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A la patria no siempre se le sirve con un fusil en la mano

Antigua imagen de la Base Naval de Guantánamo

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Granma Internacional

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En los últimos meses de 1960, fueron ar­madas las unidades de las Milicias Nacionales Revolucionarias que se venían formando y preparando desde principios de año. En San­tiago de Cuba, el domingo 13 de noviembre de 1960, numerosos batallones recibieron sus armas y desfilaron, con mucho entusiasmo y fervor revolucionario, desde el Alto de Quin­tero hasta el aeropuerto Antonio Ma­ceo.
 
Fidel, Raúl, Vilma, Celia y otros dirigentes es­tuvieron presentes en el desfile y, en áreas aledañas al aeropuerto, el jefe de la Revo­lución les dirigió la palabra.
 
Ese día, en otras muchas ciudades del país, también recibieron sus armas los batallones de milicianos que se preparaban, resueltamente, para enfrentar la agresión militar contra Cuba proyectada por el gobierno de Eisen­hower.
Esa tarde, desde Santiago de Cuba, el Co­man­dante en Jefe se dirigió a Guantánamo para sostener un encuentro muy especial con los obre­ros cubanos que trabajaban en la Base Naval.
 
TENER SUFICIENTE VALOR Y SUFICIENTE INTELIGENCIA
 
En horas de la noche, en el local del Ins­tituto de Segunda Enseñanza de Guan­tána­mo, al iniciar su amena charla, Fidel afirmó: “Ha­cía mucho tiempo que tenía la idea de celebrar una reunión con ustedes, los obreros de la Base Naval de Caimanera. En realidad, como tenemos mucho trabajo, habían ido transcurriendo los meses y no había podido venir a cumplir este propósito. Por fin hoy, haciendo un esfuerzo y pidiéndoles, al mismo tiempo, la excusa por la hora en que hemos llegado, decidimos hacer el viaje aquí y organizar, discretamente, esta reunión”.1
 
El líder de la Revolución quería conversar solamente con ellos. Por eso, casa por casa, los obreros de la base fueron citados pocas horas antes del encuentro.
 
Fidel les aclaró que lo hizo porque no quería que se armara agitación alrededor de su visita y de la reunión. Su preocupación no era que se supiera el contenido de la reunión sino que fuera una reunión tranquila, para analizar con tranquilidad cuestiones de interés para esos trabajadores.
 
En primer lugar, el Comandante en Jefe se refirió a que, en todo lo relacionado con la base naval norteamericana en Guantánamo, el go­bierno cubano se consideraba en la obligación de actuar con mucho cuidado, pues Es­ta­dos Unidos podría tomarla como un pretexto para crear conflictos al Gobierno Revo­lucio­nario. Fidel agregó: “Siempre he­mos estado preocupados con esa posibilidad de que un día quieran fraguar una auto provocación”. Y no faltaron las intenciones.
 
Sobre este asunto, destacó que se habían adoptado medidas, e incluso, se había advertido al pueblo cuando, exaltado, en los actos gritaba: “¡Sin fronteras!”, “¡Abajo Caima­ne­ra!” pues aunque la gente lo hacía con sinceridad y mucho fervor revolucionario, “la tarea de nosotros, en estas ocasiones, no es la de exaltar más al pueblo, […] el deber nuestro y el deber de nuestro pueblo es tener la suficiente inteligencia, no solamente el suficiente va­lor, sino también la suficiente inteligencia, para ir llevando adelante su obra, y lograr un día ver realizados todos sus deseos y todos sus sueños, sin que ningún factor, ningún enemigo pueda destruir esa obra”.
 
HACER LAS COSAS COMO DEBEN HACERSE
 
Con amplitud, el jefe de la Revolución transmitió sus preocupaciones sobre la base militar y expresó que “nosotros no podemos darles el pretexto a ellos para crear aquí un conflicto y mucho menos para agredirnos”. Y recalcó que aunque nos sentíamos seguros de la capacidad de nuestro pueblo para resistir, el problema de la base era delicado y un punto neurálgico, “un punto —reiteró— donde noso­tros tenemos que actuar con la mayor inteligencia; un problema legal, un problema de derecho, un problema moral, no un problema de fuerza. Y que tenemos la seguridad que a la larga este derecho nuestro, esa razón moral, eso, triunfará”.
 
