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La sociedad que llevó al Moncada a jóvenes desconocidos

Fecha: 

29/04/2013

Fuente: 

Sitio Web Cubahora

Autor: 

Los años 50 en Cuba fueron de grandes contrastes. Mientras lo más visible y codiciado de la capital relucía, otra triste realidad afloraba. De ese contexto emergieron los moncadistas...
 
La represión policial, una de las caras de La Habana en los años 50.La República ya había celebrado su aniversario 50. En la moderna y reluciente Habana se levantan grandes hoteles-casinos de lujo, manejados por la mafia. Los ricos estrenan el último modelo de Buick, frecuentan las tiendas El Encanto y Fin de siglo. Un público heterogéneo acude a los cines Payret, Dúplex y Radio Centro.
 
Se hacen buen arte y buena literatura, a pesar de los pesares; el grupo y la revista Orígenes, dirigida por José Lezama Lima y José Rodríguez Feo, reúnen a destacados intelectuales entre los que se encuentran Alejo Carpentier, Roberto Fernández Retamar, Fayad Jamís, Samuel Feijóo, Virgilio Piñera, Fina García Marruz y Cintio Vitier. En la plástica, Amelia Peláez, René Portocarrero, Wifredo Lam, Luis Martínez Pedro, Marcelo Pogolotti, Mariano Rodríguez, Rita Longa, Teodoro Ramos Blanco, legan valiosas obras a la posteridad.
 
Pero en la otra cara de la moneda se viven años de terror, sangre y heroísmo. Primero el desprestigiado y corrupto gobierno de Carlos Prío Socarrás; luego, la tenebrosa pesadilla del indio asesino: cadáveres en las calles, bombas que explotan en la noche; encarcelamientos, torturas. Proliferan bares, cantinas, burdeles; se juega a la ruleta o bolita, y es famoso el Frontón Jai- Alai. Suben de tono malversaciones, fraudes electorales, gangsterismo, robo y corrupción político-administrativa.
 
Periodo de grandes contrastes, de desniveles sociales, el 75% de las viviendas en el campo consistía en bohíos con pisos de tierra y techos de guano; más de la mitad de los niños en edad escolar no asistía a clases; crisis político-moral, dependencia de los intereses financieros de los Estados Unidos y de la mafia norteamericana, eran inobjetable realidad. Y en las entrañas del horror del gobierno de Fulgencio Batista, proliferaban figuras siniestras e inescrupulosas.
 
Entre los esbirros que “brillaron” estaban Rolando Masferrer, Esteban Ventura, Lutgardo Martín Pérez, los hermanos Cañizares y el traidor de los trabajadores, Eusebio Mujal. Masferrer, el jefe de los famosos “tigres”, gánster, pandillero, aventurero, director del libelo Tiempo en Cuba, desde el que se exhortaba a la violencia y al crimen, asesino y ¡senador!, fue uno de los personajes más odiosos y odiados de la dictadura. Alternando el crimen político con el común en la antigua provincia de Oriente, sus tenebrosos “tigres” además de asesinar sin escrúpulo, asaltaban, saqueaban, secuestraban. Igualando al Ejército de Batista en las funciones represivas, vestían de uniforme y portaban rifles y ametralladoras.
 
En La Habana les hacía la competencia el coronel Esteban Ventura Novo. Caer en sus manos era prácticamente una sentencia de muerte, sufrir las más atroces torturas. En la quinta y la novena estaciones de policía que comandaba, sus calabozos siempre estaban llenos. Le llamaban el Chacal de La Habana.
 
Junto a Rolando Masferrer comenzó su carrera Lutgardo Martín Pérez. Ascendió de sargento a teniente coronel de la Policía. La prensa del periodo mostraba su activa participación en hechos sangrientos. La revista Carteles, recordando los sucesos del 21 de febrero de 1952, apunta el 4 de enero de 1953: “Frente a las oficinas del Primer Ministro se produjo un violento tiroteo entre el entonces sargento Lutgardo Martín Pérez y dos miembros de Acción Revolucionaria Guiteras...”
 
El brigadier Rafael Salas Cañizares, uno de los cabecillas del 10 de marzo de 1952, pasó de las perseguidoras a la jefatura de la Policía Nacional; allí sobresalió por sus inenarrables abusos. La madrugada del cuartelazo, sus carros patrulleros aguardaban bajo los árboles. Poco después suscribía la proclama con la que se anunció formalmente el golpe de Estado. Procuró estrellas y mando para sus hermanos; José María, que ya tenía alma de asesino, llegó a teniente coronel del Ejército; sus mayores crímenes los cometió en Santiago de Cuba.
 
Eusebio Mujal Barniol, conocido por el catalán, dirigente impuesto de la CTC, en lugar de defender los intereses de los trabajadores, sirvió de instrumento a la dictadura. El 16 de marzo de 1958 apuntaba Bohemia: “Cuando se haga en el futuro el recuento de estos seis años de régimen batistiano, a Mujal le corresponderá por derecho propio un título: el de soporte principal. Pocos hombres del régimen (y, desde luego, ninguno en el terreno civil) han hecho más por la consolidación del mismo que el enriquecido magnate que controla la CTC…”
 
Estos nombres son solo una ínfima muestra de las “connotadas figuras” que padeció en esos años el pueblo de Cuba.
 
LOS QUE SUFRÍAN Y LOS JÓVENES DESCONOCIDOS

 
A ese pueblo Fidel lo definiría en La Historia me absolverá como “...los seiscientos mil cubanos que están sin trabajo (...) los quinientos mil obreros del campo que habitan en los bohíos miserables, que trabajan cuatro meses al año y pasan hambre el resto (...) los cuatrocientos mil obreros industriales y braceros cuyos retiros, todos están desfalcados (...) los cien mil agricultores pequeños, que viven y mueren trabajando una tierra que no es suya (...) y que tan mal se les trata y se les paga; los veinte mil pequeños comerciantes abrumados de deudas, arruinados por la crisis (...) los diez mil profesionales jóvenes: médicos, ingenieros, abogados, veterinarios, pedagogos (...) que salen de las aulas con sus títulos (...) para encontrarse en un callejón sin salida, cerradas todas las puertas (...) ¡Ese es el pueblo, el que sufre todas las desdichas…!”
 
De aquella sociedad fue surgiendo el grupo de jóvenes seguidores del pensamiento de José Martí y provenientes en su mayoría del ala más radical del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), fundado por Eduardo Chibás. Había obreros, estudiantes, profesionales, trabajadores por cuenta propia; mujeres. Eran jóvenes desconocidos hasta ese momento, no comprometidos con políticos del pasado, que se llamaron Generación del Centenario en homenaje al nacimiento de nuestro Héroe Nacional, y comenzaron a delinearse como algo distinto, que a la larga llevaría —con el triunfo de enero de 1959— a la transformación de aquella sociedad.
 
Sus dirigentes tenían un conocimiento de los principios del marxismo, lo que les permitió la comprensión del momento histórico que transitaba el país y de la senda que debían tomar. Al atacar el cuartel Moncada en 1953 asumieron un papel de vanguardia en la lucha contra la dictadura y Fidel se convirtió en el líder político-militar indiscutible del pueblo en la batalla liberadora.