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Palabras a los Intelectuales no fue solo un punto de partida, sino también un punto de llegada

El joven Fidel durante su intervención conocida como Palabras a los intelectuales. Foto: Archivo de Granma.
El joven Fidel durante su intervención conocida como Palabras a los intelectuales. Foto: Archivo de Granma.

Fecha: 

30/06/2021

Fuente: 

Cubadebate

Autor: 

Palabras Acto Central por el 60 aniversario de Palabras a los Intelectuales.
 
    Biblioteca Nacional, 28 de junio de 2021.

 
Un honor, reto y compromiso inmenso constituye para mí poder hacer uso de la palabra hoy, en un escenario tan simbólico como este de la Biblioteca Nacional, para referirme a un hecho histórico de tanta relevancia como aquel que se produjo en este preciso lugar hace ya 60 años.
 
Hace unos días, releyendo Ese Sol del Mundo Moral, de Cintio Vitier, extraordinario y conmovedor libro, encontré fragmentos citados de un importante documento histórico del siglo XIX, que me trajeron a la mente varios pasajes de Palabras a los intelectuales de Fidel. Se trata de la circular a los jefes mambises firmada por José Martí y Máximo Gómez el 28 de abril de 1895. Por supuesto, su lectura devela en gran medida el estilo literario y el pensamiento más profundo del Apóstol, compartido por el Generalísimo. En esta circular se le ordenaba a los distintos mandos lo siguiente:
 
    “La guerra debe ser sinceramente generosa, libre de todo acto de violencia innecesaria contra personas y propiedades, y de toda demostración o indicación de odio al español.
 

    Con quien ha de ser inexorable la guerra, luego de probarse inútilmente la tentativa de atraerlo, es con el enemigo, español o cubano, que preste servicio activo contra la Revolución.
 
    (…)
 
    A los cubanos tímidos y a los que más por cobardía que por maldad, protesten contra la Revolución, se les responderá con energías a las ideas, pero no se les lastimarán las personas, a fin de tenerles siempre abierto el camino hacia la Revolución….
 
    A los soldados quintos se les ha de atraer, mostrándoles compasión verdadera por haber de atacarlos cuando los más de ellos son liberales como nosotros y pueden ser recibidos en nuestras fuerzas con cariño”.
 
No pude menos que estremecerme, al captar esos hilos invisibles que unen nuestra historia y el pensamiento revolucionario, en especial entre José Martí y Fidel Castro, a pesar de la distancia en el tiempo y la diferencia en las circunstancias. Y es que las históricas Palabras a los Intelectuales de Fidel, también están ancladas en el pensamiento y la ética martiana. Así lo vemos en su línea persuasiva, de honda reflexión, y en su intencionalidad política de unir y movilizar en función de la transformación no solo de la realidad económica y social, sino también de la espiritualidad de los seres humanos. En momentos en que ocurría la Campaña de Alfabetización —también de inspiración martiana—, el hecho cultural más trascendente de la Revolución, era imprescindible sumar a la vanguardia intelectual del país en la misión fundamental del proceso de cambios culturales, que no solo se producirían en las estructuras de poder, instituciones, organizaciones y relaciones sociales, sino incluso a nivel individual, única manera de alcanzar una real hegemonía cultural desde la perspectiva emancipadora.
 
    “La Revolución no puede renunciar a que todos los hombres y mujeres honestos, sean o no escritores o artistas, marchen junto a ella —señala Fidel—; la Revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario; la Revolución debe tratar de ganar para sus ideas a la mayor parte del pueblo; la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo, a contar no solo con los revolucionarios, sino con todos los ciudadanos honestos, que aunque no sean revolucionarios —es decir, que no tengan una actitud revolucionaria ante la vida—, estén con ella. La Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios”.
 
En un contexto como aquel de junio de 1961, cuando el país prácticamente se encontraba movilizado para la guerra —apenas dos meses y unos días antes había ocurrido la invasión mercenaria por Playa Girón—, Fidel no pronunció un discurso de barricada frente a los artistas y escritores, todo lo contrario, después de dedicar dos viernes seguidos a escuchar con paciencia los criterios y preocupaciones de los participantes, su intervención final mantuvo un tono reflexivo, alejado de todo dogma o sectarismo.
 
Fidel dedica una buena parte de sus Palabras… a despejar cualquier tipo de duda sobre una posible variante tropical en Cuba del “realismo socialista”:
 
    “Permítanme decirles, en primer lugar, que la Revolución defiende la libertad; que la Revolución ha traído al país una suma muy grande de libertades; que la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades; que si la preocupación de algunos es que la Revolución va asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que esa preocupación no tiene razón de ser”.
 
Habría que decir que esta posición constituyó de por sí otra de las herejías que marcaron la originalidad de la Revolución, no solo frente al coloso imperio del norte, sino también frente a las experiencias socialistas existentes hasta ese momento.Como único límite a esas libertades, Fidel coloca el derecho a existir de la Revolución, como obra creadora mayor, fuente nutricia de todas las libertades, de la justicia conquistada y de la que había aún que conquistar, contra cuya existencia no se podía erigir ningún derecho.Creo que ahí está también una esencia, un principio fundamental para nuestro presente, sobre todo cuando nos enfrentamos a un tipo de mercenarismo probado que, sobre la base de una supuesta libertad, pretende regresarnos a la esclavitud.
 
