Pensamiento y políticas científicas
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Me animo a compartir con los lectores una vivencia reciente. Asistí como invitado a una reunión convocada para debatir sobre las políticas que nuestro país encamina en las áreas de ciencia y tecnología. La atención se fijó sobre todo en la cuestión de la formación, empleo y retención del potencial humano. Ya sabemos que este es un tema clave para Cuba y así se refleja en los Lineamientos y en el Plan de Desarrollo económico y social para 2030. En la reunión estaba presente un grupo muy representativo de las personas involucradas en la conducción de las actividades de ciencia, tecnología e innovación.
Por supuesto hay muchos problemas que resolver y numerosas políticas que concretar. El camino está sembrado de dificultades a vencer pero ya sabemos que contamos con el inspirador “sí se puede”, que como indicó el compañero Raúl, es uno de los más valiosos legados de Fidel.
Lo que quiero comentar se refiere exclusivamente a un planteamiento que hacia el final de la reunión expresó el Compañero Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien presidía la reunión.
Enfatizando en la necesidad de no cejar en el empeño de avanzar nos dijo que las políticas se pueden mejorar, instrumentar, etc. pero que nuestro país contaba con una política con mayúscula que era inalterable y definía el rumbo. Esa política descansaba en el pensamiento de Fidel sobre la ciencia y su papel en el desarrollo socio económico de nuestro país.
Me pareció una muy buena síntesis.
En realidad son incontables las intervenciones de Fidel sobre la ciencia. Esas intervenciones marcan la ruta del enorme esfuerzo que durante décadas el país ha realizado en educación, ciencia y tecnología. Él fue y sigue siendo el gran inspirador de las políticas científicas de nuestro país.
¿Pero cuáles son las ideas maestras que articulan ese pensamiento que funda cualquier política posible? No intento un inventario definitivo, solo me propongo identificar algunos aspectos muy relevantes
La ciencia no es un lujo. A esto se refirió recientemente el compañero Agustín Lage en un excelente artículo publicado en la prensa cubana. Contar con una base científica nacional robusta es una condición para el desarrollo. Esa convicción es la que explica que durante décadas Fidel se dedicó a fundar centros de investigación, a transformar las universidades, impulsar programas de formación a todos los niveles, a plantear metas que para muchos parecían inalcanzables. La ciencia no es un lujo, es un requisito imprescindible para el desarrollo. Ciencia y Revolución van juntas. Semejante ideario descalifica por mediocre e insostenible cualquier criterio que desde dentro o desde fuera de las filas de los revolucionarios intente convencernos que la ciencia es un lujo que no podemos darnos o que otro será el momento para prestarle atención al tema.
Hacer ciencia en un país subdesarrollado y pobre es diferente que hacerlo en un país rico. Entre nosotros el cuidado de los aspectos organizativos y la atención a las personas involucradas es mucho más importante. Aquí no tenemos un montón de empresas ávidas de conocimiento para innovar y acumular riquezas, ni recursos de sobra para llenarles los bolsillos a los profesionales. En Cuba la dimensión subjetiva en el trabajo científico es determinante. Siempre me parecieron ejemplares las imágenes de Fidel metido en los laboratorios discutiendo con los investigadores, alentando, coordinando. Creo que fue el comandante sandinista Tomás Borge quien habló de un fantasma de verde olivo recorriendo los laboratorios de batas blancas. Quienes vivieron esos contactos con el Comandante son hoy mejores científicos. Para las políticas esto entraña una lección extraordinaria: sin descartar otros mecanismos y estímulos, la ciencia exige atención personalizada por quienes toman decisiones. Las personas deben sentirse importantes. Por cierto, los medios de comunicación pueden ayudar más en ese empeño.
Cuando se habla de capacidad científica no se piensa solo en el sector científico. La ciencia es una capacidad que debe estar extendida en toda la sociedad: a los trabajadores, campesinos, amas de casa, estudiantes, combatientes. A todos. No es un atributo de pocos sino de todas las cubanas y cubanos que debemos enfrentar a diario los desafíos de la construcción socialista. El socialismo es demasiado complejo como para intentar construirlo desde la ignorancia. Todo problema requiere análisis científico, es decir fundamentado, anti dogmático, respaldado por el conocimiento disponible y la incorporación a su solución de las personas con capacidad para ello.
Ese enfoque conduce a descalificar cualquier proceso productivo, de toma de decisiones u otro que no se apoye en el mejor conocimiento posible. Este es nada más y nada menos que el problema de la demanda de conocimiento ¿Para qué queremos la ciencia si no hay demanda por la ciencia?
Y el mismo enfoque nos lleva a enfatizar el papel del sistema educativo, a su capacidad de incluir a todas y todos y de ofrecernos servicios de alta calidad, esos que ayudan a aprender a pensar. Una buena política científica tiene que considerar a todo el sistema educativo que le sirve de base. Y no solo al sistema educativo. La política científica que Fidel promulgó es intersectorial, integradora de muchos y diversos esfuerzos.
La ciencia, el conocimiento, solo pueden servirnos si marchan junto con los mejores valores que la sociedad puede promover. Un excelente especialista no es nada sin el compromiso social, el altruismo, la solidaridad, el patriotismo que convierten ese conocimiento en un valor puesto al servicio de la sociedad. Tenemos que acceder a las cotas más altas de la ciencia, llevándola siempre de la mano de la conciencia. La política científica, tal y como la cultivó Fidel, debe estar atenta a esa dimensión ético-moral.
La ciencia tiene que estar al servicio del bienestar de todos, no de algunos que pueden pagar por sus resultados. Una vacuna, un medicamento, tienen que beneficiar a todas las personas. La ciencia tiene que ser inclusiva. Mucha atención con los especuladores y a los mecanismos de mercado incontrolados. El conocimiento científico, la educación, en un país con un proyecto socialista, tiene que incluir a todos.
Sabemos por la prensa que Fidel dedicó sus últimos alientos y la inteligencia descomunal que lo caracterizó a hacer ciencia. No satisfecho con haber fundado e impulsado la ciencia nacional se dedicó en los últimos años de su vida a estudiar variedades de plantas de gran valor alimenticio y con potencialidades para mejorar la salud humana.
No existe ningún otro caso de un líder mundial que escogiera la práctica científica como asunto central del último tramo de su vida. Los cubanos tenemos ese privilegio. Invito a alguna persona que haya estado cerca de Fidel en esa experiencia a que nos cuente de ese Fidel científico, humilde buscador de la verdad y el bienestar humano.
En efecto, en Cuba necesitamos más y mejores políticas de ciencia, tecnología e innovación, pero todo lo que hagamos tiene que definirse desde la matriz del pensamiento y la práctica que Fidel nos legó.