The Nation: La bienvenida de Cuba a un crucero contaminado de COVID-19 es el reflejo de un largo patrón de compromiso humanitario global
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"Gracias, Cuba ... Nunca olvidaremos que nos contactó cuando absolutamente nadie, y quiero decir que nadie más lo haría ''
El 12 de marzo, cuando un buque británico se acercaba a las Bahamas con casi 50 pasajeros y tripulantes que mostraban síntomas de coronavirus o se les había diagnosticado la enfermedad, muchos a bordo tenían la esperanza de que finalmente había terminado su “viaje de los condenados” para encontrar una nación caribeña que les permitiera atracar. El crucero MS Braemar con sus enfermos por el coronavirus enarbolaba la bandera de las Bahamas; seguramente el país perteneciente a la mancomunidad británica, donde estaba registrado el barco, estaría obligado a permitirles desembarcar para recibir tratamiento y transporte de regreso al Reino Unido.
En su lugar, el Ministerio de Transporte de las Bahamas declaró que “no se le permitiría atracar al crucero en ningún puerto de Las Bahamas y que no se desembarcaría a ninguna persona”. A pesar de los frenéticos esfuerzos del Ministerio de Relaciones Exteriores del Reino Unido y de la Línea de Cruceros Fred Olsen, propietaria del barco, se reportó que en los cinco días siguientes varias naciones del Caribe, así como Estados Unidos, negaron los derechos de atraque.
Pero el 18 de marzo, Cuba se convirtió en la única nación en aceptar el barco. Al emplear estrictas pautas de la Organización Mundial de la Salud, las autoridades cubanas ayudaron a más de 1 000 pasajeros y tripulantes a desembarcar y abordar una caravana de autobuses, con una escolta policial especial, hasta el Aeropuerto Internacional José Martí para tomar vuelos fletados de regreso al Reino Unido. La contención del virus requería “los esfuerzos de toda la comunidad internacional”, ya que el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, explicó la respuesta humanitaria de Cuba a la solicitud de ayuda de Gran Bretaña. “Reforcemos la atención médica, la solidaridad y la cooperación internacional”. Mientras el crucero atracaba en el puerto de Mariel, a unos 40 kilómetros al oeste de La Habana, los ciudadanos cubanos reforzaban ese mensaje transmitiendo, por medio de Facebook, los mejores deseos a los pasajeros a bordo del Braemar. “Estoy sentada en mi camarote respondiendo a todos los cubanos que de repente me han enviado alentadores mensajes de apoyo y de bienvenida. Estoy realmente inundada en lágrimas por su bondad”, publicó en su página de Facebook la crucerista Anthea Guthrie. “Nos han hecho sentir no solo tolerados, sino realmente bienvenidos”.
Como otras naciones del mundo, Cuba está lidiando con la propagación de la Covid-19. A mediados de marzo, tres turistas italianos fueron diagnosticados con el virus y hospitalizados; uno murió posteriormente. Otros viajeros recientes a la isla también han resultado positivos y actualmente están bajo tratamiento. Importantes concurrencias a eventos culturales y deportivos han sido canceladas. Sin embargo, hasta ayer, el gobierno del presidente Miguel Díaz-Canel se abstuvo de tomar medidas drásticas para reducir el movimiento hacia y desde la isla. No obstante, el 20 de marzo, con el número de infecciones confirmadas en 21 y una muerte, el gobierno anunció que cerraría sus fronteras a los no residentes.
Las contribuciones médicas de Cuba a la creciente batalla global contra la pandemia han generado más atención que la contención, hasta ahora, de la enfermedad en la isla. Un fármaco desarrollado por la industria biotecnológica cubana, el interferón alfa 2b, que refuerza el sistema inmunitario y ha demostrado su eficacia en epidemias previas como el dengue y el VIH / SIDA, fue uno de los tratamientos elegidos por las autoridades médicas chinas para detener el brote de coronavirus; Varias otras naciones, incluyendo Chile y España, han buscado acceso a la droga. Junto con los suministros de interferón alfa 2b, un equipo de médicos cubanos ha sido enviado a Italia para apoyar los esfuerzos médicos en esa nación devastada por la Covid-19.
Los esfuerzos internacionales de Cuba para detener la propagación del virus fuera de sus fronteras son parte de un largo y consistente patrón de compromiso humanitario global. Durante décadas, el gobierno ha otorgado becas completas a miles de estudiantes extranjeros de medicina para que se gradúen de la prestigiosa Escuela Latinoamericana de Medicina, la universidad médica internacional de Cuba. Las brigadas médicas cubanas han brindado atención y servicios gratuitos de salud a poblaciones pobres en docenas de naciones del Tercer Mundo. Desde 2004, por ejemplo, los oftalmólogos cubanos han realizado cirugías oculares (cataratas, glaucoma y procedimientos de reincorporación de retina, entre otros tratamientos) en unas 39 naciones como parte de un programa de ayuda humanitaria conocido como “Operación Milagro”.