Cuando aún no había cumplido los 35 años, Fidel logró manejar con gran maestría política aquellas reuniones difíciles, de pugnas estéticas e ideológicas entre distintos grupos, sin caer en la trampa de apoyar a unos contra otros, como gran estadista que era ya en ese momento, su mirada estaba puesta en cuestiones más trascendentes: salvar la unidad en el movimiento artístico e intelectual cubano y poner todo ese talento en función del crecimiento espiritual de todo el pueblo. “El pueblo es la meta principal —expresó Fidel—. En el pueblo hay que pensar primero que en nosotros mismos. Y esa es la única actitud que puede definirse como una actitud verdaderamente revolucionaria”.
 
Aunque a Fidel más que intelectual, le gustaba el calificativo de guerrillero, aquel 30 de junio de 1961, se confirmó una vez más en la historia de Cuba, que vanguardia política y vanguardia intelectual volvían a ser la misma cosa.
 
Palabras a los Intelectuales no fue solo un punto de partida, sino también un punto de llegada, una concepción sobre el papel de la cultura en la Revolución y sobre las más amplias posibilidades y libertades para la creación artística que Fidel había ido madurando desde antes incluso de 1959 e implementando desde los primeros meses después del triunfo revolucionario. Si entendemos que la visión de Fidel sobre la cultura trascendía los límites de la creación artística y literaria, comprendemos entonces que la conversión de los cuarteles en escuelas en el propio año 1959, su discurso el 15 de enero de 1960 en la Sociedad Espeleológica, donde señaló que Cuba debía ser en el futuro un país de hombres de ciencias y de pensamiento, entre otras de sus obras e ideas, fueron también reflejo de la audacia cultural que caracterizó su ejecutoria desde los albores del proceso revolucionario cubano.
 
Con Palabras… Fidel inauguró a su vez un método, una concepción totalmente revolucionaria en la manera de relacionarse con los artistas e intelectuales cubanos, que ya había ejercido con otros sectores. Su presencia sería habitual en los congresos y consejos nacionales de la UNEAC, organización con la que mantuvo además diálogos muy profundos en los momentos más difíciles del período especial, también sostendría importantes encuentros con los jóvenes artistas e intelectuales de la Asociación Hermanos Saiz (AHS) en 1988 y el 2001. Es decir, habría otras Palabras a los intelectuales de Fidel, textos que enriquecieron y contextualizaron las ideas expresadas por él en junio de 1961, y que también es importante dar más a conocer.
 
Sesenta años después de aquellas Palabras de Fidel, no dejamos de sentir el influjo de su innegable vigencia,aunque respondieran a un contexto histórico muy determinado, no quedaron atrapadas en él, de lo contrario no se hubieran convertido en un referente al cual siempre regresamos como brújula que nos señala el camino de nuestra política cultural. Comprobamos hoy, como muchos de los sueños y planes que en materia cultural tenía Fidel -para los que unió y movilizó a la vanguardia artística e intelectual de la Isla-, han sido en muchos casos superados con creces, a pesar de las distorsiones y desviaciones que en determinadas coyunturas se produjeron. Aquel discurso abrió caminos insospechados para los creadores, multiplicó las oportunidades, los talentos y la democratización del acceso a la cultura a todo el pueblo.
 
    Palabras a los intelectuales resulta un texto de actualidad en tanto sigue convocándonos a la unidad, a dejar a un lado cualquier discordia estéril y poner todo el potencial de nuestras instituciones culturales, educativas y científicas, de nuestros artistas, escritores e intelectuales, en función del objetivo supremo de ascender al pueblo, de sanar el tejido espiritual de la nación donde quiera que este se encuentre dañado, de construir y reconstruir consensos, de insertarnos en todos los intersticios de nuestra realidad social con vocación humanista y trabajar por la emancipación del ser humano, de cultivar los mejores valores para nuestra sociedad y de enraizar aún más nuestra cultura de la resistencia y la liberación, desde un pensamiento y una práctica descolonizadora y antiimperialista.
 
Será imprescindible siempre que cada generación haga nuevas lecturas a Palabras a los intelectuales, entendiendo a fondo el contexto en que fueron pronunciadas, la trascendencia de su contenido y a la vez actualizar su vigencia en función de los desafíos culturales presentes y futuros. A eso nos llamaba nuestro hoy Primer Secretario del Partido y presidente de la República, Miguel Díaz Canel Bermúdez, en la clausura del IX congreso de la UNEAC, el 30 de junio de 2019, cuando expresó:
 
    “Hay que hacer lecturas nuevas y enriquecedoras de aquellas palabras. Hacer crecer y fortalecer la política cultural, que no se ha escrito más allá de Palabras… y darle el contenido que los tiempos actuales nos están exigiendo”.
 
En ese sentido, los jóvenes creadores tenemos una altísima responsabilidad. Las generaciones futuras, serán entonces, las encargadas de juzgar nuestros actos.
 
Muchas Gracias.