Fidel al continuar su explicación insistió en ser muy cuidadosos de la política a seguir, para no facilitarle al enemigo el camino de una auto provocación o un pretexto para la agresión a nuestro país. “En esta política —acentuó Fi­del— tiene que haber una línea muy recta y una postura muy patriótica por parte de los trabajadores de la base, los trabajadores cubanos, en el sentido de cooperar con el Gobierno Revo­lu­cionario a seguir una política como la que debe seguir con relación a la base de Caimanera”.
 
LES PIDO NO PERTENECER A LAS MILICIAS
 
Esa línea recta y esa política fue analizada en detalles por Fidel, quien destacó la postura patriótica y la situación tan difícil que enfrentaban los obreros de la base de Guantánamo como cubanos revolucionarios y patriotas que trabajan en una base militar extranjera.
 
Fidel partía de la inquietud que tenía el Gobierno Revolucionario por los trabajadores ante la posibilidad de que, por su condición de milicianos, sufrieran tratos arbitrarios y persecuciones. Ese fue el momento en que el máximo líder les planteó que la política a seguir imponía sacrificios de orden sentimental y les preguntó a los presentes si ellos eran “capaces por amor a su país y porque el bien de su país se lo pide, si ustedes son capaces, los obreros de la base, de no pertenecer a las milicias […] eso es lo que yo les vengo a pedir, muy consciente de lo que les estoy pidiendo, y creo que cualquiera no se atreve a venir a pedir eso”.
 
Con la transparencia, con la verdad, con la razón y con la claridad para argumentar que siempre ha caracterizado al compañero Fidel, les insistió: “Sé que se les pide una cosa dura, y se lo pide un compatriota que tengan la seguridad de que tiene una línea muy firme en todo eso, y que está muy decidido, […] yo lo he venido a pedir con la seguridad de que us­tedes lo comprenderán y que, además, es­tarán de acuerdo con nosotros; estarán de acuerdo con nosotros sabiendo, sobre todo, que eso contribuye a que el enemigo no tenga pretextos, a quitarle ocasión al enemigo”.
 
Un gran murmullo se escuchó en la sala. Los rostros de los trabajadores reflejaban in­cer­tidumbre, y perplejidad. Nadie hubiese ima­ginado que Fidel se reuniera con ellos pa­ra hacerles esa solicitud, sobre todo en aquellos momentos, que Cuba era amenazada y que la agresión era inminente.
 
Pero, la expresión de los rostros cambió cuando Fidel les dijo:“¡Esto no quiere decir que si nuestro país se viese agredido, no tuviese cada uno de ustedes un puesto y un fusil para defender a su patria!; quiere decir que nosotros debemos seguir una política, que esa política exige sacrificios.
 
Verdaderamente, pa­ra nosotros es un gran sacrificio que ustedes estén trabajando en la base; para nosotros es un dolor que ustedes estén trabajando en la base. Sin embargo, nosotros tenemos que aceptar esa situación, mientras nosotros no podamos hacer otra cosa”.
 
Largo fue el diálogo entre Fidel y los trabajadores de la base que, en su mayoría, estaban incorporados a las milicias. Pero, poco a poco, el convencimiento llegó tras el impacto inicial que causó esa inesperada petición del Co­mandante en Jefe. Los trabajadores comprendieron que no se podía dar ningún pretexto al enemigo que preparaba su campo de agresiones contra Cuba. La frase de Fidel “A la patria no siempre se le sirve con un fusil en la mano”, caló muy hondo en la conciencia de todos.
 
Esta reunión con los obreros de la base de Guantánamo, en momentos cruciales en los que todo el pueblo se incorporaba a las milicias, demuestra la mesura y la ética de la Re­volución Cubana que nunca ha dado un motivo que el imperialismo pudiese tomar de pretexto para una agresión directa a nuestro país.