones del jovencito Fidel en los medios de la época no predominaban aquellos materiales firmados por él para su publicación; sino los que reseñaban algunas de sus intervenciones en mítines, convocatorias, protestas, u otra movilización estudiantil.
 
¿Cómo puede apostillar un órgano de prensa la palabra de alguien desconocido, sino porque encuentra en su alegato la fuerza de la idea sólida, distinta, convincente y, sobre todo, que compulsa y moviliza la voluntad y el acto de suficientes personas para llamar la atención?
 
Otra cosa es el apego periodístico a la estricta verdad, al tomar partido en cuestión de ideologías y principios, pero que el alboroto de la contracorriente universitaria les bastara para fijarse en el naciente líder, ya revela las innegables dotes del que arrastra multitudes porque convence, porque comunica.
 
Primero siempre en los actos que promovió, la presencia ejemplar daba poder a la palabra convocante, al punto de conducir, por los senderos peligrosos de la resolución y lo discreto, a una generación martiana contra el muro de un cuartel en defensa de lo sublime.
 
¿Cómo cuestionar la coherencia expositiva del acto de la defensa propia durante el juicio del Moncada? ¿En cuáles formas más claras pudo abrirse en la cara del tirano el vientre hinchado de un pueblo, y restregarle en los ojos las vísceras del sufrir, el hambre, el despojo de las tierras, la ignorancia, el abandono total; de modo que lo entendieran y se reconocieran allí tanto acusados como oprimidos?
 
Con la palabra y las ideas de Martí puestas sobre su proa, marchó al exilio a organizar la expedición con que desembarcó después al pie de la Sierra, libró guerra y bajó vencedor hasta estos días.
 
Brilló entonces en la conversación todavía más, porque ser líder de un pueblo que empieza a reconstruirse no es cosa que se logre con decretos. Habló mucho en los términos precisos, y habló no como el que informa, sino como el que conversa, porque escucha, porque toma su mitad del diálogo y hace lugar a los otros, tal cual pasó en Nochebuena con los carboneros, o entre algunos guajiros de La Plata, nombrados dueños del conuco por primera vez, o entre pescadores, constructores, estudiantes, intelectuales encumbrados que hicieron de sus palabras un manifiesto de principios.
 
Como las balas que cuelgan del cinto militar, llevaba a la cintura la justa frase, llana y profunda, al alcance del auditorio que tuviera, porque la altura suya pasaba a ser la del interlocutor, ahora un niño uniformado, más tarde un obrero de taller, en la mañana una cumbre de presidentes, por la noche en el abrazo con los negros de Harlem.
 
Fidel no fue, Fidel es un gran comunicador. Resulta así quien aún después de la vida rompe la frialdad de la vitrina que guarda los recuerdos entrañables, y convierte la memoria en tribuna.
 
Hombre cordial, le había llamado Frei Betto, no por el trato, sino porque todo cuanto dijo e hizo le vino del corazón. Eso es cordial. Tal vez porque habló así, con la energía del pálpito vital, es que se escucha fuerte en el pecho de su pueblo, todavía.