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Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (XV)

Fecha: 

14/07/2012

Fuente: 

Diario Granma
Atacar o no atacar, he ahí la cuestión

Durante aquel primer día de discusión y análisis del Comité Ejecutivo del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos, ya el Presidente estaba preocupado por los cohetes Júpiter emplazados en Turquía, los que más tarde se convertirían en un obstáculo para la solución de la Crisis. Kennedy estaba preocupado tanto porque los soviéticos pudieran atacar los Júpiter si los aviones norteamericanos atacaban las armas soviéticas en Cuba, como porque los cohetes que los oficiales turcos estaban acabando de asimilar para operarlos pudieran ser disparados contra blancos soviéticos sin su autorización. Las cabezas de combate nucleares de los Júpiter estaban separadas de los cohetes y controladas por personal estadounidense, pero cualquier cohete que se disparara desde Turquía, con cabeza nuclear o convencional, aumentaría la tensión enormemente mientras se aclaraban las cosas. 

En aquel tiempo aún no había salvaguardas electrónicas que impidieran físicamente el lanzamiento no autorizado de los cohetes, solo comenzaban a instalarse los primeros ejemplares de esos medios en los nuevos cohetes intercontinentales Minuteman de los norteamericanos; en lugar de ello, en cada nivel de mando dos militares debían recibir instrucciones por separado y confirmarlas entre sí, antes de ejecutar la orden de fuego recibida. Inquieto porque la guerra no se fuera a iniciar por un disparo no autorizado desde Turquía, el presidente Kennedy indicó a la Junta de Jefes de Estados Mayores que se reforzaran las salvaguardas existentes, y se ordenó al jefe estadounidense en Turquía que hiciera "inoperables" los Júpiter, es decir, que los destruyera inmediatamente, si se intentaba dispararlos sin una autorización presidencial expresa.(1)

MUCHACHOS: ¡LLEGÓ LA HORA!

Esa tarde, mientras el Comité Ejecutivo sesionaba, también se reunió la Junta de Jefes de Estados Mayores, ocasión en que se hicieron proposiciones y se tomaron decisiones importantes, entre otras estaban las siguientes:

-considerar desacertado un golpe aéreo contra los cohetes nucleares solamente; se debía asestar el golpe aéreo de gran envergadura, atacando los cohetes de alcance medio, las bases aéreas, los cohetes antiaéreos, los depósitos nucleares si se descubrían, almacenes militares, tanques, medios navales de combate y demás objetivos significativos que pudieran afectar a los Estados Unidos o a sus fuerzas;

-a partir del golpe aéreo se debía implantar un bloqueo naval total y comenzar la ejecución de los planes de invasión elaborados: el OPLAN-314 o el 316 según se decidiera;

-antes de asestar el golpe, o de forma simultánea con este, era necesario dispersar los bombarderos estratégicos;

-después del discurso del Presidente sobre la situación, si se hacía previamente, habría que pasar a DEFCON 2 a las fuerzas estadounidenses a nivel mundial. (NA: Es necesario señalar que, según los conceptos norteamericanos, DEFCON (condiciones de defensa) tenía cinco niveles de alerta; en tiempo de paz las tropas se encontraban habitualmente en DEFCON 5, y podían ir pasando a otros niveles de preparación para el combate, hasta DEFCON 2, en el que estaban listas para combatir, pues DEFCON 1 era ya la guerra);

-tomar medidas para la defensa de la Base Naval de Guantánamo;

-aumentar la defensa antiaérea en el sudeste de los Estados Unidos e incrementar las patrullas aéreas con interceptores durante las 24 horas, reforzándolas en el horario diurno;

-sería necesaria la movilización de 150 mil reservistas;

-debía considerarse la declaración del estado de emergencia nacional;

-el peligro de los cohetes de alcance medio emplazados en Cuba era lo suficientemente grande para justificar el ataque, incluso después que los cohetes alcanzaran el estado operacional.

