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La ruta hacia el fracaso

Cuando estalló La Coubre, la CIA ya estaba inmersa en un programa para fomentar el terrorismo contra Cuba
Cuando estalló La Coubre, la CIA ya estaba inmersa en un programa para fomentar el terrorismo contra Cuba

Fecha: 

16/04/2021

Fuente: 

Revista Verde Olivo

Autor: 

Mucho conoce nuestro pueblo de los días memorables de abril de 1961, cuando por primera vez en la historia de este continente una Revolución de humildes, propinó la más vergonzosa derrota militar sufrida por el imperio norteamericano en esta parte del mundo. Mucho menos conocidos, son los detalles sobre la génesis y evolución de los planes de aquella agresión, que aportan una perspectiva más completa sobre el significado de lo que aconteció después.

Antecedentes

Muy joven era la Revolución Cubana, cuando Washington comenzó a maquinar contra ella. Según el entonces vicesecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, Roy Rubottom, en fecha tan temprana como junio de 1959, la entidad a la que respondía había concluido, que no era posible alcanzar los objetivos de Estados Unidos respecto a Cuba, mientras Fidel estuviese al frente del país.

Para solucionar ese “inconveniente”, entre julio y agosto de aquel año, el Departamento de Estado y la CIA bosquejaron un programa, encaminado a reemplazar a Castro, según su propia expresión. Nada importaban a aquellos señores, los objetivos e intereses del pueblo cubano.

Correspondió al Departamento de Estado, formular los principios generales de lo que ya no sería una política “hacia” sino “contra” la Mayor de las Antillas, como prueba un documento remitido por esa entidad al presidente Ike Eisenhower a fines de octubre de aquel año. Con absoluto cinismo ese texto destacaba que, debido al gran apoyo a Fidel entre la población y la sensibilidad a la intervención estadounidense en América Latina, era de primera importancia evitar poner sobre Washington, la responsabilidad de una alteración de las políticas de Castro o un cambio en el gobierno cubano1, con lo que se sugería la preferencia por los métodos de “Guerra No Convencional” para lograrlo. En correspondencia, proponía apoyar a elementos de la de oposición interna, para hacer creer que el presunto derrumbe de la Revolución, ocurriría a causa de sus propios errores, una idea que el enemigo mantiene hasta nuestros días.

Estos principios quedaron recogidos en un documento que el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos analizó el 14 de enero de 1960. Como parte del debate, los presentes también manejaron circunstancias y pretextos, que posibilitarían ejecutar, lo que el propio Eisenhower llamó una acción contra Cuba.

El plan

El texto original de la decisión adoptada en aquella reunión (No. 2177), se mantiene en secreto. Pero cuatro días después, el jefe de la División del Hemisferio Occidental de la CIA reunió a una docena de expertos de la Agencia, a quienes asignó la misión de planificar una operación encubierta, con apariencia de un típico levantamiento político latinoamericano2. Con este fin, no más de 30 cubanos serían entrenados como cuadros para dirigir guerrillas y agentes clandestinos.

Para inicios de marzo de 1960, la CIA había desarrollado el concepto y los objetivos operacionales, entre los que se destacaban fomentar una organización clandestina que preparara las condiciones para derrocar al Gobierno cubano mediante la subversión, el sabotaje y la desestabilización.

Asimismo, consideraba desarrollar una fuerza paramilitar fuera de Cuba que, luego de infiltrada, organizaría la lucha guerrillera en las montañas y proveería saboteadores y terroristas a los agentes clandestinos en las ciudades.

Coincidentemente, el 4 de marzo, se produce el sabotaje al buque La Coubre, cuya autoría nunca ha sido reconocida por la CIA. Se estrenaba así, el Terrorismo de Estado contra Cuba.

El 17 de marzo de 1960 el proyecto concebido por la CIA, fue puesto a consideración del presidente Eisenhower. No conozco un plan mejor para lidiar con la situación, respondió el veterano militar, antes de indicar a todos los presentes, disponerse a negar haber escuchado algo al respecto.

Para llevar a cabo la operación, la CIA conformó una Fuerza de Tarea, que incluía secciones de planificación y supervisión de actividades de inteligencia, contrainteligencia, logística, propaganda y operaciones paramilitares, entre otras.

Primeros contratiempos

La temprana comprensión de que el avance de la Revolución atraería sobre sí el odio del Imperio, condujeron al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz a tomar la decisión de preparar al país para la defensa. En el segundo semestre de 1960, continuó la conformación de las unidades de milicia y comenzaron a arribar al país las primeras armas provenientes del Campo Socialista, al tiempo que se fortalecía la seguridad y el orden interior.

Valoración del enemigo

Al percatarse de esta situación, la envergadura de la fuerza mercenaria y de las operaciones para introducirla en Cuba, ya no parecía tan fácil.

De esta forma, a partir de noviembre de 1960, los planes comenzaron a contemplar el empleo de una “fuerza de choque” de unos 1500 efectivos que, en lugar de pequeñas infiltraciones, ejecutarían desembarcos aerotransportados y anfibios, con apoyo de la aviación. Los expertos en operaciones paramilitares de la CIA valoraron, que una operación de esta magnitud precipitaría levantamientos generalizados y masivas deserciones entre los defensores.

