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La reforma agraria

Fecha: 

15/08/2008

Fuente: 

La Jiribilla

Autor: 

El tema al que se refiere el título no tiene que ver directamente con el deporte, pero en mi caso sí puedo asociarlo por determinadas razones. Se trata de la firma de la Ley de Reforma Agraria, hecho ocurrido en la Sierra Maestra, el 17 de mayo de 1959.

Y, ¿por qué yo lo puedo asociar a la actividad deportiva? Bueno, porque precisamente, como consecuencia de aquel y de otros hechos trascendentales, yo estuve al margen de lo que ocurría en deportes en aquellos meses. Por ejemplo, en 1959 se celebraron los Juegos Panamericanos de Chicago y continuaron efectuándose los campeonatos profesionales de béisbol en Cuba. Asimismo, en 1961 se desarrollaba el Campeonato Mundial de Béisbol Amateur en San José, Costa Rica. De ninguno de estos hechos yo me enteré.

En los primeros meses después del triunfo de la Revolución se hablaba constantemente de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria. En abril de aquel año 1959 viajamos en la comitiva del Comandante en Jefe en un periplo por EE.UU., Canadá, Brasil, Uruguay y Argentina. Al regresar, el 5 de mayo, Fidel citó a los periodistas que le acompañamos para que nos trasladáramos a la Sierra Maestra para estar presentes en el acto de la firma de la Ley de Reforma Agraria, que tendría lugar en el Pico de la Plata, el 17 de mayo.

Luego de aquella interesante travesía por todo el Continente, esta incursión por los escenarios de la reciente guerra en la Sierra era, además de un gran honor, una prueba a la que seríamos sometidos los que habíamos tenido la suerte de acompañarle en aquel viaje.

Para los de la radio, la cosa era más compleja aún, tendríamos que hacer lo posible por transmitir el acto desde la Sierra. Conformamos entonces un equipo de trabajo con un técnico, Horacio Travieso; un camarógrafo, José García Osuna; un auxiliar, Pedro Mora Mesa, y este redactor.

Emprendimos viaje desde La Habana hacia Manzanillo por vía aérea, transportando una planta eléctrica portátil de 110 watts, un equipo transmisor de onda corta y varios bidones de gasolina, necesarios para hacer funcionar la planta.

Todo marchó bien hasta llegar a Las Mercedes, gracias a los consejos del capitán Felipe Guerra Matos conocedor de la zona, quien nos recomendó desistir del propósito de irnos por vía marítima y, darle la vuelta a Cabo Cruz, para llegar al Sur de la Maestra. Los que no oyeron el consejo no llegaron a la Maestra.

En Las Mercedes contratamos los servicios de un arriero que con dos mulos al cabresto, se encargó de transportar todo el equipamiento y lo depositó en la casa del "Santaclarero".

La noche del día 16, bajo torrenciales aguaceros, tratábamos de avanzar sin guías, nos orientábamos solo por la luz momentánea de las continuas descargas eléctricas. En esa situación fuimos perdiendo el rumbo, el técnico y el ayudante, no volvieron a encontrarse con nosotros hasta el regreso, en la capital. Solo llegamos el camarógrafo García Osuna y yo.

Era ya la mañana del 17 de mayo, la fecha señalada para el acto, al que asistirían el Jefe de la Revolución, el Presidente de la República y el Consejo de Ministros en pleno, además de centenares de campesinos que habían arribado desde los más apartados rincones de la Sierra Maestra.

El camarógrafo y el locutor nos dimos a la tarea de montar los equipos: inventar una antena para transmitir y colocar la planta eléctrica fuera de la primitiva caseta de Radio Rebelde para que no se escuchara su ruido.

En aquel pequeño local, adaptado a manera de casamata por los Rebeldes de la Sierra, donde funcionó la Radio Rebelde, se reunió la más alta jerarquía de la Revolución para escuchar la lectura del articulado de la nueva ley que, acababa con el latifundio en el país y hacía propietarios a los campesinos que trabajaban la tierra.

El capitán Jorge Enrique Mendoza, uno de los locutores de la emisora rebelde y yo, dimos lectura a los artículos de la mencionada ley. Después hablaría Fidel.

Utilizamos un transmisor de onda corta en la banda de 40 metros, la señal sería captada en Holguín, donde se hallaba el ingeniero Adolfo Gil Izquierdo, quien la insertaba en la línea telefónica que enlazaba los distintos repetidores de la Radio Rebelde en todo el país, y que además, era copiado y reproducido por las restantes emisoras tanto a nivel provincial, como nacional.

Durante la transmisión era necesario hacer pausas cada 25 minutos aproximadamente, pues teníamos que apagar la planta eléctrica para reabastecerla de gasolina y arrancarla de nuevo para poner en funcionamiento otra vez el equipo transmisor.

Pueden imaginarse ustedes cómo tuvimos que hacer las veces de coordinador, hacerle señas a Fidel para que cortara, hiciera su pausa y puestas de nuevo en marcha, la planta y el equipo, reanudara su discurso.


Terminada la histórica faena, en horas de la noche y bajo torrencial aguacero, Fidel y algunos compañeros bajaron hasta la Casa de la Comandancia, mientras un numeroso grupo, entre ellos, ministros, funcionarios y los "técnicos" de la transmisión nos quedamos a dormir, hacinados, en la caseta que fuera la sede de la Radio Rebelde de la Sierra Maestra.

Al siguiente día, en horas de la mañana, emprendíamos el viaje de regreso por todo el firme de la Maestra, pasando por la loma de la Vela, las Vegas de Jibacoa, Las Mercedes, donde volvimos a hacer noche, ―todo esto a pie― y luego, en un destartalado jeep hasta el aeropuerto de Manzanillo, desde donde partimos en un viejo C-47 con rumbo a Ciudad Libertad.

Del grupo de prensa que había acompañado al Comandante en Jefe por todo el continente, la mayoría fue quedando en el camino. Las largas caminatas que tuvimos que emprender, resultaron demasiado para algunos, no acostumbrados a estos menesteres y, para otros, carentes de voluntad que se habían sumado al carro de la Revolución y fueron quedando en el camino.

Entre los que llegaron a la Sierra, en aquella primera prueba para los periodistas, recuerdo a Luis Báez, Ernestina Otero, los fotógrafos René Díaz, Korda, Corrales y Roberto Salas, los camarógrafos José García Osuna y Ramón Rivero (Riverito).

Se comprende ahora por qué, en aquel año 1959, este locutor que devino comentarista deportivo no se enteraba de lo que estaba sucediendo en la rama del deporte.