Los integrantes de la Junta de Jefes de Estados Mayores estaban deseosos de quedar bien ante el Presidente después del fiasco de Bahía de Cochinos y su desafortunada intervención. Se mantuvieron firmes y unidos al recomendar el uso de una fuerza militar aplastante contra las posiciones soviéticas y cubanas en la Isla. Defendieron en todo momento y con obstinación, digna de mejor causa, el uso de la fuerza, y se prepararon diligentemente para el golpe aéreo y la posible invasión, lo que era también la preferencia inicial del Presidente. Además, mostraron a las claras su convicción: había llegado el momento y la oportunidad de deshacerse de Castro, solamente había que aprovechar la ocasión y estaban dispuestos a hacerlo. Mas, al parecer, eran demasiado rígidos en sus concepciones cavernarias, por lo que no fueron capaces de apreciar los cambios que se efectuaban a su alrededor. Era como si el violín que ellos tocaban solo fuera capaz de emitir una nota, mientras los que tocaban los demás desgranaban una gama de sonidos más o menos armoniosos. Mientras, el Presidente y sus asesores principales estaban dispuestos incluso a aceptar la desgracia de convivir con Castro en determinadas condiciones, pero no con los cohetes soviéticos, siguiendo el principio de hacer cada cosa a su debido tiempo, los militares sostuvieron obstinadamente su opinión de que Castro también representaba un gran peligro para la seguridad de los Estados Unidos y había que aprovechar la ocasión para eliminarlo a cualquier precio. Era evidente que les faltaba flexibilidad. Esa fue la fuente de las discrepancias que existieron entre los criterios de los dirigentes militares y civiles estadounidenses en octubre de 1962.

No obstante, en la tarde de aquel martes el Secretario de Defensa pidió las opiniones de la Junta de Jefes de Estados Mayores sobre las probables reacciones soviéticas a un ataque de Estados Unidos contra Cuba, las que debían ser presentadas al día siguiente (17 de octubre).

De todos modos, el secretario del Tesoro, Douglas Dillon, el secretario asistente de Defensa para la Seguridad Internacional, Paul Nitze y los integrantes de la Junta de Jefes de Estados Mayores dudaban que la Crisis desembocara en una guerra nuclear y confiaban en que finalmente los soviéticos cederían. También consideraban que el equilibrio nuclear estratégico era un factor significativo y en ocasiones determinante en la adopción de decisiones durante la guerra fría. Pensaban que el esfuerzo de Jruschov por instalar los cohetes en Cuba constituía un ejemplo evidente de ello. En su criterio, con los cohetes allí la Unión Soviética duplicaría prácticamente el número de cabezas nucleares que podría lanzar contra blancos estadounidenses, aunque fueran de menor potencia que las de los cohetes intercontinentales, lo que haría mucho más vulnerable al núcleo del poderío estratégico de los Estados Unidos, a saber, las bases de los bombarderos del Comando Aéreo Estratégico.

Un tema de actualidad e importancia en aquel momento era el de la relación que podía haber entre las acciones soviéticas en el Caribe y sus objetivos en Europa. Los estadounidenses consideraban las crisis de Berlín y Cuba como dos caras de la misma moneda; esperaban una fuerte reacción soviética en Berlín ante cualquier acción militar en Cuba. Por su parte, los funcionarios soviéticos de la época han manifestado que para ellos Cuba y Berlín eran dos temas independientes, sin ningún vínculo estrecho entre ellos.

Ahora bien, es necesario reconocer que el carácter secreto de la Operación "Anadir" contribuyó a intensificar la Crisis. Los estadounidenses podían estar comprensiblemente atemorizados por la aparición repentina y encubierta de cohetes estacionados tan cerca de los Estados Unidos. La alarma pudo agravarse por el hecho de que los diplomáticos soviéticos negaron la verdad hasta el último minuto. Resulta que los embajadores soviéticos en Washington y en la ONU no conocían sobre el tema, pues Jruschov lo ocultó deliberadamente. Su activa campaña de desinformación pudo hacer que Kennedy y sus asesores sospecharan que la Unión Soviética estaba preparando un ataque sorpresivo con cohetes contra los Estados Unidos.

Al respecto, Nikita Jruschov planteó en sus memorias: "Los dirigentes políticos de los Estados Unidos podían suponer que teníamos planes muy agresivos contra su país(...) No tomaban en cuenta lo que habían hecho hacía tiempo con la Unión Soviética, al rodearnos con sus bases militares(...) Los imperialistas estadounidenses veían eso como una cosa natural, como que era su derecho de defensa contra la Unión Soviética(...) Sin embargo, ahora se trataba de Cuba, que estaba debajo de sus narices, y le negaban el derecho a defenderse. He ahí su moral. Los imperialistas toman en cuenta y aplican la moral solo si está sustentada por la fuerza. Si tal fuerza no existe, la moral no se toma en cuenta(...) Ellos practicaban y continúan practicando esa política, pero nunca habían experimentado algo similar en carne propia en toda su historia, por eso en aquel momento estaban muy alterados y asustados.