¡Tamaño error de cálculo!

Pero aún faltaba definir el lugar de los desembarcos, y en función de ello, a partir del 26 de octubre de 1960, la CIA comenzó a realizar vuelos de exploración con aviones U-2 sobre el territorio cubano. En total, hasta el 15 de abril de 1961, esos aviones cumplieron nueve misiones contra nuestro territorio (otras tres fueron abortadas) y tres más entre esa fecha y el 17, cuando comenzaron los desembarcos.

Luego de estudiar el litoral cubano durante cuatro meses, el equipo de planificación de la CIA, se decidió por el área de Trinidad, en la costa sur de la actual provincia de Sancti Spíritus.

Nuevas soluciones generan nuevos problemas…

El incremento de la envergadura y complejidad de los planes, superó la capacidad para ejecutarlos, por lo que “discretamente” trató de gestionar los medios necesarios.

Pero tan compartimentada se había mantenido la operación, que ni siquiera los altos mandos militares estaban al tanto.

Así ocurrió al jefe del Comando del Atlántico, Almirante Robert Dennison, que solo supo de ella, cuando operativos de la CIA visitaron al capitán del buque anfibio San Marcos (LSD-25) para comunicarle que esa embarcación sería

“incautada”, para una operación contra Cuba. Grande fue su indignación, pues como jefe de las operaciones militares en el Caribe, respondía por la defensa de la Base Naval en Guantánamo, la protección de los ciudadanos estadounidenses en la Isla y su evacuación en caso necesario.

El fortalecimiento de las capacidades defensivas del país
obligó a modificar los planes de la invasión mercenaria

El Almirante Dennison apeló a sus jefes y estos a la Casa Blanca, que indicó a la CIA informarle de la operación. Peor le fue a la Junta de Jefes del Estado Mayor, que no accedió a esos planes hasta enero de 1961.

Para ese momento la CIA contemplaba desembarcar simultáneamente dos compañías de infantería (reforzadas) (unos 200 efectivos cada una) en dos playas al suroeste de Trinidad, a las que se agregaría otra lanzada en paracaídas al norte de esa ciudad. Si la fuerza mercenaria no lograba mantener la “cabeza de playa”, se replegaría hacia las montañas del Escambray, para continuar operando como una fuerza guerrillera fuerte y con apoyo aéreo, según documentos desclasificados.

En febrero de 1961, luego de un examen apresurado, la Junta de Jefes del Estado Mayor avaló la operación, pero subrayó que su éxito dependería, de que se produjera un alzamiento popular importante o el desembarco de considerables fuerzas subsiguientes; es decir, una intervención militar directa de Estados Unidos.

En marzo, el plan llegó al recién estrenado presidente John F. Kennedy, que tampoco simpatizaba con la idea de una acción, que rápidamente fuese atribuida a su país. El desembarco de una brigada mercenaria, mediante un asalto anfibio apoyado por bombarderos, destructores y hasta un portaaviones, parecía más una invasión que un levantamiento interno. Con estos argumentos, alrededor del 11 de marzo, el nuevo mandatario vetó el plan y ordenó estudiar otras alternativas.

Para determinar el lugar de los desembarcos mercenarios,
aviones de exploración U-2, fotografiaron
cada palmo del territorio nacional

Para tratar de cumplir con estas exigencias, la CIA se centró entonces, en encontrar un sector de costa que permitiera los desembarcos y contara con una pista que, luego de ser tomada en los primeros momentos, permitiera acomodar los aviones B-26 de la fuerza mercenaria.

De esta forma, revisó nuevamente el litoral cubano y determinó que solo en el área de Playa Girón, existía una con esos requisitos. Más que operar desde allí, el objetivo era hacer creer al mundo que los aviones mercenarios (enmascarados con insignias cubanas) estaban siendo operados por pilotos sublevados, desde el propio territorio nacional.

Adicionalmente, prepararon otra compañía (unos 170 “hombres”) para desembarcar simultáneamente en la costa sur oriental y distraer a nuestras fuerzas. Pero a esos, una vez en la zona escogida, el coraje no les alcanzó para poner un pie en tierra.

La información disponible revela, que el presidente Kennedy fue puesto al tanto de los preparativos finales, en la tarde del 12 de abril. Se le informó también, que el plazo máximo para detener los desembarcos, concluiría a las 12:00 horas del 16 de abril de 1961. Dubitativo, no llegó a dar un “sí” definitivo a la ejecución del plan, pero no alcanzó a percatarse, que aquella era su oportunidad para cambiar la historia y evitar la amarga “orfandad” de la derrota. Días después, su consejero especial le escuchó exclamar: “¡Cómo pude ser tan estúpido…!”3

Además de pintarlos con las insignias cubanas, la CIA
pretendía hacer creer que los aviones mercenarios eran
operados, desde el territorio nacional por pilotos "sublevados"

 

Referencias:

1- Department of State. Foreign Relations of the United States. 19581960. Volume VI. Cuba. GPO (Washington) Doc. 376 pp.

635-637.

2- Widen, Peter. Bay of Pigs. The Untold Story. Touchtstone, (New York). 1979 p.19.

3- Widen. p.8.