Los programas de “diplomacia médica” también han sido reconocidos internacionalmente por su rápida respuesta a desastres y epidemias. Médicos, técnicos y enfermeras cubanos fueron los “héroes no reconocidos” en Haití, según la Radio Pública Nacional, después del devastador terremoto de enero de 2010 que sacudió a ese país, matando al menos a 100 000 personas. Unos 400 médicos cubanos se encontraban entre los primeros en responder para crear y atender hospitales para miles de haitianos heridos. El personal médico cubano también dejó en claro sus credenciales de coraje durante la peligrosa lucha para detener la epidemia de ébola en África. “Uno de los primeros países en dar un paso al frente fue Cuba, que envió a más de 200 profesionales de la salud a la región, una contribución impresionante para un país de solo 11 millones de personas”, declaró la entonces embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Samantha Power, en octubre de 2016: uno de los numerosos cumplidos que los funcionarios de la administración de Obama le hicieron a los logros de la Revolución Cubana durante los dos años que Washington siguió una política de reconciliación, diálogo y normalización de las relaciones con La Habana. “Esfuerzos nobles como estos son precisamente la razón por la cual Estados Unidos y Cuba deben continuar buscando formas de participar, incluso si nuestras diferencias persisten”, señaló la embajadora Power durante su discurso en la ONU acerca del potencial positivo para la colaboración entre Estados Unidos y Cuba en el campo médico internacional y más allá.
Pero ese compromiso, tan importante a medida que el mundo enfrenta una amenaza existencial a la vida tal como la conocemos, ha sido destruido por las políticas de cambio de régimen de la administración actual. Trump ha revertido el esfuerzo de Obama por la coexistencia pacífica y lo ha reemplazado con un conjunto agresivo de sanciones, restricciones y operaciones punitivas que se han intensificado a medida que se desarrolla la temporada electoral de 2020. Cuba ha acusado a Estados Unidos de atacar a sus programas médicos internacionales presionando a las naciones para que expulsen a las brigadas médicas cubanas; dos de ellos, Bolivia y Brasil, ya lo han hecho. La administración ha limitado los viajes hacia y desde la isla y ha amenazado efectivamente a las compañías navieras que transportan importaciones a Cuba, interrumpiendo el comercio y agravando la escasez de alimentos y petróleo.
“Esta pandemia no conoce fronteras ni es rehén de la historia o la política”, afirma una petición de alivio de sanciones que circula actualmente entre los grupos de defensa en Washington. La declaración, redactada por el Centro para la Democracia en las Américas, pide que se eliminen todas las restricciones a las remesas, las donaciones humanitarias y las sanciones contra las compañías navieras, y que se vuelva al diálogo entre Washington y La Habana. “La comunidad global debe hacer todo lo que esté a su alcance para detener la propagación del virus, proteger a las personas amenazadas y aliviar el sufrimiento que deja a su paso. Para el gobierno de los Estados Unidos, esto significa eliminar las sanciones que más han perjudicado al pueblo cubano.
Los cubanos son conscientes de la ironía de que están siendo castigados en un momento en que tienen una valiosa contribución que hacer para el bienestar de muchos más allá de sus fronteras. “La gran paradoja es que mientras los barcos contratados por Cuba para transportar petróleo y alimentos son hostigados por Estados Unidos, los barcos que transportan a los enfermos que nadie quiere en sus puertos reciben solidaridad y respeto en Cuba”, escribió recientemente la periodista cubana Rosa Miriam Elizalde en el diario mexicano La Jornada.
Ciertamente, para los pasajeros que estaban a bordo del MS Braemar, la solidaridad y el respeto de Cuba, en un momento terrible de temor e incertidumbre, han marcado una diferencia demostrable en sus vidas. “Gracias, Cuba, por abrirnos tu corazón. Nunca olvidaremos que nos diste una mano cuando absolutamente nadie (y digo absolutamente nadie) lo hizo”, escribió Anthea Guthrie en Facebook. “Estoy segura de que nunca olvidaremos la ayuda que hemos recibido de un país pobre con un corazón enorme y valiente”.
(*) Peter Kornbluh, colaborador desde hace mucho tiempo de The Nation en temas de Cuba, es coautor, junto con William M. LeoGrande, de Canal alterno con Cuba: la historia oculta de las negociaciones Washington y La Habana. Kornbluh es también el autor de El archivo Pinochet: un expediente desclasificado acerca de atrocidades y responsabilidades.