"Si estallaba la guerra, esta vez sería diferente para los estadounidenses, pues en la primera y segunda guerras mundiales la inmensa mayoría de ellos no habían oído ni siquiera el disparo de un fusil, no conocían las explosiones de las bombas y de los proyectiles de artillería, ignoraban las penalidades y sufrimientos de las evacuaciones, del hambre terrible o la ocupación; habían luchado en territorios ajenos. Sin embargo, ahora también se convertirían en blancos de los proyectiles. ¡Y qué clase de proyectiles!, ¡nada menos que nucleares!". (2)

Desde el mismo martes 16 de octubre comenzó a organizarse el Comando Unificado del Atlántico, órgano principal de mando para la dirección de las acciones militares, al cual estarían subordinadas todas las fuerzas terrestres, navales y aéreas comprometidas. Al mando del mismo estuvo el almirante Robert L. Dennison. La Junta de Jefes de Estados Mayores encargó la responsabilidad del bloqueo, si en definitiva se realizaba, a uno de sus miembros, el almirante George W. Anderson, jefe de Operaciones Navales de la Marina de Guerra de los Estados Unidos. Las decisiones serían tomadas por el Presidente, en su calidad de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, e impartidas a través de su Secretario de Defensa.

Aquel día la Casa Blanca, el Pentágono y otras instituciones recibieron instrucciones sobre un posible traslado en los próximos días a las instalaciones soterradas; las familias de los jefes fueron informadas acerca de su posible traslado al interior del país, además, se estaba preparando el establecimiento de la censura militar.

Mientras en Cuba, seguían desarrollándose las actividades planificadas, correspondiendo a aquella fecha la llegada al puerto del Mariel de la motonave "Omsk" en su segundo viaje, transportando entre otras cosas cinco cohetes R-12 de combate y dos de instrucción para el regimiento que se emplazaba en Santa Cruz de los Pinos-San Cristóbal, con lo que se completaban los 42 cohetes del tipo R-12 destinados a la división coheteril estratégica.

COMIENZA EL CAMBIO DE POSICIONES

Miércoles 17 de octubre.

El día se inició con lo que podría parecer una burla a los que ya conocían lo que se preparaba en secreto: Georgui Bolshakov, funcionario de la embajada soviética en Washington, entregó a Robert Kennedy un mensaje personal de Jruschov al Presidente asegurando que bajo ninguna circunstancia serían enviados cohetes tierra-tierra ofensivos a Cuba.

Los dirigentes norteamericanos conocían los resultados del análisis de las fotografías aéreas que habían sido tomadas el día 15 sobre la región occidental de Cuba. Se descubrió otro emplazamiento integrado por cuatro rampas de lanzamiento en la zona de San Cristóbal, con lo que totalizaban cuatro los emplazamientos de cohetes de alcance medio, con 16 rampas en total. Se detectaron además dos nuevos emplazamientos en la zona al este de Guanajay; por las características de las rampas de lanzamiento ubicadas en línea, ya conocidas por haber sido fotografiadas en la URSS con anterioridad, podrían ser para los cohetes de alcance intermedio SS-5 (R-l4 para los soviéticos), los que eran capaces de llevar sus cabezas de combate nucleares hasta distancias del orden de los 4 000 kilómetros, con lo que podía ser batido todo el territorio continental de los Estados Unidos y llegarían incluso hasta la bahía de Hudson, en Canadá, y a la capital del Perú, en la América Latina.

La Junta de Jefes de Estados Mayores presentó las opiniones solicitadas el día anterior por el Secretario de Defensa, referentes a las probables reacciones soviéticas ante la realización de un ataque contra Cuba. Las opiniones vertidas fueron las siguientes:

1 –los soviéticos no irían a una guerra general por Cuba;

2 –su respuesta era más probable en Berlín, Turquía, Irán o Corea.

Además, la Junta envió a McNamara un documento en que se oponía a un golpe aéreo solo contra los cohetes; defendían el criterio de asestar un golpe aéreo amplio, seguido de un bloqueo total y a continuación la invasión para eliminar a Castro. Aquel era el momento para deshacerse de este, planteaban, y los militares podían hacerlo, solo faltaba la aprobación presidencial...

Este día los aviones U-2 realizaron seis vuelos de reconocimiento a gran altura sobre Cuba y la CIA presentó una información de Inteligencia indicando que un bloqueo total derribaría a Castro en cuatro meses. También Adlai Stevenson, representante de los Estados Unidos ante la ONU, temeroso de los resultados funestos que podrían derivarse de una decisión mal fundamentada, envió una carta al presidente Kennedy en la que, entre otras cosas, planteaba:

-el hecho de arriesgarse o no a comenzar una guerra nuclear está estrechamente relacionado con la adopción de la mejor de las decisiones, y los juicios de la historia raramente coinciden con la cólera de un instante;

-la existencia de bases de cohetes nucleares en cualquier lugar es negociable antes de comenzar a hacer nada contra ellas;

-debe estar totalmente claro que los Estados Unidos han estado, están y estarán listos para negociar la eliminación de bases y cualquier otra cuestión; que son ellos los que han alterado el precario balance existente en el mundo con arrogante desaire a vuestras advertencias y que no tenemos otra alternativa que restablecer ese balance, es decir, chantaje e intimidación nunca, negociación y sensatez siempre. (3)

En esta fecha se efectuaron tres sesiones de trabajo del Comité Ejecutivo, en las que no participó el Presidente, pues había viajado a Connecticut en los trajines electorales del Partido Demócrata. No obstante, al comenzar el trabajo, los integrantes del Comité conocían que Kennedy se inclinaba en aquellos momentos a actuar con rapidez si iban a hacerlo, sin advertencia, contra los cohetes de alcance medio y posiblemente contra los aeródromos.

La reunión comenzó discutiendo un documento en el que se exponían las alternativas que se apreciaban como posibles en aquellos momentos:

"Opción A–Tomar medidas políticas, ejercer presiones y hacer una advertencia; de no ser satisfactoria la respuesta, realizar un ataque militar.

"Opción B–Efectuar un ataque militar sin que antes se haya hecho una advertencia, ejercido alguna presión o tomado alguna medida; conjuntamente con esta acción, se emitirían mensajes aclarando su carácter limitado.

"Opción C–Tomar medidas políticas, ejercer presión y hacer una advertencia a la vez que se establece un bloqueo naval y se invoca la autoridad del Pacto de Río y, o bien se procede a una Declaración de Guerra por parte del Congreso de Estados Unidos o se invoca la Resolución Conjunta sobre Cuba aprobada en el 87 Periodo de Sesiones del Congreso.

"Opción D–Invasión a gran escala para arrebatarle Cuba a Castro". (4)

Se inició el debate y las opiniones se fueron polarizando a lo largo de la jornada: mientras el exsecretario de Estado, Dean Acheson, el director de la CIA John McCone, el general Taylor y el secretario Dean Rusk estaban por la acción militar directa, tenemos que Boleen y Thompson se pronunciaban por un acercamiento diplomático con Jruschov y Castro antes de emprender una acción militar; por su parte Martín, Robert Kennedy y McNamara favorecían el bloqueo como primer paso en una campaña de presión. Los demás integrantes del Comité se mostraban vacilantes entre estas tendencias predominantes.

Poco a poco fue ganando adeptos la variante del bloqueo para prohibir la introducción de más armas ofensivas, los partidarios de la cual argumentaban que la presencia de los cohetes soviéticos en Cuba no tenía gran importancia militar, pues cada superpotencia era capaz de devastar con armas nucleares a la otra, aún sin las armas que se habían introducido en la Isla. Además, McNamara planteaba que el bombardeo a las instalaciones coheteriles causaría la muerte de muchos especialistas soviéticos, lo que provocaría medidas de respuesta de Moscú. En este caso, los Estados Unidos podrían perder el control del estado de cosas, por lo que la escalada del conflicto conduciría probablemente a la guerra; también se consideraba el argumento del día anterior de que no todos los cohetes serían destruidos en el bombardeo y que se lanzarían inmediatamente los que quedaran indemnes contra ciudades de los Estados Unidos, causando millones de víctimas.

Los que estaban en contra del bloqueo afirmaban que este por sí solo no destruiría los cohetes ni obligaría a detener los trabajos para su instalación en las posiciones de lanzamiento; además, reteniendo los barcos soviéticos de todos modos entrarían en un conflicto de imprevisibles consecuencias con la URSS, al tiempo que era necesario concentrar todos los esfuerzos contra Cuba, no contra la Unión Soviética. También expresaban que establecer el bloqueo era darle el pretexto a los rusos para hacer lo mismo en Berlín, lo que no entraba en modo alguno en los planes de la OTAN.

Los partidarios de esta medida, por su parte, argumentaban que su ventaja radicaba en el empleo flexible de la fuerza y la diplomacia, dejando posibilidades para adoptar decisiones ulteriores en la medida en que se desarrollaran los acontecimientos, es decir, el bloqueo era una medida de presión limitada, pero susceptible de ser aumentada si las circunstancias lo aconsejaban. Además, y esto era lo más importante, les permitiría seguir controlando el desarrollo de los acontecimientos. Estos planteaban que después de asestado el golpe aéreo no quedarían vías para el repliegue, pues si los soviéticos no hacían concesiones el paso siguiente debía ser la invasión de la Isla. Entonces la escalada de las acciones sería inevitable.

¡¿Y QUÉ SUCEDERÍA SI...?!

Los partidarios de la línea dura, llamados "halcones" con frecuencia, consideraban que los Estados Unidos tenían una ventaja militar incuestionable en fuerzas convencionales en el Caribe y, lo que era más importante, también la tenían en la capacidad nuclear estratégica, por lo que Jruschov tendría que ceder en algún momento. Estos se inclinaban por forzar la situación asestando el golpe aéreo amplio.

Sus oponentes entendían que cualquier uso de la fuerza podía provocar una escalada incontenible de acciones y reacciones, hasta que una parte o la otra se sintiera en la necesidad de emplear armas nucleares. Una vez transpuesto el umbral de la violencia nadie podría predecir el resultado final, pero lo más probable era que ocasionara la devastación de ambos países. Para este grupo, el equilibrio nuclear estratégico no era cuestión de la cantidad de armas que se tuviera, ni de la capacidad de una parte para atacar y desarmar a la otra, ni de la cantidad y los tipos de armas necesarias para poder responder si le asestaban el primer golpe. En su opinión, cada una de las superpotencias ya tenía armas más que suficientes para destruirse entre sí, por lo que esas armas solo servían en la práctica de freno al uso de las mismas.

La superioridad nuclear de los Estados Unidos no era de tal magnitud como para que pudiera traducirse en algo utilizable para obtener objetivos políticos, porque desde antes del emplazamiento de los cohetes en Cuba, ya los soviéticos tenían suficiente poderío nuclear estratégico como para que los norteamericanos tuvieran que enfrentarse a la perspectiva de que les ocasionarían un daño irreparable si utilizaban sus armas de algún modo contra ellos. Aquel día ya había acuerdo general en que los cohetes en Cuba no cambiaban significativamente el equilibrio del poder; no obstante, resultaba inaceptable por completo la presencia de las armas soviéticas a noventa millas de las costas de los Estados Unidos.

Ahora bien, si los norteamericanos se hubieran decidido a invadir la Isla los riesgos de una escalada nuclear no eran simplemente teóricos, como consecuencia de la existencia de una cantidad sustancial de armas nucleares tácticas allí, circunstancia que desconocían los estadounidenses. Aunque supusiéramos que esas armas podrían ser destruidas durante los repetidos ataques aéreos que se producirían al inicio de las hostilidades, siempre existiría una probabilidad grande de que algunas de ellas sobrevivieran y fueran lanzadas contra las tropas norteamericanas que hubieran desembarcado o que estuvieran próximas a hacerlo. Entonces hubieran surgido dos variantes fundamentales posibles:

a) los Estados Unidos hubieran decidido que el daño ocasionado por las armas nucleares tácticas era aceptable, que la probabilidad de otros ataques similares era escasa o nula y que las operaciones debían continuar siendo convencionales, en lugar de arriesgarse a una escalada nuclear innecesaria;

b) los Estados Unidos pudieran tomar ese ataque como excusa para efectuar una escalada local nuclear con el fin de terminar rápidamente las operaciones en Cuba; esto hubiera terminado con un riesgo muy grande de escalada hacia la guerra nuclear mundial. De cualquier modo, en un conflicto nuclear limitado solamente a Cuba es probable que los norteamericanos pudieran alcanzar una victoria pírrica, a un precio muy alto en vidas, técnica y armamento. Sin embargo, en este caso la historia ulterior habría sido mucho más peligrosa, pues tras haberse empleado por primera vez en combate entre las dos grandes potencias, un nuevo uso del arma nuclear podría haber resultado más fácil. (Continuará)

(*) Teniente coronel (r) y fundador de las Tropas Coheteriles

1 Gribkov, Anatoli y Smith, William: Operación ANADIR. Generales estadounidenses y soviéticos... Ob. Cit.
2 Operación Estratégica "Anadir" ¿Cómo fue?... Ob. Cit.
3 Relaciones Exteriores de los Estados Unidos 1961-1963. Volumen XI... Ob. Cit. Documento 25.
4 Review of Agreed and Premises in the Cuban Situation, Possible Courses of Actions, and Unanswered
Questions. National SecurityArchive. 17 de octubre de 1962. Estados Unidos. Documento 00649.